Año de publicación: 2015
Valoración: tirando a recomendable
Para quien no lo sepa, ya se lo cuento yo: este año en el prestigioso National Book Award de EEUU, de fallo próximo, se encuentran nominado dos libros de dos escritoras latinoamericanas (hablamos, lógicamente, de la categoría de libros traducidos *) que nos gustan mucho por aquí: Mandíbula, de la ecuatoriana Mónica Ojeda, reseñado en este blog de forma impecable por... ejem, un servidor, y Siete casas vacías, de la argentina Samanta Schweblin, que aún no lo estaba. Pero, continuando con la extraordinaria vocación de servicio y difusión de la cultura de que hacemos gala en ULAD y que bien merecería un reconocimiento no ya nacional, sino internacional (ya podía caer una subvencioncita de la UNESCO o algo así), he aquí la reseña de este otro libro, para que en caso de un venturoso fallo a su favor del National etc. pille a nuestros seguidores más informados, si cabe, que a la propia autora, a la que saludamos afectuosamente desde aquí... Aunque, en verdad y para ser honestos, esta es una reseña nueva, pero hasta cierto punto, puesto que uno de los siete relatos que componen este libro -una de las "casas vacías", para entendernos-; La respiración cavernaria, ya fue reseñado aquí (también de forma excelente...ejem) porque apareció como un libro independiente e ilustrado en esta misma editorial, Páginas de Espuma.
Este libro es una compilación de siete cuentos en lo que, sí, aparece siempre, con mayor o menor protagonismo, una casa, no exactamente "vacía" -enseguida uno se da cuenta de que el uso de este adjetivo es metafórico-: casas que se dejan, casas que se registran, que oprimen, que se añorar... Aunque ya digo que el título del libro es sobre todo metafórico: lo de "casas vacías" se refiere también, sin duda, a la mente o el espíritu de los -sobre todo, las- protagonistas o algunos personajes de estos relatos, para señalar su caída en la "locura" (entre comillas, por favor), la depresión o, simplemente, el extrañamiento con la realidad que les rodea. Desde la monomanía de redecorar las viviendas ajenas de la madre que aparece en Nada de todo esto a la desenfrenada pulsión nudista de los abuelos en Mis padres y mis hijos; la desesperanza de un padre que ha perdido a su hijo en Pasa siempre en esta casa a la necesidad de ruptura, de huida que sienten las protagonistas de Cuarenta centímetros cuadrados y Salir. Sin olvidad, claro está, la dolencia que devora la memoria de la anciana de La respiración cavernaria... (como este relato ya está reseñado, permitidme que no ahonde). El único relato que quizá no comparte esta característica con el resto -o sí, puesto que también sale un personaje poco común, digamos- y, de hecho, parece que no se encontraba en la selección de cuentos que ganó cierto afamado concurso y fue añadido para la edición como libro, es Un hombre sin suerte, en el que una niña que ha debido acompañar a sus padres y hermana pequeña a las urgencias del hospital conoce en la sala de espera a un señor extraordinariamente amable y comprensivo... y hasta aquí puedo contar.
Debo decir que este último relato, junto con Mis padre y mis hijos y también La respiración cavernaria -aunque éste, por su mayor extensión y temática, se desenvuelve en otros niveles de complejidad narrativa- son los que me parecen más logrados de todo el conjunto -Mis padres y mis hijos, además, el más divertido- y en los que Schweblin ha sabido graduar mejor la tensión creciente hasta el desenlace final. Tampoco es que los demás sean desdeñables, ojo, sobre todo el primero, Nada de todo esto, pues todos ellos guardan más de una cualidad destacable, pero me han resultado algo más deslavazados o quizás, simplemente -y por inevitable comparación, sobre todo-, sin esa redondez que exhiben los mejores relatos del libro. Aún así, se trata de una compilación que, sin duda, merece la pena leer y una buena manera de introducirse en la obra de esta excelente escritora.
(*) Tampoco estoy muy seguro de si el premio se concede al libro o a la traducción del mismo, pero tanto da.
Más libros de Samanta Schweblin reseñados en este blog: Pájaros en la boca, Distancia de rescate, Kentukis, La respiración cavernaria
2 comentarios:
P.S.: Finalmente el premio lo ha ganado Samanta Schweblin. ¡Enhorabuena!
Coincido en que la antología era irregular, aunque sospecho que a mí, el regusto global que me dejó, fue más positivo.
Buena reseña, compa, y felicidades a Samanta.
Publicar un comentario