Idioma original: portugués
Título original: O meu pé de laranja lima
Año de publicación: 1968
Valoración: Imprescindible
No sé si estaréis de acuerdo, pero tengo la impresión de que la edición independiente en España tiene un nivel altísimo: hay un grupo de editoriales relativamente nuevas que está haciéndolo un gran trabajo, en cuanto al contenido (creando catálogos de una calidad sostenida que hacen que confíes en la editorial de aquí en adelante) y en cuanto al tratamiento del propio libro, haciendo ediciones bonitas, cuidadas, elegantes. Me refiero por ejemplo a Impedimenta, de la que reseñábamos ayer mismo Una oración por Kateřina Horovitzová; a Acantilado, de la que ya me he declarado seguidor varias veces; o a Libros del Asteroide, la editorial que ha recuperado Mi planta de naranja lima del limbo de los libros inencontrables en España, mientras que en los países de habla portuguesa es un auténtico clásico de la literatura juvenil.
Mi planta de naranja lima es una novela de aprendizaje (el espantoso término técnico es Bilgungsroman): el de Zezé, un niño de cinco años, travieso, inteligente e imaginativo que sueña con convertirse en poeta y llevar corbata de lazo. Para escapar de la realidad de pobreza y maltrato en que vive, Zezé se refugia en un mundo ficticio con Minguinho, un árbol de naranja lima con el que comparte sus preocupaciones, sus aventuras imaginarias y sus sueños. En la segunda mitad de la novela cobrará importancia la figura de Manuel Valadares, el Portuga, con quien Zezé entabla una amistad casi paterno-filial.
Esta novela es en gran medida autobiográfico: recuerda la propia infancia de Vasconcelos en Bangú, donde vivió en condiciones muy semejantes a las que refleja el libro; pero esto, obviamente, no lo desmerece para nada. Al margen de inspiraciones reales, Mi planta de naranja lima está llena de personajes, imágenes y situaciones tratadas con el tono perfecto, ni idealizante ni lacrimógeno: el tío Edmundo, que parece saberlo todo; los juegos que Zezé inventa para entretener a su hermano Luis; su relación con la maestra, que parece ser la única que no lo ve como un diablo; su hermana Gloria, que lo protege de la violencia que lo rodea... Un universo duro pero cargado de poesía y de belleza.
Cuando empecé a leer este libro, escribí a la persona que me lo había regalado
para decirle que me gustaba la delicadeza con que estaba contada la
historia. Ella dijo que le gustaba más la palabra "ternura". Llámalo
ternura o delicadeza, es lo de menos. Lo de más es que esta es una
novela conmovedora, que hará llorar a más de un lector.
jueves, 31 de mayo de 2012
miércoles, 30 de mayo de 2012
Arnošt Lustig: Una oración por Katerina Horovitzová
Idioma original: checo
Título original: Modlitba pro Kateřinu Horovitzovou
Año de publicación: 1964
Valoración: Muy recomendable
Este es un libro sobre el Holocausto, pero no desde la perspectiva habitual: no es un testimonio (aunque Arnošt Lustig pasó por Auschwitz y Buchenwald, y por lo tanto los conocía de primera mano); es una narración ficticia, casi alegórica, con un toque de fábula moral, sobre el poder del autoengaño y de la voluntad de supervivencia, y sobre la crueldad de la inteligencia humana.
La novela comienza con una sorpresa: nos encontramos en una sinagoga adyacente a un campo de concentración nazi, en la que un grupo de acaudalados judíos están siendo tratados con el mayor de los respetos, agasajados incluso. Con ellos hay una muchacha, Katerina Horovitzová, una joven y hermosa bailarina, de la que se ha apiadado uno de los hombres (el que parece ser el jefe del grupo, devido a que habla alemán). Pronto se nos explica la razón de este extraño caso: los acaudalados judíos van a ser intercambiados por militares alemanes de alta graduación. Para ello deberán abonar los gastos provocados por su cautiverio y su traslado, debidamente calculados por el oficial Bedrich Brenske. Pero empiezan a surgir imprevistos en el viaje: retrasos, problemas burocráticos, más y más gastos... La libertad, que parece al alcance de la mano, se escapa constantemente de su vista...
Una oración por Katerina Horovitzová es una novela angustiosa, como no puede ser de otra manera teniendo en cuenta su tema. Manejada de un modo impecable por el autor, la tensión narrativa va creciendo a medida que los personajes (y los lectores) ven cómo las esperanzas de libertad parecen nunca llegar a concretarse. Destacan en la obra los personajes del manipulador Bedrich Brenske, el honrado pero ingenuo Herman Cohen o la torturada Katerina Horovitzová, que se debate entre su instito primario de sobrevivir, y el deseo de salvar a su familia.
El final de la novela tiene algo de mesiánico, casi de milagroso. Es aquí donde más notamos que es esta una historia de ficción, casi podríamos decir que "romántica", y no un testimonio: no encontraremos nada semejante en las obras de Primo Levi, de Imre Kerteszs o de Jorge Semprún, por poner algunos nombres. Pero esto no roba dramatismo al conjunto; la angustia y la tensión que las 150 primeras páginas han sabido transmitirnos, no se borran por unas últimas 20 páginas de "justicia poética". Al contrario: el efecto es catártico; sabemos que esto no pasó, pero nos gustaría que hubiera pasado.
Título original: Modlitba pro Kateřinu Horovitzovou
Año de publicación: 1964
Valoración: Muy recomendable
Este es un libro sobre el Holocausto, pero no desde la perspectiva habitual: no es un testimonio (aunque Arnošt Lustig pasó por Auschwitz y Buchenwald, y por lo tanto los conocía de primera mano); es una narración ficticia, casi alegórica, con un toque de fábula moral, sobre el poder del autoengaño y de la voluntad de supervivencia, y sobre la crueldad de la inteligencia humana.
La novela comienza con una sorpresa: nos encontramos en una sinagoga adyacente a un campo de concentración nazi, en la que un grupo de acaudalados judíos están siendo tratados con el mayor de los respetos, agasajados incluso. Con ellos hay una muchacha, Katerina Horovitzová, una joven y hermosa bailarina, de la que se ha apiadado uno de los hombres (el que parece ser el jefe del grupo, devido a que habla alemán). Pronto se nos explica la razón de este extraño caso: los acaudalados judíos van a ser intercambiados por militares alemanes de alta graduación. Para ello deberán abonar los gastos provocados por su cautiverio y su traslado, debidamente calculados por el oficial Bedrich Brenske. Pero empiezan a surgir imprevistos en el viaje: retrasos, problemas burocráticos, más y más gastos... La libertad, que parece al alcance de la mano, se escapa constantemente de su vista...
Una oración por Katerina Horovitzová es una novela angustiosa, como no puede ser de otra manera teniendo en cuenta su tema. Manejada de un modo impecable por el autor, la tensión narrativa va creciendo a medida que los personajes (y los lectores) ven cómo las esperanzas de libertad parecen nunca llegar a concretarse. Destacan en la obra los personajes del manipulador Bedrich Brenske, el honrado pero ingenuo Herman Cohen o la torturada Katerina Horovitzová, que se debate entre su instito primario de sobrevivir, y el deseo de salvar a su familia.
El final de la novela tiene algo de mesiánico, casi de milagroso. Es aquí donde más notamos que es esta una historia de ficción, casi podríamos decir que "romántica", y no un testimonio: no encontraremos nada semejante en las obras de Primo Levi, de Imre Kerteszs o de Jorge Semprún, por poner algunos nombres. Pero esto no roba dramatismo al conjunto; la angustia y la tensión que las 150 primeras páginas han sabido transmitirnos, no se borran por unas últimas 20 páginas de "justicia poética". Al contrario: el efecto es catártico; sabemos que esto no pasó, pero nos gustaría que hubiera pasado.
martes, 29 de mayo de 2012
Jean Clair: La paradoja del conservador
Título original: Paradoxe sur le conservateur
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 1988
Valoración: recomendable
Jean Clair comienza recordando algo que muchas veces pasa desapercibido en el lenguaje artístico: el origen del término "conservador" es religioso. En la antigua Roma designaba a aquellos que se ocupaban de guardar con gran cuidado las imágenes de los dioses. Esto no deja de ser significativo porque incluso hoy en día, la presencia de conservadores (o comisarios o curators) en un museo parece indicar que hay allí algo valioso (incluso: algo sagrado) que debe guardarse con gran cuidado. En este librito Jean Clair saca gran partido a esta procedencia religiosa del término y desarrolla una sugerente comparación entre la situación de la religión romana en tiempos de la República y la del arte contemporáneo.
Del mismo modo que por entonces incluso los niños habían dejado de creer en los manes, hoy nos encontramos con un escepticismo generalizado sobre el valor del arte. Y especialmente entre aquellos que parecen entenderlo mejor. El escepticismo romano en los dioses hizo que pudieran incorporar a su panteón, sin ningún problema, todos los dioses de los países sojuzgados. Lo mismo sucede hoy con el corpus del arte contemporáneo, que admite sin repulsión cualquier elemento nuevo.
El diagnóstico es bastante desolador, y más aún si se tiene en cuenta que Jean Clair no es sino el pseudónimo de Gérard Régnier, que fue director del Museo Picasso de París y conservador general del Museo Nacional de Arte Moderno, ni más ni menos. Su explosiva crítica a la todopoderosa figura del comisario en la actualidad le ha convertido en alguien muy polémico en la esfera artística francesa, lo que le lleva en ocasiones a radicalizar sus posturas más de lo necesario. Viene bien, sin embargo, tener presente lo que dice; al menos, para no pecar de crédulos.
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 1988
Valoración: recomendable
Jean Clair comienza recordando algo que muchas veces pasa desapercibido en el lenguaje artístico: el origen del término "conservador" es religioso. En la antigua Roma designaba a aquellos que se ocupaban de guardar con gran cuidado las imágenes de los dioses. Esto no deja de ser significativo porque incluso hoy en día, la presencia de conservadores (o comisarios o curators) en un museo parece indicar que hay allí algo valioso (incluso: algo sagrado) que debe guardarse con gran cuidado. En este librito Jean Clair saca gran partido a esta procedencia religiosa del término y desarrolla una sugerente comparación entre la situación de la religión romana en tiempos de la República y la del arte contemporáneo.
Del mismo modo que por entonces incluso los niños habían dejado de creer en los manes, hoy nos encontramos con un escepticismo generalizado sobre el valor del arte. Y especialmente entre aquellos que parecen entenderlo mejor. El escepticismo romano en los dioses hizo que pudieran incorporar a su panteón, sin ningún problema, todos los dioses de los países sojuzgados. Lo mismo sucede hoy con el corpus del arte contemporáneo, que admite sin repulsión cualquier elemento nuevo.
El diagnóstico es bastante desolador, y más aún si se tiene en cuenta que Jean Clair no es sino el pseudónimo de Gérard Régnier, que fue director del Museo Picasso de París y conservador general del Museo Nacional de Arte Moderno, ni más ni menos. Su explosiva crítica a la todopoderosa figura del comisario en la actualidad le ha convertido en alguien muy polémico en la esfera artística francesa, lo que le lleva en ocasiones a radicalizar sus posturas más de lo necesario. Viene bien, sin embargo, tener presente lo que dice; al menos, para no pecar de crédulos.
lunes, 28 de mayo de 2012
Fiódor Dostoievski: El jugador
Idioma original: ruso
Volvamos a los clásicos, que los clásicos nunca decepcionan.
Volvamos a los clásicos, que cumplen hacendosos las reglas del juego: de su juego clásico.
Volvamos a los clásicos, a ser posible, en papel y en butaca.
Otras obras de Fiódor Dostoievski en ULAD: El idiota, Crimen y castigo, Noches blancas, El eterno marido, Los hermanos Karamazov, Memorias del subsuelo, Stepanchikovo y sus moradores, La sumisa, El doble
Fecha de publicación: 1867
Valoración: Muy recomendable
Volvamos a los clásicos, que cumplen hacendosos las reglas del juego: de su juego clásico.
Volvamos a los clásicos, con sus antihéroes atormentados, sus bellezas esquivas e irritantes, y sus villanos ejemplares, todos ellos moviéndose, amándose y odiándose en exquisitos entornos con aroma a sepia.
Volvamos a los clásicos, después de tanta fast food literaria, atrevimientos de todo tipo, y pretensiones estratosféricas.
Volvamos a los clásicos, que ellos no se engendraron para dejar con la boca abierta a ningún lector ávido de juegos y aniquilamientos literarios varios made in el confuso, acelerado, mediatizado y amante del pastiche siglo XXI.
Volvamos a los clásicos, a Dostoievski en este caso, que retornar a él es como entrar de nuevo, y por la puerta grande, a una enorme sala de baile de estilo decimonónico repleta de criaturas apasionadas dispuestas a abrirnos sus más íntimos anhelos mientras la nieve cae gloriosa más allá de sus majestuosos ventanales.
Volvamos a los clásicos, al Padre de todos los atormentados en esta ocasión, que con El Jugador nos ofrece una novela corta y de tintes autobiográficos que escribió apresuradamente y con la ayuda de una taquígrafa, para librarse de una dura deuda que podía haberle costado la vida. Pero gracias a Dios salió airoso del reto y posteriormente convirtió a la bella escribiente en su segunda esposa...
Volvamos a los clásicos, dediquemos nuestras horas de lectura a obras como la que hoy reseño, y conozcamos al intenso y romántico tutor de la imaginaria ciudad de Roulettenbourg, empleado por una familia rusa que vive en la suit de un hotel a la espera de que se les muera una rica tía. Conozcamos al joven tutor, sí, y cómo su pasión por la insoportable y cambiante Polina le llevará a iniciar una mareante relación con las malas artes del Casino en busca de riqueza y gloria.
Volvamos a los clásicos, con sus personajes de carne, sangre y vida, con sus tramas perfectamente estructuradas y conducidas, y con sus sorpresas argumentales estudiadas y bien medidas. Obras perfectas, redondas, salpimentadas de cuestiones y desvelos que aún ahora siguen inquietando hasta al hombre más sereno.
