lunes, 10 de octubre de 2022

Inés García López: Calla i paga

Idioma original: catalán
Título original: Calla i paga
Traducción: sin traducción al castellano hasta la fecha
Año de publicación: 2022
Valoración: recomendable


Siempre es algo elogiable que las editoriales abran vías de análisis, reflexión y pensamiento. Diría que en estos momentos en los que saltamos de crisis en crisis (sanitaria, climática, económica) y además lo hacemos de manera que se concatenan unas con otras; cuando, tras cada ola se amplía la brecha entre clases, la aportación de ideas y reflexiones siempre es bienvenida. Y, en este caso, una editorial como Edicions del Periscopi se ha unido con el trabajo de creatividad en literatura y pensamiento de la Escola Bloom para aunar esfuerzos y crear una colección para el ensayo que promete títulos interesantes. Este es el segundo título que publican y es un buen inicio para esta aventura.

Con un título que llama la atención por su imperativo y su contundencia, ya el subtítulo muestra cierta noción sobre lo que el libro expone. Cabe decir, que una vez leído el libro, el subtítulo no se ajusta excesivamente a lo narrado en el libro, pues a pesar de que sí trata sobre psicoanálisis (de manera excesiva) no lo hace sobre política (a menos que ampliemos y extendamos el concepto hasta llegar al punto en que todo es política). Así, hasta que no nos adentramos en el libro no sabemos muy bien donde nos conducirá. Y la verdad es que nos lleva a varios destinos, aunque no todos ellos tan conectados como se pretende en su planteamiento.

Así, empieza el libro con una exposición bastante acertada del mundo occidental actual en la cual se narra el paso de una sociedad materialista a una sociedad consumista, pues «lo que nos gusta es consumir bienestar. Los nuevos productos preparados para el hiperconsumo nos garantizan una mejora perpetua de nuestras condiciones de vida». Ahondando en esta idea, la autora afirma que «ningún objeto se consume estrictamente para su función real, siempre hay un excedente simbólico que atrae al comprador. Por tanto, dejamos de ser “usuarios” para pasar a ser “consumidores”». En esta reflexión sobre el consumismo, la autora se adentra en la relación entre objeto y sujeto y despierta nuestro interés al parafrasear a Lacan cuando afirma que «no nacemos como sujetos porque, antes que nada, lo hacemos como objetos de otro (…) ¿Cuándo nos convertimos, entonces, en sujetos? Lacan responde: el sujeto emerge como efecto del discurso del otro» y esto se muestra especialmente cuando durante la infancia los adultos nos ponen delante de un espejo y nos dicen “eres tú”». Así, la autora asevera sabiamente al exponer que «el lenguaje no es un medio de comunicación, sino el lugar donde nos convertimos en sujetos. El sujeto, por tanto, es un efecto secundario del lenguaje». Un sujeto que cobra forma en rede sociales como Instagram, pues «el que mira la imagen, por tanto, no solo es espectador, sino que convoca una serie de suposiciones sobre el otro que le permite establecer un diálogo».

De esta manera, el libro que ha escrito Inés García López analiza desde la profundidad los conceptos de la subjetividad y el simbolismo, la relación entre objeto y sujeto y los espacios que se abren en el plano real, imaginario y simbólico y que tiene su reflejo y amplificación en la sociedad pues «cuanto más intentemos convocar un ‘nosotros global’, más emergerá un ‘nosotros local’ que resurgirá como retorno del rechazado (…) Ante el riesgo de desaparición del hecho singular bajo este todo aplastador se produce un replegamiento identitario que a menudo tiene aspiraciones locales». Así la autora muestra cómo la balanza se equilibra en los movimientos sociales, si aumenta un todo también aumenta una parte, estableciendo un equilibrio sistémico que compensa los movimientos sin dejar que estos ocupen todo el espectro. Esto ocurre por ejemplo en el feminismo, que cuanto más intenta abarcar más grupos se aportan de él («las mujeres negras no se sienten representadas por las mujeres blancas (…) las mujeres de clase trabajadora se agruparon contra las intelectuales francesas del feminismo de la diferencia», algo que ya apuntaba Mikki Kendall en su libro «Feminismo de barrio».). O también como «las mujeres trans no se ven identificadas con las reivindicaciones de ciertos sectores del feminismo contemporáneo y se ven excluidas».  Este hecho, el “no-todo”, «cuestiona la eficacia de lo Simbólico como totalidad y la viralización de las identificaciones».

