Idioma original: inglés
Título original: The Stupidest Angel. A Heartwarming Tale of Christmas Terror.
Año de publicación: 2004
Valoración: Se deja leer
Como ya comentamos aquí cuando Izas reseñó Un trabajo muy sucio, a las novelas de Christopher Moore no hay que pedirles que nos descubran profundos abismos de la realidad humana, o cuestionamientos radicales de la realidad social contemporánea: hay que leerlas sabiendo que con la única esperanza de pasar un buen rato, de echarte algunas risas y de estar entretenido durante unos cuantos viajes de metro. Y bueno, en general Moore consigue lo que se propone, aunque con altibajos.
El ángel más tonto del mundo es un "entrañable cuento de terror navideño", según su subtítulo, y al igual que Un trabajo muy sucio es una combinación de humor y fantasía con toques sobrenaturales (concretamente, ángeles y zombies). A un pequeño pueblo californiano en el que conviven una antigua estrella de cine de serie B con un policía adicto a la marihuana, y un investigador pauloviano con un piloto de la DEA que tiene un murciélago como mascota, llega el ángel Raziel decidido a hacer un milagro. Y claro, las cosas se complican, y las situaciones absurdas se acumulan.
A Moore yo le pondría una pega importante (partiendo de la idea, como decía antes, que no hay que pedirle peras al olmo): que llegado un punto de la novela, y esto pasaba también en Un trabajo muy sucio, se pone en "modo Hollywood" (y de hecho los derechos de sus novelas ya han sido adquiridas por compañías cinematográficas), se olvida del humor y de la ironía y se centra en escenas de acción ("acción trepidante", que dirían los clásicos), y que llevan a un final de lo más predecible y ñoño. [Nota al margen: algo parecido le suele pasar a Terry Pratchett, que por lo demás me parece muchísimo mejor que Moore en un género semejante de humor-fantasía].
Vamos, que Moore tiene golpes buenos, algunos de ellos políticamente incorrectos, y en general hacen gracia sus invenciones fantasiosas, más las naturales (los personajes extravagantes) que las sobrenaturales (¿zombies, en serio?); pero reconozco que las últimas cincuenta páginas las leí en diagonal, porque total, sabía cómo iba a acabar todo, así que solo quería que acabase cuanto antes para pasar a otra cosa.
También de Christopher Moore en ULAD: Un trabajo muy sucio
lunes, 31 de octubre de 2011
domingo, 30 de octubre de 2011
Colaboración: Gomorra de Roberto Saviano
Idioma original: italiano
Título original: Gomorra
Año de publicación: 2006
Valoración: Imprescindible
Podría empezar esta reseña señalando la situación en la que vive Roberto Saviano a raíz de este texto: siempre en movimiento, sin probar dos veces la misma cama, con la muerte en las espaldas. Serviría, creo yo, para ilustrar la potencia y la importancia que cobraron sus palabras en su país de origen, y que al mismo tiempo es el país que ama y al que quiere salvar. Pero si bien estas cuestiones son bastante ilustrativas, uno no alcanza a comprender la magnitud de sus palabras hasta que toma contacto con el texto.
De Saviano y de su actitud comprometida se ha hablado antes (aquí), pero creo que la mejor forma (sino la única) de reconocer esta faceta es leyendo su obra. Gomorra es un cuadro de nuestro tiempo y al mismo tiempo un cuadro sobre la condición humana. A lo largo de las páginas de esta crónica/novela/libro de viajes (es difícil distinguir un género tradicional en una narración que va de la simple mención de hechos técnicos a pasajes aterradoramente poéticos) vamos conociendo la otra cara de Italia, la sumergida, la que no sale en ningún lado, la que permanece como rehén del lujo y el glamour del otro lado de la moneda.
Al principio, la obra muestra los aspectos estrictamente económicos de la organización a la que disecciona con maestría y pavor (la “Camorra”, una de las mafias más poderosas del mundo, con ramificaciones por todo el planeta), pero a medida que pasan las páginas va mostrándonos el precio en vidas humanas que se cobra el accionar criminal, y llegando al final, uno termina sintiéndose tan hastiado como el narrador, que culmina la novela flotando entre la basura irresponsablemente distribuida por la mafia.
Pero Gomorra no es solamente una denuncia de la corrupción que reina en su país y en el mundo. También es una actualización, una desmitificación del mundo criminal. Olvídense de las cicatrices en el rostro y de las navajas ocultas: los mafiosos de la vida real van a escuelas de negocios. Es el capitalismo más salvaje, un capitalismo primitivo que ha conseguido convertir a los criminales en extraordinarios empresarios, y que se vale de todas las herramientas posibles para conseguir el poder, inclusive la mera violencia. ¿Y para qué? Para nada. Tal es la conclusión que se extrae.
Y es en ese punto, donde reside la mayor crítica y la mayor lucidez (y quizás, la causa real de que sea perseguido) de Saviano: Gomorra prueba el absurdo del Sistema (como llaman los miembros a la organización criminal). Nadie se va a salvar, todos se van a morir. Envenenar la tierra o matar por dinero van a traer gloria pasajera, pero al final todos vamos a comparecer ante la muerte. “Y así, conocer ya no es un indicio de compromiso moral. Saber, entender, se convierte en una necesidad. La única posible para considerarse aún hombres dignos de respirar”, concluye el texto. Matar o comprender, ese es el dilema.
Título original: Gomorra
Año de publicación: 2006
Valoración: Imprescindible
Podría empezar esta reseña señalando la situación en la que vive Roberto Saviano a raíz de este texto: siempre en movimiento, sin probar dos veces la misma cama, con la muerte en las espaldas. Serviría, creo yo, para ilustrar la potencia y la importancia que cobraron sus palabras en su país de origen, y que al mismo tiempo es el país que ama y al que quiere salvar. Pero si bien estas cuestiones son bastante ilustrativas, uno no alcanza a comprender la magnitud de sus palabras hasta que toma contacto con el texto.
De Saviano y de su actitud comprometida se ha hablado antes (aquí), pero creo que la mejor forma (sino la única) de reconocer esta faceta es leyendo su obra. Gomorra es un cuadro de nuestro tiempo y al mismo tiempo un cuadro sobre la condición humana. A lo largo de las páginas de esta crónica/novela/libro de viajes (es difícil distinguir un género tradicional en una narración que va de la simple mención de hechos técnicos a pasajes aterradoramente poéticos) vamos conociendo la otra cara de Italia, la sumergida, la que no sale en ningún lado, la que permanece como rehén del lujo y el glamour del otro lado de la moneda.
Al principio, la obra muestra los aspectos estrictamente económicos de la organización a la que disecciona con maestría y pavor (la “Camorra”, una de las mafias más poderosas del mundo, con ramificaciones por todo el planeta), pero a medida que pasan las páginas va mostrándonos el precio en vidas humanas que se cobra el accionar criminal, y llegando al final, uno termina sintiéndose tan hastiado como el narrador, que culmina la novela flotando entre la basura irresponsablemente distribuida por la mafia.
Pero Gomorra no es solamente una denuncia de la corrupción que reina en su país y en el mundo. También es una actualización, una desmitificación del mundo criminal. Olvídense de las cicatrices en el rostro y de las navajas ocultas: los mafiosos de la vida real van a escuelas de negocios. Es el capitalismo más salvaje, un capitalismo primitivo que ha conseguido convertir a los criminales en extraordinarios empresarios, y que se vale de todas las herramientas posibles para conseguir el poder, inclusive la mera violencia. ¿Y para qué? Para nada. Tal es la conclusión que se extrae.
Y es en ese punto, donde reside la mayor crítica y la mayor lucidez (y quizás, la causa real de que sea perseguido) de Saviano: Gomorra prueba el absurdo del Sistema (como llaman los miembros a la organización criminal). Nadie se va a salvar, todos se van a morir. Envenenar la tierra o matar por dinero van a traer gloria pasajera, pero al final todos vamos a comparecer ante la muerte. “Y así, conocer ya no es un indicio de compromiso moral. Saber, entender, se convierte en una necesidad. La única posible para considerarse aún hombres dignos de respirar”, concluye el texto. Matar o comprender, ese es el dilema.
Firmado: Jonatan Lipner
También de Roberto Saviano en ULAD: CeroCeroCero, La belleza y el infierno, Lo contrario de la muerte. Además, se le menciona aquí
sábado, 29 de octubre de 2011
Ser jurado de un premio literario (experiencia personal)
Como ya mencioné la semana pasada, últimamente he andado escaso de reseñas pero no de lecturas. Además de corregir dos librazos, también he sido jurado en un premio literario en el que vengo participando desde hace varios años. No daré pistas, evidentemente, pero sí puedo indicar que se trata de un premio internacional, razonablemente bien considerado y económicamente modesto.
Como es sábado y todo el mundo está descansando, me gustaría comentar algunas curiosidades en relación con mi membresía en dicho jurado, si a los lectores no les importa. Mañana, no hay problema, regresarán las animadas reseñas de cada día.
Lo primero que quiero señalar es que, al ser este premio bastante independiente y no dispone de ayudas o subvenciones, tampoco goza del privilegio que supone contar con un grupo de lectores que hagan el habitual "barrido" inicial de textos. Ergo, los jurados nos comemos directamente todas las obras. La organización va cambiando con los años y según el número de originales recibidos, pero hay veces que hemos tenido que leernos más de setenta textos. O más. Y esto, en un plazo de dos o tres semanas. Conclusión: se te caen los ojos de tanto leer, en serio. Lees en el metro, lees en la comida, lees en el baño, lees en la cama, lees en la oficina, lees cuando sacas al perro. Lees todo el rato, incluso cuando no tienes ganas de leer, y por supuesto muchas obras que no leerías pasadas las diez primeras páginas.
Esto enlaza con el segundo punto: en general, salvo casos de desastre total, nos leemos las obras de cabo a rabo. Aunque llevemos cincuenta páginas y no nos esté gustando nada. Supongo que lo hacemos no tanto a la espera de encontrar un hallazgo literario final que justifique la lectura de las tediosas páginas anteriores, como por deferencia hacia el trabajo del autor: alguien que, independientemente de su mayor o menor talento o de su brillantez en ese texto específico, ha trabajado una obra, la ha corregido, la ha fotocopiado, la ha enviado, etc. Creo que lo justo es leerla hasta el final, para poder luego, efectivamente, escribir una nota de jurado ciscándote en ella, si es necesario, pero siempre con conocimiento de causa.
Por lo demás, y según mi experiencia, cuando se eligen las tres o cuatro obras finalistas el debate suele ser "caliente" y habitualmente lo gana ese miembro del jurado (siempre hay uno) que es "el que más manda", bien sea por su currículo, por su experiencia, por su edad o por su poder. He podido ser "ojeador" en otros premios (algunos bastante gordos) y esto es así: siempre hay un jurado al que es difícil discutirle; o mejor dicho, al que se le puede discutir, pero al final todo el mundo termina dándole la razón. Por suerte, esta "norma" que yo he conocido seguro que tiene sus numerosas excepciones, aunque yo no las haya visto.
Para acabar, me gustaría contar dos o tres cosas que me han sucedido. La primera, por ejemplo, muy sencillita: desde hace seis años hay un autor que siempre, siempre, siempre, nos manda las mismas dos obras (que nunca han resultado premiadas, claro). Todos los putos años. La segunda: hace tres años, recibí la llamada de un autor (medianamente conocido) que sabía quiénes éramos los jurados y nos llamó a algunos para confirmarnos que sí, su obra se había presentado al concurso y sí, el título era tal, "para que lo tuviéramos en cuenta". Con un par. Por supuesto, nos pareció tan mal que no le dimos la oportunidad de ganar. En otra ocasión se premió una obra y se decidió nombrar finalista a otra. La cuestión es que el finalista no tiene dotación y, además, al ser nombrada, la obra ya no puede presentarse a otros concursos, por lo que es muy habitual preguntar al finalista si desea ese "galardón" o si prefiere quedar descartado. Como decía, una vez llamamos al finalista y le preguntamos si quería serlo. Nos preguntó si había dinero. No, le dijimos. Nos preguntó si podría seguir enviando la obra a otros premios. No, le dijimos. Así que rechazó la propuesta. Lo cojonudo es que nos llamó un ratito después, porque había visto en intenet que otro autor muy, muy conocido (ahora), había sido finalista del mismo premio hacía varios años. Y claro: decidió aceptar. A mí me pareció un gesto un poco vanidoso, pero bueno...
En todo caso, y termino, lo mejor de ser jurado de un premio es llamar al autor una vez decidido que su obra se merece el galardón. Sobre todo si es un autor desconocido, o semidesconocido, o novel. La alegría y la ilusión con que reciben la llamada nos hace sentir a todos muy felices, como en una fiesta telefónica. Por esos minutos valen la pena, muchas veces, las horas interminables de lectura de las semanas anteriores. A veces nos gustaría tener una mirilla desde la que poder ver su cara de sorpresa...
Buen finde.
Como es sábado y todo el mundo está descansando, me gustaría comentar algunas curiosidades en relación con mi membresía en dicho jurado, si a los lectores no les importa. Mañana, no hay problema, regresarán las animadas reseñas de cada día.
Lo primero que quiero señalar es que, al ser este premio bastante independiente y no dispone de ayudas o subvenciones, tampoco goza del privilegio que supone contar con un grupo de lectores que hagan el habitual "barrido" inicial de textos. Ergo, los jurados nos comemos directamente todas las obras. La organización va cambiando con los años y según el número de originales recibidos, pero hay veces que hemos tenido que leernos más de setenta textos. O más. Y esto, en un plazo de dos o tres semanas. Conclusión: se te caen los ojos de tanto leer, en serio. Lees en el metro, lees en la comida, lees en el baño, lees en la cama, lees en la oficina, lees cuando sacas al perro. Lees todo el rato, incluso cuando no tienes ganas de leer, y por supuesto muchas obras que no leerías pasadas las diez primeras páginas.
Esto enlaza con el segundo punto: en general, salvo casos de desastre total, nos leemos las obras de cabo a rabo. Aunque llevemos cincuenta páginas y no nos esté gustando nada. Supongo que lo hacemos no tanto a la espera de encontrar un hallazgo literario final que justifique la lectura de las tediosas páginas anteriores, como por deferencia hacia el trabajo del autor: alguien que, independientemente de su mayor o menor talento o de su brillantez en ese texto específico, ha trabajado una obra, la ha corregido, la ha fotocopiado, la ha enviado, etc. Creo que lo justo es leerla hasta el final, para poder luego, efectivamente, escribir una nota de jurado ciscándote en ella, si es necesario, pero siempre con conocimiento de causa.