Otras obras de Fiódor Dostoievski en ULAD: El idiota, Crimen y castigo, Noches blancas, El eterno marido, Los hermanos Karamazov, Memorias del subsuelo, Stepanchikovo y sus moradores, La sumisa, El doble
domingo, 27 de mayo de 2012
Alfred Bester: Las estrellas mi destino
Idioma original: inglés
Título original: The stars my destination
Fecha de publicación: 1956/1984
Valoración: muy recomendable
Publicado originalmente bajo el título de ¡Tigre, tigre! y años más tarde, en una edición renovada por el autor, bajo la frase que encabeza la entrada de hoy, este inolvidable clásico de la ciencia ficción fue considerado, durante décadas, como la novela más importante del género. Todavía hoy, pasados más de cincuenta años, mencionarla en cualquier conversación provoca, por lo general, una sonrisa de complicidad entre los interlocutores.
El argumento es, en realidad, una revisión futurista de otro clásico de la literatura, El conde de Montecristo. A saber: en el siglo XXV, en un mundo dominado por peligrosas corporaciones, un paria de las galaxias, brutal, enorme, sin piedad ni escrúpulos, totalmente consagrado a la violencia, es abandonado a su suerte y dado por muerto (no entraremos en detalles). Gracias a su inteligencia y a sus otras cualidades (entre ellas, matar con facilidad), Gully Foyle, que así se llama, sobrevivirá y dedicará lo que le queda de vida a cumplir un único objetivo: vengarse. Bien, posiblemente Bester no inventó nada nuevo, pero sí que logró reunir en un texto ágil, vibrante y escrito con mucha mala leche dos elementos que pasaron a la historia: el propio Gully Foyle y el "jaunteo".
Porque sí, el personaje principal de este libro estupendo es el prototipo de antihéroe llevado hasta sus últimas consecuencias, y el lector lo acompaña de principio a fin sin miramientos, asistiendo a todas sus crueldades y fechorías con una sonrisa, saludando su maldad, comprendiendo su inquina, incluso regocijándose con su evidente falta de conciencia. Cierto que el personaje evoluciona a lo largo del libro, pero su espíritu vengativo y su alma tremendamente corrupta son materiales presentes en casi toda la narración. Llega a convertirse en una leyenda, en un mito de las galaxias que siembra el terror por dondequiera que pase. Bester, además, es capaz de presentarnos estas, digamos, carencias emocionales, con un extraordinario sentido del humor, obligándonos a ponernos de parte de Foyle, invevitablemente, en todo momento.
El "jaunteo" es la palabra clave. Los buenos aficionados a la ciencia ficción se reconocen porque usan este término cuando quieren referirse a la teletransportación. Los personajes de este libro jauntean, es decir, en el futuro tenebroso y hostil que nos plantea Bester la humanidad ha llegado a dominar y establecer como habitual este sueño de atravesar el espacio en un segundo, de desplazarse de un lugar a otro y aprovechar la ventaja del desconcierto. Vale: de nuevo Bester no inventa nada, pero sí que es el primero en dotar al concepto de una personalidad (desde el mismo nombre) y en asimilarlo de manera fácil a un texto que narra una historia en la que la teletransportación tiene un lugar fundamental.
Un libro que no da tregua, difícil de dejar, en el que la acción sube y el guión gira hasta un final arrollador, sorprendente, planetario. Un descubrimiento irrepetible, que suele inspirar varias lecturas a lo largo de la vida, y en todas, desde luego, la sensación de haber invertido el tiempo en un texto que merece la pena.
Para invitar un poco más a la lectura: el libro comienza con la famosa cita de Blake ¡Tigre, tigre! que ardes brillante / en los bosques de la noche, / ¿qué mano, qué ojo inmortal / podría reflejar tu temible simetría?, y estos versos, por supuesto, tienen mucho que ver con el protagonista. Grande siempre, Gully Foyle.
Título original: The stars my destination
Fecha de publicación: 1956/1984
Valoración: muy recomendable
Publicado originalmente bajo el título de ¡Tigre, tigre! y años más tarde, en una edición renovada por el autor, bajo la frase que encabeza la entrada de hoy, este inolvidable clásico de la ciencia ficción fue considerado, durante décadas, como la novela más importante del género. Todavía hoy, pasados más de cincuenta años, mencionarla en cualquier conversación provoca, por lo general, una sonrisa de complicidad entre los interlocutores.
El argumento es, en realidad, una revisión futurista de otro clásico de la literatura, El conde de Montecristo. A saber: en el siglo XXV, en un mundo dominado por peligrosas corporaciones, un paria de las galaxias, brutal, enorme, sin piedad ni escrúpulos, totalmente consagrado a la violencia, es abandonado a su suerte y dado por muerto (no entraremos en detalles). Gracias a su inteligencia y a sus otras cualidades (entre ellas, matar con facilidad), Gully Foyle, que así se llama, sobrevivirá y dedicará lo que le queda de vida a cumplir un único objetivo: vengarse. Bien, posiblemente Bester no inventó nada nuevo, pero sí que logró reunir en un texto ágil, vibrante y escrito con mucha mala leche dos elementos que pasaron a la historia: el propio Gully Foyle y el "jaunteo".
Porque sí, el personaje principal de este libro estupendo es el prototipo de antihéroe llevado hasta sus últimas consecuencias, y el lector lo acompaña de principio a fin sin miramientos, asistiendo a todas sus crueldades y fechorías con una sonrisa, saludando su maldad, comprendiendo su inquina, incluso regocijándose con su evidente falta de conciencia. Cierto que el personaje evoluciona a lo largo del libro, pero su espíritu vengativo y su alma tremendamente corrupta son materiales presentes en casi toda la narración. Llega a convertirse en una leyenda, en un mito de las galaxias que siembra el terror por dondequiera que pase. Bester, además, es capaz de presentarnos estas, digamos, carencias emocionales, con un extraordinario sentido del humor, obligándonos a ponernos de parte de Foyle, invevitablemente, en todo momento.
El "jaunteo" es la palabra clave. Los buenos aficionados a la ciencia ficción se reconocen porque usan este término cuando quieren referirse a la teletransportación. Los personajes de este libro jauntean, es decir, en el futuro tenebroso y hostil que nos plantea Bester la humanidad ha llegado a dominar y establecer como habitual este sueño de atravesar el espacio en un segundo, de desplazarse de un lugar a otro y aprovechar la ventaja del desconcierto. Vale: de nuevo Bester no inventa nada, pero sí que es el primero en dotar al concepto de una personalidad (desde el mismo nombre) y en asimilarlo de manera fácil a un texto que narra una historia en la que la teletransportación tiene un lugar fundamental.
Un libro que no da tregua, difícil de dejar, en el que la acción sube y el guión gira hasta un final arrollador, sorprendente, planetario. Un descubrimiento irrepetible, que suele inspirar varias lecturas a lo largo de la vida, y en todas, desde luego, la sensación de haber invertido el tiempo en un texto que merece la pena.
Para invitar un poco más a la lectura: el libro comienza con la famosa cita de Blake ¡Tigre, tigre! que ardes brillante / en los bosques de la noche, / ¿qué mano, qué ojo inmortal / podría reflejar tu temible simetría?, y estos versos, por supuesto, tienen mucho que ver con el protagonista. Grande siempre, Gully Foyle.
sábado, 26 de mayo de 2012
Peter Cameron: Algún día este dolor te será útil
Idioma original: inglés
Título original: Someday This Pain Will Be Useful To You
Fecha de publicación: 2007
Valoración: recomendable
James es un chico de diecisiete años. Acaba de terminar el instituto y pasa el verano antes de ir a la universidad trabajando en la galería de arte de su madre. El problema es que no quiere ir a la universidad ni relacionarse con los jóvenes que estarán estudiando allí. James es un joven inteligente, quizá demasiado, pero siempre se ha sentido fuera de lugar con la gente de su edad.
De hecho, lo único que quiere hacer es abandonar Nueva York, comprarse una casa de campo en otro estado y pasar los días leyendo, sin que nadie lo moleste. Así que sus padres se preocupan, claro, y deciden que debe visitar a una psicóloga. Pero sus sesiones no serán (al menos, para él) tan productivas como su familia espera y James se sentirá aún más aislado del mundo que lo rodea.
Éste es el punto de partida de Algún día este dolor te será útil, una novela breve pero muy interesante que, más allá de las reflexiones de su protagonista, nos ofrece una visión actual y diferente de la vida en Nueva York, de las relaciones personales y de lo que supone hoy en día sentirse fuera de lugar.
Pero también es un libro que habla de la grieta existente entre el pensamiento y su formulación, de la incapacidad que tenemos para expresar correctamente lo que pensamos y, por tanto, para mostrar a los demás lo que realmente queremos decir y lo que en realidad somos.
A pesar de que el libro está narrado por un adolescente, Cameron no cae en tremendismos ni dramas típicos de esa edad, sino que construye una trama tan interesante como su personaje, un joven que utiliza su incapacidad para relacionarse con los demás y su consecuente aislamiento para analizar el mundo en el que vive de una manera inteligente y divertida (y muy sarcástica, en ocasiones).
También de Peter Cameron en ULAD: Coral Glynn
Título original: Someday This Pain Will Be Useful To You
Fecha de publicación: 2007
Valoración: recomendable
James es un chico de diecisiete años. Acaba de terminar el instituto y pasa el verano antes de ir a la universidad trabajando en la galería de arte de su madre. El problema es que no quiere ir a la universidad ni relacionarse con los jóvenes que estarán estudiando allí. James es un joven inteligente, quizá demasiado, pero siempre se ha sentido fuera de lugar con la gente de su edad.
De hecho, lo único que quiere hacer es abandonar Nueva York, comprarse una casa de campo en otro estado y pasar los días leyendo, sin que nadie lo moleste. Así que sus padres se preocupan, claro, y deciden que debe visitar a una psicóloga. Pero sus sesiones no serán (al menos, para él) tan productivas como su familia espera y James se sentirá aún más aislado del mundo que lo rodea.
Éste es el punto de partida de Algún día este dolor te será útil, una novela breve pero muy interesante que, más allá de las reflexiones de su protagonista, nos ofrece una visión actual y diferente de la vida en Nueva York, de las relaciones personales y de lo que supone hoy en día sentirse fuera de lugar.
Pero también es un libro que habla de la grieta existente entre el pensamiento y su formulación, de la incapacidad que tenemos para expresar correctamente lo que pensamos y, por tanto, para mostrar a los demás lo que realmente queremos decir y lo que en realidad somos.
A pesar de que el libro está narrado por un adolescente, Cameron no cae en tremendismos ni dramas típicos de esa edad, sino que construye una trama tan interesante como su personaje, un joven que utiliza su incapacidad para relacionarse con los demás y su consecuente aislamiento para analizar el mundo en el que vive de una manera inteligente y divertida (y muy sarcástica, en ocasiones).
También de Peter Cameron en ULAD: Coral Glynn
viernes, 25 de mayo de 2012
Fernando Vallejo: La Virgen de los sicarios
Idioma original: español
Año de publicación: 1994
Valoración: Muy recomendable, aunque perturbadora
Qué vendaval de novela, esta. Qué brutalidad, en todos los sentidos: narrativamente, estilísticamente y sobre todo temáticamente.
La acción de la novela transcurre en Medellín en los años 90, y decir Medellín en los años 90 es decir narcotráfico, Pablo Escobar, violencia, asesinatos. Todo eso se encuentra en La virgen de los sicarios, que narra la relación amorosa entre Fernando, un escritor ya de edad avanzada que vuelve a la ciudad después de un tiempo de ausencia, y Alexis, un joven y hermoso sicario devoto de María Auxiliadora (la utilización de simbología religiosa es constante en la novela). Con él vivirá el narrador unos meses de pasión y violencia antes de que el joven sea asesinado por otro sicario; el narrador inicia entonces otra relación con otro joven que le recuerda a Alexis, repitiendo con él la misma rutina, los mismos gestos de cariño, la misma espiral asesina. Esta doble (paralela y paradójica) historia de amor es el hilo conductor de la novela, que por lo demás es una acumulación de reflexiones pesimistas, humor macabro y decenas de muertos.
Porque aunque contenga en su centro una historia de amor (o dos), La Virgen de los sicarios es sobre todo una novela plagada de violencia; cada dos páginas muere alguien, casi siempre con un agujero de bala en la frente, por los motivos más diversos: por no haber bajado el volumen de la radio; por enfrentarse a un policía; por no hacer callar a los niños; por existir; porque tu televisión me molesta; porque me pagan por matarte. Todo esto Fernando Vallejo lo cuenta con una frialdad, o mejor, con una naturalidad desconcertante. "La vida real es así, no se sorprendan, no sean mojigatos ni hipócritas".
Fernando Vallejo tiene una relación de amor-odio con Colombia (llegó incluso a renunciar a su nacionalidad colombiana en 2007), y eso se manifiesta en la novela: aunque hay un evidente lazo que lo une al país, su desprecio alcanza a todas las esferas y todos los ámbitos de lo colombiano, desde el campesino (que solo sabe "pedir y procrear") hasta el presidente (en aquel momento lo era César Gaviria, pero tanto da, Fernando Vallejo tiene para todos: Gaviria, Pastrana, Uribe...). En una entrevista lo expresó muy gráficamente, como é acostumbra: "Colombia [...] es un país oportunista y traidor. Siempre pensé que iba a morir en Colombia, y lo sigo creyendo. Tengo claro que si vuelvo a Colombia voy a morir asesinado. Colombia es un país asesino". La Virgen de los sicarios es una novela narrada por un misántropo (y casi podríamos arriesgarnos a decir que escrita también por un misántropo): antes prefiere un animal que a un ser humano.
Todo esto, así contado, resultaría insoportable si no fuera porque Fernando Vallejo es un cabrón divertido: puede estar proponiendo arrasar a balazos los barrios pobres de Medellín, o justificando el asesinato de una embarazada, pero lo hace con gracia. Te entretiene mientras te cuenta atrocidades. El narrador es tan cínico que es hasta simpático; trata al lector con la misma condescendencia paternal que al resto de sus congéneres, y hasta se las da de pedante a veces, con menciones a destiempo del Quijote o de Hegel. A veces es poético y hasta delicado; casi siempre, contundente e irónico. Cuando crees haberle cogido el punto, te sorprende, te insulta o te lanza dos o tres muertos más a la cara. Aburrirse con esta obra es imposible, como es imposible que te deje indiferente.
