Título original: L’àngelo nero
Año de publicación: 1991
Valoración: Recomendable
Aunque en España casi nunca se ha valorado lo suficiente
el género relato, me parece que eso empieza a cambiar. Por fin encontramos el
mérito de condensar una buena historia en un espacio limitado, de calibrar la
longitud exacta que conviene a cada argumento, ejercitarse en la concisión –algo
menos sencillo de lo que parece pues la verborrea es connatural al ser humano y
una tentación para todo el que tiene un espacio en blanco delante–, de perfilar
un argumento interesante y unos personajes convincentes con solo unos pocos
rasgos y, a diferencia de lo que exige la novela, encontrar una conclusión lo
más sorprendente posible.
La opinión de Tabucchi al respecto fue recogida por La Vanguardia en su reportaje de 15 de
marzo de 2010 con motivo de la publicación de El tiempo envejece deprisa, un confeso homenaje a su admirado
Salinger y, en concreto, a sus Nine
Stories.
“Aunque he escrito muchas novelas, el cuento es un desafío, la novela es muy paciente, te espera, la puedes interrumpir, hacer un largo viaje, retomarla cuando vuelves después de unos meses, de un año, pero el cuento no, es como el soneto en poesía, es una forma cerrada”. “El cuento tiene mucho que ver con la atmósfera, que pierdes si te vas, y por eso, dejar un cuento a la mitad significa perderlo definitivamente.”
No hace falta recordar las virtudes literarias del autor,
sí subrayar que este volumen tiene poco que envidiar a sus novelas. Ya desde el
título, encierra una paradoja: si un ángel blanco y luminoso simboliza la
bondad, ¿qué significado tiene un ángel negro?
Podría compararse a un caleidoscopio, no solo por la multitud
de facetas que encierra, también por esa belleza poética inasible y ese toque
de irrealidad cercano al surrealismo que el autor imprime a la mayor parte de
las seis piezas que contiene. Lo metaliterario está también muy presente, en
particular en esa mezcolanza de realidad y fantasía que es Voces traídas por algo, imposible decir qué, donde el protagonista –como
si del propio Tabucchi se tratase– recoge al vuelo un conjunto de frases
recogidas por la calle al azar y las selecciona intentando darle un sentido,
una coherencia narrativa que, suponemos, piensa utilizar más tarde. Pero en un
momento dado entra en acción un personaje de ultratumba, la historia da un
vuelco radical y se convierte en otra cosa, mucho menos cotidiana y
verdaderamente inquietante. Ese mismo personaje, Tadeus, ahora vivo aún, vuelve
a aparecer en el relato siguiente, más bien de corte político, en el que se
critica a las dictaduras y sus expeditivos procedimientos para callar las bocas
que incomodan al poder.
Más psicológico resulta el diálogo contenido en ¿El aleteo de una mariposa en Nueva York puede
provocar un tifón en Pekín? En él se muestra el gran desequilibrio entre
dos fuerzas, la del mafioso que interroga y la del pobre diablo que responde,
siendo obligado hábilmente a confirmar la versión que conviene al primero.
Y de vez en cuando, sin que haya podido averiguar lo que
simboliza en concreto (aunque está claro que se encuentra entre lo inesperado e
irreal, lo absurdo y lo claramente amenazador) aparece, sin venir a cuento, una
trucha.
Nochevieja podría considerarse
el más entrañable de todos; también el más incómodo desde un punto de vista
ético. Los límites no se avienen a lo políticamente correcto y, por tanto, nada
es lo que parece en un principio. En veintitrés episodios, refleja el mundo
interior –tan realista como imaginativo, complejo y lleno de encanto–de un niño
solitario e inteligente, cuya desesperación y afán por descubrir el mundo
conlleva una crueldad que, puede comprenderse en cierto modo y, a pesar de
ello, o por ello precisamente, resulta escalofriante.
No hablaré del esmero con que Tabucchi ha elaborado su
prosa porque esto es una constante en su obra y no añadiría nada nuevo a lo dicho.
También de Antonio Tabucchi en ULAD: El tiempo envejece deprisa, Sostiene Pereira