Por lo demás, y según mi experiencia, cuando se eligen las tres o cuatro obras finalistas el debate suele ser "caliente" y habitualmente lo gana ese miembro del jurado (siempre hay uno) que es "el que más manda", bien sea por su currículo, por su experiencia, por su edad o por su poder. He podido ser "ojeador" en otros premios (algunos bastante gordos) y esto es así: siempre hay un jurado al que es difícil discutirle; o mejor dicho, al que se le puede discutir, pero al final todo el mundo termina dándole la razón. Por suerte, esta "norma" que yo he conocido seguro que tiene sus numerosas excepciones, aunque yo no las haya visto.
Para acabar, me gustaría contar dos o tres cosas que me han sucedido. La primera, por ejemplo, muy sencillita: desde hace seis años hay un autor que siempre, siempre, siempre, nos manda las mismas dos obras (que nunca han resultado premiadas, claro). Todos los putos años. La segunda: hace tres años, recibí la llamada de un autor (medianamente conocido) que sabía quiénes éramos los jurados y nos llamó a algunos para confirmarnos que sí, su obra se había presentado al concurso y sí, el título era tal, "para que lo tuviéramos en cuenta". Con un par. Por supuesto, nos pareció tan mal que no le dimos la oportunidad de ganar. En otra ocasión se premió una obra y se decidió nombrar finalista a otra. La cuestión es que el finalista no tiene dotación y, además, al ser nombrada, la obra ya no puede presentarse a otros concursos, por lo que es muy habitual preguntar al finalista si desea ese "galardón" o si prefiere quedar descartado. Como decía, una vez llamamos al finalista y le preguntamos si quería serlo. Nos preguntó si había dinero. No, le dijimos. Nos preguntó si podría seguir enviando la obra a otros premios. No, le dijimos. Así que rechazó la propuesta. Lo cojonudo es que nos llamó un ratito después, porque había visto en intenet que otro autor muy, muy conocido (ahora), había sido finalista del mismo premio hacía varios años. Y claro: decidió aceptar. A mí me pareció un gesto un poco vanidoso, pero bueno...
En todo caso, y termino, lo mejor de ser jurado de un premio es llamar al autor una vez decidido que su obra se merece el galardón. Sobre todo si es un autor desconocido, o semidesconocido, o novel. La alegría y la ilusión con que reciben la llamada nos hace sentir a todos muy felices, como en una fiesta telefónica. Por esos minutos valen la pena, muchas veces, las horas interminables de lectura de las semanas anteriores. A veces nos gustaría tener una mirilla desde la que poder ver su cara de sorpresa...
Buen finde.
viernes, 28 de octubre de 2011
Truman Capote: El arpa de hierba
Título original: The grass harp
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1951
Valoración: Muy recomendable
Una vez más, me pongo con mi querido Truman Capote. Esta vez, para hablar de una de sus historias más entrañables (no es que me guste mucho la palabrita, pero es que ahora no se me ocurre ninguna mejor para transmitir lo que quiero transmitir): El arpa de hierba.
Los que conozcan la vida de Truman Capote y los lectores fieles de ULAD (esta es la cuarta vez que reseño una de sus obras) sabrán qué clase de hombre fue el autor de la archifamosa Desayuno en Tiffany's y qué vida más peculiar tuvo este ilustre sureño, que antes de arrivar a la siempre tentadora ciudad de Nueva York para convertirse en un admirado periodista y escritor, pasó buena parte de su infancia y adolescencia en la casa de campo que compartían dos tías suyas, solteras y de cierta edad. Y es el recuerdo de esta época de su vida lo que le sirvió a Capote para tejer la novela de la que hoy hablamos, con un título tan hermoso y evocador como su contenido: El arpa de hierba.
Narrada en primera persona por un huérfano de dieciséis primaveras llamado Colin Fenwick, El arpa de hierba nos ofrece una entretenida, tierna y moderadamente melancólica historia situada en el siempre apasionane Sur de los Estados Unidos. El joven Fenwick vive en una hermosa casa de campo junto con sus dos tías solteras, Verena, fría, estricta y la mujer más rica del pueblo, y Dolly, hermana de Verena y justo lo contrario que ella: la bondad y la dulzura personificadas.
La trama central surge y se desarrolla a raíz de una peculiar pócima gitana, creación de Dolly, con la que la mujer pretende curar la hipocresía. Y ni corta ni perezosa, Verena querrá adueñarse del invento de su hermana ayudada por un presunto doctorzuelo que acabará traicionándola y robándola. Una ruda discusión entre las hermanas hará que Dolly, Catherine y el joven Colin acaben tomando una estrafalaria decisión: irse a vivir en una casa construída en un árbol, lo que dará lugar a toda clase de rocambolescas escenas, ya que Verena pondrá el grito en el cielo y por las cercanías del dichoso árbol comenzarán a circular una serie de peculiares personajes, desde el sheriff del lugar hasta el juez Cool, enamorado hasta las trancas de Dolly.
PD: hay una película sobre la novela. Data de 1995 y está protagonizada por el hoy olvidado Edward Furlong, el niño de American History X.
Otras obras de Truman Capote en ULAD: Aquí
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1951
Valoración: Muy recomendable
Una vez más, me pongo con mi querido Truman Capote. Esta vez, para hablar de una de sus historias más entrañables (no es que me guste mucho la palabrita, pero es que ahora no se me ocurre ninguna mejor para transmitir lo que quiero transmitir): El arpa de hierba.
Los que conozcan la vida de Truman Capote y los lectores fieles de ULAD (esta es la cuarta vez que reseño una de sus obras) sabrán qué clase de hombre fue el autor de la archifamosa Desayuno en Tiffany's y qué vida más peculiar tuvo este ilustre sureño, que antes de arrivar a la siempre tentadora ciudad de Nueva York para convertirse en un admirado periodista y escritor, pasó buena parte de su infancia y adolescencia en la casa de campo que compartían dos tías suyas, solteras y de cierta edad. Y es el recuerdo de esta época de su vida lo que le sirvió a Capote para tejer la novela de la que hoy hablamos, con un título tan hermoso y evocador como su contenido: El arpa de hierba.
Narrada en primera persona por un huérfano de dieciséis primaveras llamado Colin Fenwick, El arpa de hierba nos ofrece una entretenida, tierna y moderadamente melancólica historia situada en el siempre apasionane Sur de los Estados Unidos. El joven Fenwick vive en una hermosa casa de campo junto con sus dos tías solteras, Verena, fría, estricta y la mujer más rica del pueblo, y Dolly, hermana de Verena y justo lo contrario que ella: la bondad y la dulzura personificadas.
También vive en esa casa una criada negra de nombre Catherine, la más sensata de todos.
La trama central surge y se desarrolla a raíz de una peculiar pócima gitana, creación de Dolly, con la que la mujer pretende curar la hipocresía. Y ni corta ni perezosa, Verena querrá adueñarse del invento de su hermana ayudada por un presunto doctorzuelo que acabará traicionándola y robándola. Una ruda discusión entre las hermanas hará que Dolly, Catherine y el joven Colin acaben tomando una estrafalaria decisión: irse a vivir en una casa construída en un árbol, lo que dará lugar a toda clase de rocambolescas escenas, ya que Verena pondrá el grito en el cielo y por las cercanías del dichoso árbol comenzarán a circular una serie de peculiares personajes, desde el sheriff del lugar hasta el juez Cool, enamorado hasta las trancas de Dolly.
Y como no puede ser de otra manera, Truman Capote nos hará sonreír y retorcernos de tenue tristeza a la vez cuando leamos la última página de esta hermosa novela. Nadie como él para hacernos sentir melancolía por un paisaje, unos personajes y una etapa vital que ni presenciamos ni vivimos.
Preciosa. Muy recomendable.PD: hay una película sobre la novela. Data de 1995 y está protagonizada por el hoy olvidado Edward Furlong, el niño de American History X.
jueves, 27 de octubre de 2011
Jim Dodge: Fup
Idioma original: inglés
Título original: Fup
Fecha de publicación: 1983
Valoración: recomendable
Fup es un pato. Pero no es uno cualquiera. Es un pato que vive con el abuelo Jake Santee, que tiene 99 años y cree que se ha vuelto inmortal gracias al whiskey que él mismo destila y cuya receta le dio un indio a punto de morir, y con Tiny, un joven al que adoptó Jake cuando sólo contaba cuatro años, el típico gigante de buen corazón que vive obsesionado con las alambradas.
A partir de aquí, no sé muy bien cómo reseñar este libro. Puedo decir que me ha gustado, sí. Me ha gustado mucho. A ratos me ha parecido divertido (muy divertido), a ratos me ha resultado un tanto inquietante... y sin duda en todo momento he pensado que estaba ante un gran libro.
Es breve (no llega a las 100 páginas, se despacha en una tarde) y no demasiado original (hay millones de obras que cuentan historias más complejas) y, sin embargo, no deja de ser interesante. No sé si muestra la "América profunda" o si es simplemente una gran parodia de lo que el lector medio considera la "América profunda", pero, sin duda, es todo un hallazgo.
También de Jim Dodge en ULAD: Stone junction, El Cadillac de Big Bopper
miércoles, 26 de octubre de 2011
Jorge Semprún: La escritura o la vida
Idioma original: francés
Título original: L'écriture ou la vie
Año de publicación: 1994
Valoración: Imprescindible
He estado dudando si poner un "imprescindible" a este libro (hace meses que no pongo la máxima categoría a ninguna de mis reseñas) porque la segunda mitad me había parecido de menos mérito que la primera; pero al final me he decidido, porque este es un libro que, a pesar de sus posibles defectos, merece ser leído, y su autor, Jorge Semprún, desaparecido este mismo año, merece un reconocimiento que, al menos en España, no ha recibido por algún motivo, quizás político (Semprún fue Ministro de Cultura en uno de los gobiernos de Felipe González), o quizás estrictamente -estrechamente- lingüístico: la obra de Semprún está mayoritariamente escrita en francés.
Sea como sea, La escritura o la vida es una de las obras más densas que he leído sobre la memoria, un tema que ahora está tan de moda. No es que el libro sea interesante porque la vida de Semprún fuera intensa (que lo fue: juventud en París, Resistencia, internamiento en Buchenwald, clandestinidad en España, expulsión del PCE, éxito literario, implicación política...); sino por la densidad con la que la inteligencia y la sensibilidad de Semprún se aplica sobre esa materia prima resbaladiza que es el recuerdo.
Una de las tesis fundamentales del libro (sobre todo en su primera mitad, que como decía es la que más me ha impresionado) es que la vivencia de los campos de exterminio nazis no puede ser contada como testimonio: solo a través de la recreación artística -ficcional- puede comunicarse la experiencia de Auschwitz, Buchenbald o Dachau. Ese programa que llevó a cabo Semprún en sus primeras obras (El largo viaje, El desvanecimiento, La montaña blanca...), lo traiciona hasta cierto punto aquí, al hablar con su propio nombre, en primera persona, desde su propia experiencia.
Pero que se hayan levantado algunos velos de la ficción (pueden quedar otros, nunca lo sabremos) no quiere decir que no haya recreación artística: el autor reconstruye su vida a través de hechos que le recuerdan a otros hechos, de manera que la narración se establece en un triple tiempo (el tiempo de la vida, el tiempo de la memoria, el tiempo de la escritura) de apariencia caótica. Pocas obras he leído donde los meandros de la consciencia (lo que se recuerda, lo que se olvida, lo que se quiere olvidar, lo que surge del inconsciente, la caótica maraña de relaciones que teje nuestra consciencia) aparezcan tan claramente retratados y analizados.
Me he decidido a ponerle un "imprescindible" a la obra a pesar de ciertos defectos, efectivamente: algunas repeticiones, no solo de temas, anécdotas o reflexiones, sino incluso de palabras exactas; y algún desánimo en la segunda parte de la obra. Pero esos defectos son compensados con creces por la densidad, intensidad y humanidad de la obra, que a mi parecer está a la altura de Sin destino de Imre Kertesz o de Si esto es un hombre de Primo Levi. Y eso son palabras mayores...
P.D.: Si no os fiáis de mí, fiaos de Carlos Fuentes...
También de Jorge Semprún en ULAD: Viviré con su nombre, morirá con el mío
Título original: L'écriture ou la vie
Año de publicación: 1994
Valoración: Imprescindible
He estado dudando si poner un "imprescindible" a este libro (hace meses que no pongo la máxima categoría a ninguna de mis reseñas) porque la segunda mitad me había parecido de menos mérito que la primera; pero al final me he decidido, porque este es un libro que, a pesar de sus posibles defectos, merece ser leído, y su autor, Jorge Semprún, desaparecido este mismo año, merece un reconocimiento que, al menos en España, no ha recibido por algún motivo, quizás político (Semprún fue Ministro de Cultura en uno de los gobiernos de Felipe González), o quizás estrictamente -estrechamente- lingüístico: la obra de Semprún está mayoritariamente escrita en francés.
Sea como sea, La escritura o la vida es una de las obras más densas que he leído sobre la memoria, un tema que ahora está tan de moda. No es que el libro sea interesante porque la vida de Semprún fuera intensa (que lo fue: juventud en París, Resistencia, internamiento en Buchenwald, clandestinidad en España, expulsión del PCE, éxito literario, implicación política...); sino por la densidad con la que la inteligencia y la sensibilidad de Semprún se aplica sobre esa materia prima resbaladiza que es el recuerdo.
Una de las tesis fundamentales del libro (sobre todo en su primera mitad, que como decía es la que más me ha impresionado) es que la vivencia de los campos de exterminio nazis no puede ser contada como testimonio: solo a través de la recreación artística -ficcional- puede comunicarse la experiencia de Auschwitz, Buchenbald o Dachau. Ese programa que llevó a cabo Semprún en sus primeras obras (El largo viaje, El desvanecimiento, La montaña blanca...), lo traiciona hasta cierto punto aquí, al hablar con su propio nombre, en primera persona, desde su propia experiencia.
Pero que se hayan levantado algunos velos de la ficción (pueden quedar otros, nunca lo sabremos) no quiere decir que no haya recreación artística: el autor reconstruye su vida a través de hechos que le recuerdan a otros hechos, de manera que la narración se establece en un triple tiempo (el tiempo de la vida, el tiempo de la memoria, el tiempo de la escritura) de apariencia caótica. Pocas obras he leído donde los meandros de la consciencia (lo que se recuerda, lo que se olvida, lo que se quiere olvidar, lo que surge del inconsciente, la caótica maraña de relaciones que teje nuestra consciencia) aparezcan tan claramente retratados y analizados.
Me he decidido a ponerle un "imprescindible" a la obra a pesar de ciertos defectos, efectivamente: algunas repeticiones, no solo de temas, anécdotas o reflexiones, sino incluso de palabras exactas; y algún desánimo en la segunda parte de la obra. Pero esos defectos son compensados con creces por la densidad, intensidad y humanidad de la obra, que a mi parecer está a la altura de Sin destino de Imre Kertesz o de Si esto es un hombre de Primo Levi. Y eso son palabras mayores...
P.D.: Si no os fiáis de mí, fiaos de Carlos Fuentes...