También de Fernando Vallejo en UnLibroAlDía: Entre fantasmas, El desbarrancadero, Mi hermano el alcalde
Año de publicación: 1994
Valoración: Muy recomendable, aunque perturbadora
Qué vendaval de novela, esta. Qué brutalidad, en todos los sentidos: narrativamente, estilísticamente y sobre todo temáticamente.
La acción de la novela transcurre en Medellín en los años 90, y decir Medellín en los años 90 es decir narcotráfico, Pablo Escobar, violencia, asesinatos. Todo eso se encuentra en La virgen de los sicarios, que narra la relación amorosa entre Fernando, un escritor ya de edad avanzada que vuelve a la ciudad después de un tiempo de ausencia, y Alexis, un joven y hermoso sicario devoto de María Auxiliadora (la utilización de simbología religiosa es constante en la novela). Con él vivirá el narrador unos meses de pasión y violencia antes de que el joven sea asesinado por otro sicario; el narrador inicia entonces otra relación con otro joven que le recuerda a Alexis, repitiendo con él la misma rutina, los mismos gestos de cariño, la misma espiral asesina. Esta doble (paralela y paradójica) historia de amor es el hilo conductor de la novela, que por lo demás es una acumulación de reflexiones pesimistas, humor macabro y decenas de muertos.
Porque aunque contenga en su centro una historia de amor (o dos), La Virgen de los sicarios es sobre todo una novela plagada de violencia; cada dos páginas muere alguien, casi siempre con un agujero de bala en la frente, por los motivos más diversos: por no haber bajado el volumen de la radio; por enfrentarse a un policía; por no hacer callar a los niños; por existir; porque tu televisión me molesta; porque me pagan por matarte. Todo esto Fernando Vallejo lo cuenta con una frialdad, o mejor, con una naturalidad desconcertante. "La vida real es así, no se sorprendan, no sean mojigatos ni hipócritas".
Fernando Vallejo tiene una relación de amor-odio con Colombia (llegó incluso a renunciar a su nacionalidad colombiana en 2007), y eso se manifiesta en la novela: aunque hay un evidente lazo que lo une al país, su desprecio alcanza a todas las esferas y todos los ámbitos de lo colombiano, desde el campesino (que solo sabe "pedir y procrear") hasta el presidente (en aquel momento lo era César Gaviria, pero tanto da, Fernando Vallejo tiene para todos: Gaviria, Pastrana, Uribe...). En una entrevista lo expresó muy gráficamente, como é acostumbra: "Colombia [...] es un país oportunista y traidor. Siempre pensé que iba a morir en Colombia, y lo sigo creyendo. Tengo claro que si vuelvo a Colombia voy a morir asesinado. Colombia es un país asesino". La Virgen de los sicarios es una novela narrada por un misántropo (y casi podríamos arriesgarnos a decir que escrita también por un misántropo): antes prefiere un animal que a un ser humano.
Todo esto, así contado, resultaría insoportable si no fuera porque Fernando Vallejo es un cabrón divertido: puede estar proponiendo arrasar a balazos los barrios pobres de Medellín, o justificando el asesinato de una embarazada, pero lo hace con gracia. Te entretiene mientras te cuenta atrocidades. El narrador es tan cínico que es hasta simpático; trata al lector con la misma condescendencia paternal que al resto de sus congéneres, y hasta se las da de pedante a veces, con menciones a destiempo del Quijote o de Hegel. A veces es poético y hasta delicado; casi siempre, contundente e irónico. Cuando crees haberle cogido el punto, te sorprende, te insulta o te lanza dos o tres muertos más a la cara. Aburrirse con esta obra es imposible, como es imposible que te deje indiferente.
También de Fernando Vallejo en UnLibroAlDía: Entre fantasmas, El desbarrancadero, Mi hermano el alcalde
jueves, 24 de mayo de 2012
Gilles Deleuze y Tiqqun: Contribución a la guerra en curso
Idioma original: francés
Título original: "Qu'est-ce qu'un disppositif" y "Une métaphysique critique pourrait naître comme science des dispositifs..."
Fecha de publicación: 2012
Valoración: muy recomendable
Se reúnen aquí en un solo volumen, traducidos, dos textos ya publicados previamente en Francia: uno del filósofo post-estructuralista Gilles Deleuze y otro de un colectivo de autores que firma como Tiqqun. Tiqqun era el nombre de una revista francesa de filosofía que apenas duró dos años (entre 1999 y el 2001), pero que se ha ido haciendo célebre en parte por la radicalidad política y tono poético de sus textos (reeditados en diversos libros desde su cierre) y en parte porque a uno de sus redactores -Julien Coupat- lo detuvieron en Francia en 2008 acusado de sabotear líneas de tren e incitar a la insurrección. Coupat es también uno de los autores que escriben bajo el pseudónimo "Comité invisible", responsables de un libro que ya recomendé aquí: La insurrección que viene.
El texto de Deleuze es una relectura del proyecto general de Michel Foucault, y defiende que la categoría central del mismo es la de "dispositivo". Tiqqun arranca de aquí para hacer un diagnóstico de nuestras sociedades contemporáneas, aparentemente mucho menos represivas que las sociedades disciplinarias de las que hablaba Foucault, pero en realidad atravesadas de "dispositivos" que encauzan de continuo nuestra conducta. Su proyecto es filosóficamente potente. No se trata, sin más, de aportar una "crítica" más a la sociedad contemporánea, sino de elaborar lo que ellos llaman "metafísica crítica", entendida como una ciencia de los dispositivos. Entre sus referencias teóricas están, desde luego, Foucault y Deleuze, pero también otras voces autorizadas de la filosofía más, digamos, radical, como Giorgio Agamben o Hardt y Negri. Curiosamente se percibe también a menudo un aroma heideggeriano, coherente con el intento de hacer metafísica en tiempos post-metafísicos, pero también sorprendente porque las consecuencias políticas de uno y otros no pueden ser más opuestas, claro...
El libro no es de fácil lectura. Los de Tiqqun tienen su propia jerga (como hablar de "Bloom" en vez de decir "individuo" o similar) y las ideas son, en algunos casos, tan novedosas que no entran a la primera. Comparado con La insurrección que viene, este parece un libro mucho más maduro. Pese a la voluntad claramente revolucionaria no se cae aquí en una ingenua exaltación de la guerrilla. Aquí se deja bien claro que la destrución directa de los dispositivos no arreglaría nada de por sí, sino que parece imprescindible entenderlos antes y encontrar luego la manera de neutralizarlos, por decirlo así. Suena a Matrix, sí.
Título original: "Qu'est-ce qu'un disppositif" y "Une métaphysique critique pourrait naître comme science des dispositifs..."
Fecha de publicación: 2012
Valoración: muy recomendable
Se reúnen aquí en un solo volumen, traducidos, dos textos ya publicados previamente en Francia: uno del filósofo post-estructuralista Gilles Deleuze y otro de un colectivo de autores que firma como Tiqqun. Tiqqun era el nombre de una revista francesa de filosofía que apenas duró dos años (entre 1999 y el 2001), pero que se ha ido haciendo célebre en parte por la radicalidad política y tono poético de sus textos (reeditados en diversos libros desde su cierre) y en parte porque a uno de sus redactores -Julien Coupat- lo detuvieron en Francia en 2008 acusado de sabotear líneas de tren e incitar a la insurrección. Coupat es también uno de los autores que escriben bajo el pseudónimo "Comité invisible", responsables de un libro que ya recomendé aquí: La insurrección que viene.
El texto de Deleuze es una relectura del proyecto general de Michel Foucault, y defiende que la categoría central del mismo es la de "dispositivo". Tiqqun arranca de aquí para hacer un diagnóstico de nuestras sociedades contemporáneas, aparentemente mucho menos represivas que las sociedades disciplinarias de las que hablaba Foucault, pero en realidad atravesadas de "dispositivos" que encauzan de continuo nuestra conducta. Su proyecto es filosóficamente potente. No se trata, sin más, de aportar una "crítica" más a la sociedad contemporánea, sino de elaborar lo que ellos llaman "metafísica crítica", entendida como una ciencia de los dispositivos. Entre sus referencias teóricas están, desde luego, Foucault y Deleuze, pero también otras voces autorizadas de la filosofía más, digamos, radical, como Giorgio Agamben o Hardt y Negri. Curiosamente se percibe también a menudo un aroma heideggeriano, coherente con el intento de hacer metafísica en tiempos post-metafísicos, pero también sorprendente porque las consecuencias políticas de uno y otros no pueden ser más opuestas, claro...
El libro no es de fácil lectura. Los de Tiqqun tienen su propia jerga (como hablar de "Bloom" en vez de decir "individuo" o similar) y las ideas son, en algunos casos, tan novedosas que no entran a la primera. Comparado con La insurrección que viene, este parece un libro mucho más maduro. Pese a la voluntad claramente revolucionaria no se cae aquí en una ingenua exaltación de la guerrilla. Aquí se deja bien claro que la destrución directa de los dispositivos no arreglaría nada de por sí, sino que parece imprescindible entenderlos antes y encontrar luego la manera de neutralizarlos, por decirlo así. Suena a Matrix, sí.
miércoles, 23 de mayo de 2012
César Aira: El congreso de literatura
Idioma original: español
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
César Aira es un gamberro. Es difícil decirlo de una forma más elegante, y probablemente no haga falta: César Aira es un escritor gamberro, como el español Antonio Orejudo pero todavía con más imaginación y un poco menos de sal gruesa. A lo mejor es que cuando naces, como Aira, en un sitio que se llama Coronel Pringles, no puedes tomarte demasiado en serio a ti mismo, por mucho que luego te mudes a Buenos Aires.
Si no me creéis a mí en esto de que Aira es un gamberro, mirad el argumento de El congreso de literatura: un escritor-y-científico-loco asiste a un congreso de literatura, en el que concibe un diabólico plan: conquistar el mundo clonando en masa a un hombre superior, a un genio intelectual, que no es otro que el recientemente fallecido Carlos Fuentes. Ah, pero antes de eso el mismo escritor-y-científico-loco se las arregla para descifrar solito un misterio histórico-arqueológico que lo hace instantáneamente rico y famoso. Me resisto a contar el desenlace, que es una broma más a añadir a todas las anteriores.
Pero no es solo el argumento, sino la forma de escribirlo. Hay autores que parece que te llevan cogido de la mano por un camino preestablecido, y que cuando empiezas a andar con ellos saben exactamente a dónde te quieren llevar. Con Aira la sensación es la contraria: es la de una escopeta de feria que dispara al mismo tiempo en todas las direcciones. Se ha descrito su estilo como una constante "fuga hacia delante", en que lo que importa es que la narración avance, sea en la dirección que sea. El propio narrador de El congreso de literatura comparte esta forma de escribir de Aira, a juzgar por sus palabras: "Pero en mí es fatal, esa manía de agregar cosas, episodios, personajes, párrafos, de ramificar y derivar. Debe de ser por inseguridad, por temor a que lo básico no sea suficiente, y entonces tengo que adornar y adornar, hasta una especie de rococó surrealista que a nadie exaspera tanto como a mí." (En esta larga entrevista habla de que tiene una "inventiva barroca", lo que probablemente es bastante cierto).
Aira, efectivamente, ramifica y multiplica; introduce episodios y personajes secundarios inesperados; cambia de trama, de estilo y hasta de género en una misma novela; salta entre distintos niveles de abstracción y de realismo... El resultado es simplemente desconcertante, pero indudablemente único. No conozco a nadie que escriba como César Aira, ni siquiera el propio Carlos Fuentes que se presta aquí como personaje a la humorada.
Así que ya sabéis: aprovecad ahora que acaba de publicarse esta novela en España, y probad. Os aseguro que nunca habéis leído otra obra como esta; a no ser que hayáis leído otras novelas de César Aira, claro...
También de César Aira: Una novela china, Los fantasmas, La villa, La noche de flores
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
César Aira es un gamberro. Es difícil decirlo de una forma más elegante, y probablemente no haga falta: César Aira es un escritor gamberro, como el español Antonio Orejudo pero todavía con más imaginación y un poco menos de sal gruesa. A lo mejor es que cuando naces, como Aira, en un sitio que se llama Coronel Pringles, no puedes tomarte demasiado en serio a ti mismo, por mucho que luego te mudes a Buenos Aires.
Si no me creéis a mí en esto de que Aira es un gamberro, mirad el argumento de El congreso de literatura: un escritor-y-científico-loco asiste a un congreso de literatura, en el que concibe un diabólico plan: conquistar el mundo clonando en masa a un hombre superior, a un genio intelectual, que no es otro que el recientemente fallecido Carlos Fuentes. Ah, pero antes de eso el mismo escritor-y-científico-loco se las arregla para descifrar solito un misterio histórico-arqueológico que lo hace instantáneamente rico y famoso. Me resisto a contar el desenlace, que es una broma más a añadir a todas las anteriores.
Pero no es solo el argumento, sino la forma de escribirlo. Hay autores que parece que te llevan cogido de la mano por un camino preestablecido, y que cuando empiezas a andar con ellos saben exactamente a dónde te quieren llevar. Con Aira la sensación es la contraria: es la de una escopeta de feria que dispara al mismo tiempo en todas las direcciones. Se ha descrito su estilo como una constante "fuga hacia delante", en que lo que importa es que la narración avance, sea en la dirección que sea. El propio narrador de El congreso de literatura comparte esta forma de escribir de Aira, a juzgar por sus palabras: "Pero en mí es fatal, esa manía de agregar cosas, episodios, personajes, párrafos, de ramificar y derivar. Debe de ser por inseguridad, por temor a que lo básico no sea suficiente, y entonces tengo que adornar y adornar, hasta una especie de rococó surrealista que a nadie exaspera tanto como a mí." (En esta larga entrevista habla de que tiene una "inventiva barroca", lo que probablemente es bastante cierto).
Aira, efectivamente, ramifica y multiplica; introduce episodios y personajes secundarios inesperados; cambia de trama, de estilo y hasta de género en una misma novela; salta entre distintos niveles de abstracción y de realismo... El resultado es simplemente desconcertante, pero indudablemente único. No conozco a nadie que escriba como César Aira, ni siquiera el propio Carlos Fuentes que se presta aquí como personaje a la humorada.
