Idioma original: inglés
Traducción: Marta del Pozo y Aníbal Cristobo
Fecha de publicación: 2013
Valoración: recomendable
Hoy quiero romper con el formato habitual de la reseña para presentarles, por un lado, un proyecto editorial que me ha parecido interesante (créanme, no hay amigos de por medio) y, por otro, uno de sus poemarios.
Hoy quiero escribir desde el optimismo y la ilusión que despiertan los hallazgos, los proyectos originales hechos con gusto y las personas importantes, aquellas a las que realmente merece la pena escuchar porque un día, hartas de todo, malhumoradas, se levantan y dicen, por ejemplo: "y cuando termine de editar este libro, ¿a quién se lo llevo?¿quién va a querer editar la poesía de un autor del 46 totalmente desconocido?" y, entonces, deciden que lo mejor es crear su propia editorial para no tener que ir a pelearse con nadie. Y, de la noche a la mañana, surge, por ejemplo la editorial Kriller 71, una editorial valiente y guerrera, pequeña, pero matona, que afila los dientes y se clava en el centro del mercado poético para cuestionarlo e incomodarlo. El culpable de todo esto: Aníbal Cristobo (Lanus, Buenos Aires, 1971). El resultado: libros pequeñitos y con encanto, con una portada en la que se incluyen bellas fotografías que dialogan con el texto.
Fue a través de una entrevista que le hacían en la revista Koult como conocí la labor de Kriller71 y, a pesar de que fuera la primera vez que oía hablar de ellos, las palabras de Cristobo me cautivaron. Entran ganas de cambiar las cosas, de hacer algo, de ponerse a escribir como locos y llegar a algún sitio, o perdernos, no importa, pero este bonaerense posee el don de la palabra y llama a salir de nuestro letargo e iniciar cualquier acción poética, por muy absurda que ésta sea. Sé que debo remitirme a la reseña que hoy nos ocupa, pero me han emocionado tanto sus palabras que no puedo evitar compartirlas, al menos, brevemente: "Vamos a perderlo todo y, como quería Beuys, nos alimentamos del derroche de nuestras propias energías. Tal vez sea bueno que dejemos de pensar en la poesía en términos de marketing empresarial y la entendamos como un ecosistema [lo que queremos desarrollar es] ese sentido de la ofrenda que propicia que un circuito sea sustentable, al menos por un instante. Que alguien que le debe casi todo a la poesía, como es mi caso, pueda intentar hacer uso de sus fuerzas para devolver algo de lo que ha recibido. En ese sentido es casi anecdótico que el proyecto sea económicamente inviable, porque por la misma regla de tres podemos llegar a la conclusión de que lo más acertado para un elefante sería la inmovilidad o que tener amigos no es una actividad redituable, y evidentemente no se trata de eso. Con lo cual, invirtiendo los términos, te diría que no, que ofrecer algo que uno hace con pasión, buscando el modo de entregar lo mejor de sí, nunca es arriesgado. Lo arriesgado es creer que podemos vivir sin poesía.
El objetivo de Kriller 71 es, entre otros, el editar poesía contemporánea de poetas que poseen una obra consolidada en su país de nacimiento pero que no han sido publicados aquí (o, si se ha hecho, consideran que debe ampliarse). Los libros se van publicando de a pares semestralmente. La pareja propuesta en este último semestre han sido la antología poética bilingüe La belleza de las armas del canadiense Robert Bringhurst, del que se hablará a lo a lo largo de esta entrada, y El claroscuro del pingüino de la estadounidense Mary Jo Bang, poemario que analizaré más adelante.
La única pega que encuentro en el caso de ambos poemarios (derivada de cuestiones económicas, supongo, por favor, premios a la labor editorial, premien a estos muchachos) es que el tamaño de la letra acaba resultando quizás un poco pequeño cuando ya llevas un par de horas de lectura, sobre todo en el caso de que se quiera leer el texto en su versión original, que, incluido a pie de página tal y como hacen otras editoriales, resulta un tanto incómodo. Aunque es cierto que no le damos mucha importancia al compararlo con el placer que supone el acercarnos a los autores.
Ahora, La belleza de las armas.
Esto es el oscuro corazón del hueso/ respirando como los pinos, esto/ es el corazón como una garra en la tierra. Esto es Bringhurst en directo y en exclusiva, para nosotros, contándonos que todo conocimiento es carnal, interrogándose, interrogándonos, por este hambre tan firme como un hueso que atraviesa y caracteriza al ser humano.
Es a través de la traducción de Marta del Pozo y Aníbal Cristobo como llegamos al ecosistema poético de Bringhurst. Estamos frente a una poesía viva, que aboga por rescatar y revalorizar la cultura de la narración oral junto, por ejemplo a figuras como las de los presocráticos, la mitología homérica, pasajes de Deuteronomio y Génesis o el testamento de Petrarca. Hay que tener un amplio bagaje para comprender los poemas de Brighurst al completo, para comprender el eco de voces diferentes a la suya. No en vano subrayaba ya el autor en El árbol del conocimiento la importancia de escuchar a los ancianos: "Son los ancianos a los que principalmente quiero escuchar, y la mayoría de ellos ya no están".
De este modo, regresando a los ecos del pasado, alejándose de la voz autorreferencial propia de la poesía moderna, la obra da paso a una poesía coral, densa, que celebra la belleza y el derecho a la supervivencia de la naturaleza. Es en el rescate de la narrativa oral (a lo largo de la lectura una regresa a veces a ese instante perdido de la infancia en el que alguien nos relata un cuento y asistimos boquiabiertos el desarrollo de la historia) y en la creación de imágenes donde destaca el autor. Con una imaginación brillante, todo aquel, entre los que me incluyo, que no domine completamente las referencias que cita y reescribe Bringhurst, puede disfrutar de la lectura y hallar versos que lo abatan como un arma, pero un arma bella:
Las armas, para ella, eran necesariamente espantosas, y la belleza era pacífica, gentil, y no llevaba armas. […] Pero las auténticas armas raramente son feas, la auténtica belleza raramente va desarmada, y las categorías morales sí colisionan, todo el día y toda la noche.
Bringhurst es alma poética, reescritura, profundidad e imaginación en estado puro. Merece la pena leerlo. Pero sobre todo, es un autor que debe releerse, porque aunque no resulte transgresor en la sintaxis, cuesta comprender su obra en una primera lectura debido a las referencias y al bagaje de los que se ha hablado. Por último, para todo aquel que desee acercarse a la trabajada musicalidad del texto original (no en vano se trata de una poesía que rescata la oralidad) que, obviamente en la traducción se pierde un poco, esta edición bilingüe supone un buen punto de partida.