También de Jorge Semprún en ULAD: Viviré con su nombre, morirá con el mío
martes, 25 de octubre de 2011
Shaun Tan: El árbol rojo
Idioma original: inglés
Título original: The Red Tree
Fecha de publicación: 2001
Valoración: muy recomendable
Quien esté familiarizado con la obra de Shaun Tan sabe que, por lo general, es un autor de pocas palabras. Y no me refiero a que sea un hombre callado (no lo conozco personalmente, así que bien puede ser un genio de la conversación), sino a que sus cómics, generalmente, no tienen mucho texto. Y, puestos a ser sinceros, ni falta que hace, pues sus ilustraciones son tan poderosas que en realidad no es necesario que vayan acompañadas de muchas palabras, puesto que hablan por sí solas.
La protagonista de El árbol rojo es una niña cuyo nombre desconocemos, aunque bien puede simbolizar cualquiera de nosotros. La historia es la representación de un mal día. O, mejor dicho, de cómo vive cada uno de sus días una persona deprimida. Aunque a lo largo de apenas 32 páginas Tan crea un mundo basado en los sentimientos típicos de la depresión, éste no es un cómic triste (y ya tiene mérito).
Las ilustraciones son tan poderosas, tan increíblemente bien realizadas e inspiradas, que consiguen mostrar el terrible y desolador sentimiento del que Tan quiere hacernos partícipes, pero logran también que nos quedemos durante minutos y minutos observando cada uno de los mil detalles que dan forma a las pinturas, absortos en el trabajo del ilustrador y quitando hierro, durante esos momentos, a lo que estamos "leyendo".
También es importante destacar (no sólo como curiosidad, sino también como elemento muy importante de la historia) que, a pesar de que el tema es el que es y puede no apetecernos entrar en él, Tan deja en cada página un pequeño detalle, una puerta a la esperanza imposible de ver si no se estudian detenidamente cada una de las ilustraciones. Es tarea del lector encontrarlo y darle una vuelta a la historia, encontrándole un nuevo sentido. Pero no os diré cuál es. Tendréis que haceros con el cómic y descubrirlo.
También de Shaun Tan en ULAD: Emigrantes, La cosa perdida, Cuentos de la periferia
lunes, 24 de octubre de 2011
Miguel Delibes: El disputado voto del señor Cayo
Idioma original: español
Año de publicación: 1978
Valoración: se deja leer
Antes siquiera de empezar a leer esta novela, ya tenía en mi cabeza un boceto de la reseña que iba a escribir: "Miguel Delibes, crítica a la política, humor y sarcasmo, ataque a la voracidad de los políticos, plena actualidad, maestro, genial, espléndido". Pero por una vez, y creo que es la única por ahora, el bueno de Delibes me ha decepcionado, y no puedo escribir esa reseña que tenía pensado escribir.
Porque el problema es que aquí a Delibes se le ve demasiado el plumero: que ha escrito una "novela de tesis" con todas las de la ley. Y la tesis, que uno de los personajes llega a formular explícitamente, sería: "la gente de campo es verdaderamente sabia; la gente de ciudad (sobre todo los jóvenes) no saben nada, o lo que saben no es verdaderamente importante". Y para defender esta tesis, Delibes crea los personajes que le hacen falta, puros estereotipos esquemáticos y descarnados: Rafa, el joven pagado de sí mismo, insensible a la belleza de lo natural; Víctor, algo mayor, un auténtico gentleman capaz de derramar lágrimas de placer ante una ermita prerrománica o un paisaje bien puesto; y Laly, la femme feminista, también sensible pero sobre todo independiente. Su contraste con el señor Cayo, paciente, estoico y casi místico, se refleja incluso en el lenguaje: variado y rico en matices léxicos el del campesino; repetitivo y vulgar el de los jóvenes de ciudad.
Por lo tanto la crítica fundamental no se dirige, como yo pensaba, contra los políticos que se preocupan más por obtener el "disputado voto del señor Cayo", sino en general contra los "intelectuales" urbanitas que han perdido toda conexión con la naturaleza. Sí, algo de crítica hay, especialmente contra los nostálgicos del franquismo en el contexto de aquellas primeras elecciones democráticas de 1977, caricaturizados como matones de tres al cuarto; o contra los aparatos del partido, representados por Dani, obsesionados con la imagen y con la victoria. Pero son críticas de poca hondura, y sobre todo se nota que no es lo que a Delibes le preocupa.
No quiero decir que no me haya gustado la novela porque no esté de acuerdo con su tesis (aunque no estoy de acuerdo con su tesis); sino que me parece que, a las alturas en las que la escribió, un Miguel Delibes ya maduro debería haber sabido plasmarla narrativamente de una manera menos maniquea, menos burda. En fin, una decepción.
Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí, entrada in memoriam tras su fallecimiento
Año de publicación: 1978
Valoración: se deja leer
Antes siquiera de empezar a leer esta novela, ya tenía en mi cabeza un boceto de la reseña que iba a escribir: "Miguel Delibes, crítica a la política, humor y sarcasmo, ataque a la voracidad de los políticos, plena actualidad, maestro, genial, espléndido". Pero por una vez, y creo que es la única por ahora, el bueno de Delibes me ha decepcionado, y no puedo escribir esa reseña que tenía pensado escribir.
Porque el problema es que aquí a Delibes se le ve demasiado el plumero: que ha escrito una "novela de tesis" con todas las de la ley. Y la tesis, que uno de los personajes llega a formular explícitamente, sería: "la gente de campo es verdaderamente sabia; la gente de ciudad (sobre todo los jóvenes) no saben nada, o lo que saben no es verdaderamente importante". Y para defender esta tesis, Delibes crea los personajes que le hacen falta, puros estereotipos esquemáticos y descarnados: Rafa, el joven pagado de sí mismo, insensible a la belleza de lo natural; Víctor, algo mayor, un auténtico gentleman capaz de derramar lágrimas de placer ante una ermita prerrománica o un paisaje bien puesto; y Laly, la femme feminista, también sensible pero sobre todo independiente. Su contraste con el señor Cayo, paciente, estoico y casi místico, se refleja incluso en el lenguaje: variado y rico en matices léxicos el del campesino; repetitivo y vulgar el de los jóvenes de ciudad.
Por lo tanto la crítica fundamental no se dirige, como yo pensaba, contra los políticos que se preocupan más por obtener el "disputado voto del señor Cayo", sino en general contra los "intelectuales" urbanitas que han perdido toda conexión con la naturaleza. Sí, algo de crítica hay, especialmente contra los nostálgicos del franquismo en el contexto de aquellas primeras elecciones democráticas de 1977, caricaturizados como matones de tres al cuarto; o contra los aparatos del partido, representados por Dani, obsesionados con la imagen y con la victoria. Pero son críticas de poca hondura, y sobre todo se nota que no es lo que a Delibes le preocupa.
No quiero decir que no me haya gustado la novela porque no esté de acuerdo con su tesis (aunque no estoy de acuerdo con su tesis); sino que me parece que, a las alturas en las que la escribió, un Miguel Delibes ya maduro debería haber sabido plasmarla narrativamente de una manera menos maniquea, menos burda. En fin, una decepción.
Otras obras de Miguel Delibes en ULAD: Aquí, entrada in memoriam tras su fallecimiento
domingo, 23 de octubre de 2011
Philip K. Dick: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Idioma original: inglés
Título original: Do Androids Dream Of Electric Sheep?
Fecha de publicación: 1968
Valoración: Muy recomendable
No sé ni por dónde empezar. No sé, ¿diciendo que, al fin, he leído el libro en el que se inspiró mi película preferida? Porque así es: la novela de aparatoso e hilarante título que hoy reseño le sirvió al talentoso pero irregular director británico Ridley Scott para filmar (muy libremente, eso sí) en 1982 esa joya de la ciencia-ficción que es Blade Runner.
Y aunque me cueste horrores, trataré de no convertir este post en una serie de elaboradas comparaciones entre el libro y la película, a saber: personajes eliminados en la versión cinematográfica, humanidad mucho más explícita de los androides de los fotogramas, ausencia de la mitología que presenta el libro, etc. Aunque creo que me va ser imposible no decir nada sobre el prodigioso monólogo final del villano de la función, que por méritos propios ha pasado a la historia del llamado Séptimo Arte.
Pero quedémonos con los pies sobre el papel...
La historia de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se desarrolla en un futuro hipotético (2021 en la edición que yo he leído; dicen que 1992 en otras ediciones...) y desolador, tras una Guerra Mundial Terminal que ha dejado la Tierra febril y llena de polvo radiactivo. Por eso, las autoridades animan a los terrícolas a emigrar a las colonias espaciales que por ahí hay montadas. Es que el planeta agoniza, sí. La mayor parte de sus especies animales están extinguidas y sus habitantes, entregados al caos de las lúgubres ciudades en las que se amontonan, pueden sentirse afortunados si no enferman.
En Marte, los humanos colonizadores utilizan androides de pluscuamperfecta apariencia humana pero de vida limitada a unos pocos años y rasgos en sus conductas que demuestran que en realidad son máquinas. La situación se caldea cuando un grupo de estos androides, los punteros Nexus-6, se escapan violentamente del Planeta Rojo y recalan en la Tierra dispuestos a infiltrarse y vivir con normalidad entre la población humana.
Sin embargo, una serie de cazadores de androides harán que sus ideas se vengan abajo. Uno de estos hombres es Rick Deckard, el protagonista de la función (Harrison Ford en la pantalla grande, tenía que decirlo), cuyas andanzas para eliminar a estas máquinas humanoides son la materia de esta novela: esta demencial, visionaria, atrevida y agitadora novela.
Un análisis pormenorizado de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? me obligaría a hablar con detenimiento de los numerosos y brillantes detalles que la nutren y enriquecen, como el peculiar test que se hace a los sospechos de ser androides para pillarles, o la obsesión de Deckard por tener un animal "de verdad", o cierto instrumento doméstico que introduce emociones en sus usuarios, o de ese sosias de Dios llamado Mercer al que se accede a través de un aparato electrónico, etc... Pero me limitaré a aconsejar con ímpetu y pasión a quien esté leyendo esta reseña que se anime a leer la novela de la que habla, un libro corto pero impactante en el que se tratan cuestiones tan humanas y existenciales que no hacen sino dotar al término "ciencia-ficción" de un barniz de tragedia y sentimiento difícil de igualar.
Porque puede que al principio del libro Rick Deckard tenga claro que los androides, máquinas con fecha de caducidad próxima y ausencia de empatía, no son personas pese a que se comporten y se parezcan a ellas, pero a medida que avanza la trama, el lector va comprobando cómo las dudas nacen en el corazón del peculiar cazador cuyo corcel es un coche volador y que pese a estar casado, no puede evitar sentirse atraído por uno de esos hermosos sacos eléctricos que, en teoría, tanto recelo le despiertan.
Por lo tanto, considero que esta novela del genial lunático e hiper-adaptado al cine Philip K. Dick es una lectura absolutamente recomendable que no le lleva a uno más de tres tardes pero que le sumerge en un universo no tan remoto y muy difícil de olvidar.
Y bueno, qué se le va hacer. Una no es una máquina, no me resisto, así que termino este post mencionando el archifamoso monólogo del final de Blade Runner. Surge de la impecable boca del líder de los Nexus-6, el interesante y terrible Roy Baty, interpretado por un arquetipo ario de sangre holandesa llamado Rutger Hauer. Dicen que fue el propio actor el que escribió su monólogo y la verdad es que cada vez que lo escucho, se me pone la piel de gallina. Conozco a personas que hasta lloran, y no me extraña. Vamos, que me creo que para escribirlo Hauer se inspirara en el poema El barco ebrio de Arthur Rimbaud. Eso se rumorea.
Ahí queda eso. Espero que este post no se pierda en el tiempo como lágrimas en la lluvia...
También de Philip K. Dick en ULAD: Ubik, El hombre en el castillo
Título original: Do Androids Dream Of Electric Sheep?
Fecha de publicación: 1968
Valoración: Muy recomendable
No sé ni por dónde empezar. No sé, ¿diciendo que, al fin, he leído el libro en el que se inspiró mi película preferida? Porque así es: la novela de aparatoso e hilarante título que hoy reseño le sirvió al talentoso pero irregular director británico Ridley Scott para filmar (muy libremente, eso sí) en 1982 esa joya de la ciencia-ficción que es Blade Runner.
Y aunque me cueste horrores, trataré de no convertir este post en una serie de elaboradas comparaciones entre el libro y la película, a saber: personajes eliminados en la versión cinematográfica, humanidad mucho más explícita de los androides de los fotogramas, ausencia de la mitología que presenta el libro, etc. Aunque creo que me va ser imposible no decir nada sobre el prodigioso monólogo final del villano de la función, que por méritos propios ha pasado a la historia del llamado Séptimo Arte.
Pero quedémonos con los pies sobre el papel...
La historia de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se desarrolla en un futuro hipotético (2021 en la edición que yo he leído; dicen que 1992 en otras ediciones...) y desolador, tras una Guerra Mundial Terminal que ha dejado la Tierra febril y llena de polvo radiactivo. Por eso, las autoridades animan a los terrícolas a emigrar a las colonias espaciales que por ahí hay montadas. Es que el planeta agoniza, sí. La mayor parte de sus especies animales están extinguidas y sus habitantes, entregados al caos de las lúgubres ciudades en las que se amontonan, pueden sentirse afortunados si no enferman.
En Marte, los humanos colonizadores utilizan androides de pluscuamperfecta apariencia humana pero de vida limitada a unos pocos años y rasgos en sus conductas que demuestran que en realidad son máquinas. La situación se caldea cuando un grupo de estos androides, los punteros Nexus-6, se escapan violentamente del Planeta Rojo y recalan en la Tierra dispuestos a infiltrarse y vivir con normalidad entre la población humana.
Sin embargo, una serie de cazadores de androides harán que sus ideas se vengan abajo. Uno de estos hombres es Rick Deckard, el protagonista de la función (Harrison Ford en la pantalla grande, tenía que decirlo), cuyas andanzas para eliminar a estas máquinas humanoides son la materia de esta novela: esta demencial, visionaria, atrevida y agitadora novela.
Un análisis pormenorizado de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? me obligaría a hablar con detenimiento de los numerosos y brillantes detalles que la nutren y enriquecen, como el peculiar test que se hace a los sospechos de ser androides para pillarles, o la obsesión de Deckard por tener un animal "de verdad", o cierto instrumento doméstico que introduce emociones en sus usuarios, o de ese sosias de Dios llamado Mercer al que se accede a través de un aparato electrónico, etc... Pero me limitaré a aconsejar con ímpetu y pasión a quien esté leyendo esta reseña que se anime a leer la novela de la que habla, un libro corto pero impactante en el que se tratan cuestiones tan humanas y existenciales que no hacen sino dotar al término "ciencia-ficción" de un barniz de tragedia y sentimiento difícil de igualar.
