miércoles, 13 de abril de 2016

David Lodge: El mundo es un pañuelo

Idioma original: inglés
Título original: Small World
Traducción: Esteban Riambau
Año de publicación: 1.989
Valoración: Se deja leer


No soy muy partidario de documentarme para escribir una reseña, al menos más allá de un mínimo imprescindible. Claro está, no todos estarán de acuerdo, pero yo pienso que se pierde espontaneidad y la opinión puede verse mediatizada por los datos de partida. Tratándose de David Lodge, por ejemplo, me basta con lo que pone en la solapa: es un profesor y crítico literario, que alterna la creación narrativa y dramática con guiones para la televisión, y se le atribuye un manejo solvente de eso que se lama ‘humor inglés’. Con estas pinceladas entendemos bastante bien lo que nos encontramos en El mundo es un pañuelo.

La acción se inicia en un congreso de medio pelo que tiene lugar en una ciudad inglesa, al que concurren un puñado de hombres de letras. La mayoría son veteranos entre los que pronto afloran viejas rencillas, envidias y pequeñas mezquindades, alimentadas por pugnas intelectuales y profesionales. La nota disonante la pone un joven profesor irlandés, católico, virgen y enamoradizo, que queda deslumbrado por una misteriosa señorita. Con todo, la cosa parece clara: estamos ante una sátira sobre ese mundillo académico que el autor debe conocer bien, y en efecto asoma esa ironía distante, muy ‘british’, en una narración mayoritariamente dialogada.  

Pero enseguida la historia se fragmenta, contemplamos a los personajes anteriores cada uno en su entorno particular y en diferentes puntos del planeta, y surgen unos cuantos más, todos pertenecientes al mismo ambiente literario (críticos, traductores, filólogos). Tenemos planos rápidos de todos ellos, aunque la atención se centra más en ciertas aventuras sexuales de algunos de ellos, episodios que casi siempre incorporan un punto extravagante y más bien poco creíble. Quizá aquí se percibe la vena de guionista de Lodge: los flashes se suceden a ritmo acelerado y bien dosificado, aunque su pertinencia no termina de quedar clara, y brotan aquí y allá algunos tópicos nacionales que empobrecen el nivel del relato. 

Con innegable habilidad, se van trenzando varios de los hilos hasta centrarse en dos, que cobran mayor relevancia: Persse McGarrigle, el profesor irlandés, obsesionado con su recién descubierto amor platónico, comienza una frenética búsqueda que le lleva por medio mundo; y Philip Swalow, intelectual entrado en años, cuyo mayor mérito es un estudio que despierta muy escaso interés, tiene un sorprendente encuentro amoroso que parece abrir una nueva e insólita etapa en su vida. Llegados a este punto, aunque la interminable persecución de Persse suena un poco a comedia romántica de Hugh Grant, parece que el libro adquiere un peso que no tenía, porque en Swalow se vislumbra un personaje maduro, hastiado de una profesión en la que no ha conseguido triunfar como esperaba, y que siente sobre sí el ocaso también a nivel personal; es decir, se encuentra ante un punto de inflexión interesante, en el que irrumpe un amor otoñal que recuerda un poco a La tregua de Benedetti, aunque mucho menos elegante e intenso.

Sin embargo, en la última parte estas expectativas se echan bastante a perder. La narración vuelve a hacerse ligera, inconsistente, y el autor parece verse obligado a encajar las piezas del enorme puzzle que ha ido creando. Las situaciones de mayor enjundia se disuelven en un esquema que da la impresión de no consistir más que en atar cabos (cabos que muy bien podían quedar sueltos, o simplemente no existir), y Lodge lo resuelve reuniendo a todos sus personajes en un macrocongreso que es como un espejo aumentado del primero, y que no tiene otro objeto que explayarse un poco más en sutilezas sobre la literatura y la crítica, y sobre todo reordenar la madeja. Todo ello, sí, escrito con pulcritud y cierta gracia, pero también a base de forzar situaciones, algunas hasta bordear el ridículo, o despachar otras con un par de líneas, como para salir del paso.

Terminamos por tanto la lectura con la sensación de haber asistido al último capítulo, apresurado y poco convincente, de una serie de entretenimiento, en la que nos han sobrado personajes y anécdotas por todos lados. La novela está bien estructurada, construida de forma inteligente, parecía tener un objetivo (exponer al sarcasmo a una cierta casta de intelectuales) y un instrumento para desarrollarlo (ese humor inglés que sólo detectamos en muy pequeñas dosis), pero claramente la falta chicha, los personajes son endebles y son demasiados, no enfoca las cuestiones que parecían interesantes, se queda (yo creo que voluntariamente) en la superficie, y quiere añadir pimienta a base de sexo, casi siempre poco justificado. Y, bueno, tampoco nos hace reir casi nada.

Digamos para pasar el rato. Ocasión perdida. Se deja leer.

P.D.: Por cierto, la portada de mi ejemplar (la que aparece en la imagen) es sencillamente abominable.

También de David Lodge en ULAD: La vida en sordinaTrapos sucios

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Recomiendo su ensayo "La conciencia y la novela". Al leerla, hace años, y al hilo de los ejemplos que pone basándose en sus obras de ficción, me surgieron prejuicios sobre su calidad como novelista. Creo que esta reseña los confirma y te lo agradezco, aunque lo comprobaré por mí misma, claro, pero no con esta, precisamente :)
Montuenga

Anónimo dijo...

Reseña muy acertada. Sobran tramas y personajes. Nada que ver con 'Intercambios', anterior novela del autor, mucho más redonda, aunque tenga un final algo experimental.

Carlos Andia dijo...

Sí, Montuenga, quizá saquemos más partido del amigo Lodge en su versión de ensayista que como creativo.

Anónimo, me alegro de coincidir con tu opinión, y hasta me sorprende verla, porque tengo la intuición de que poca gente ha leído este libro (igual estoy equivocado).

Gracias a los dos por vuestros comentarios.

GGN dijo...

Pues es una pena ver que la novela decepciona, porque me apetecía seguir leyendo su "trilogía del campus". Como dice el anónimo de arriba, la primera de sus novelas de campus, "Intercambios", es una maravilla: muy bien narrada, cómica y con una gota de experimentalismo que, para mí, no desentona. Creo que algunos de los personajes de "El mundo es un pañuelo" son los mismos que en la anterior entrega, quizá no haber leído "Intercambios" pueda condicionar la lectura de la segunda (o no, quién sabe).

Carlos Andia dijo...

Puede que tengas razón, GGN, quizá conociendo el libro anterior sea más fácil disfrutar éste. Pero, sinceramente, lo dudo bastante. De todas formas, estaría bien que lo intentases, y nos dejases tu impresión, a ver si coincidimos.

Gracias por el comentario.