Así que ya sabéis: aprovecad ahora que acaba de publicarse esta novela en España, y probad. Os aseguro que nunca habéis leído otra obra como esta; a no ser que hayáis leído otras novelas de César Aira, claro...
También de César Aira: Una novela china, Los fantasmas, La villa, La noche de flores
martes, 22 de mayo de 2012
Jean Giono: Un rey sin diversión
Idioma original: francés
Título original: Un roi sans divertissement
Año de publicación: 1947
Valoración: Muy recomendable
Reconozco que he comenzado a escribir esta reseña varias veces (si no me equivoco, éste es el cuarto intento), porque no sabía cómo explicar el argumento del libro. Y es que no, no es fácil. Por un lado, porque está narrado por los testigos de "lo ocurrido", que cuentan su versión de los hechos, y por un narrador principal que, años después, intenta reconstruir la historia. Por otro lado, porque las versiones se solapan y el lector debe estar muy atento para poder adivinar quién cuenta qué, en qué momento y desde qué perspectiva.
Una vez nos hemos acostumbrado a este tipo de narración, nos encontramos con un argumento bastante peculiar, que en un primer momento se nos presenta como una novela detectivesca pero que luego resulta ser algo muy diferente. Así, la historia comienza cuando empiezan a ocurrir cosas raras en un pequeño pueblo perdido en las montañas y cubierto de nieve: atacan a un joven, desaparece una joven, mutilan un cerdo... y para intentar aclarar el asunto y detener a los responsables, los habitantes del lugar llaman a los gendarmes, que aparecen capitaneados por un extraño hombre llamado Langlois.
Ocurre que cuando éste resuelve el misterio ni siquiera hemos llegado a la mitad del libro. Pero la historia no termina, ni mucho menos. El autor se encarga de mantenernos pegados a la lectura haciendo que, pasado cierto tiempo, Langlois regrese al pueblo y se quede a vivir en él, convirtiéndose en el hilo conductor de lo que ocurre a continuación.
¿Está la segunda parte de la novela a la altura de la primera? Sin lugar a dudas. Porque en esta segunda parte son los misterios cotidianos, la vida en un lugar aislado e inhóspito, lo que reclama nuestra atención y nos hace seguir leyendo, a pesar de que la prosa de Giono no sea la más sencilla del mundo. Y no lo es, pero es innegable que es hipnótica y lírica y que, a pesar de la dificultad inicial, está tan bien construida que hace que el libro se lea de un tirón. Y lo más importante, que nos deje con ganas de hacer varias relecturas, pasado un tiempo, para descubrir nuevos detalles que se nos hayan escapado en la primera.
Sin duda estamos ante una obra (y un autor) que no debería faltar en nuestra biblioteca.
Título original: Un roi sans divertissement
Año de publicación: 1947
Valoración: Muy recomendable
Reconozco que he comenzado a escribir esta reseña varias veces (si no me equivoco, éste es el cuarto intento), porque no sabía cómo explicar el argumento del libro. Y es que no, no es fácil. Por un lado, porque está narrado por los testigos de "lo ocurrido", que cuentan su versión de los hechos, y por un narrador principal que, años después, intenta reconstruir la historia. Por otro lado, porque las versiones se solapan y el lector debe estar muy atento para poder adivinar quién cuenta qué, en qué momento y desde qué perspectiva.
Una vez nos hemos acostumbrado a este tipo de narración, nos encontramos con un argumento bastante peculiar, que en un primer momento se nos presenta como una novela detectivesca pero que luego resulta ser algo muy diferente. Así, la historia comienza cuando empiezan a ocurrir cosas raras en un pequeño pueblo perdido en las montañas y cubierto de nieve: atacan a un joven, desaparece una joven, mutilan un cerdo... y para intentar aclarar el asunto y detener a los responsables, los habitantes del lugar llaman a los gendarmes, que aparecen capitaneados por un extraño hombre llamado Langlois.
Ocurre que cuando éste resuelve el misterio ni siquiera hemos llegado a la mitad del libro. Pero la historia no termina, ni mucho menos. El autor se encarga de mantenernos pegados a la lectura haciendo que, pasado cierto tiempo, Langlois regrese al pueblo y se quede a vivir en él, convirtiéndose en el hilo conductor de lo que ocurre a continuación.
¿Está la segunda parte de la novela a la altura de la primera? Sin lugar a dudas. Porque en esta segunda parte son los misterios cotidianos, la vida en un lugar aislado e inhóspito, lo que reclama nuestra atención y nos hace seguir leyendo, a pesar de que la prosa de Giono no sea la más sencilla del mundo. Y no lo es, pero es innegable que es hipnótica y lírica y que, a pesar de la dificultad inicial, está tan bien construida que hace que el libro se lea de un tirón. Y lo más importante, que nos deje con ganas de hacer varias relecturas, pasado un tiempo, para descubrir nuevos detalles que se nos hayan escapado en la primera.
Sin duda estamos ante una obra (y un autor) que no debería faltar en nuestra biblioteca.
lunes, 21 de mayo de 2012
John Banville: El mar
Título original: The Sea
Idioma original: inglés
Año de publicación: 2005
Valoración: Recomendable
Confieso que este autor me desconcierta, no me resulta fácil valorar sus obras pues, si bien no puedo negar que escribe magníficamente, que sus personajes experimentan reacciones muy humanas, que sus descripciones son impecables, que su manera de concebir la ficción es muy personal, tampoco negaré que me aburre. Unas veces más y otras menos. No sé si los motivos que he encontrado son suficientes. En primer lugar, a estas alturas literarias, en materia de sentimientos, está todo ya muy trillado, es difícil encontrar algo nuevo bajo el sol, nadie va a descubrir nada por muy excepcional que pueda sentirse. Otra cosa es la forma de presentarlos, y ni siquiera en esto es sencillo ser original. Puede ser que Banville y yo, simplemente, no conectemos. Sin embargo, a mí me gusta el subjetivismo, la introspección, el lenguaje poético, esos personajes taciturnos y permanentemente torturados, admiro el procedimiento narrativo que utiliza estampas sucesivas para componer un argumento. No debería ser así.
En El mar, aún siendo la novela suya que más me ha gustado hasta ahora (incluyendo las de género policíaco, que publica bajo pseudónimo), encuentro la misma falta de sinceridad de siempre, quizá debido a un pudor excesivo que le impide reflejar lo que de verdad le preocupa. Esto da lugar a que el narrador/protagonista no sea todo lo consistente que debiera, a que los resortes para conmover al lector resulten algo artificiosos, a que tanto la evolución de los hechos como la conexión entre las dos etapas que presenta no convenzan demasiado, a que el preciosismo descriptivo parezca superpuesto en lugar de entretejerse con los sentimientos de los personajes. En definitiva, lo que tenemos es una construcción poco sentida, que se afana por conseguir la perfección formal pero que adolece de una absoluta falta de alma.
El protagonista – un tipo contradictorio, ya que se confiesa calculador y materialista pero ama a quien supuestamente utiliza y su tortura constante revela un espíritu sensible – pasa por una larga fase de angustia existencial, no logra asumir el fallecimiento de su esposa, mantiene una relación ambivalente con su hija adulta y su estado natural es de constante pelea con el mundo. Este presente – indudablemente atractivo, incoherencias aparte – se alterna con un ambiguo pasado preadolescente
cuyas incidencias no despiertan el mismo interés y cuyo momento de alta tensión dramática resulta tan absurdo, tan incomprensible, que ni siquiera añadiendo el factor sorpresa consigue impactar demasiado. En las últimas páginas, pasado y presente se entrecruzan en un débil punto de unión sin que esta coincidencia logre despertar tampoco toda la emoción que pretende. Sin embargo, es justo después de ese momento, en medio del total pesimismo y desesperanza que invaden la novela, cuando se abre una pequeña brecha, un débil rayo que sólo el amor filial parece haber puesto en marcha.
Es cierto que, según avanza, la novela va mejorando, que contiene escenas intensas, que la habilidad del autor para crear atmósferas y transmitir efectos sensoriales es indiscutible, que técnicamente no se le puede reprochar nada porque está escrita con minuciosidad, que sus personajes provocarían una gran ternura si Banville hubiese conseguido hacerlos suyos, pero el libro se ha pasado más de una semana sin abrir, olvidado encima de un mueble y, sinceramente, no creo que toda la culpa sea mía.
Del mismo autor: Como John Banville: Aquí Como Benjamin Black: El otro nombre de Laura
Idioma original: inglés
Año de publicación: 2005
Valoración: Recomendable
Confieso que este autor me desconcierta, no me resulta fácil valorar sus obras pues, si bien no puedo negar que escribe magníficamente, que sus personajes experimentan reacciones muy humanas, que sus descripciones son impecables, que su manera de concebir la ficción es muy personal, tampoco negaré que me aburre. Unas veces más y otras menos. No sé si los motivos que he encontrado son suficientes. En primer lugar, a estas alturas literarias, en materia de sentimientos, está todo ya muy trillado, es difícil encontrar algo nuevo bajo el sol, nadie va a descubrir nada por muy excepcional que pueda sentirse. Otra cosa es la forma de presentarlos, y ni siquiera en esto es sencillo ser original. Puede ser que Banville y yo, simplemente, no conectemos. Sin embargo, a mí me gusta el subjetivismo, la introspección, el lenguaje poético, esos personajes taciturnos y permanentemente torturados, admiro el procedimiento narrativo que utiliza estampas sucesivas para componer un argumento. No debería ser así.
En El mar, aún siendo la novela suya que más me ha gustado hasta ahora (incluyendo las de género policíaco, que publica bajo pseudónimo), encuentro la misma falta de sinceridad de siempre, quizá debido a un pudor excesivo que le impide reflejar lo que de verdad le preocupa. Esto da lugar a que el narrador/protagonista no sea todo lo consistente que debiera, a que los resortes para conmover al lector resulten algo artificiosos, a que tanto la evolución de los hechos como la conexión entre las dos etapas que presenta no convenzan demasiado, a que el preciosismo descriptivo parezca superpuesto en lugar de entretejerse con los sentimientos de los personajes. En definitiva, lo que tenemos es una construcción poco sentida, que se afana por conseguir la perfección formal pero que adolece de una absoluta falta de alma.
El protagonista – un tipo contradictorio, ya que se confiesa calculador y materialista pero ama a quien supuestamente utiliza y su tortura constante revela un espíritu sensible – pasa por una larga fase de angustia existencial, no logra asumir el fallecimiento de su esposa, mantiene una relación ambivalente con su hija adulta y su estado natural es de constante pelea con el mundo. Este presente – indudablemente atractivo, incoherencias aparte – se alterna con un ambiguo pasado preadolescente
cuyas incidencias no despiertan el mismo interés y cuyo momento de alta tensión dramática resulta tan absurdo, tan incomprensible, que ni siquiera añadiendo el factor sorpresa consigue impactar demasiado. En las últimas páginas, pasado y presente se entrecruzan en un débil punto de unión sin que esta coincidencia logre despertar tampoco toda la emoción que pretende. Sin embargo, es justo después de ese momento, en medio del total pesimismo y desesperanza que invaden la novela, cuando se abre una pequeña brecha, un débil rayo que sólo el amor filial parece haber puesto en marcha.
Es cierto que, según avanza, la novela va mejorando, que contiene escenas intensas, que la habilidad del autor para crear atmósferas y transmitir efectos sensoriales es indiscutible, que técnicamente no se le puede reprochar nada porque está escrita con minuciosidad, que sus personajes provocarían una gran ternura si Banville hubiese conseguido hacerlos suyos, pero el libro se ha pasado más de una semana sin abrir, olvidado encima de un mueble y, sinceramente, no creo que toda la culpa sea mía.
Del mismo autor: Como John Banville: Aquí Como Benjamin Black: El otro nombre de Laura
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domingo, 20 de mayo de 2012
H. G. Wells: La máquina del tiempo
Idioma original: inglés
Supongo (o deseo suponer) que la mayoría de los lectores de esta reseña sabrán que esta novela fue la pionera de toda una interminable lista de libros y películas que versan sobre la misma materia: la posibilidad de viajar hacia atrás y hacia delante en el tiempo. En este caso, el vehículo que llevará al protagonista, un ambicioso inventor inglés por el que sus sesudos colegas no dan un duro, a moverse en el tiempo, no será ni un kitsch delorian ni cierta anomalía genética, sino una máquina de diseño más bien tosco. Pero insisto: hablamos de la primera historia escrita sobre ese tema que le quitó el sueño a Einstein, y que se lo debe quitar actualmente a Hawkins y a otro buen puñado de físicos cuánticos y genios de todas las clases.
El responsable de esta proeza fue Herbert George Wells, un británico de familia humilde al que le picó el gusanillo de la literatura muy pronto y que demostró eso de que querer es poder (su biografía es digna de lectura) ya que sin padrinos y con muy pocas ayudas (llegó a afirmar que durante su época de estudiante de ciencias becado en Londres pasaba hambre de forma continua), se convirtió en uno de los historiadores, filósofos y escritores más reconocidos de todos los tiempos.
Fecha de publicación: 1895
Valoración: Muy recomendable
Fue Ian, con su última reseña (La máquina maravillosa, de Elvira Menéndez) el que me dio la idea de reseñar La máquina del tiempo. Y no sólo porque en el título de ambos libros figure la palabra “máquina”, sino porque como le sucedía a Ian con su obra reseñada, La máquina del tiempo fue uno de esos libros de ciencia-ficción fácil de digerir que tanto me maravillaron en mi infancia tardía.
Supongo (o deseo suponer) que la mayoría de los lectores de esta reseña sabrán que esta novela fue la pionera de toda una interminable lista de libros y películas que versan sobre la misma materia: la posibilidad de viajar hacia atrás y hacia delante en el tiempo. En este caso, el vehículo que llevará al protagonista, un ambicioso inventor inglés por el que sus sesudos colegas no dan un duro, a moverse en el tiempo, no será ni un kitsch delorian ni cierta anomalía genética, sino una máquina de diseño más bien tosco. Pero insisto: hablamos de la primera historia escrita sobre ese tema que le quitó el sueño a Einstein, y que se lo debe quitar actualmente a Hawkins y a otro buen puñado de físicos cuánticos y genios de todas las clases.