Porque puede que al principio del libro Rick Deckard tenga claro que los androides, máquinas con fecha de caducidad próxima y ausencia de empatía, no son personas pese a que se comporten y se parezcan a ellas, pero a medida que avanza la trama, el lector va comprobando cómo las dudas nacen en el corazón del peculiar cazador cuyo corcel es un coche volador y que pese a estar casado, no puede evitar sentirse atraído por uno de esos hermosos sacos eléctricos que, en teoría, tanto recelo le despiertan.
Por lo tanto, considero que esta novela del genial lunático e hiper-adaptado al cine Philip K. Dick es una lectura absolutamente recomendable que no le lleva a uno más de tres tardes pero que le sumerge en un universo no tan remoto y muy difícil de olvidar.
Y bueno, qué se le va hacer. Una no es una máquina, no me resisto, así que termino este post mencionando el archifamoso monólogo del final de Blade Runner. Surge de la impecable boca del líder de los Nexus-6, el interesante y terrible Roy Baty, interpretado por un arquetipo ario de sangre holandesa llamado Rutger Hauer. Dicen que fue el propio actor el que escribió su monólogo y la verdad es que cada vez que lo escucho, se me pone la piel de gallina. Conozco a personas que hasta lloran, y no me extraña. Vamos, que me creo que para escribirlo Hauer se inspirara en el poema El barco ebrio de Arthur Rimbaud. Eso se rumorea.
Ahí queda eso. Espero que este post no se pierda en el tiempo como lágrimas en la lluvia...
También de Philip K. Dick en ULAD: Ubik, El hombre en el castillo
sábado, 22 de octubre de 2011
La labor del corrector editorial, algunas ideas sueltas
Llevo aproximadamente mes y medio sin poder escribir reseñas, porque han coincidido en el tiempo dos libros bastante gruesos para los que he tenido que realizar un intenso trabajo de corrección (y por otro motivo, que desvelaré el próximo fin de semana). Debido a que, por la naturaleza de este blog, no puedo reseñar libros que todavía no están publicados, me gustaría, al menos, aprovechar estas lecturas para hablar brevemente de este trabajo en la sombra, necesario para que cualquier libro a la venta tenga un aspecto, digamos, decente. También me aprovecho de que es sábado y no hay muchos lectores: algunas personas se vuelven muy violentas si no reciben su ración diaria de crítica. Así pues, con permiso.
En general, corregir un libro es una tortura. Ya está. Ya lo he dicho. Y con esto podría terminar mi pequeño discurso. Algunos lectores pensarán: "No puede ser. Un trabajo que consiste en leer, y además en primicia, tiene que ser la hostia". Pues no. Y por varias razones.
La primera, obvia, es que el corrector, cuando ejerce, no lee de la misma manera que cuando lee por placer, por vicio o por fornicio. Un lector toma un libro, lo manosea y, poco después, se mete en él, se deja llevar por la prosa del autor, por los conflictos de los personajes. Esto no sucede en la lectura del corrector: el policía de la ortografía y del estilo no atiende a las razones de los protagonistas, no. Sus ojos trabajan a destajo bajo una única premisa: "en esta frase hay una errata, y yo la voy a encontrar". Y así, con todas las frases. Aunque el libro tenga quinientas páginas. El corrector persigue las comas mal situadas, las palabras mal escritas por una confusión en el tecleo, las tabulaciones incongruentes, las líneas huérfanas, las viudas, las solteras, el error de cohererencia en el uso de las mayúsculas, de los guiones, del tamaño de las tipografías. Los dobles espacios, ¡ay los dobles espacios! Las notas al pie mal puestas, ¡ay las notas al pie! Las bibliografías desordenadas, ¡ay...! Etc.
¿Alguien puede prestar la adecuada atención a un libro con todo eso en la cabeza? Claro que no...
La segunda razón es que los autores, muchas veces, son un pequeño desastre. O un desastre completo. Casos: El libro lleva fotografías, y el autor las envía mal (la foto no corresponde con su pie, por ejemplo). El autor no quiere perder tiempo buscando un dato concreto e incluye un paréntesis vacío que dice "buscar fecha". El autor se confunde en el nombre de los personajes (esto pasa más a menudo de lo que la gente cree). El autor se olvida de que ha empezado el libro alineando a la izquiera y, por ejemplo, a mitad del texto se le va la pelota y alinea a la derecha (ergo: duda del corrector, llamada al autor, consulta, corrección de última hora). El autor no tiene ni puta idea del uso de los guiones, o de los tres puntos, o del concepto etc. (y acaba poniendo guiones con espacio a ambos lados, o el tan terrible "etc...", o peor todavía, los "cinco puntos suspensivos"). El autor es un esteta y quiere que una parte del texto esté en formato piramidal, pero como no sabe hacerlo con el WORD, hace unas marcas y escribe, tranquilamente: "poner en pirámide invertida". Olé. Y así, cienes y cienes de cosas.
La tercera razón es que el corrector es Sísifo: da igual el número de veces que corrija el texto, da igual la intensidad de su observación, da igual que revise las pruebas en tercera, en cuarta o en quinta: al final, el puñetero libro saldrá con erratas. Y lo que es peor: cuando el libro esté en la calle, el corrector lo cogerá, lo abrirá por una página al azar, echará un vistazo rápido y ¡tachán!: allí estará esa errata hermosísima, visible, incuestionable. Y el corrector se ciscará en todos sus muertos por no haberla visto antes. En serio: esto sucede siempre. Es una ley no escrita de la edición. Lo cojonudo es que esa misma errata será vista, con el mismo azar, por el editor, que llamará al corrector y le dirá un par de cosas. Aunque sea la única de todo el libro. Lo dicho: Sísifo.
En fin. Podría hablar un buen rato más de este tema, pero tampoco es plan de aburrir a los tres lectores que están despiertos a estas horas un sábado. Solo quisiera añadir que, a pesar de lo pesado del oficio, soy de los que creen que los correctores son fundamentales en el proceso de publicación de un texto, y por lo tanto me alegro cuando un editor se preocupa y decide contactar (conmigo o con cualquier otro) para asegurar una edición cuidada. Indispensables. Recuerdo aquel libro que no pude terminar debido a la ingente cantidad de erratas que tenía, y la frustración que me produjo. Estoy seguro de que, sin un buen trabajo de corrección, muchas de las obras que hoy leemos con entusiasmo nos habrían provocado más de un dolor de cabeza, o algo peor.
Buen finde.
En general, corregir un libro es una tortura. Ya está. Ya lo he dicho. Y con esto podría terminar mi pequeño discurso. Algunos lectores pensarán: "No puede ser. Un trabajo que consiste en leer, y además en primicia, tiene que ser la hostia". Pues no. Y por varias razones.
La primera, obvia, es que el corrector, cuando ejerce, no lee de la misma manera que cuando lee por placer, por vicio o por fornicio. Un lector toma un libro, lo manosea y, poco después, se mete en él, se deja llevar por la prosa del autor, por los conflictos de los personajes. Esto no sucede en la lectura del corrector: el policía de la ortografía y del estilo no atiende a las razones de los protagonistas, no. Sus ojos trabajan a destajo bajo una única premisa: "en esta frase hay una errata, y yo la voy a encontrar". Y así, con todas las frases. Aunque el libro tenga quinientas páginas. El corrector persigue las comas mal situadas, las palabras mal escritas por una confusión en el tecleo, las tabulaciones incongruentes, las líneas huérfanas, las viudas, las solteras, el error de cohererencia en el uso de las mayúsculas, de los guiones, del tamaño de las tipografías. Los dobles espacios, ¡ay los dobles espacios! Las notas al pie mal puestas, ¡ay las notas al pie! Las bibliografías desordenadas, ¡ay...! Etc.
¿Alguien puede prestar la adecuada atención a un libro con todo eso en la cabeza? Claro que no...
La segunda razón es que los autores, muchas veces, son un pequeño desastre. O un desastre completo. Casos: El libro lleva fotografías, y el autor las envía mal (la foto no corresponde con su pie, por ejemplo). El autor no quiere perder tiempo buscando un dato concreto e incluye un paréntesis vacío que dice "buscar fecha". El autor se confunde en el nombre de los personajes (esto pasa más a menudo de lo que la gente cree). El autor se olvida de que ha empezado el libro alineando a la izquiera y, por ejemplo, a mitad del texto se le va la pelota y alinea a la derecha (ergo: duda del corrector, llamada al autor, consulta, corrección de última hora). El autor no tiene ni puta idea del uso de los guiones, o de los tres puntos, o del concepto etc. (y acaba poniendo guiones con espacio a ambos lados, o el tan terrible "etc...", o peor todavía, los "cinco puntos suspensivos"). El autor es un esteta y quiere que una parte del texto esté en formato piramidal, pero como no sabe hacerlo con el WORD, hace unas marcas y escribe, tranquilamente: "poner en pirámide invertida". Olé. Y así, cienes y cienes de cosas.
La tercera razón es que el corrector es Sísifo: da igual el número de veces que corrija el texto, da igual la intensidad de su observación, da igual que revise las pruebas en tercera, en cuarta o en quinta: al final, el puñetero libro saldrá con erratas. Y lo que es peor: cuando el libro esté en la calle, el corrector lo cogerá, lo abrirá por una página al azar, echará un vistazo rápido y ¡tachán!: allí estará esa errata hermosísima, visible, incuestionable. Y el corrector se ciscará en todos sus muertos por no haberla visto antes. En serio: esto sucede siempre. Es una ley no escrita de la edición. Lo cojonudo es que esa misma errata será vista, con el mismo azar, por el editor, que llamará al corrector y le dirá un par de cosas. Aunque sea la única de todo el libro. Lo dicho: Sísifo.
En fin. Podría hablar un buen rato más de este tema, pero tampoco es plan de aburrir a los tres lectores que están despiertos a estas horas un sábado. Solo quisiera añadir que, a pesar de lo pesado del oficio, soy de los que creen que los correctores son fundamentales en el proceso de publicación de un texto, y por lo tanto me alegro cuando un editor se preocupa y decide contactar (conmigo o con cualquier otro) para asegurar una edición cuidada. Indispensables. Recuerdo aquel libro que no pude terminar debido a la ingente cantidad de erratas que tenía, y la frustración que me produjo. Estoy seguro de que, sin un buen trabajo de corrección, muchas de las obras que hoy leemos con entusiasmo nos habrían provocado más de un dolor de cabeza, o algo peor.
Buen finde.
viernes, 21 de octubre de 2011
Francis Wyndham: El otro jardín y relatos completos
Idioma original: inglés
Título original: The Other Garden and Collected Stories
Fecha de publicación: 2011 (primera edición original: 1974, 1985, 1987)
Valoración: recomendable
Wyndham es un escritor que se sale de lo común. Escribió su primera compilación de relatos antes de cumplir los 20 años (en plena Segunda Guerra Mundial, mientras esperaba que lo mandaran al frente) y, como nadie se la quiso publicar, abandonó la escritura y se ejerció como crítico literario, periodista y editor. Quiso la casualidad (o el destino o qué sé yo) que ya cumplidos los 50 años encontrara el buen hombre aquellos cuentos en un cajón y decidiera enseñárselos a un amigo editor. Y que fueran publicados en 1974 bajo el título Lejos de la guerra. Animado por esta vuelta de tuerca, volvió a escribir. Once años después publicó La señora Henderson y otros relatos y, dos años más tarde, su primera y única novela: El otro jardín.
En este volumen que hoy reseño se recogen estos tres libros, la totalidad de su obra literaria. Sí, no es que dé para estudiarla durante toda una vida, pero sin duda estamos ante un escritor de lo más interesante, que ha sido en numerosas ocasiones comparado con Henry James y al que han descrito como uno de los mejores escritores de su generación. Y eso sin llegar a las 500 páginas impresas en toda su vida.
No hay duda de que la obra de Wyndham, relatos que describen con pericia la sociedad inglesa de la segunda mitad del siglo XX, está muy bien escrita. Y que no se salva de su pluma ni la clase alta, ni la clase media ni los más desfavorecidos. Pero el autor no critica ningún estrato social, sino que simplemente muestra lo que ve, centrándose, eso sí, en desarrollar unos personajes (en su mayoría, mujeres) que se salen de lo común. Wyndham parece no encontrarse a gusto al observar cómo la sociedad bienpensante trata a aquellos que se salen del camino marcado y no tiene reparos en mostrarlo en sus textos. Así, tanto sus relatos como su novela corta son protagonizados por gente cuyas obsesiones y preocupaciones marcarán el camino que seguirán en su vida y la reacción que ante ello tendrán los que con ellos se relacionen.
Todo un ejercicio de escritura, duro y a veces humorístico, y en todo momento muy, muy inglés. Delicioso.
jueves, 20 de octubre de 2011
ULAD en Twitter: 1000 seguidores
A estas alturas supongo que casi todos los que nos leéis habitualmente sabréis ya que también podéis seguirnos a través de twitter y facebook (y si lo sabíais, ¿a qué esperáis?; y si no lo sabíais, ¿a qué esperáis?). Bueno, pues esta misma noche acabamos de alcanzar los 1000 seguidores en Twitter, una cifra que, como diría alguno, nos llena de orgullo y satisfacción.
¿Y qué es Twitter?, dices mientras clavas, etc. Pues Twitter es una de las herramientas digitales sociales 2.0 de la nueva era, que nos permite mantener un contacto directo con nuestros lectores y con gentes varias del mundo literario español e internacional, enterarse de novedades literarias, editoriales, culturales y de todo tipo, compartir opiniones y enlaces, y todo ello al módico precio de 140 caracteres por mensaje. Para quien nunca haya entrado, nuestra página de Twitter tiene este aspecto:
¿Y qué tipo de cosas ponemos en Twitter? Pues aparte de las reseñas diarias, que se publican automáticamente gracias a TweetFeed, comentamos nuestras lecturas más recientes; damos cuenta de las noticias de actualidad (premios, efemérides, novedades editoriales, cotilleos...); y sobre todo charlamos amigablemente de literatura con otros lectores apasionados. Esta es una selección más o menos aleatoria de algunos de nuestros twits recientes, para que os hagáis una idea:
Por cierto que no podemos dejar pasar la oportunidad de decir que las chicas de Granite & Rainbow (revista a la que de alguna manera empiezo a considerar la hermana gemela de ULAD) nos han elegido como "Twitteros del mes" para su siguiente número. Y nosotros nos sentimos muy honrados y agradecidos por ello...
P.D.: ¿Ya os habéis pasado por el Premio Bitácoras 2011 para votarnos?
