Título original: The tiranny of merit: what's become of the common good?
Traducción: Albino Santos Mosquera
Año de publicación: 2020
Valoración: Bastante recomendable y decepcionante a la vez
Antes de nada permítanme explicar la valoración: es recomendable, porque es una buena lectura que nos aclarará algunos conceptos y nos ayudará a establecer algunas ideas. Pero también decepcionante por dos razones muy concretas: el ombliguismo yanqui y la falta de profundidad. Debo decir que ya se debía contar con esto, puesto que un libro llamado a ser un superventas en EEUU debe contar con al menos esas dos cualidades.
En este ensayo, el famosísimo Sandel trata de indagar en la presunta justicia que hay tras la meritocracia, y como esta se corrompe en favor del, y debido al, establishment. Sandel se opone desde un principio al éxito de dicha meritocracia y dedica el libro a tratar de mostrarnos el porqué es una decisión errónea basar en ella nuestra sociedad.
Para reforzar su argumento, Sandel aboga por los efectos indeseados que pueda tener instaurar una meritocracia ideal, utópica: aquellos que han llegado a lo más alto, inevitablemente acabarán por creerse que esto es así porque se lo merecen, desarrollando un inevitable sentimiento de soberbia, mientras que los que se han quedado abajo engendrarán una inquina y un resquemor contra la cima de la pirámide que tarde o temprano tendrá que explotar de alguna forma, aunque sea de una forma pacífica en forma de sensación de inutilidad.
Sandel aduce que, por lo tanto, la meritocracia como tal, o no existe, o no se puede llevar a cabo en el contexto actual. Dedica su introducción a contarnos cómo en EEUU hijos de padres adinerados, gracias a un sistema corrupto, tenían sus notas adulteradas, ya fuese con su conocimiento o no, así como eran “protagonistas” de otros muchos métodos fraudulentos de promoción con el único fin de acabar entrando en universidades de élite, lo que les llevaría en un futuro a labrarse un porvenir mucho más cómodo de lo que en un principio les correspondería.
En el prólogo, escrito tras la pandemia del Covid, Sandel nos habla sobre como este fue un perfecto ejemplo de su tesis: mientras que hubo millones de trabajadores que perdieron su empleo y/o se empobrecieron, los niveles más pudientes de la sociedad pudieron seguir ejerciendo su profesión a través del teletrabajo. Aprovecha entonces el autor para hablarnos de una nueva teoría: como consecuencia de la meritocracia aplicada a día de hoy, la lucha política ya no se mantiene entre derecha e izquierda, sino entre abierto y cerrado. En el caso de la crisis provocada por la pandemia, lo abierto se refiere a la economía global; aquellos trabajadores cuyas funciones se limitaban al comercio local, lo cerrado, fueron los más perjudicados laboralmente por la ella.
En posteriores capítulos, el autor ahonda en el desarraigo sufrido por gran parte del electorado que llevó a partidos populistas al poder. Vuelve a centrarse en la teoría del abierto y cerrado, y lo ejemplifica con la victoria de Trump, el brexit, el auge de la extrema derecha en Europa, etc.
Así mismo, fundamenta en los críticos años 80 de Reagan y Tatcher el inicio de lo que ha dado en llamar “credencialismo”, la importancia de verse reconocido socialmente por tener un título universitario. Cree Sandel que esta distinción es hoy día más visible que cualquier otra discriminación por razón de sexo, raza o género. Hacia la parte final del libro, se centra en los discutibles méritos aportados por los alumnos para entrar en las elitistas universidades yanquis, y proclama que es un sistema fallido. Bueno, no es nada que no supiéramos, ¿verdad? Este centrarse en el caso de los EEUU es lo menos interesante de la obra.
Y permítanme añadir un pequeño detalle malicioso: en un ensayo en el que se habla sobre importancia de la gente por sus logros, Sandel decide no llamar por su nombre a la prostituta a la que Trump pagó una fuerte suma por su secreto. Se ve que la meritocracia todavía no llega a todas las profesiones. O que los prejuicios del propio Sandel son más grandes de lo que él mismo piensa.
Mi apunte final va para mencionar la gran traducción de Albino Santos, que no se limita a cumplir su papel sino que además nos aclara posibles confusiones entre términos que no significan lo mismo en el léxico yanqui que en Europa o Sudamérica.