El responsable de esta proeza fue Herbert George Wells, un británico de familia humilde al que le picó el gusanillo de la literatura muy pronto y que demostró eso de que querer es poder (su biografía es digna de lectura) ya que sin padrinos y con muy pocas ayudas (llegó a afirmar que durante su época de estudiante de ciencias becado en Londres pasaba hambre de forma continua), se convirtió en uno de los historiadores, filósofos y escritores más reconocidos de todos los tiempos.
A él le debemos obras como La isla del doctor Moreau o La guerra de los mundos y un buen puñado de historias de corte social no tan célebres como sus tramas fantásticas. La máquina del tiempo, sin ir más lejos, se puede decir que está impregnada del ideario izquierdista de Wells al mostrar en sus páginas una sociedad futurista (la del 802.701, ni más ni menos) en la que conviven dos ramificaciones de la especie humana: los bonitos, asexuados, delicados, ingenuos, egoístas, vagos y comedores de fruta Eloi (descendientes, con toda seguridad, de las clases pudientes), y los salvajes, repugnantes y agresivos Morlocks, que viven bajo tierra y que sólo suben a la superficie de noche para secuestrar seres Eloi y llevárselos a sus guaridas, donde se los comen (descendientes, con toda seguridad, de las clases bajas, condenadas desde siempre a los trabajos sucios, subterráneos y oscuros).
El protagonista viajará al futuro con su invento y se topará con esta sociedad en la que los Eloi le parecerán pasivos y desesperantes, y los Morlocks, terroríficos. Sólo contará con la ayuda y el cariño de una adorable Eloi, Weena, que no se le despegará desde que él la salve de morir ahogada.
Pero Wells no sólo nos habla en su obra de esta extraña y deprimente sociedad humana del futuro, sino que también vemos cómo el viajero a través del tiempo avanza aún más en el corredor temporal hasta situarse a millones y millones de años de su tiempo, para encontrarse con el final de la raza humana y el ocaso de la Tierra, infestada en sus últimos días de cangrejos y mariposas gigantes y extrañas bestias marinas.
En fin, una maravilla de libro de aventuras que puede dar mucho que pensar si se lee con cierta perspectiva y que, de todos modos, es divertido e interesante de principio a fin.
También de H.G. Wells en ULAD: El país de los ciegos y otros relatos, Ruedas de fortuna
sábado, 19 de mayo de 2012
Clara Sánchez: Entra en mi vida
Idioma original: español
Año de publicación: 2012
Valoración: está bien
Hasta hace relativamente poco, la "literatura de género" (policiaca, de terror o de ciencia ficción, por ejemplo) parecía terreno vedado para los escritores españoles que quisieran aspirar a escribir "alta literatura". La norma parecía ser: o haces una cosa, o haces otra. (Algo que no pasaba necesariamente, por cierto, en otras literaturas). Pero en los últimos años parece haberse dado la vuelta a esta situación: no es casualidad que Rosa Montero se atreva con una novela de ciencia-ficción, un género francamente minoritario en la literatura española. Por su parte Clara Sánchez, que ya había bordeado la literatura policiaca en obras anteriores, adopta en esta una trama que tiene algo de novela de aventuras o de acción: la historia de un rescate, el de Laura, que fue un "bebé robado" y no lo sabe.
Clara Sánchez ha elegido contar la historia desde dos puntos de vista alternados: el de Verónica (hija de la mujer a la que "robaron" el bebé) y el de Laura, la propia robada. Es una estructura efectiva, pero poco explotada en esta ocasión, precisamente porque la autora no profundiza en las distintas perspectivas sobre los hechos vistas por las dos jóvenes, ni en los conflictos que el descubrimiento de la verdad les provoca. Me habría gustado (y por un momento parecía que iba a hacerlo) que Clara Sánchez hubiera mantenido durante más tiempo el suspense y la duda sobre si efectivamente Laura es esa niña adoptada a la fuerza, o si son todo alucionaciones de Verónica y de su madre, Betty. Ahí había una línea interesante para desarrollar, como podían haberse desarrollado mucho más los conflictos éticos y psicológicos que plantean casos como este.
En vez de eso, Clara Sánchez ha optado por la vía de la acción sin matices, de la lucha casi hollywoodiense entre buenos (Laura, Verónica y su familia) y malos (Greta y Lilí, la madre y la abuela adoptivas de Laura; el psicólogo, las monjas...). Especialmente llamativo es el caso de Greta y Lilí, convertidas en una caricatura del malvado malvadísimo: la verdad es que yo no me imagino a los padres adoptivos de una niña, a la que han cuidado durante 17 años, haciendo lo que Lilí y Greta hacen con Laura cuando esta comienza a sospechar de ellas...
Entra en mi vida corre además un riesgo, probablemente injusto en este caso: al usar como punto de partida una de las noticias de actualidad más terribles de nuestro país (los robos o compras de niños en hospitales e instituciones religiosas), es casi inevitable que se plantee una pregunta: ¿esta novela nace de una inspiración sincera, o de un intento de aprovechar el tirón del tema en los periódicos? Como a mí no me gusta pensar mal, prefiero creer que, efectivamente, se trata de una obra surgida de la estupefacción y el horror que provocan, en Clara Sánchez como en casi cualquier persona, las historias de bebés robados que leemos casi a diario en los periódicos.
Año de publicación: 2012
Valoración: está bien
Hasta hace relativamente poco, la "literatura de género" (policiaca, de terror o de ciencia ficción, por ejemplo) parecía terreno vedado para los escritores españoles que quisieran aspirar a escribir "alta literatura". La norma parecía ser: o haces una cosa, o haces otra. (Algo que no pasaba necesariamente, por cierto, en otras literaturas). Pero en los últimos años parece haberse dado la vuelta a esta situación: no es casualidad que Rosa Montero se atreva con una novela de ciencia-ficción, un género francamente minoritario en la literatura española. Por su parte Clara Sánchez, que ya había bordeado la literatura policiaca en obras anteriores, adopta en esta una trama que tiene algo de novela de aventuras o de acción: la historia de un rescate, el de Laura, que fue un "bebé robado" y no lo sabe.
Clara Sánchez ha elegido contar la historia desde dos puntos de vista alternados: el de Verónica (hija de la mujer a la que "robaron" el bebé) y el de Laura, la propia robada. Es una estructura efectiva, pero poco explotada en esta ocasión, precisamente porque la autora no profundiza en las distintas perspectivas sobre los hechos vistas por las dos jóvenes, ni en los conflictos que el descubrimiento de la verdad les provoca. Me habría gustado (y por un momento parecía que iba a hacerlo) que Clara Sánchez hubiera mantenido durante más tiempo el suspense y la duda sobre si efectivamente Laura es esa niña adoptada a la fuerza, o si son todo alucionaciones de Verónica y de su madre, Betty. Ahí había una línea interesante para desarrollar, como podían haberse desarrollado mucho más los conflictos éticos y psicológicos que plantean casos como este.
En vez de eso, Clara Sánchez ha optado por la vía de la acción sin matices, de la lucha casi hollywoodiense entre buenos (Laura, Verónica y su familia) y malos (Greta y Lilí, la madre y la abuela adoptivas de Laura; el psicólogo, las monjas...). Especialmente llamativo es el caso de Greta y Lilí, convertidas en una caricatura del malvado malvadísimo: la verdad es que yo no me imagino a los padres adoptivos de una niña, a la que han cuidado durante 17 años, haciendo lo que Lilí y Greta hacen con Laura cuando esta comienza a sospechar de ellas...
Entra en mi vida corre además un riesgo, probablemente injusto en este caso: al usar como punto de partida una de las noticias de actualidad más terribles de nuestro país (los robos o compras de niños en hospitales e instituciones religiosas), es casi inevitable que se plantee una pregunta: ¿esta novela nace de una inspiración sincera, o de un intento de aprovechar el tirón del tema en los periódicos? Como a mí no me gusta pensar mal, prefiero creer que, efectivamente, se trata de una obra surgida de la estupefacción y el horror que provocan, en Clara Sánchez como en casi cualquier persona, las historias de bebés robados que leemos casi a diario en los periódicos.
viernes, 18 de mayo de 2012
Charles Berberian: Jukebox
Idioma original: francés
Título original: Jukebox
Año de publicación: 2012
Valoración: Recomendable
Cualquier aficionado al cómic europeo conoce a Charles Berberian, sobre todo por haber creado a Monsieur Jean, pero también por la gran cantidad de obras que ha realizado junto a Philippe Dupuy (como Diario de un album, por ejemplo).
En Jukebox, el autor decide mirar hacia sí mismo y utiliza las páginas de este libro para reunir una serie de historias cortas originalmente publicadas en Fluide Glacial y hacer un repaso a sus gustos musicales. O, mejor dicho, para mostrarnos la banda sonora de su vida.
Así, nos habla de los años 80 (y de la horrorosa moda de las hombreras) y de la música que escuchaba entonces, como Depeche Mode, Duran Duran, Boy George... al tiempo que imagina un encuentro con John Lennon en París, explica lo mucho que le gustaba Leonard Cohen y su obsesión por saber qué tipo de clazado usaba, la caída de la carrera de Phil Collins, lo mucho que le marcó David Bowie, la relación entre los miembros de los Rolling Stones... y añade un gran número de anécdotas (la mayoría de ellas, reales) que encantarán a cualquier aficionado a la música, aunque no comparta los gustos del autor.
Alejándose de la estructura del cómic tradicional, Berberian le da a cada una de las historias una estética y un color predominante diferente, adaptando su estilo a cada temay creando una obra de lo más interesante. Recomendable para todos aquellos a los que les gusten los cómics y, cómo no, la música.
Título original: Jukebox
Año de publicación: 2012
Valoración: Recomendable
Cualquier aficionado al cómic europeo conoce a Charles Berberian, sobre todo por haber creado a Monsieur Jean, pero también por la gran cantidad de obras que ha realizado junto a Philippe Dupuy (como Diario de un album, por ejemplo).
En Jukebox, el autor decide mirar hacia sí mismo y utiliza las páginas de este libro para reunir una serie de historias cortas originalmente publicadas en Fluide Glacial y hacer un repaso a sus gustos musicales. O, mejor dicho, para mostrarnos la banda sonora de su vida.
Así, nos habla de los años 80 (y de la horrorosa moda de las hombreras) y de la música que escuchaba entonces, como Depeche Mode, Duran Duran, Boy George... al tiempo que imagina un encuentro con John Lennon en París, explica lo mucho que le gustaba Leonard Cohen y su obsesión por saber qué tipo de clazado usaba, la caída de la carrera de Phil Collins, lo mucho que le marcó David Bowie, la relación entre los miembros de los Rolling Stones... y añade un gran número de anécdotas (la mayoría de ellas, reales) que encantarán a cualquier aficionado a la música, aunque no comparta los gustos del autor.
Alejándose de la estructura del cómic tradicional, Berberian le da a cada una de las historias una estética y un color predominante diferente, adaptando su estilo a cada temay creando una obra de lo más interesante. Recomendable para todos aquellos a los que les gusten los cómics y, cómo no, la música.
jueves, 17 de mayo de 2012
Colaboración: Estrella distante de Roberto Bolaño
Idioma original: español
Año de publicación: 1996
Valoración: imprescindible
Confesémoslo: seguramente la perspectiva con que se afronta la obra de Bolaño es diferente, debido al mito que se ha edificado tras su muerte hace ya nueve años. Leí hace mucho tiempo, ilustrado por los oportunos gráficos térmicos, con rojos irradiantes mostrando zonas de actividad, un breve artículo que explicaba cómo distintos sectores del cerebro se activan en función de si probamos un vino “normal” o un vino que nos han descrito como “caro”. Así que, salvo que hayamos dado la espalda a la mayoría unánime de la crítica, es difícil enfrentarse a la lectura de un libro de Bolaño sin que esa parte se active: es muy bueno, y yo he de comprender el motivo.
Y hay muy pocas posibilidades de catar a ciegas: Bolaño construyó un imaginario propio de personajes y lugares (y tramas y situaciones y bromas privadas) que imposibilita no reconocerlo una vez se ha leído algo de él.
Estrella distante fue publicado cuando aún era uno de tantos escritores sudamericanos semi-desconocidos residentes en España. De hecho, y como para corroborar mi párrafo anterior, se trata de una extensión de un relato incluido en un falso (por futurista, por imaginativo) compendio de escritores llamado La literatura nazi en América, única de sus obras no publicada inicialmente en Anagrama, sino en Seix-Barral. Su explosión con Los detectives salvajes y, póstumamente, con 2666, quedaba aún muy lejos.
Seguramente por ello, este libro no muestra un escritor tan ambicioso en el tratamiento de los temas. Aunque lo que hay no es poco. Estrella distante es (o preferimos que sea, para reconfortarnos ante la idea de que no es posible tanta maldad) una ficción sobre personajes relacionados con el golpe de estado de Pinochet en el 73. Sobre estudiantes de talleres literarios, inofensivos aprendices de poetas con la única ilusión de escribir y ser leídos, opinar y ser opinados. Sobre el mal absoluto, y como se obstina en sobrevivir, en encontrar nuevas guisas que lo perpetúen. No tiene mucho sentido extenderse más acerca de lo que trata.
Pero sí sobre cómo se trata.
Bolaño se consideraba a sí mismo más poeta que prosista. Motivos no le faltaban. Las palabras, las imágenes que evocan y las que esconden por pudor o por miedo al horror. El uso de ritmo y pausas, elipsis, y silencios. Cómo escribía este hombre en prosa. Le cuesta menos de 20 páginas iniciales, justo las que nos llevan al episodio de las gemelas Garmendia: que a cualquiera que le interese mínimamente la literatura como obtención de inexplicable placer, ese que procede tanto de crear imágenes en nuestra cabeza como de que éstas vengan acompañadas de la estética del lenguaje… a cualquiera así, son suficientes esas 20 páginas para saber que se está ante una novela extraordinaria, y seguir hasta el final.