¿Y qué es Twitter?, dices mientras clavas, etc. Pues Twitter es una de las herramientas digitales sociales 2.0 de la nueva era, que nos permite mantener un contacto directo con nuestros lectores y con gentes varias del mundo literario español e internacional, enterarse de novedades literarias, editoriales, culturales y de todo tipo, compartir opiniones y enlaces, y todo ello al módico precio de 140 caracteres por mensaje. Para quien nunca haya entrado, nuestra página de Twitter tiene este aspecto:
¿Y qué tipo de cosas ponemos en Twitter? Pues aparte de las reseñas diarias, que se publican automáticamente gracias a TweetFeed, comentamos nuestras lecturas más recientes; damos cuenta de las noticias de actualidad (premios, efemérides, novedades editoriales, cotilleos...); y sobre todo charlamos amigablemente de literatura con otros lectores apasionados. Esta es una selección más o menos aleatoria de algunos de nuestros twits recientes, para que os hagáis una idea:
Atrapado leyendo "La escritura o la vida" de Jorge Semprún". Diría que está a la altura de "Sin destino" de Imre Kertesz. ¿Exagero?
Que Cardoso Pires no sea más conocido en España es un crimen.
Tenía ya escrita y programada la reseña de "Una novela china" de César Aira, y blogger se la ha tragado. Grrrrrr...
¿Alguien más en el ancho mundo usa Motigo Webstats? ¿A vosotros tampoco os funcionan desde el domingo al mediodía?
Una entrevista con el reciente Premio Nobel: http://www.elpais.com/articulo/cultura/Transtromer/poema/cosa/sueno/vigilia/elpepucul/20111006elpepucul_4/Tes
"La flecha del tiempo" de Martin Amis cuenta la vida de hombre al revés, de la vejez a la infancia. ¿Conocéis más casos parecidos?
@arcolibros Gracias a vosotros por seguiros, estaremos atentos a las novedades :)
En facebook alguien menciona a Murakami. Y en verdad en verdad os digo, como le den el Premio Nobel a Murakami, me pego un tiro (en el pie).
Tengo curiosidad, ¿por quién apuesta @cesarcocag para el Nobel de este año? :)
"Johnny cogió su fusil", "Trampa 22", "El buen soldado Sveijk"... ¿Os acordáis de másY así. ¿Y qué hay que hacer para seguirnos?, oigo que preguntan las masas. Pues en primer lugar hay que tener cuenta en Twitter. Si no, difícil. Y después, solo hay que buscarnos como @unlibroaldia y darle al botoncito que dice "Seguir". Es muy fácil. Más de 1000 personas ya lo han conseguido...#novelasantibelicistas?
Por cierto que no podemos dejar pasar la oportunidad de decir que las chicas de Granite & Rainbow (revista a la que de alguna manera empiezo a considerar la hermana gemela de ULAD) nos han elegido como "Twitteros del mes" para su siguiente número. Y nosotros nos sentimos muy honrados y agradecidos por ello...
P.D.: ¿Ya os habéis pasado por el Premio Bitácoras 2011 para votarnos?
miércoles, 19 de octubre de 2011
Saioa Olmo y Garikoitz Fraga: Vuelven las atracciones
Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 2010
Valoración: muy recomendable
Yo, la verdad, no me acuerdo, pero siempre he sabido que Bilbao tuvo en tiempos su propio parque de atracciones. Me dicen que también estuve de pequeño, pero no guardo ni una sola imagen. Lo que he asociado siempre con el parque es la silueta de las pirámides rojas sobre el monte Artxanda, que pueden verse desde media ciudad. Siempre presentes, pero siempre inaccesibles. Porque, de hecho, el parque es inaccesible desde que se cerró en 1990, pero allí sigue, llenándose de óxido cada día. Por lo que sé, la Diputación lo utiliza como almacén, y poco más.
Sólo durante un breve periodo de tiempo el parque recobró la vida de antes. Fue hace cuatro años, cuando la artista Saioa Olmo, junto a la productora de arte consonni, realizó una serie de visitas guiadas por el parque, mostrando al público un itinerario de atracciones ficticias que se elevaban sobre las ruinas de las originales. Así, la cervecería abandonada se convirtió en una nave espacial y el minizoo en la "Salvaje estampida". Entre la maleza y las estructuras oxidadas, los visitantes revivían su infancia o, simplemente, imaginaban una realidad diferente, más intensa e inocente.
Pues bien, hace poco se publicó un libro, editado también por consonni, que recoge toda esta experiencia. Estructurado en función del recorrido fantástico que seguían las visitas, en él se van mostrando un buen número de fotografías tomadas por los propios participantes, así como otras muchas imágenes de archivo. A esto se suman cuatro textos, de índole más teórica, que sitúan el proyecto en el marco de la llamada "exploración urbana" y reflexionan sobre la reveladora naturaleza de las ruinas contemporáneas. Este de la crisis es quizá un buen momento para pensar en lo que dicen de nosotros las ruinas que dejamos atrás: de nuestros sueños abandonados y nuestros anhelos insatisfechos. ¿Cuántas ruinas contemporáneas estaremos contemplando dentro de un año o de dos?
Fecha de publicación: 2010
Valoración: muy recomendable
Yo, la verdad, no me acuerdo, pero siempre he sabido que Bilbao tuvo en tiempos su propio parque de atracciones. Me dicen que también estuve de pequeño, pero no guardo ni una sola imagen. Lo que he asociado siempre con el parque es la silueta de las pirámides rojas sobre el monte Artxanda, que pueden verse desde media ciudad. Siempre presentes, pero siempre inaccesibles. Porque, de hecho, el parque es inaccesible desde que se cerró en 1990, pero allí sigue, llenándose de óxido cada día. Por lo que sé, la Diputación lo utiliza como almacén, y poco más.
Sólo durante un breve periodo de tiempo el parque recobró la vida de antes. Fue hace cuatro años, cuando la artista Saioa Olmo, junto a la productora de arte consonni, realizó una serie de visitas guiadas por el parque, mostrando al público un itinerario de atracciones ficticias que se elevaban sobre las ruinas de las originales. Así, la cervecería abandonada se convirtió en una nave espacial y el minizoo en la "Salvaje estampida". Entre la maleza y las estructuras oxidadas, los visitantes revivían su infancia o, simplemente, imaginaban una realidad diferente, más intensa e inocente.
Pues bien, hace poco se publicó un libro, editado también por consonni, que recoge toda esta experiencia. Estructurado en función del recorrido fantástico que seguían las visitas, en él se van mostrando un buen número de fotografías tomadas por los propios participantes, así como otras muchas imágenes de archivo. A esto se suman cuatro textos, de índole más teórica, que sitúan el proyecto en el marco de la llamada "exploración urbana" y reflexionan sobre la reveladora naturaleza de las ruinas contemporáneas. Este de la crisis es quizá un buen momento para pensar en lo que dicen de nosotros las ruinas que dejamos atrás: de nuestros sueños abandonados y nuestros anhelos insatisfechos. ¿Cuántas ruinas contemporáneas estaremos contemplando dentro de un año o de dos?
martes, 18 de octubre de 2011
António Lobo Antunes: Esplendor de Portugal
Idioma original: portugués
Título original: O esplendor de Portugal
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
António Lobo Antunes, para quien no le conozca, es el otro gran novelista portugués de la segunda mitad del siglo XX (el "otro", siendo el "uno", por supuesto, José Saramago). De hecho, y esto ya es una opinión personalísima, Lobo Antunes es más novelista que Saramago: Saramago siempre será, en mi opinión, un intelectual comprometido que escribía novelas, mientras que en Lobo Antunes se reconoce al "novelista de raza" (qué expresión tan fea), que en ocasiones ejerce de intelectual.
Siempre se habla de que Lobo Antunes es un eterno candidato al Nobel, y quizás termine ganándolo. De hecho, creo que lo merecería. En cambio, lo que no creo que consiga nunca es el favor del público en general, porque no es en absoluto un autor nada sencillo. Lo que Lobo Antunes ofrece en sus novelas (y en este Esplendor de Portugal en concreto) es la conciencia desnuda de sus personajes: el discurrir de su memoria, que salta entre distintos tiempos y entre diversos niveles (lo consciente, lo inconsciente, lo reprimido) y que se desliza reconstruyendo historias, pero no una historia en sentido tradicional.
Lobo Antunes exige un lector no solo activo, sino también atento, sensible y paciente, porque lo que él crea son mundos psicológicos y simbólicos a través de los cuales es posible reconstruir los hechos concretos que los provocaron. En este caso, son cuatro los personajes en cuyas mentes nos sumergimos: una familia compuesta por Isilda, la madre, que resiste aislada en la Angola post-descolonización; y los tres hermanos, Ruy, Clarisse y Carlos, que regresaron a una Lisboa a la que no pertenecen y que alimentan sus odios y resentimientos mutuos.
Esplendor de Portugal, como decía antes, no es una novela para todos los públicos, no porque describa escenas horrorosas (que alguna hay) o impúdicas escenas de sexo (que también), sino por su estructura y estilo descoyuntado, poético, combinatorio, fragmentario, desordenado, disperso. Entrar en el ritmo y el universo que propone la novela no es fácil; una vez que se han reconstruido las piezas fundamentales (quién es quién, qué relaciones hay entre ellos, cuáles son sus taras o secretos ocultos...) la lectura se hace más llevadera, y mucho más profunda. Y es una experiencia apasionante; mucho más, sinceramente, que la mayoría de las novelas de Saramago que he leído.
La nota tonta para terminar: Cada vez que en el libro leía el nombre de Clarisse, no podía evitar acordarme de El silencio de los corderos: "Quid pro quo, Clarice"... Qué daño ha hecho Hollywood a nuestras mentes...
También de Lobo Antunes: Aquí
Título original: O esplendor de Portugal
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable
António Lobo Antunes, para quien no le conozca, es el otro gran novelista portugués de la segunda mitad del siglo XX (el "otro", siendo el "uno", por supuesto, José Saramago). De hecho, y esto ya es una opinión personalísima, Lobo Antunes es más novelista que Saramago: Saramago siempre será, en mi opinión, un intelectual comprometido que escribía novelas, mientras que en Lobo Antunes se reconoce al "novelista de raza" (qué expresión tan fea), que en ocasiones ejerce de intelectual.
Siempre se habla de que Lobo Antunes es un eterno candidato al Nobel, y quizás termine ganándolo. De hecho, creo que lo merecería. En cambio, lo que no creo que consiga nunca es el favor del público en general, porque no es en absoluto un autor nada sencillo. Lo que Lobo Antunes ofrece en sus novelas (y en este Esplendor de Portugal en concreto) es la conciencia desnuda de sus personajes: el discurrir de su memoria, que salta entre distintos tiempos y entre diversos niveles (lo consciente, lo inconsciente, lo reprimido) y que se desliza reconstruyendo historias, pero no una historia en sentido tradicional.
Lobo Antunes exige un lector no solo activo, sino también atento, sensible y paciente, porque lo que él crea son mundos psicológicos y simbólicos a través de los cuales es posible reconstruir los hechos concretos que los provocaron. En este caso, son cuatro los personajes en cuyas mentes nos sumergimos: una familia compuesta por Isilda, la madre, que resiste aislada en la Angola post-descolonización; y los tres hermanos, Ruy, Clarisse y Carlos, que regresaron a una Lisboa a la que no pertenecen y que alimentan sus odios y resentimientos mutuos.
Esplendor de Portugal, como decía antes, no es una novela para todos los públicos, no porque describa escenas horrorosas (que alguna hay) o impúdicas escenas de sexo (que también), sino por su estructura y estilo descoyuntado, poético, combinatorio, fragmentario, desordenado, disperso. Entrar en el ritmo y el universo que propone la novela no es fácil; una vez que se han reconstruido las piezas fundamentales (quién es quién, qué relaciones hay entre ellos, cuáles son sus taras o secretos ocultos...) la lectura se hace más llevadera, y mucho más profunda. Y es una experiencia apasionante; mucho más, sinceramente, que la mayoría de las novelas de Saramago que he leído.
La nota tonta para terminar: Cada vez que en el libro leía el nombre de Clarisse, no podía evitar acordarme de El silencio de los corderos: "Quid pro quo, Clarice"... Qué daño ha hecho Hollywood a nuestras mentes...
También de Lobo Antunes: Aquí
lunes, 17 de octubre de 2011
Craig Thompson: Habibi
Idioma original: inglés
Título original: Habibi
Fecha de publicación: 2011
Valoración: imprescindible
Cuando se publicó Cuaderno de viaje, el tercer cómic de Craig Thompson, el autor se apresuró a decir que ésa no era la "nueva gran obra del autor de Blankets". Siete años después, los lectores pueden decir que, por fin, la nueva gran obra de Thompson ha llegado a nuestras manos. Y vaya si es una gran obra.
Habibi cuenta la historia de Dodola, una niña vendida, violada y convertida en esclava (no precisamente en ese orden y no necesariamente una única vez) que salva de la muerte a un bebé, Zam, y lo adopta como hijo, hermano y compañero. Dodola se encarga de criar al niño y de protegerlo en la medida de lo posible del mal del mundo, a la vez que le muestra la belleza del mismo en forma de historias que, como si fuera Sherezade, le cuenta cada día.
Pero Habibi es algo más que la historia de Zam y Dodola. Habibi es un exquisito experimento narrativo en el que el mundo moderno se mezcla con el antiguo (consiguiendo así una sensación de intemporalidad en la que todo es posible) y las historias narradas por la niña cobran tanta importancia como el argumento principal, consiguiento un todo perfectamente hilado en que destaca el trabajo realizado por el autor para mostrar las conexiones entre la cultura musulmana y cristiana.
En lo que a la parte gráfica se refiere, no podemos sino quitarnos el sombrero ante este trabajo. A través de más de 600 páginas, Thompson nos da una lección magistral de dibujo, donde la narración se mezcla con la caligrafía y el arte árabes y cada página se convierte en un universo lleno de detalles que es necesario observar más de una vez para poder disfrutarla completamente.
Estamos hablando de un trabajo titánico, donde el autor ha conseguido contar una historia de amor cambiante y atípica que se transforma con el paso del tiempo en la misma medida que lo hace el mundo que rodea a los protagonistas y que no pierde (sino todo lo contrario, gana) fuerza a medida que pasan las páginas. Resulta, por tanto, inevitable otorgarle a este cómic un Imprescindible, pues estoy segura de que estamos ante una de las grandes obras que se convertirán en clásicos y que servirán de referencia para futuros trabajos durante muchos, muchos años.
También de Craig Thompson: Blankets, Cuaderno de viaje y Adiós, Chunky Rice
domingo, 16 de octubre de 2011
Guy de Maupassant: Cuentos fantásticos
Idioma original: francés
Título original de los relatos: Le Horla, Magnétisme, Rêves, La peur, Apparition, La main
Fecha de publicación: a partir de 1882
Valoración: Recomendable
Hace nada una buena amiga me prestó este compendio de relatos fantásticos de Guy de Maupassant que he finiquitado con deleite en apenas dos pedazos de tarde.
Estando como estoy inmersa en la lectura de una de esas magníficas pero largas y muy densas novelas que requieren serenidad, calma y olvidarse de un tiempo de lectura toscamente limitado, he agradecido encantada este pequeño refresco. Y eso que no hablamos precisamente de cuentos cómicos o anecdóticos, no, qué va...