A partir de aquí, una vez planteada de manera más que interesante la línea reflexiva argumental, nos adentramos en una parte (hacia la mitad del libro) en la que el ensayo se torna algo más irregular, más críptico y menos cohesionado al introducir el tema del cuerpo y del disfrute de manera algo forzada, a pesar de intentar encontrar una vía de conexión a través del debilitamiento del Simbólico. La autora no acaba de lograr establecer la relación entre los conceptos a excepción de cuando se centra en reflexionar sobre la identidad y el género en un espacio en el que «del género se ha convertido en algo fundamental para identificar una persona y nos sentimos molestos o incómodos cuando no podemos leer el género del otro, cuando tenemos delante una persona con una identidad de género que no es evidente» pues «la necesidad primordial de otorgar una categoría en relación con el género para poder interactuar con el otro tiene como consecuencia una cierta presión a posicionarnos en este sentido». De esta manera, y desafortunadamente, hacia la mitad de la lectura el libro este se vuelve excesivamente críptico en su análisis torno al lenguaje, el significante y el significado y el resto de elementos que intervienen en una conversación lo que causa que el texto se convierta en una lectura excesivamente densa y poco explicativa, como se puede apreciar en el siguiente fragmento: «el amo extrae el saber del esclavo para producir cosas por él. Lo que queda oculto en este discurso es que el amo no sabe lo que quiere. El amo no sabe que no sabe por qué ha fabricado un ‘saber del amo’ con la extracción del del esclavo. Este saber del amo es un saber teórico, articulado y transmisible, un supuesto-saber que nos permite creer que sabemos». A su vez, ahondando en este mensaje, el libro también llega a conclusiones algo inverosímiles como cuando afirma que «si hace un siglo el robo de la plusvalía generaba solidaridad y movilizaciones para exigir el retorno, hoy en día el cliente siente simpatía por el banco, se identifica con él y accede a los intereses que impone». Ciertamente, esto es algo muy difícil de creer, y más difícil aún de ver.

Afortunadamente, el libro recupera el pulso cuando abandona la cripticidad y vuelve a un plano menos teórico al afirmar que «la consciencia de clase se ha desplazado a una conciencia de precariedad despolitizada que es compartida por muchos individuos, pero que difícilmente se lucha en colectivo porque ha dejado de estar dialecticalizada». De igual modo y volviendo al lenguaje y a su análisis con el que empezaba el libro, la autora constata que «como sujetos del lenguaje, somos efecto del otro. La cuestión es como cambiar de posición respecto a este otro de las identificaciones pero que nuestro sujeto no termine en una identidad». Asimismo, retornando a la relación entre política y sociología, la autora acierta de lleno al afirma que «el capitalismo fabrica homogeneidad, pero no vínculo» y ataca de pleno a la industria de la felicidad al afirmar que «podemos aprender a ser felices, y este aprendizaje dura toda la vida, es decir, que nunca alcanzaremos la felicidad completamente» (…) «no hay ningún objeto en el mercado que pueda satisfacer este ideal de felicidad inalcanzable» y toma como ejemplo la comercialización de gadgets que miden el pulso, las calorías consumidas, los kms. andados; unos gadgets que, en lugar de proporcionar control y tranquilidad generan frustración.

En su vertiente más rotunda, la autora critica prácticas como el mindfulness (al que tilda como dispositivo de subjetivación neoliberal) pues «una de sus premisas es no juzgar. Las narrativas del sujeto sobre sí mismo son consideradas pensamientos que nos invaden y, por tanto, valoradas como sospechosas». Con ello, la autora se muestra bastante tajante en sus opiniones y abraza un discurso radical y sin matices acerca de terapias o actitudes relacionadas con el mindfulness, el coaching etc. Sin zonas grises el discurso que realiza es extremista y contundente, y no deja espacio para su cuestionamiento. 

Ya en su tramo final, la autora dirige la mirada del capitalismo a la pandémica del virus y cómo afecta de manera diferente a las distintas clases sociales. Así, expone de manera clara y acertada el abismo al que el consumismo nos dirige y expone lúcidamente que «los desechos son la parte inasumible del circuito de consumo, el ángulo muerto de la sociedad capitalista que coloca los restos de sus objetos de disfrute fuera del campo de visión de la felicidad del consumidor».

Por todo ello, el análisis que hace la autora es interesante (aunque de conclusiones en algunos casos ya sabidas) y es, a su vez, un ejemplo de la diversidad de temas que pretende tocar este libro (identidad, género, capitalismo, clase, feminismo, semiología, psicoanálisis freudiano, etc.) pero que por su corta extensión y por su distinta profundidad según el tema tratado le otorga una irregularidad evidente y excesiva. Ciertamente, no es un libro que recomendaría a cualquier lector, pues su comprensión no es siempre fácil y quizá el resultado hubiera sido mejor si las diferentes reflexiones hubieran estado acompañadas de una entrada que facilite la comprensión del análisis realizo, aunque con ello la extensión del libro hubiera sido superior. En cualquier caso, es interesante el planteamiento que la autora hace y la conclusión a la que el libro llega al afirmar que «únicamente desde la reflexión y la lucidez podremos salir del ciclo sin fin que impone el circuito neoliberal». Sin reflexión no hay comprensión, y sin comprensión no hay avance. Ni tampoco salida.

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