Año de publicación: 1996
Valoración: imprescindible
Confesémoslo: seguramente la perspectiva con que se afronta la obra de Bolaño es diferente, debido al mito que se ha edificado tras su muerte hace ya nueve años. Leí hace mucho tiempo, ilustrado por los oportunos gráficos térmicos, con rojos irradiantes mostrando zonas de actividad, un breve artículo que explicaba cómo distintos sectores del cerebro se activan en función de si probamos un vino “normal” o un vino que nos han descrito como “caro”. Así que, salvo que hayamos dado la espalda a la mayoría unánime de la crítica, es difícil enfrentarse a la lectura de un libro de Bolaño sin que esa parte se active: es muy bueno, y yo he de comprender el motivo.
Y hay muy pocas posibilidades de catar a ciegas: Bolaño construyó un imaginario propio de personajes y lugares (y tramas y situaciones y bromas privadas) que imposibilita no reconocerlo una vez se ha leído algo de él.
Estrella distante fue publicado cuando aún era uno de tantos escritores sudamericanos semi-desconocidos residentes en España. De hecho, y como para corroborar mi párrafo anterior, se trata de una extensión de un relato incluido en un falso (por futurista, por imaginativo) compendio de escritores llamado La literatura nazi en América, única de sus obras no publicada inicialmente en Anagrama, sino en Seix-Barral. Su explosión con Los detectives salvajes y, póstumamente, con 2666, quedaba aún muy lejos.
Seguramente por ello, este libro no muestra un escritor tan ambicioso en el tratamiento de los temas. Aunque lo que hay no es poco. Estrella distante es (o preferimos que sea, para reconfortarnos ante la idea de que no es posible tanta maldad) una ficción sobre personajes relacionados con el golpe de estado de Pinochet en el 73. Sobre estudiantes de talleres literarios, inofensivos aprendices de poetas con la única ilusión de escribir y ser leídos, opinar y ser opinados. Sobre el mal absoluto, y como se obstina en sobrevivir, en encontrar nuevas guisas que lo perpetúen. No tiene mucho sentido extenderse más acerca de lo que trata.
Pero sí sobre cómo se trata.
Bolaño se consideraba a sí mismo más poeta que prosista. Motivos no le faltaban. Las palabras, las imágenes que evocan y las que esconden por pudor o por miedo al horror. El uso de ritmo y pausas, elipsis, y silencios. Cómo escribía este hombre en prosa. Le cuesta menos de 20 páginas iniciales, justo las que nos llevan al episodio de las gemelas Garmendia: que a cualquiera que le interese mínimamente la literatura como obtención de inexplicable placer, ese que procede tanto de crear imágenes en nuestra cabeza como de que éstas vengan acompañadas de la estética del lenguaje… a cualquiera así, son suficientes esas 20 páginas para saber que se está ante una novela extraordinaria, y seguir hasta el final.
Firma: Francesc Bon
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miércoles, 16 de mayo de 2012
In memoriam Carlos Fuentes
Ha muerto Carlos Fuentes, uno de los narradores fundamentales del siglo XX y una de las figuras imprescindibles del boom de la literatura hispanoamericana. Menos mediático, quizás, que Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, pero igualmente dotado para la construcción de tramas y la experimentación narrativa y lingüística, nadie podrá negar a Carlos Fuentes su lugar de privilegio en las letras mexicanas del siglo XX, en las que quizás solo Juan Rulfo pueda hacerle sombra.
Este año se cumplían, precisamente, 50 años desde la publicación de dos de sus obras, muy distintas entre sí pero independientemente geniales: Aura, una pequeña joya del género fantástico, y La muerte de Artemio Cruz, una novela en la que Carlos Fuentes exploraba la historia de México de la primera mitad del siglo XX, a través de los recuerdos de un corrupto (en todos los sentidos) político y hombre de negocios. En realidad, casi toda la obra narrativa de Carlos Fuentes, desde La región más transparente hasta La silla del águila gira en torno a México, su historia y su identidad. Terra Nostra, obra de una elaboración formal complejísima, es probablemente el punto más extremo en este cuestionamiento colectivo.
En mi relación como lector con Carlos Fuentes, Gringo viejo ocupa un lugar particular. Quizás no sea su mejor obra, pero para quienes disfrutamos leyendo es una novela entrañable: cuenta los últimos meses de vida del escritor estadounidense Ambrose Bierce, que decide perderse en el torbellino de la Revolución Mexicana para tener un final honorable. La mezcla de historia, literatura y ficción; el estilo cortado de Fuentes y la densa representación de las relaciones entre México y EE.UU. me encantaron entonces; y creo que volverían a encantarme si lo releyera.
Hace poco Carlos Fuentes declaraba en una entrevista: "Miedos literarios no tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo." Como me decía una alumna en un email que acabo de recibir: "es envidiable morirse con esas ganas de vivir."
Todas las reseñas sobre Carlos Fuentes en ULAD: Aquí
Este año se cumplían, precisamente, 50 años desde la publicación de dos de sus obras, muy distintas entre sí pero independientemente geniales: Aura, una pequeña joya del género fantástico, y La muerte de Artemio Cruz, una novela en la que Carlos Fuentes exploraba la historia de México de la primera mitad del siglo XX, a través de los recuerdos de un corrupto (en todos los sentidos) político y hombre de negocios. En realidad, casi toda la obra narrativa de Carlos Fuentes, desde La región más transparente hasta La silla del águila gira en torno a México, su historia y su identidad. Terra Nostra, obra de una elaboración formal complejísima, es probablemente el punto más extremo en este cuestionamiento colectivo.
En mi relación como lector con Carlos Fuentes, Gringo viejo ocupa un lugar particular. Quizás no sea su mejor obra, pero para quienes disfrutamos leyendo es una novela entrañable: cuenta los últimos meses de vida del escritor estadounidense Ambrose Bierce, que decide perderse en el torbellino de la Revolución Mexicana para tener un final honorable. La mezcla de historia, literatura y ficción; el estilo cortado de Fuentes y la densa representación de las relaciones entre México y EE.UU. me encantaron entonces; y creo que volverían a encantarme si lo releyera.
Hace poco Carlos Fuentes declaraba en una entrevista: "Miedos literarios no tengo ninguno. Siempre he sabido muy bien lo que quiero hacer y me levanto y lo hago. Me levanto por la mañana y a las siete y ocho estoy escribiendo. Ya tengo mis notas y ya empiezo. Así que entre mis libros, mi mujer, mis amigos y mis amores, ya tengo bastantes razones para seguir viviendo." Como me decía una alumna en un email que acabo de recibir: "es envidiable morirse con esas ganas de vivir."
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martes, 15 de mayo de 2012
Paul Auster: Diario de invierno
Idioma original: inglés
Título original: Winter Journal
Año de publicación: 2012
Valoración: Se deja leer
Reconozco que empecé a leer este libro ya algo condicionado, porque dos lectoras conocidas, pero que no se conocen entre sí, me habían dicho algo parecido: que era un ejercicio de exhibicionismo con poca profundidad. Y después de leerlo tengo que concordar con ellas: Diario de invierno da la impresión de contar mucho sobre Paul Auster (cosas que realmente no necesitábamos saber, como que tuvo ladillas una vez o que casi se peleó con un taxista parisino) pero no llegar a descubrir ningún centro explicativo, ninguna razón de ser, ningún esqueleto que lo sustente.
Es verdad que hay un tema genérico que une la mayoría de las anécdotas que se reúnen en Diario de invierno: la enfermedad, el dolor o la muerte, del propio Paul Auster o de sus personas cercanas. Enfrentado con la vejez, el escritor hace inventario de sus cicatrices, internas y externas, y los modos en que se produjeron, sin orden cronológico ni lógico apreciable a primera vista. La muerte de sus padres, de sus abuelos; accidentes de coche, deportivos, domésticos; fracasos amorosos, personales y profesionales; todo lo que puede ha llevado a Paul Auster a ser el Paul Auster de 65 años, casado y famoso que todos conocemos.
El conjunto, como ya he dicho, es una lectura fácil, sembrada con historias curiosas, divertidas o conmovedoras, pero es también una lectura poco profunda: no deja huella. Algunas partes parecen fuera de lugar, como ese largo catálogo de viviendas o el largo resumen de la película D.O.A. (Con las horas contadas) que no parecía precisamente imprescindible -aunque se entienda que su tema, el de un hombre que ha sido envenenado y al que le quedan pocos días de vida, a un Auster en edad de jubilarse le resulte atractivo-.
Que conste que Paul Auster ha sido uno de mis escritores favoritos durante mucho tiempo. Ahora ya lo es menos, porque casi nada de lo que ha escrito desde La noche del oráculo me ha terminado de convencer. Sea como sea, en todo caso, leer Diario de invierno no me ha dicho sobre él gran cosa que no pudiera saber o suponer ya, gracias a obras como La invención de la soledad, o a través de sus mejores novelas. Probablemente, Diario de invierno es un libro que Auster necesitaba escribir, pero probablemente también sus lectores no necesitábamos leerlo.
También de Paul Auster en ULAD: Aquí
Título original: Winter Journal
Año de publicación: 2012
Valoración: Se deja leer
Reconozco que empecé a leer este libro ya algo condicionado, porque dos lectoras conocidas, pero que no se conocen entre sí, me habían dicho algo parecido: que era un ejercicio de exhibicionismo con poca profundidad. Y después de leerlo tengo que concordar con ellas: Diario de invierno da la impresión de contar mucho sobre Paul Auster (cosas que realmente no necesitábamos saber, como que tuvo ladillas una vez o que casi se peleó con un taxista parisino) pero no llegar a descubrir ningún centro explicativo, ninguna razón de ser, ningún esqueleto que lo sustente.
Es verdad que hay un tema genérico que une la mayoría de las anécdotas que se reúnen en Diario de invierno: la enfermedad, el dolor o la muerte, del propio Paul Auster o de sus personas cercanas. Enfrentado con la vejez, el escritor hace inventario de sus cicatrices, internas y externas, y los modos en que se produjeron, sin orden cronológico ni lógico apreciable a primera vista. La muerte de sus padres, de sus abuelos; accidentes de coche, deportivos, domésticos; fracasos amorosos, personales y profesionales; todo lo que puede ha llevado a Paul Auster a ser el Paul Auster de 65 años, casado y famoso que todos conocemos.
El conjunto, como ya he dicho, es una lectura fácil, sembrada con historias curiosas, divertidas o conmovedoras, pero es también una lectura poco profunda: no deja huella. Algunas partes parecen fuera de lugar, como ese largo catálogo de viviendas o el largo resumen de la película D.O.A. (Con las horas contadas) que no parecía precisamente imprescindible -aunque se entienda que su tema, el de un hombre que ha sido envenenado y al que le quedan pocos días de vida, a un Auster en edad de jubilarse le resulte atractivo-.
Que conste que Paul Auster ha sido uno de mis escritores favoritos durante mucho tiempo. Ahora ya lo es menos, porque casi nada de lo que ha escrito desde La noche del oráculo me ha terminado de convencer. Sea como sea, en todo caso, leer Diario de invierno no me ha dicho sobre él gran cosa que no pudiera saber o suponer ya, gracias a obras como La invención de la soledad, o a través de sus mejores novelas. Probablemente, Diario de invierno es un libro que Auster necesitaba escribir, pero probablemente también sus lectores no necesitábamos leerlo.
También de Paul Auster en ULAD: Aquí
lunes, 14 de mayo de 2012
Terry Southern: A la rica marihuana y otras especias...
Idioma original: inglés
Título original: Red-dirt marijuana and other tastes
Fecha de publicación: 1967
Valoración: recomendable
Terry Southern (1924-1995) fue uno de los escritores más influyentes del pasado siglo. Escribió relatos, novelas, ensayos y guiones (tanto para el cine –Easy Rider, entre otros– como para la televisión) y Tom Wolfe dijo de él que fue el creador del Nuevo periodismo, esto es (a grandes rasgos), de combinar lo mejor del periodismo con lo mejor de la literatura y alejarse de lo que hasta entonces se consideraba el periodismo tradicional.
Tanto si fue el creador de ese movimiento estilístico como si no, lo cierto es que los textos de Southern se salen de lo común. En este libro (que reúne escritos publicados en la revista Squire, entrevistas y un par de piezas dramáticas) el autor se vale de las drogas, tanto legales como ilegales, para darle un repaso a la política exterior estadounidense, a la CIA, a la moral imperante, a la música y a lo "moderno" (Eres demasiado hip, tío), entre otros temas.
Aunque no seamos fans del Nuevo periodismo, sin duda estos textos no nos dejarán indiferentes. Southern utiliza un estilo cuidado y sarcástico, caracterizado por un ácido humor negro (como en el hilarante relato La carretera que sale de Axotle) y una absoluta falta de pelos en la lengua para llevar al lector adonde él quiere y mostrarle cómo son ciertas partes de este mundo que sin duda desconoce.
Otros libros de Terry Southern reseñados en Un Libro Al Día: El cristiano mágico
Título original: Red-dirt marijuana and other tastes
Fecha de publicación: 1967
Valoración: recomendable
Terry Southern (1924-1995) fue uno de los escritores más influyentes del pasado siglo. Escribió relatos, novelas, ensayos y guiones (tanto para el cine –Easy Rider, entre otros– como para la televisión) y Tom Wolfe dijo de él que fue el creador del Nuevo periodismo, esto es (a grandes rasgos), de combinar lo mejor del periodismo con lo mejor de la literatura y alejarse de lo que hasta entonces se consideraba el periodismo tradicional.
Tanto si fue el creador de ese movimiento estilístico como si no, lo cierto es que los textos de Southern se salen de lo común. En este libro (que reúne escritos publicados en la revista Squire, entrevistas y un par de piezas dramáticas) el autor se vale de las drogas, tanto legales como ilegales, para darle un repaso a la política exterior estadounidense, a la CIA, a la moral imperante, a la música y a lo "moderno" (Eres demasiado hip, tío), entre otros temas.
Aunque no seamos fans del Nuevo periodismo, sin duda estos textos no nos dejarán indiferentes. Southern utiliza un estilo cuidado y sarcástico, caracterizado por un ácido humor negro (como en el hilarante relato La carretera que sale de Axotle) y una absoluta falta de pelos en la lengua para llevar al lector adonde él quiere y mostrarle cómo son ciertas partes de este mundo que sin duda desconoce.