Para quien no lo sepa, el francés Guy de Maupassant fue un autor de finales del siglo diecinueve que siempre será recordado por la valiente y excelente aportación que su obra significó para el género fantástico.
Su vida fue corta y desgraciada. Al heredar de sus padres una enfermedad venérea, acabó sus días entre fuertes dolores y delirios, a la temprana edad de cuarenta y tres años. Pero su talento, gracias a Dios, le sobrevivió en delirantes y exquisitos vehículos como los relatos que contiene el libro que me ha dejado mi amiga.
Son seis los cuentos de Maupassant que contiene esta selección: El Horla, Magnetismo, Sueños, El miedo, Aparición y La mano. Y bueno, para qué negar que sus títulos dicen bastante de su contenido...
Vamos, que el lector de los mismos no se sorprenderá al toparse con historias de vampiros, espectros y diabólicas manos mutiladas.
El que más me ha gustado (y uno de los más celebrados del autor) ha sido El Horla, un angustioso relato narrado en primera persona y a modo de ágill diario que cuenta la angustia de un hombre que comienza a notar que un "ser invisible" que sólo se alimenta de agua y leche está luchando por quedarse con su cuerpo. Una pequeña pieza magistral que se puede encontra en la famosa página de cuentos Ciudad Seva.
Recomiendo pues estos relatos por ser tan amenos y curiosos.
Y bueno, soy de los que piensan que siempre es interesante y grato comprobar cómo escribían y sentían los romántico-góticos deminónicos como Maupassant, y conocer el poético lenguaje y las viscerales reflexiones mediante los cuales mostraban a sus lectores sus dudas existenciales y ese temor ancestral que nos persigue a los hombres desde el inicio de los tiempos: ¿acaso, invisible y paralelo al nuestro, hay un mundo de tinieblas esperándonos y acechándonos en todo momento? Lean y disfruten...
También de Guy de Maupassant en ULAD: El Horla, Bel Ami, Bola de sebo, Un parricida
Título original de los relatos: Le Horla, Magnétisme, Rêves, La peur, Apparition, La main
Fecha de publicación: a partir de 1882
Valoración: Recomendable
Hace nada una buena amiga me prestó este compendio de relatos fantásticos de Guy de Maupassant que he finiquitado con deleite en apenas dos pedazos de tarde.
Estando como estoy inmersa en la lectura de una de esas magníficas pero largas y muy densas novelas que requieren serenidad, calma y olvidarse de un tiempo de lectura toscamente limitado, he agradecido encantada este pequeño refresco. Y eso que no hablamos precisamente de cuentos cómicos o anecdóticos, no, qué va...
Para quien no lo sepa, el francés Guy de Maupassant fue un autor de finales del siglo diecinueve que siempre será recordado por la valiente y excelente aportación que su obra significó para el género fantástico.
Su vida fue corta y desgraciada. Al heredar de sus padres una enfermedad venérea, acabó sus días entre fuertes dolores y delirios, a la temprana edad de cuarenta y tres años. Pero su talento, gracias a Dios, le sobrevivió en delirantes y exquisitos vehículos como los relatos que contiene el libro que me ha dejado mi amiga.
Son seis los cuentos de Maupassant que contiene esta selección: El Horla, Magnetismo, Sueños, El miedo, Aparición y La mano. Y bueno, para qué negar que sus títulos dicen bastante de su contenido...
Vamos, que el lector de los mismos no se sorprenderá al toparse con historias de vampiros, espectros y diabólicas manos mutiladas.
El que más me ha gustado (y uno de los más celebrados del autor) ha sido El Horla, un angustioso relato narrado en primera persona y a modo de ágill diario que cuenta la angustia de un hombre que comienza a notar que un "ser invisible" que sólo se alimenta de agua y leche está luchando por quedarse con su cuerpo. Una pequeña pieza magistral que se puede encontra en la famosa página de cuentos Ciudad Seva.
Recomiendo pues estos relatos por ser tan amenos y curiosos.
Y bueno, soy de los que piensan que siempre es interesante y grato comprobar cómo escribían y sentían los romántico-góticos deminónicos como Maupassant, y conocer el poético lenguaje y las viscerales reflexiones mediante los cuales mostraban a sus lectores sus dudas existenciales y ese temor ancestral que nos persigue a los hombres desde el inicio de los tiempos: ¿acaso, invisible y paralelo al nuestro, hay un mundo de tinieblas esperándonos y acechándonos en todo momento? Lean y disfruten...
También de Guy de Maupassant en ULAD: El Horla, Bel Ami, Bola de sebo, Un parricida
sábado, 15 de octubre de 2011
Dieter Richter: El Sur. Historia de un punto cardinal
Idioma original: alemán
Título original: Der Süden. Geschichte einer Himmelsrichtung
Fecha de publicación: 2009
Valoración: recomendable
Supongo que habréis visto en algún momento la última campaña de una marca de cerveza que dice eso de: "Todos necesitamos un poco de Sur..." Se supone que la cerveza en cuestión debe servirnos para degustar una pequeña porción de la libertad, el bienestar y la deshinibición que asociamos con el Sur. Tranquilos, todavía no me ha dado por ponerme a hacer publicidad gratuita, pero es que me viene perfecto para hablar de este libro. Porque, al fin y al cabo, ¿por qué se supone que tenemos que asociar libertad, bienestar y deshinibición con el Sur? ¿Por qué no con el Este o con el Norte?
Tenemos tan interiorizadas estas asociaciones que no nos damos cuenta de su carácter construido y convencional. Supongo que a la pregunta de arriba muchos habréis contestado: "Pues porque en el Sur hace bueno, vaya tontería". ¡Ajá, caísteis en la trampa! ¿Dónde exactamente hace mejor que dónde? El tiempo, claro, depende de las estaciones, de las latitudes y de muchos otros condicionantes. Sin embargo, nos empeñamos en hablar así, en general, del Sur cálido y el Norte frío. Muchos alemanes, por ejemplo, se sorprenden cuando se enteran de que en España también nieva. Bueno, ya ha quedado claro, ¿no? No insisto.
Lo que hace Richter en este libro es rastrear la historia del Sur en cuanto idea, es decir, recorrer los significados que se han ido solidificando alrededor de este punto cardinal. Y por si tenéis alguna duda, no, el Sur no siempre se ha entendido como un lugar de solecito y despiporre. Durante mucho tiempo existió el terror a las aguas ecuatoriales, por ejemplo, donde se suponía que el sol estaba tan cerca de la Tierra que el mar hervía. Luego vino el Sur como destino de exploración y conquista, algo que no terminó hasta el descubrimiento del Polo sur en 1912. Desde entonces en lo que andamos metidos es en su explotación turística.
Algo bastante curioso es que Richter habla desde una perspectiva alemana, lo que cambia bastante las cosas. Así, describe las peregrinaciones a Tierra Santa y a Roma como una de las primeras estaciones en la historia cultural del Sur. Desde España, claro, las peregrinaciones más bien se movieron siempre en el eje Este-Oeste (Jerusalén-Compostela); mientras que el Sur nos llevaría inmediatamente a la relación problemática con el Islam. También dedica bastante espacio a Italia, viaje obligado para todo artista y pensador alemán que se preciase, de Goethe en adelante. Richter maneja fuentes muy variadas, y nos va ofreciendo fragmentos originales para mostrar las diversas visiones del Sur. El método está bien, porque ofrece textos muy curiosos, aunque acaba cargando un poco tanta detención. Entretenido e ilustrador, en cualquier caso.
Título original: Der Süden. Geschichte einer Himmelsrichtung
Fecha de publicación: 2009
Valoración: recomendable
Supongo que habréis visto en algún momento la última campaña de una marca de cerveza que dice eso de: "Todos necesitamos un poco de Sur..." Se supone que la cerveza en cuestión debe servirnos para degustar una pequeña porción de la libertad, el bienestar y la deshinibición que asociamos con el Sur. Tranquilos, todavía no me ha dado por ponerme a hacer publicidad gratuita, pero es que me viene perfecto para hablar de este libro. Porque, al fin y al cabo, ¿por qué se supone que tenemos que asociar libertad, bienestar y deshinibición con el Sur? ¿Por qué no con el Este o con el Norte?
Tenemos tan interiorizadas estas asociaciones que no nos damos cuenta de su carácter construido y convencional. Supongo que a la pregunta de arriba muchos habréis contestado: "Pues porque en el Sur hace bueno, vaya tontería". ¡Ajá, caísteis en la trampa! ¿Dónde exactamente hace mejor que dónde? El tiempo, claro, depende de las estaciones, de las latitudes y de muchos otros condicionantes. Sin embargo, nos empeñamos en hablar así, en general, del Sur cálido y el Norte frío. Muchos alemanes, por ejemplo, se sorprenden cuando se enteran de que en España también nieva. Bueno, ya ha quedado claro, ¿no? No insisto.
Lo que hace Richter en este libro es rastrear la historia del Sur en cuanto idea, es decir, recorrer los significados que se han ido solidificando alrededor de este punto cardinal. Y por si tenéis alguna duda, no, el Sur no siempre se ha entendido como un lugar de solecito y despiporre. Durante mucho tiempo existió el terror a las aguas ecuatoriales, por ejemplo, donde se suponía que el sol estaba tan cerca de la Tierra que el mar hervía. Luego vino el Sur como destino de exploración y conquista, algo que no terminó hasta el descubrimiento del Polo sur en 1912. Desde entonces en lo que andamos metidos es en su explotación turística.
Algo bastante curioso es que Richter habla desde una perspectiva alemana, lo que cambia bastante las cosas. Así, describe las peregrinaciones a Tierra Santa y a Roma como una de las primeras estaciones en la historia cultural del Sur. Desde España, claro, las peregrinaciones más bien se movieron siempre en el eje Este-Oeste (Jerusalén-Compostela); mientras que el Sur nos llevaría inmediatamente a la relación problemática con el Islam. También dedica bastante espacio a Italia, viaje obligado para todo artista y pensador alemán que se preciase, de Goethe en adelante. Richter maneja fuentes muy variadas, y nos va ofreciendo fragmentos originales para mostrar las diversas visiones del Sur. El método está bien, porque ofrece textos muy curiosos, aunque acaba cargando un poco tanta detención. Entretenido e ilustrador, en cualquier caso.
viernes, 14 de octubre de 2011
César Aira: Una novela china
Idioma original: español
Año de publicación: 1987
Valoración: Muy recomendable
Conocí a César Aira gracias a la recomendación de un compañero de departamento, que me contó que Aira es, en Argentina, un escritor de culto, a pesar de que (o a lo mejor, gracias a que) publica solo en editoriales pequeñas y con poca distribución. Ahora, sus obras están siendo publicadas en España por DeBolsillo, a precios muy asequibles.
La primera obra de Aira que me leí fue Parménides, y me resultó interesante, aunque algo fría, casi la demostración narrativa de un planteamiento teórico. Ahora, esta segunda, Una novela china, me ha parecido una pequeña joya: elegante, divertida, entrañable, sorprendente. Cuenta la vida de Lu Hsin, un hombre metódico, reflexivo y algo excéntrico, aspirante a pintor (o a alcanzar la sublimación de la pintura), bebedor de té, paseante, educador, tipógrafo, hidrógrafo, cartógrafo, que decide (así, como suena) enamorarse de una montañesa, aunque para ello tenga que educar a una desde niña. El ambiente de la novela consigue ser típicamente (a lo mejor, tópicamente) oriental sin ser cargante: la China exótica y paradójica de la "Revolución cultural" recreada por Aira puede sonar algo falsa a nuestros oídos, pero conserva su atractivo
Lo que más me gusta de las novelas de Aira es su despreocupación a la hora de escribir. Él mismo ha declarado que no sabe cómo terminarán sus novelas cuando empieza a escribirlas, algo que es un tópico entre los novelistas pero que en su caso parece ser verdad: da la impresión de que escribe de manera "vivípara", como diría Unamuno, y que aunque sus novelas tienen una indudable unidad en torno a un tronco o una idea central, después deja que su imaginación se dispare en todas las direcciones como una escopeta de feria. (Poniéndonos exquisitos, podríamos decir que esta perfecta imperfección de sus novelas recuerda la calculada ingenuidad de un Cervantes escribiendo el Quijote).
En todo caso, Aira sabe lo que hace. Su forma de construir las tramas puede parecer superficial, pero sus novelas no lo son en absoluto: la mezcla de descripción minuciosa del paisaje y reflexión estética abstracta, de anécdota costumbrista y deconstrucción narrativa demuestra que es un maestro que conoce las reglas de su oficio, y como las conoce, puede saltárselas.
Otras obras de César Aira en ULAD: Los fantasmas, El congreso de literatura, La villa, La noche de flores
Año de publicación: 1987
Valoración: Muy recomendable
Conocí a César Aira gracias a la recomendación de un compañero de departamento, que me contó que Aira es, en Argentina, un escritor de culto, a pesar de que (o a lo mejor, gracias a que) publica solo en editoriales pequeñas y con poca distribución. Ahora, sus obras están siendo publicadas en España por DeBolsillo, a precios muy asequibles.
La primera obra de Aira que me leí fue Parménides, y me resultó interesante, aunque algo fría, casi la demostración narrativa de un planteamiento teórico. Ahora, esta segunda, Una novela china, me ha parecido una pequeña joya: elegante, divertida, entrañable, sorprendente. Cuenta la vida de Lu Hsin, un hombre metódico, reflexivo y algo excéntrico, aspirante a pintor (o a alcanzar la sublimación de la pintura), bebedor de té, paseante, educador, tipógrafo, hidrógrafo, cartógrafo, que decide (así, como suena) enamorarse de una montañesa, aunque para ello tenga que educar a una desde niña. El ambiente de la novela consigue ser típicamente (a lo mejor, tópicamente) oriental sin ser cargante: la China exótica y paradójica de la "Revolución cultural" recreada por Aira puede sonar algo falsa a nuestros oídos, pero conserva su atractivo
Lo que más me gusta de las novelas de Aira es su despreocupación a la hora de escribir. Él mismo ha declarado que no sabe cómo terminarán sus novelas cuando empieza a escribirlas, algo que es un tópico entre los novelistas pero que en su caso parece ser verdad: da la impresión de que escribe de manera "vivípara", como diría Unamuno, y que aunque sus novelas tienen una indudable unidad en torno a un tronco o una idea central, después deja que su imaginación se dispare en todas las direcciones como una escopeta de feria. (Poniéndonos exquisitos, podríamos decir que esta perfecta imperfección de sus novelas recuerda la calculada ingenuidad de un Cervantes escribiendo el Quijote).
En todo caso, Aira sabe lo que hace. Su forma de construir las tramas puede parecer superficial, pero sus novelas no lo son en absoluto: la mezcla de descripción minuciosa del paisaje y reflexión estética abstracta, de anécdota costumbrista y deconstrucción narrativa demuestra que es un maestro que conoce las reglas de su oficio, y como las conoce, puede saltárselas.
