domingo, 3 de abril de 2016

Jenn Díaz: Madre e hija

Idioma original: catalán
Título original: Mare i filla
Año de publicación: 2015
Valoración: Se deja leer

Jenn Díaz es uno de los autores-totem de este blog: hemos reseñado todos sus libros menos El duelo y la fiesta: Belfondo, Mujer sin hijo, Es un decir... Junto con buena parte de la crítica, la hemos saludado, porque así se lo ha ganado con sus obras, como una de las grandes promesas de la narrativa española actual. Espero por eso que Jenn no se enfade con nosotros (conmigo) por decir que este último libro suyo, Madre e hija, me ha decepcionado, y me ha parecido un paso atrás (o mejor: una repetición del mismo paso) con respecto a las obras anteriores de su autora.

En Madre e hija, como su mismo título indica, se vuelve a temas que Jenn Díaz ya trató en Mujer sin hijo, y también, de otro modo, en Es un decir: la maternidad, la relación entre mujeres de diferentes generaciones, la pérdida, el abandono... Son cuestiones que obviamente preocupan a la autora, como sabe cualquiera que la siga en twitter o facebook o lea los artículos que ha publicado en diversos medios en los últimos años. Por eso cabía esperar en esta novela una profundidad en el planteamiento y desarrollo del conflicto, que no llega a concretarse.

En este caso Jenn Díaz elige presentarnos un conjunto de personajes de una misma familia, en sentido amplio: Gloria, la madre; Ángel, el padre, muerto prematuramente; Dolores, la tía (cuñada de Gloria, hermana de Ángel); Natalia, la hija; Ángela, la otra hija; Enrique, un padre viudo que se enamora de Dolores; Blanca, la hija de Enrique; Mateo, el hombre amado por Natalia, pero que está casado con Érica y que tiene dos hijos, Mateo y Violeta... ¿Resulta confuso? Me temo que para el lector de la novela también. Aunque el número de personajes tampoco es tan excesivo (no estamos hablando de Guerra y paz), durante bastantes páginas resulta difícil orientarse en la narración, en el árbol genealógico y en el tiempo, que también aparece desordenado: Ángel está muerto en la primera página, pero dos páginas después se vuelve al momento en el que todavía estaba vivo, y luego vuelve a estar muerto, y la verdad, uno ya no sabe muy bien ni dónde ni cuándo se sitúa la acción.

El otro gran problema que le veo a la novela es que sus personajes son excesivamente rígidos, unidimensionales y estáticos; responden más a categorías abstractas que a seres humanos con vidas complejas: la madre celosa y protectora; la tía bondadosa que renuncia a una vida propia en beneficio de los demás; el viudo de buen corazón que busca una madre para su hija; el hombre enamorado de dos mujeres a la vez, y las dos mujeres que intentan llevar la situación con dignidad y respeto... Como si fuese un Modern family en forma de novela, Madre e hija parece querer decir que todas las formas de familia pueden ser igual de válidas, y que lo que importa es que haya amor (lo cual, claro, es un mensaje muy loable, pero los mensajes loables no necesariamente dan como resultado novelas estupendas).

Este mismo carácter esquemático y algo plano de los personajes creo que perjudica también a otro de los posibles mensajes de la novela. La propia Natalia, la hija menor, lo dice en una de las últimas páginas: "tanta mujer a su alrededor, tanto esfuerzo por ser una mujer moderna, de las de ahora, y acabar con la mediocridad femenina, y allí estaba, en el cementerio, dándole toda la importancia al hombre, al Hombre, no a uno ni a dos, sino a todos." Porque efectivamente en esta novela, y en contra de lo que cabría esperar, las mujeres se definen o bien como madres, o como no-madres, o como esposas, o como hijas...; parece que su identidad es siempre relacional y nunca totalmente independiente.

Está claro que Jenn Díaz es a estas alturas una escritora con oficio; una de sus grandes habilidades es crear narradores con voz propia, sea un personaje o un narrador externo a la historia. También en este caso tenemos una voz narrativa que, aunque no participa activamente en la acción, sí nos deja, a la manera de Saramago, sus comentarios y reflexiones ("Mateo es un poco como un niño, casi todos los hombres lo son durante toda la vida"), a la vez que nos transmite los pensamientos de los personajes intercalados en su propio relato ("Dolores escuchaba atenta la voz quejosa de Enrique y se sentía triste, realmente era un hombre con problemas, un hombre con poca esperanza..."). Esta voz, fluida, coloquial, sentimental unas veces e irónica otras, es de lo más conseguido de la novela, lo que más se relaciona con el estilo de Es un decir, por ejemplo.

Lo que quiero decir es que no se trata de un problema de técnica narrativa, sino de falta de "chicha" en la historia; de falta de historia, en realidad. Menos personajes, pero más redondos y con más dimensiones; o menos hilos narrativos, pero más profundamente desarrollados, hubieran dado lugar a una novela más interesante y a una lectura más rica. Eso no quiere decir que pierda la fe en Jenn Díaz: seguiré leyéndola, y seguiré celebrando sus nuevas obras, aunque en este caso no haya terminado de convencerme.

Nota al margen: Madre e hija se publicó antes en catalán (2015) que en español (2016); sin embargo, a quien solo lea la versión en español publicada por Destino no se le ofrece ninguna pista que indique que esta obra ha sido traducida. Imagino que la traducción es de la propia Jenn Díaz, con lo que estamos ante un caso de autotraducción (como hay tantas en el ámbito catalán, vasco o gallego); pero incluso en ese caso, ¿por qué ocultar que existió previamente un original catalán?

También de Jenn Díaz en ULAD: BelfondoEs un decirMujer sin hijo

1 comentario:

Virginia dijo...

Es el primer libro de la autora que leo...y aunque intentaré leer otros, este no me está gustando en absoluto. Parece no estar escrito por una mujer...Las mujeres tienen todas el rol viejuno de esposa y madre y parecen imposibles de complacer o de hacer felices,mucho menos por ellas mismas. Voy por la mitad,pero no creo que siga. Busco en la literatura escrita por mujeres más perspectiva sobre las mujeres,matices,nuevos pensamientos y emociones invisibilizados por la pluma dominante del varón durante siglos...Y desde luego en esta novela no veo nada de eso. Me parece increíble que la haya escrito una mujer nacida en el 85.