Otros libros de Terry Southern reseñados en Un Libro Al Día: El cristiano mágico
domingo, 13 de mayo de 2012
Elvira Menéndez: La máquina maravillosa
Fecha de publicación: 1989
Valoración: Recomendable
Hasta hace poco ni siquiera se me había pasado por la cabeza reseñar este libro que tanto me gustó en mis años mozos ya que se trata de literatura infantil/juvenil. Pero como últimamente me encuentro más concienzado que nunca con el problema que supone que los avances tecnológicos estén deshumanizándonos a marchas forzadas, me he dicho "Qué diablos, ¡si lo que cuenta La máquina maravillosa está de rabiosísima actualidad y para nada es cosa de niños!". Y por eso, hoy traigo este libro a ULAD.
Porque no, no es ni sano ni aceptable que comencemos a clasificar nuestras relaciones amistosas en cibernéticas y no cibernéticas; que prefiramos comunicarnos por mail y redes sociales con personas que viven a poca distancia de nuestras casas en vez de quedar en carne y hueso; que gastemos horas y horas frente a la pantalla de un ordenador pasando de una cosa a otra mientras fuera brilla un sol extraordinario y los pájaros cantan; que en una reunión social los asistentes recurran a sus malditos móviles cada vez que se haga un silencio incómodo o surja una conversación poco interesante; que la gente haga fotos de los cocidos y las paellas que está a punto de zamparse como si necesitara la aprobación y/o la envidia de su pandilla virtual; que muchos y muchas cuelguen imágenes que muestren fetos humanos recién concebidos o en pleno desarrollo; que simplifiquemos hasta la dentera trances tan dolorosos como rupturas amorosas o incluso muertes de seres queridos expresándonos puerilmente en frías y asépticas frases online, etc, etc, etc...
No, no es sano ni aceptable. Porque donde esté la calidez de una mano humana en cuyo interior fluye la sangre y la vida, y un par de ojos brillantes y acojedores por donde uno es capaz de intuir la esencia del alma que encierran, que se quite cualquier emoticón infernal y esos repugnantes y pixelados pulgares en alto. He escrito.
Y ahora, el argumento de La máquina maravillosa (publicado en los 80, ¡cuán sabia y adivina fue su autora!).
En el año 2090, en una ciudad burbuja aislada del mundo exterior, viven, entre otros muchos seres humanos, cuatro niños amigos llamados Sara, Elena, Pablo y David. Dentro de dicha cápsula, los críos se sienten encerrados y aburridos de su monótona rutina. Poseen robots que hacen de todo y sistemas automáticos que facilitan la más estúpida tarea. Pero todo cambia cuando los amigos, gracias a la curiosidad que les despierta un libro (objeto muy mal visto en esa sociedad) de Sara, deciden salir al exterior. Para ello necesitarán despistar a sus padres, y por eso acudirán a un viejo y amable anciano, don Bonifacio, un excéntrico inventor que además de descubrirles el delicioso chocolate o el divertido juego de las construcciones, les proporcionará una máquina para entretener a los adultos. Así los niños lograrán salir al exterior de la burbuja y descubrirán un apasionante mundo con hierba no sintética, preciosas flores naturales y variaciones de temperatura, donde podrán jugar sin necesidad de teclas y robots, y descubrirán la belleza y el placer de la vida natural, con todo lo que la misma conlleva. Bonifacio también disfrutará de la aventura, y a partir de entonces, nada volverá a ser igual...
Un libro, en fin, bonito, fácil de leer tanto para niños como para adultos, agradable, y que da mucho que pensar.
Léanlo y recomiéndenselo a sus amigos. En persona, si cabe ;)
sábado, 12 de mayo de 2012
Octavio Paz: Traducción: literatura y literalidad
Idioma original: español
Año de publicación: 1990
Valoración: muy recomendable
Ya nos vale: esta es la primera reseña que publicamos de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990 y, curiosamente, ni siquiera va a ser de su obra poética (sin duda, su vertiente creativa más representativa, a pesar de que su obra ensayística sea incluso más vasta que la primera).
Traducción: literatura y literalidad es un ensayo sobre la traducción de poesía no solo sagaz e intuitivo, sino también, a mi modo de ver, rompedor en muchos aspectos. Paz se atreve a desmontar algunos de los mitos y tabúes que planean sobre la traducción de poesía, pero sus afirmaciones no son osadas: están bien argumentadas, son convincentes y surgen de su propia experiencia como poeta-traductor. De hecho, en la segunda parte Octavio Paz nos presenta sus propias traducciones de poemas de Donne, Mallarmé, Apollinaire y cummings para ilustrar sus aseveraciones anteriores.
Como digo, en Traducción: literatura y literalidad encontramos declaraciones lapidarias. Siempre se ha dicho que solo los poetas pueden traducir poesía, ¿verdad? Desde luego, yo siempre lo había oído (y me revolvía internamente contra semejante afirmación). Y, por supuesto, el poeta-traductor tenía que ser de igual talla al poeta traducido. Pues bien, he aquí la opinión que Paz tiene a este respecto:
Efectivamente, Paz concibe la traducción de poesía como un acto de creación y no de mímesis. El traductor no parte del "lenguaje en movimiento, materia prima del poeta", sino del lenguaje que el poeta ha fijado en el poema. La traducción de poesía no busca, o no debería buscar, reproducir "lo mismo", sino, como expresó Paul Valéry, "reproducir con medios distintos efectos análogos".
Para mí, como traductora profana en la materia de la traducción de poesía, este ensayo ha resultado esclarecedor. Pero es muy recomendable para todo aquel que, después de leer esta reseña —tenga o no interés en la traducción— vea tambalearse los pilares de sus concepciones respecto de esta actividad que no nos es ajena a nadie.
Al fin y al cabo, seamos o no conscientes de ello normalmente, como apuntaba en una anterior reseña-reflexión sobre la traducción, todos somos lectores de traducciones.
También de Octavio Paz en UnLibroAlDía: El laberinto de la soledad
Año de publicación: 1990
Valoración: muy recomendable
Ya nos vale: esta es la primera reseña que publicamos de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990 y, curiosamente, ni siquiera va a ser de su obra poética (sin duda, su vertiente creativa más representativa, a pesar de que su obra ensayística sea incluso más vasta que la primera).
Traducción: literatura y literalidad es un ensayo sobre la traducción de poesía no solo sagaz e intuitivo, sino también, a mi modo de ver, rompedor en muchos aspectos. Paz se atreve a desmontar algunos de los mitos y tabúes que planean sobre la traducción de poesía, pero sus afirmaciones no son osadas: están bien argumentadas, son convincentes y surgen de su propia experiencia como poeta-traductor. De hecho, en la segunda parte Octavio Paz nos presenta sus propias traducciones de poemas de Donne, Mallarmé, Apollinaire y cummings para ilustrar sus aseveraciones anteriores.
Como digo, en Traducción: literatura y literalidad encontramos declaraciones lapidarias. Siempre se ha dicho que solo los poetas pueden traducir poesía, ¿verdad? Desde luego, yo siempre lo había oído (y me revolvía internamente contra semejante afirmación). Y, por supuesto, el poeta-traductor tenía que ser de igual talla al poeta traducido. Pues bien, he aquí la opinión que Paz tiene a este respecto:
En teoría, sólo los poetas deberían traducir poesía; en la realidad, pocas veces los poetas son buenos traductores. No lo son porque casi siempre usan el poema ajeno como un punto de partida para escribir su poema. El buen traductor se mueve en una dirección contraria: su punto de llegada es un poema análogo, ya que no idéntico, al poema original. No se aparta del poema sino para seguirlo más de cerca (…). La razón de la incapacidad de muchos poetas para traducir poesía no es de orden puramente psicológico, aunque la egolatría tenga su parte, sino funcional: la traducción poética, según me propongo mostrar en seguida, es una operación análoga a la creación poética, solo que se despliega en sentido inverso (sic).
Efectivamente, Paz concibe la traducción de poesía como un acto de creación y no de mímesis. El traductor no parte del "lenguaje en movimiento, materia prima del poeta", sino del lenguaje que el poeta ha fijado en el poema. La traducción de poesía no busca, o no debería buscar, reproducir "lo mismo", sino, como expresó Paul Valéry, "reproducir con medios distintos efectos análogos".
Para mí, como traductora profana en la materia de la traducción de poesía, este ensayo ha resultado esclarecedor. Pero es muy recomendable para todo aquel que, después de leer esta reseña —tenga o no interés en la traducción— vea tambalearse los pilares de sus concepciones respecto de esta actividad que no nos es ajena a nadie.
Al fin y al cabo, seamos o no conscientes de ello normalmente, como apuntaba en una anterior reseña-reflexión sobre la traducción, todos somos lectores de traducciones.
También de Octavio Paz en UnLibroAlDía: El laberinto de la soledad
viernes, 11 de mayo de 2012
Colaboración: El llano en llamas de Juan Rulfo
Idioma original:
español
Año de publicación:
1953
Valoración: Imprescindible
Al terminar de leer este libro me he puesto muy triste porque ya no
hay más. Después de gozar con Pedro
Páramo y con El Llano en llamas,
ya no hay más Rulfo. ¿Qué hizo que el mexicano dejara de lado la literatura? Con
sólo dos libros consiguió convertirse en un referente. ¿Pero por qué no publicó
más? ¿Demasiada presión? ¿Demasiada exigencia? Rulfo ha reconocido en alguna
entrevista haber terminado otra novela; pero la destruyó. Decidió eliminarla.
Supongo que después de Pedro Páramo,
ninguna novela es una buena novela.
El Llano en llamas es una colección de diecisiete relatos
situados en México durante la Revolución de 1910 y en la época inmediatamente posterior
a la misma. El texto vio la luz en 1953, dos años antes a de la publicación de Pedro Páramo, y ambos libros comparten
estilo, una visión mágica del campo y algunos grandes temas, como la revolución,
la violencia y la muerte.
En este libro la violencia de la Revolución es una violencia
contenida. Incorpórea. Gaseosa. Se filtra por la piel de los personajes
paralizándolos y frustrándolos. Los protagonistas son gentes sin salida, que
aceptan con resignación la fatalidad de su destino. Ni la esperanza, ni los
milagros ni los esfuerzos por salir adelante funcionan. Están condenados a
sufrir.
En las historias de Rulfo no hay mucha acción, todo es en apariencia
estático; pero es gracias a esta quietud que el lector es capaz de penetrar en
la psique de los personajes, en sus emociones contenidas y en sus roces
acumulados cocidos en el calor del desierto.
Fragmento del relato Luvina:
Y es que allá el tiempo es muy
largo. Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van
amontonándose los años. Los días comienzan y se acaban. Luego viene la noche.
Solamente el día y la noche hasta el día de la muerte, que para ellos es una
esperanza.
jueves, 10 de mayo de 2012
Zoom: El aliento del cielo, de Carson McCullers
Título original: Breath from the Sky
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1971 (en castellano): 2007
Valoración: Recomendable
Este relato narra una de esas historias pequeñas que se desarrollan en un espacio reducido donde no sucede nada de importancia. En el jardín de una casa se muestra a una niña inmóvil que observa a la gente que pasa por allí. A primera vista, no pasa de ser una estampa intrascendente con sólo una decena de páginas, pero puede que esa acción mínima esté señalando a otro sitio, fuera del alcance de la vista.
Lo que de verdad importa es lo que McCullers no cuenta. A pesar de la poca experiencia que tenía cuando lo escribió, su gran talento acierta a crear dos campos de batalla ocultos dentro de la niña. En uno, quienes pelean a muerte son los bacilos de Koch con los pulmones de la maltrecha Clarence. Ésta languidece en su hamaca sin más actividad que unas toses que la dejan exhausta; en ese estado, hasta le intensidad de la luz resulta dolorosa y cualquier forma, color, movimiento que entre en su campo de visión recibe un interés fugaz. El otro ring es su propia mente, no tanto por la comprensible envidia que le produce la normalidad de los suyos como por la angustia que supone saber que en un futuro próximo vivirá alejada de todo y de todos, quién sabe durante cuánto tiempo. Y, por si esto fuera poco, tiene que enfrentarse a la indiferencia con que la van a dejar sola allá arriba, a esa resolución sin alma que parece guiar a todos, al desaliento que produce ser la única que ve el lado terrible del proyecto.
La intensidad que alcanzan estos sentimientos, por debajo de la aparente banalidad de la escena, se debe a su carácter autobiográfico. Carson McCullers aún no había olvidado los atroces momentos que le tocó vivir cuando, siendo adolescente, fue enviada a un sanatorio por culpa de unas fiebres reumáticas que al principio confundieron con tuberculosis y que le perseguirían durante toda su vida. Más tarde, su hermano quitaría importancia a esta anécdota afirmando que, en realidad, Carson era la preferida de su madre y que, sólo a causa de su sensibilidad de artista, interpretaba de esa forma los hechos. No creo que los artistas sean más sensibles que los que no lo son, sólo que algunos de los que tienen sensibilidad son, además, capaces de reflejar sus impresiones artísticamente. De cualquier modo, la escritora debió guardar un poso de traición mucho tiempo y quiso liberarlo poniéndolo por escrito. Debajo de la minuciosa descripción de lo que ve Clarence, atisbamos el desamparo del personaje, su temor, y también una entereza admirable.
La intensidad que alcanzan estos sentimientos, por debajo de la aparente banalidad de la escena, se debe a su carácter autobiográfico. Carson McCullers aún no había olvidado los atroces momentos que le tocó vivir cuando, siendo adolescente, fue enviada a un sanatorio por culpa de unas fiebres reumáticas que al principio confundieron con tuberculosis y que le perseguirían durante toda su vida. Más tarde, su hermano quitaría importancia a esta anécdota afirmando que, en realidad, Carson era la preferida de su madre y que, sólo a causa de su sensibilidad de artista, interpretaba de esa forma los hechos. No creo que los artistas sean más sensibles que los que no lo son, sólo que algunos de los que tienen sensibilidad son, además, capaces de reflejar sus impresiones artísticamente. De cualquier modo, la escritora debió guardar un poso de traición mucho tiempo y quiso liberarlo poniéndolo por escrito. Debajo de la minuciosa descripción de lo que ve Clarence, atisbamos el desamparo del personaje, su temor, y también una entereza admirable.