Otras obras de César Aira en ULAD: Los fantasmas, El congreso de literatura, La villa, La noche de flores
jueves, 13 de octubre de 2011
Amélie Nothomb: Ácido sulfúrico
Idioma original: francés
Título original: Acide sulfurique
Año de publicación: 2005
Valoración: Repugnante
Como procuro no leer nada que me disguste tanto como esta novela éste es mi primer repugnante, pero el tema que plantea y la propia autora me intrigaban lo suficiente para seguirles la pista un poco más, por eso he llegado hasta aquí.
Pero no acabo de llegar. Hace bastante que leí Ácido sulfúrico y veo que no sirve de nada esperar, sigo tan enfadada como al principio. Porque Nothomb, con cuatro tópicos, ha pergeñado una burda estafa en la que, quizá sin otra intención que la de sumar ventas a toda costa, toma el pelo a sus lectores y se burla de todo lo que se parezca a un trabajo serio. Al principio nos muestra cómo una cadena televisiva recluta en París a los candidatos para un programa de tele-realidad. Lo que sucede a partir de ese momento no tiene en común, ni siquiera con el más zafio de los programas, otra cosa que el nombre. Todo lo que se cuenta nos recuerda a lo que sabemos sobre la Alemania nazi, empezando por la selección, que no es voluntaria sino que se ejecuta por medio de redadas, y sobre todo porque lo que espera a los participantes es la tortura y la muerte.
El propósito aparente es criticar tanto los realitys como al espectador que disfruta con las humillaciones de los concursantes. También a estos, que con tal de obtener fama y dinero se prestan a hacer cualquier clase de ridículo. Pero Nothomb va demasiado lejos: con una situación tan increíble y sombría como la que plantea no se logra ese efecto, lo que queda no es más que un experimento fallido – eso sí, muy facilón – que hubiera resultado interesante si la autora (además de trabajar unas 500 veces más) se hubiese contenido un poco y hubiese ideado una trama que comparase ambas realidades mucho más sutilmente.
Pero es que además ni siquiera desarrolla el argumento. Como no quiere entrar en un berenjenal de la magnitud de sus planteamientos, como no le interesa resolver las contradicciones que acarrea identificar un reality con las circunstancias de un campo de concentración, se conforma con esbozar situaciones (todavía mucho más que en sus otras novelas), y le queda un pastiche intragable, únicamente apto para sus incondicionales consumidores. No existe diseño de caracteres, sólo estereotipos (la prisionera buena, la mala, el valiente, los cobardes, la guardiana cruel etc.) Ni desarrollo de situaciones. Ni descripciones. Ni lógica ninguna. Ni antecedentes: no se nos explica la razón de haber llegado a esos extremos. Ni coordenadas espacio-temporales. No hay absolutamente nada, pero para prescindir de todo hubiera hecho falta sustituirlo por un entorno alternativo, una especie de infierno en la tierra, todo lo abstracto que se quiera pero literariamente creíble. Es cierto que, por pura comodidad, al menos nos ha ahorrado la crueldad gratuita de unas escenas increíbles. Pero tampoco justifica lo que cuenta ¿dónde están los jueces? ¿qué hay de la legislación? Si en ese lugar, tristemente mítico, que presenta no existe nada de esto tendría que explicar por qué.
Está claro que es una sátira, desde luego que sí. Pero el hecho de haber encontrado un término de comparación tan extremo y que los realitys, sus ejecutores y espectadores merezcan un buen rapapolvo, no implica que se pueda escribir cualquier cosa, cuanto más escandalosa mejor, etiquetarlo como novela y forrarse. Sobre todo porque, en el fondo, lo que hace es prácticamente lo mismo que está criticando.
También de Amélie Nothomb en UnLibroAlDía: Metafísica de los tubos, Estupor y temblores , Biografía del hambre , Viaje de invierno, Antichrista, Diario de Golondrina, Ordeno y mando
Etiquetas:
escritores belgas,
libros en francés,
novela,
Repugnante,
siglo XXI
miércoles, 12 de octubre de 2011
J. M. Dematteis y Kent Williams: Blood: Un relato sangriento
Idioma original: inglés
Título original: Blood: A Tale
Fecha de publicación: 1987
Valoración: se deja leer
Si hay un tema que parece que no pasa de moda, es sin duda el mito de Drácula. O las historias de vampiros, en general. Da lo mismo que aparezcan en forma de novela (como la mítica Drácula, Entrevista con el vampiro o la saga Crepúsculo), de película (las basadas en las anteriores novelas o cualquier otra que, para bien o para mal, le haya lavado la cara al mito), de serie de televisión (como Salem's Lot o True Blood) o, como en este caso, de cómic.
Que conste que éste no es el único cómics de vampiros que existe (sin pensar demasiado, me viene a la mente el fallido 30 días de noche), pero sí tiene algo que lo diferencia de los demás. Si bien, en general, las historias de vampiros suelen tener su parte "aventurera" (es decir, el bien contra el mal, los humanos contra los no muertos, etc., etc.), en este cómic la verdad es que la parte emocionante que tanto suele gustar brilla por su ausencia.
Dematteis desarrolla dos historias existencialistas (diría que son casi filosóficas, pero sería apuntar demasiado alto) que sí, no están mal, pero tampoco aportan nada nuevo. Sin duda, el mayor logro de este cómic viene de la mano de Williams, que da vida a las palabras del escritor con unas increíbles ilustraciones realizadas con acuarela. Un gran trabajo artístico, sin duda, pero lamentablemente deslucido porque el argumento va perdiendo fuelle a medida que se desarrollan las historias.
En definitiva: perfecto para todo aquel que quiera ver el trabajo de un gran ilustrador. Y ya.
martes, 11 de octubre de 2011
Martin Amis: La flecha del tiempo
Idioma original: inglés
Título original: Time's Arrow: or the nature of the offence
Año de publicación: 1991
Valoración: recomendable
Contar la vida de una persona en orden inverso, es decir, empezando por la vejez y terminando por la infancia, no es lo más original del mundo (ya lo hizo, de modo algo diferente, Alejo Carpentier en "Viaje a la semilla") pero tiene su interés, por la originalidad y por el reto que supone mantener la intriga y construir una histora coherente y que mantenga el interés. En este caso, Martin Amis crea, para este fin, una especie de "segunda consciencia" que nace en el interior de una persona en el momento de su muerte, y la acompaña, sin poder intervenir en los acontecimientos, a medida que esa persona se vuelve más joven.
Por supuesto que Martin Amis es un gran novelista, y consigue sacarle buen partido a esta estructura narrativa peculiar, sobre todo afilándola por el lado cómico: la segunda-consciencia de Tod T. Friendly no comprende, por ejemplo, por qué las mujeres primero discuten violentamente con él, luego se lo follan y finalmente se vuelven cada vez más distantes hasta hacer como que no le conocen. Las primeras páginas, en las que el lector y el narrador tienen que habituarse juntos a este "tiempo inverso" son las más entretenidas desde este punto de vista.
Pero el orden inverso también sirve a otro fin: toda la novela, y toda la personalidad de Tod T. Friendly, se basan en un secreto, un trauma de juventud que lo acompaña y que (como su vida se cuenta al revés) solo se descubrirá al final de la obra. Lo que pasa es que, para mí, esa gran revelación final fue un bluff, una decepción en toda regla, por tópica y manida. No voy a destriparla, claro, pero no es lo que uno espera de todo un Martin Amis.
En fin, que La flecha del tiempo es una novela original, con momentos divertidos y otros duros, pero en absoluto una obra maestra. Su autor ha tenido momentos mejores...
También de Martin Amis en ULAD: Aquí
Título original: Time's Arrow: or the nature of the offence
Año de publicación: 1991
Valoración: recomendable
Contar la vida de una persona en orden inverso, es decir, empezando por la vejez y terminando por la infancia, no es lo más original del mundo (ya lo hizo, de modo algo diferente, Alejo Carpentier en "Viaje a la semilla") pero tiene su interés, por la originalidad y por el reto que supone mantener la intriga y construir una histora coherente y que mantenga el interés. En este caso, Martin Amis crea, para este fin, una especie de "segunda consciencia" que nace en el interior de una persona en el momento de su muerte, y la acompaña, sin poder intervenir en los acontecimientos, a medida que esa persona se vuelve más joven.
Por supuesto que Martin Amis es un gran novelista, y consigue sacarle buen partido a esta estructura narrativa peculiar, sobre todo afilándola por el lado cómico: la segunda-consciencia de Tod T. Friendly no comprende, por ejemplo, por qué las mujeres primero discuten violentamente con él, luego se lo follan y finalmente se vuelven cada vez más distantes hasta hacer como que no le conocen. Las primeras páginas, en las que el lector y el narrador tienen que habituarse juntos a este "tiempo inverso" son las más entretenidas desde este punto de vista.
Pero el orden inverso también sirve a otro fin: toda la novela, y toda la personalidad de Tod T. Friendly, se basan en un secreto, un trauma de juventud que lo acompaña y que (como su vida se cuenta al revés) solo se descubrirá al final de la obra. Lo que pasa es que, para mí, esa gran revelación final fue un bluff, una decepción en toda regla, por tópica y manida. No voy a destriparla, claro, pero no es lo que uno espera de todo un Martin Amis.
En fin, que La flecha del tiempo es una novela original, con momentos divertidos y otros duros, pero en absoluto una obra maestra. Su autor ha tenido momentos mejores...
También de Martin Amis en ULAD: Aquí
lunes, 10 de octubre de 2011
Uwe Timm: La invención de la salchicha al curry
Idioma original: alemán
Título original: Die Entdeckung der Currywurst
Fecha de publicación: 1993
Valoración: repugnante
Éste es uno de los pocos libros que ha podido conmigo. Sí, lo reconozco, no lo terminé. No pude, imposible. Me causó un aburrimiento tan absoluto que tuve que dejarlo –y eso que había leído más de la mitad.
El argumento del libro no es nada del otro jueves, pero tampoco se puede decir que esté mal: el protagonista visita a Lena Brücker, quien él cree que es la inventora de la salchicha al curry (adorada por los alemanes), para que le hable del producto y de cómo creó la receta. Sin embargo, ella le cuenta una historia muy diferente. Le habla de los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, de que vivía en Hamburgo y de que escondió en su casa a un soldado de la marina y mantuvo con él una relación amorosa.
Bien, vale, a partir de ahí se podía haber escrito una buena historia. Pero lo que hace Timm es meter paja a toneladas. Creo que está bien que explique cómo estaba Alemania –y Hamburgo, en concreto– en esa época, pero se enreda demasiado en descripciones que no llegan a ninguna parte. Me da la sensación de que quiere desviar la atención de la historia de los personajes para que el libro no esté tan centrado en ellos, pero la cuestión es que no cuenta nada que sea interesante. La parte "histórica" es tan aburrida que parece que la ha copiado de una enciclopedia y las descripciones, en general, no aportan nada nuevo; son insípidas hasta el infinito.
Sé que esta novela ha tenido mucho éxito y que ha sido adaptada al cómic y al cine. Como no he leído el cómic y no he visto la película, no puedo opinar sobre ellas. Quizá estén bien. Puede que, de hecho, estén muy bien. Pero, sin duda, no será mérito de Uwe Timm.
domingo, 9 de octubre de 2011
Mia Couto: El último vuelo del flamenco
Idioma original: portugués
Título original: O Último Voo do Flamingo
Año de publicación: 2000
Valoración: Muy recomendable
Bueno, pues esta vez sí me atrevo a decir que el que ha escrito la contraportada se ha columpiado bastante. ¿El último vuelo del flamenco, una "afilada reflexión sobre el absurdo de la guerra"? Sí, claro, se menciona la guerra civil de Mozambique, claro, pero no se habla directamente de ella, sino más bien de lo que viene después: la descolonización imperfecta, la corrupción, la falta de independencia del país, el conflicto entre modernidad y tradiciones, entre el Occidente salvador y el país que se niega a ser salvado, o que lucha por poder salvarse a sí mismo...
Mi interpretación de El último vuelo del flamenco tiene tres patas: el humor, la poesía y el estilo. El humor aparece por todas partes: ya desde el planteamiento general de la novela (varios cascos azules de Naciones Unidas han estallado súbitamente y sin motivo, dejando detrás de sí solo sus miembros viriles), o por ejemplo en esa escena magistralmente descrita en el que los dignatarios locales se disponen a recibir a los representantes de la ONU entre los chillidos agonizantes de una cabra, o en la incapacidad del italiano Massimo Risi para entender lo que le está pasando o por qué no puede escribir sus pulcros y ordenados informes oficiales.
La poesía, que también podría llamarse magia, trasluce en la representación de la realidad africana, irracional, sorprendente, incomprensible para los "occidentales": que el padre del narrador pueda "colgar sus huesos" cada noche antes de irse a dormir; que una mujer pueda tener cuerpo de adolescente y cara de anciana, por culpa de una maldición; o que los pelícanos puedan provocar con su vuelo la salida del sol cada mañana. La poesía también está en la relación entre el narrador y su padre; o en la voz de Ana Diosquera, la prostituta a quien recurren para la identificación de los miembros de los miembros de los cascos azules.
El estilo es uno de los elementos más característicos de Mía Couto: el modo en que juega con el lenguaje, inventando palabras, metáforas, sorprendiendo con retorcimientos sintácticos o semánticos, paralelismos o aliteraciones que, sin embargo, no son simples de artificio sino que tienen sentido. Da gusto leer una novela que no solo atrapa por su sorprendente argumento, sino que además está maravillosamente escrita (algo desgraciadamente muy poco habitual).
No sé si me animaré a leer una novela de Mia Couto que tengo comprada en portugués (Terra sonâmbula), pero lo que sí sé seguro es que esta no va a ser la última novela de Mia Couto que me lea.
Post Scriptum: hay una adaptación al cine, de 2010, que dicen que es una de las primeras películas, si no la primera, rodada íntegramente en Mozambique, y con un 90% del personal implicado contratado in situ. No he visto la película, pero parece que recibió bastantes buenas críticas...
Título original: O Último Voo do Flamingo
Año de publicación: 2000
Valoración: Muy recomendable
Bueno, pues esta vez sí me atrevo a decir que el que ha escrito la contraportada se ha columpiado bastante. ¿El último vuelo del flamenco, una "afilada reflexión sobre el absurdo de la guerra"? Sí, claro, se menciona la guerra civil de Mozambique, claro, pero no se habla directamente de ella, sino más bien de lo que viene después: la descolonización imperfecta, la corrupción, la falta de independencia del país, el conflicto entre modernidad y tradiciones, entre el Occidente salvador y el país que se niega a ser salvado, o que lucha por poder salvarse a sí mismo...
Mi interpretación de El último vuelo del flamenco tiene tres patas: el humor, la poesía y el estilo. El humor aparece por todas partes: ya desde el planteamiento general de la novela (varios cascos azules de Naciones Unidas han estallado súbitamente y sin motivo, dejando detrás de sí solo sus miembros viriles), o por ejemplo en esa escena magistralmente descrita en el que los dignatarios locales se disponen a recibir a los representantes de la ONU entre los chillidos agonizantes de una cabra, o en la incapacidad del italiano Massimo Risi para entender lo que le está pasando o por qué no puede escribir sus pulcros y ordenados informes oficiales.
La poesía, que también podría llamarse magia, trasluce en la representación de la realidad africana, irracional, sorprendente, incomprensible para los "occidentales": que el padre del narrador pueda "colgar sus huesos" cada noche antes de irse a dormir; que una mujer pueda tener cuerpo de adolescente y cara de anciana, por culpa de una maldición; o que los pelícanos puedan provocar con su vuelo la salida del sol cada mañana. La poesía también está en la relación entre el narrador y su padre; o en la voz de Ana Diosquera, la prostituta a quien recurren para la identificación de los miembros de los miembros de los cascos azules.
El estilo es uno de los elementos más característicos de Mía Couto: el modo en que juega con el lenguaje, inventando palabras, metáforas, sorprendiendo con retorcimientos sintácticos o semánticos, paralelismos o aliteraciones que, sin embargo, no son simples de artificio sino que tienen sentido. Da gusto leer una novela que no solo atrapa por su sorprendente argumento, sino que además está maravillosamente escrita (algo desgraciadamente muy poco habitual).
No sé si me animaré a leer una novela de Mia Couto que tengo comprada en portugués (Terra sonâmbula), pero lo que sí sé seguro es que esta no va a ser la última novela de Mia Couto que me lea.
Post Scriptum: hay una adaptación al cine, de 2010, que dicen que es una de las primeras películas, si no la primera, rodada íntegramente en Mozambique, y con un 90% del personal implicado contratado in situ. No he visto la película, pero parece que recibió bastantes buenas críticas...
sábado, 8 de octubre de 2011
Iris Murdoch: El príncipe negro
Título original: The Black Prince
Idioma original: inglés
Año de publicación: 1973
Valoración: Muy Recomendable
¡Como me hubiera gustado conocer a Iris Murdoch! No es que sea fetichista, es más, estoy convencida de que la personalidad de un autor nunca es idéntica a lo que parecen sugerir sus obras, pero una observadora nata, filósofa de formación y tan interesada en las cuestiones éticas como era ella, no creo que fuera a defraudarme. De su vida sólo sé lo que desvela Iris, película que vi por casualidad y me pareció tan angustiosa que casi la tengo olvidada. En ella se recrean sobre todo sus últimos años de vida, cuando el Alzheimer ya había hecho estragos. Si creemos lo que dice el guión, ni siquiera recordaba haber escrito libros. No sé lo que pensaréis vosotros, a mí me parece increíble que una mente tan lúcida pueda acabar así. Una mente que ha retratado como nadie costumbres e individuos de una sociedad, la irlandesa, sus tics, prejuicios y valores éticos, que ha construido personajes masculinos inolvidables como el Charles Arrowby de El mar, el mar y el Bradley Pearson de esta novela y que supo penetrar como pocos en los recovecos de las relaciones humanas.
Bradley Pearson es un funcionario que, con gran idealismo y más pena que gloria, ha dedicado gran parte de su vida a escribir. En el extremo opuesto encontramos a Arnold Buffin un escritor que dando al público lo que pide ha conseguido profesionalizarse y alcanzar verdadero éxito. A través de ellos, la autora analiza conductas, ambiciones, la sequía creativa y demás aspectos relacionados con el oficio de escribir y la esencia del arte en general, además de abordar la amistad, las relaciones familiares, la envidia, la decadencia personal, las falsas apariencias, la verdad y la mentira, los ocultos intereses, la utilización de unas personas por otras, la falta de escrúpulos y – ante todo y sobre todo – el amor, por medio de una serie de enredos que habrían convertido la novela en un simple folletín si la hubieran escrito otras manos.
Con un estilo conciso y sin embargo poético, una gran habilidad para insertar lo descriptivo en el relato y marcar los estados de ánimo de forma indirecta produce una obra muy reflexiva donde las especulaciones del personaje – en las que Murdoch se despacha todo lo a gusto que le es posible – resultan apasionantes por su imbricación en la trama, una obra que, sin embargo, no deja de ser muy descriptiva, incluir abundantes diálogos y donde la acción progresa a bastante buen ritmo.
La edición que yo tengo está prologada por Álvaro Pombo. Hay dos prólogos más, ficticios, el que, se supone, escribió el protagonista y el que más tarde añadiría su editor, además de los epílogos que incluyen ambos y otros cuatro a cargo de otros tantos personajes. La adición de todos estos documentos es un recurso más de la autora que, además de aportar variedad a la narración, otorga protagonismo a otras voces.
De Murdoch admiro la belleza de su prosa, la exactitud de sus construcciones narrativas y la veracidad de sus personajes, pero si tuviese que reprocharle algo diría que tarda demasiado en arrancar, que hay que volver muchas páginas hasta llegar al núcleo. Claro que, en cuanto se interna en el nudo del relato, por mí puede alargarlo todo lo que guste, ya que es una maestra de la intriga, de los diálogos, de la caracterización y el desarrollo de situaciones conflictivas, hábilmente resueltas y, sobre todo, perfectamente creíbles.
También de Iris Murdoch en ULAD: El mar, el mar
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novela,
siglo XX
viernes, 7 de octubre de 2011
Enrique Vila-Matas: Doctor Pasavento
Idioma original: español
Año de publicación: 2005
Valoración: muy recomendable
Doctor Pasavento es una obra de desapariciones. Mejor dicho, del afán por desaparecer. O, aún mejor, del afán por desaparecer deseando seguir presente. Pero no me estoy explicando. El protagonista de esta novela es un escritor (de relativo éxito) que se siente en cierta manera fracasado por no haber escrito su "gran obra, de manera que no llega a disfrutar del todo con la atención que recibe de los medios y los lectores. Tras un malentendido en un aeropuerto, decide desaparecer (como hizo en su día Walser), así que coge un avión y borra su existencia del mapa.
¿Lo buscarán, como ocurrió con Agatha Christie? ¿Será la comidilla del mundo literario? La verdad es que no. Nadie da cuenta de su desaparición, nadie parece pensar en él. Mejor, piensa. Así podrá desaparecer del todo, en el mismo manicomio en el que Walser se olvidó del mundo, y dejar de escribir. Pero no es eso lo que sucede. Sigue escribiendo (aunque para sí mismo), con una caligrafía cada vez más pequeña, como si quisiera demostrar así sus ansias de dejar este mundo, y no puede evitar entablar relación con diferentes personas ante las que adoptará la personalidad que más le convenga.
Presentándose a sí mismo como escritor (con nombre falso) o como psiquiatra, Vila-Matas nos presenta a Pasavento como alguien que pretende tanto desaparecer como analizar por qué desaparece, que intenta ser la acción y su crítica y para ello debe una y otra vez desdoblarse, desaparecer dentro de sí mismo para poder presentarse ante los demás con un rostro y una mente nuevos.
Es éste un libro para reflexionar sobre la figura del escritor y sobre el mundo de la literatura, pero también, sin duda, para soñar, para acompañar las reflexiones del ¿doctor? Pasavento y dejarnos llevar por diferentes ciudades y diferentes personajes que, en el fondo, son sólo diferentes caras de uno mismo.
Mucho Vila-Matas ya en UnLibroAlDía: aquí
jueves, 6 de octubre de 2011
Josefina Aldecoa: Hermanas
Idioma original: español
Fecha de publicación: 2008
Valoración: Repugnante
Aunque algunos no lo crean, me ha dado mucha pena tener que colocarle a este libro el "Repugnante" por dos motivos. El primero es un poco estúpido, pero qué se le va a hacer, es la verdad: me siento mal al afirmar que un libro escrito por una mujer con una vida tan interesante como Josefina Aldecoa y, para más inri, esposa de un escritor tan bueno como Ignacio Aldecoa, es repugnante. Y el segundo es que me hubiera gustado leer algo más de esta mujer, fallecida en marzo de este año ya octogenaria, para concluir si Hermanas (publicada en 2008) es obra de una buena escritora víctima de los años a la que ya no se le puede pedir lo mismo.
Pero en fin, no puedo mentir, no: Hermanas me ha parecido un libro malo hasta decir basta...
Los personajes centrales de la trama son, of course, dos hermanas, dos chicas bien del norte llamadas Isabel (la mayor) y Ana (dos años menor), hijas de una frívola mujer obsesionada con ser la más bella y distinguida del lugar y un elegante y bien situado hombre inglés que fallece en plena infancia de las chiquillas.
El libro comienza hablando un poco de la Isabel y la Ana niñas, y ya desde entonces, a base de tópicos toscos e intragables como un bocadillo de polvorones (a saber: Ana, como buena rubia, es tonta y frívola y ñoña hasta agotar; e Isabel, como digna morena salida a su rama española, a pesar de ser bella, es muy independiente, inteligente e inconformista), uno empieza a olerse que está ante un pestiño de tomo y lomo. Y página tras página la cosa no hace sino empeorar...
Cuando aparece el primo Ignacio, guapísimo, riquísimo y un gran viajero gracias a su chupi trabajo de diplomático, hasta el lector más panchito sabe perfectamente lo que va a pasar aunque este Ken les saque a sus primas barbies más de una docena de años...
Podría contar más de la (sonrojante) trama, pero si a alguien le apetece leer Hermanas, es mejor que la descubra por sí mismo... Eso sí, advierto de que no va a haber ninguna sorpresa: Ana, la primera que caza a Ignacio, cada vez va a ser más tonta, mezquina e insoportable; Ignacio, el tontaina de él, se va a dar cuenta de que en realidad, oh, le gusta más la hermana rebelde que la melosa, e Isabel, que se hace médico para irse de misionera a África (que sí, que sí, que no es broma), se presenta como la heroína pluscuamperfecta de la función, estilo Madeleine Stowe en El último mohicano, rechazada en un primer momento pese a ser tan guapa y encima más espabilada que la chorra de su hermana.
Y bueno, el resto de personajes... Ah, ¿pero es que hay más? Pues sí, hay una tía por ahí, un segundo plato por allá, un par de niñas quizás... Pero como los personajes principales en sí están perfilados con tanta desgana, imagínense qué pasa con los pobre secundarios.
Es que en Hermanas pasa como en casi todas las películas españolas: la trama se centra tanto en los protagonistas que en ocasiones uno tiene la sensación de que esos seres viven aislados y sólo se relacionan entre ellos, haciendo que la obra adolezca de una pobreza y de una incoherencia insoportables. Y en este caso, es de vergüenza... Ya que se supone que Isabel y Ana son la crema de la crema, deberían estar rodeadas de zalameros y amigas pelotas, ¿no? Pero nanay de la China... ,¡sólo se relacionan, nunca mejor dicho, con su primo Ignacio! ¿Pereza de la autora quizás?
En fin, que Hermanas es un libro malo, con una historia muy cutre y escrito con un lenguaje bastante pobre.
Si es que hasta Corín Tellado es mucho mejor a la hora de ponerse con estos folletines, siempre metiendo algún villano terrible o un punto exótico. Aquí, ni eso...
Fecha de publicación: 2008
Valoración: Repugnante
Aunque algunos no lo crean, me ha dado mucha pena tener que colocarle a este libro el "Repugnante" por dos motivos. El primero es un poco estúpido, pero qué se le va a hacer, es la verdad: me siento mal al afirmar que un libro escrito por una mujer con una vida tan interesante como Josefina Aldecoa y, para más inri, esposa de un escritor tan bueno como Ignacio Aldecoa, es repugnante. Y el segundo es que me hubiera gustado leer algo más de esta mujer, fallecida en marzo de este año ya octogenaria, para concluir si Hermanas (publicada en 2008) es obra de una buena escritora víctima de los años a la que ya no se le puede pedir lo mismo.
Pero en fin, no puedo mentir, no: Hermanas me ha parecido un libro malo hasta decir basta...
Los personajes centrales de la trama son, of course, dos hermanas, dos chicas bien del norte llamadas Isabel (la mayor) y Ana (dos años menor), hijas de una frívola mujer obsesionada con ser la más bella y distinguida del lugar y un elegante y bien situado hombre inglés que fallece en plena infancia de las chiquillas.
El libro comienza hablando un poco de la Isabel y la Ana niñas, y ya desde entonces, a base de tópicos toscos e intragables como un bocadillo de polvorones (a saber: Ana, como buena rubia, es tonta y frívola y ñoña hasta agotar; e Isabel, como digna morena salida a su rama española, a pesar de ser bella, es muy independiente, inteligente e inconformista), uno empieza a olerse que está ante un pestiño de tomo y lomo. Y página tras página la cosa no hace sino empeorar...
Cuando aparece el primo Ignacio, guapísimo, riquísimo y un gran viajero gracias a su chupi trabajo de diplomático, hasta el lector más panchito sabe perfectamente lo que va a pasar aunque este Ken les saque a sus primas barbies más de una docena de años...
Podría contar más de la (sonrojante) trama, pero si a alguien le apetece leer Hermanas, es mejor que la descubra por sí mismo... Eso sí, advierto de que no va a haber ninguna sorpresa: Ana, la primera que caza a Ignacio, cada vez va a ser más tonta, mezquina e insoportable; Ignacio, el tontaina de él, se va a dar cuenta de que en realidad, oh, le gusta más la hermana rebelde que la melosa, e Isabel, que se hace médico para irse de misionera a África (que sí, que sí, que no es broma), se presenta como la heroína pluscuamperfecta de la función, estilo Madeleine Stowe en El último mohicano, rechazada en un primer momento pese a ser tan guapa y encima más espabilada que la chorra de su hermana.
Y bueno, el resto de personajes... Ah, ¿pero es que hay más? Pues sí, hay una tía por ahí, un segundo plato por allá, un par de niñas quizás... Pero como los personajes principales en sí están perfilados con tanta desgana, imagínense qué pasa con los pobre secundarios.
Es que en Hermanas pasa como en casi todas las películas españolas: la trama se centra tanto en los protagonistas que en ocasiones uno tiene la sensación de que esos seres viven aislados y sólo se relacionan entre ellos, haciendo que la obra adolezca de una pobreza y de una incoherencia insoportables. Y en este caso, es de vergüenza... Ya que se supone que Isabel y Ana son la crema de la crema, deberían estar rodeadas de zalameros y amigas pelotas, ¿no? Pero nanay de la China... ,¡sólo se relacionan, nunca mejor dicho, con su primo Ignacio! ¿Pereza de la autora quizás?
En fin, que Hermanas es un libro malo, con una historia muy cutre y escrito con un lenguaje bastante pobre.
Si es que hasta Corín Tellado es mucho mejor a la hora de ponerse con estos folletines, siempre metiendo algún villano terrible o un punto exótico. Aquí, ni eso...
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