El aliento del cielo es un cuento primerizo, sorprendentemente bien construido, que se recogió póstumamente en The Mortgaged Heart y que, desde 2007, podemos leer en español al formar parte del volumen al que da título, junto con otros dieciocho y tres novelas cortas.
También de Carson McCullers en ULAD: Reflejos en un ojo dorado, El corazón es un cazador solitario, El mudo y otros textos
También de Carson McCullers en ULAD: Reflejos en un ojo dorado, El corazón es un cazador solitario, El mudo y otros textos
miércoles, 9 de mayo de 2012
Brendan Behan y Paul Hogarth: Mi Nueva York
Idioma original: inglés
Título original: Brendan Behan's New York, with drawings by Paul Hogarth
Fecha de publicación: 1964
Valoración: muy recomendable
Pues sí. Resulta que después de publicar Mi isla (dos años más tarde, exactamente), Brendan Behan y Paul Hogarth decidieron repetir la experiencia y escribir/ilustrar otro libro juntos, que lleva el título de Mi Nueva York.
Como se puede deducir a partir de su título, Behan se dedica a hablar en este volumen de la ciudad de Nueva York y de todo lo que en ella se puede encontrar: gente de diferentes razas, inmigrantes, bares, teatros, restaurantes, el Central Park, rascacielos, la Estatua de la Libertad... Como ya ocurría en Mi isla, el autor no se corta un pelo a la hora de decir lo que piensa, tanto de la propia ciudad (a la que considera la mejor y más fascinante del mundo) como de la gente que vive en ella o de los que gobiernan el país.
Así, mientras descubre los bares, teatros y la forma de comportarse de la gente (tanto de los neoyorquinos como de los inmigrantes), Behan habla de la religión, de los conflictos raciales, de los homosexuales, de JFK... mostrando una mentalidad sorprendentemente abierta para la época en la que se escribió esta obra y dedicando especial atención al hecho de ser un irlandés y vivir en Nueva York (y, sobre todo, a cómo la nueva generación, los hijos de los primeros inmigrantes irlandeses, salen adelante).
Brendan escribe de forma muy amena y natural (quizá grabaron sus conversaciones, como ocurrió en Mi isla, aunque nadie dice nada al respecto) y con mucho humor, lo cual le da al libro un estilo fresco y ligero, a pesar de que hable en muchas ocasiones de temas muy serios. Ya sea para conocer (de una manera completamente subjetiva) cómo era Nueva York hace cincuenta años, ya sea para conocer un poco mejor la visión que tenía Behan de lo que lo rodeaba y al mismo tiempo echarse unas risas, vale la pena leer este libro.
También de Brendan Behan y Paul Hogarth: Mi isla
Título original: Brendan Behan's New York, with drawings by Paul Hogarth
Fecha de publicación: 1964
Valoración: muy recomendable
Pues sí. Resulta que después de publicar Mi isla (dos años más tarde, exactamente), Brendan Behan y Paul Hogarth decidieron repetir la experiencia y escribir/ilustrar otro libro juntos, que lleva el título de Mi Nueva York.
Como se puede deducir a partir de su título, Behan se dedica a hablar en este volumen de la ciudad de Nueva York y de todo lo que en ella se puede encontrar: gente de diferentes razas, inmigrantes, bares, teatros, restaurantes, el Central Park, rascacielos, la Estatua de la Libertad... Como ya ocurría en Mi isla, el autor no se corta un pelo a la hora de decir lo que piensa, tanto de la propia ciudad (a la que considera la mejor y más fascinante del mundo) como de la gente que vive en ella o de los que gobiernan el país.
Así, mientras descubre los bares, teatros y la forma de comportarse de la gente (tanto de los neoyorquinos como de los inmigrantes), Behan habla de la religión, de los conflictos raciales, de los homosexuales, de JFK... mostrando una mentalidad sorprendentemente abierta para la época en la que se escribió esta obra y dedicando especial atención al hecho de ser un irlandés y vivir en Nueva York (y, sobre todo, a cómo la nueva generación, los hijos de los primeros inmigrantes irlandeses, salen adelante).
Brendan escribe de forma muy amena y natural (quizá grabaron sus conversaciones, como ocurrió en Mi isla, aunque nadie dice nada al respecto) y con mucho humor, lo cual le da al libro un estilo fresco y ligero, a pesar de que hable en muchas ocasiones de temas muy serios. Ya sea para conocer (de una manera completamente subjetiva) cómo era Nueva York hace cincuenta años, ya sea para conocer un poco mejor la visión que tenía Behan de lo que lo rodeaba y al mismo tiempo echarse unas risas, vale la pena leer este libro.
También de Brendan Behan y Paul Hogarth: Mi isla
martes, 8 de mayo de 2012
Carlos Fuentes: La muerte de Artemio Cruz
Idioma original: español
Año de publicación: 1962
Valoración: Recomendable
Estaba yo el otro día dando clase de literatura hispanoamericana, explicando precisamente El otoño del patriarca (que, como ya saben los lectores habituales de este blog, no es precisamente una de mis novelas favoritas), y un alumno preguntó: "Bueno, pero toda esta experimentación, todo este barroquismo, ¿para qué?" Y yo contesté, no sé si acertadamente, que lo que estos autores intentaban era llevar al lenguaje y a la narrativa hasta sus mismos límites, y expresar una realidad específicamente americana empleando las técnicas literarias más vanguardistas. Pero tengo que reconocer que yo mismo a veces me pregunto: ¿para qué tanta perfección técnica y formal, tanto barroquismo estilístico, tanta experimentación? ¿Para darnos de comer a cuatro críticos y satisfacer el enorme ego de los escritores?
Por supuesto, estoy haciendo de abogado del diablo (al menos en parte): es indudable el valor histórico de obras como Rayuela, El Señor Presidente o Conversaciones en La Catedral, lo mismo que es indudable que sus autores están entre los mejores narradores del siglo XX, o que limitar programáticamente la narrativa a su función de "contar historias" sin prestar atención a cómo se cuentan esas historias es un empobrecimiento gigantesco (un empobrecimiento que afecta, creo yo, a gran parte de la literatura española actual). Lo cierto es que ya no se escriben novelas así. Ni siquiera los autores del boom que siguen vivos escriben novelas así: todos ellos han evolucionado hacia formas más sencillas, más clásicas, de narrar en los últimos años.
Todo este enorme prólogo sirve para introducir una de aquellas novelas propias del boom, con todo lo grandioso y todo lo cuestionable que ello conlleva. La muerte de Artemio Cruz es una indagación sobre el pasado mexicano, desde la Revolución hasta mediados del siglo XX, narrada a través de la voz (de las voces) de un anciano hombre de negocios que en su lecho de muerte rememora episodios de su vida y reflexiona sobre sus relaciones familiares (un recurso, por cierto, que Chico Buarque ha "copiado" en Leche derramada): una mujer que no lo ama, una hija que lo desprecia, viejos amores apasionados, un hijo muerto en la Guerra Civil española... A lo largo de la novela, Artemio Cruz se muestra como un hombre desilusionado, cobarde, traicionero, manipulador, sin escrúpulos, sin verdaderos afectos: su familia solo se preocupa por encontrar su testamento y él solo se preocupa por dejar bien atados sus negocios.
Pero lo que destaca en la novela es la experimentación narrativa: el texto alterna fragmentos narrados en primera persona y en presente/futuro (referentes a las últimas horas de vida del protagonista); fragmentos en segunda persona (los debates que transcurren en la mente torturada de Artemio) y fragmentos en tercera persona y en pasado, situados en un momento que se indica mediante una fecha, y que van desde el momento del nacimiento de Artemio Cruz en 1889 hasta su muerte en 1959. Para que la cosa quede clara, cada uno de los fragmentos se inicia con el pronombre correspondiente ("Yo", "Tú", "Él"). La suma de estos fragmentos dispersos de personalidad y de historia dan una imagen desencantada del México contemporáneo, en el que cualquier ideal que pudiera albergar la Revolución se ha visto sustituido por la ambición, la corrupción y el mercantilismo.
Esta no es, realmente, la más compleja de las novelas que se escribieron durante la época del boom. El propio Carlos Fuentes alcanzó, en Terra Nostra, un nivel de complejidad narrativa, estilística y simbólica aún mayor. De hecho, esta novela casi podría considerarse un paso adelante en el aprendizaje del autor, en busca de su madurez expresiva. Tiene, en mi opinión, algo de desfasado en su exhibicionismo formal, pero también mantiene mucha fuerza en la construcción del personaje y en la representación de la realidad mexicana, por lo que sigue siendo una lectura recomendable, sobre todo para degustadores de la técnica narrativa.
Curiosamente, La muerte de Artemio Cruz es contemporánea de otra obra de Fuentes, Aura, que no tiene nada que ver, ni temática ni estilísticamente: aquella es una novela corta de género fantástico, cuya mayor experimentación consiste en estar narrada en segunda persona y en futuro. De hecho, Aura parece ser un divertimento escrito para "descansar" de la enorme exigencia de Artemio Cruz. En palabras del propio Fuentes: "Pues bien, Aura y Artemio Cruz son novelas escritas a la misma vez. Tuve que alejarme de Artemio Cruz. Estaba muy cansado de escribirla, así que escribí Aura. Y son novelas complementarias: Artemio Cruz es una novela de la muerte de la vida, y Aura es una novelita de la vida de la muerte". Lo cierto es que las dos, casi sin parecer del mismo autor, son obras que conviene leer. Y eso les concede un mérito especial.
Todas las reseñas sobre Carlos Fuentes en ULAD: Aquí
Año de publicación: 1962
Valoración: Recomendable
Estaba yo el otro día dando clase de literatura hispanoamericana, explicando precisamente El otoño del patriarca (que, como ya saben los lectores habituales de este blog, no es precisamente una de mis novelas favoritas), y un alumno preguntó: "Bueno, pero toda esta experimentación, todo este barroquismo, ¿para qué?" Y yo contesté, no sé si acertadamente, que lo que estos autores intentaban era llevar al lenguaje y a la narrativa hasta sus mismos límites, y expresar una realidad específicamente americana empleando las técnicas literarias más vanguardistas. Pero tengo que reconocer que yo mismo a veces me pregunto: ¿para qué tanta perfección técnica y formal, tanto barroquismo estilístico, tanta experimentación? ¿Para darnos de comer a cuatro críticos y satisfacer el enorme ego de los escritores?
Por supuesto, estoy haciendo de abogado del diablo (al menos en parte): es indudable el valor histórico de obras como Rayuela, El Señor Presidente o Conversaciones en La Catedral, lo mismo que es indudable que sus autores están entre los mejores narradores del siglo XX, o que limitar programáticamente la narrativa a su función de "contar historias" sin prestar atención a cómo se cuentan esas historias es un empobrecimiento gigantesco (un empobrecimiento que afecta, creo yo, a gran parte de la literatura española actual). Lo cierto es que ya no se escriben novelas así. Ni siquiera los autores del boom que siguen vivos escriben novelas así: todos ellos han evolucionado hacia formas más sencillas, más clásicas, de narrar en los últimos años.
Todo este enorme prólogo sirve para introducir una de aquellas novelas propias del boom, con todo lo grandioso y todo lo cuestionable que ello conlleva. La muerte de Artemio Cruz es una indagación sobre el pasado mexicano, desde la Revolución hasta mediados del siglo XX, narrada a través de la voz (de las voces) de un anciano hombre de negocios que en su lecho de muerte rememora episodios de su vida y reflexiona sobre sus relaciones familiares (un recurso, por cierto, que Chico Buarque ha "copiado" en Leche derramada): una mujer que no lo ama, una hija que lo desprecia, viejos amores apasionados, un hijo muerto en la Guerra Civil española... A lo largo de la novela, Artemio Cruz se muestra como un hombre desilusionado, cobarde, traicionero, manipulador, sin escrúpulos, sin verdaderos afectos: su familia solo se preocupa por encontrar su testamento y él solo se preocupa por dejar bien atados sus negocios.
Pero lo que destaca en la novela es la experimentación narrativa: el texto alterna fragmentos narrados en primera persona y en presente/futuro (referentes a las últimas horas de vida del protagonista); fragmentos en segunda persona (los debates que transcurren en la mente torturada de Artemio) y fragmentos en tercera persona y en pasado, situados en un momento que se indica mediante una fecha, y que van desde el momento del nacimiento de Artemio Cruz en 1889 hasta su muerte en 1959. Para que la cosa quede clara, cada uno de los fragmentos se inicia con el pronombre correspondiente ("Yo", "Tú", "Él"). La suma de estos fragmentos dispersos de personalidad y de historia dan una imagen desencantada del México contemporáneo, en el que cualquier ideal que pudiera albergar la Revolución se ha visto sustituido por la ambición, la corrupción y el mercantilismo.
Esta no es, realmente, la más compleja de las novelas que se escribieron durante la época del boom. El propio Carlos Fuentes alcanzó, en Terra Nostra, un nivel de complejidad narrativa, estilística y simbólica aún mayor. De hecho, esta novela casi podría considerarse un paso adelante en el aprendizaje del autor, en busca de su madurez expresiva. Tiene, en mi opinión, algo de desfasado en su exhibicionismo formal, pero también mantiene mucha fuerza en la construcción del personaje y en la representación de la realidad mexicana, por lo que sigue siendo una lectura recomendable, sobre todo para degustadores de la técnica narrativa.
Curiosamente, La muerte de Artemio Cruz es contemporánea de otra obra de Fuentes, Aura, que no tiene nada que ver, ni temática ni estilísticamente: aquella es una novela corta de género fantástico, cuya mayor experimentación consiste en estar narrada en segunda persona y en futuro. De hecho, Aura parece ser un divertimento escrito para "descansar" de la enorme exigencia de Artemio Cruz. En palabras del propio Fuentes: "Pues bien, Aura y Artemio Cruz son novelas escritas a la misma vez. Tuve que alejarme de Artemio Cruz. Estaba muy cansado de escribirla, así que escribí Aura. Y son novelas complementarias: Artemio Cruz es una novela de la muerte de la vida, y Aura es una novelita de la vida de la muerte". Lo cierto es que las dos, casi sin parecer del mismo autor, son obras que conviene leer. Y eso les concede un mérito especial.
Todas las reseñas sobre Carlos Fuentes en ULAD: Aquí
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