sábado, 19 de diciembre de 2015

Bernard Sumner: New Order, Joy Division y yo

Idioma original: inglés
Título original: Chapter and verse. New Order, Joy Division and Me
Año de publicación: 2014
Traducción: María Tabuyo y Agustín López Tobajas
Valoración: imprescindible para fans, muy recomendable para ajenos a lo musical

Pues vais a tener que perdonarme que insista en esas periódicas reseñas de libros sobre músicos que tan poca repercusión suelen tener aquí. Pero es que ciertas editoriales de perfil más, erm, literario, como Malpaso o Sexto Piso, suelen prestar atención a este campo,  y ya voy a evitar referirme a la permeabilidad de las fronteras entre expresiones artísticas o a alcance global de ciertas manifestaciones.  Hasta me voy a permitir cierta licencia como incluir imágenes no intrínsecamente literarias. La de la izquierda es una camiseta a la venta en una de esas tiendas inhumanamente caras situadas en el interior de un parque temático.  Mickey Mouse en un perfil que resulta familiar. Uh. He visto a decenas de tipos con camisetas parecidas. Uh. Recuerdo vagamente el texto de alguna. Uh. Joy Division: Unknown Pleasures.

Tal es la influencia. Tal es la presencia en el imaginario cultural, en la iconografía popular, y ya han pasado tres décadas. No se sabe bien por qué, aunque, y que nadie me tilde de morbosillo, en el mundo del rock (o de la música asimilable como rock),  la muerte y que esta sea por suicidio suele ser un aditivo, como si la tríada se completara y sex and drugs and rock and roll tenga que habilitar un espacio para death. Y Joy Division es célebre como grupo y por los indudables méritos artísticos de dos discos resplandecientes, pero ese aditivo, el suicidio de Ian Curtis, lo elevó, como pasó con Nirvana y Kurt Cobain, a la categoría de mito, y podríamos decir que Bernard Sumner (que no por nada ha de aclarar su vínculo ya desde el mismo título del libro) apela a esta relación. Pero Sumner consigue que ese hecho no sea el centro de este libro. Y eso es un logro, casi una gesta. Porque lo contrario no habría sido un error, pero superar el morbo y convertir esta autobiografía (algo temprana, pues Sumner aún no ha cumplido los 60, pero se supone que ésa ya es una edad sustancial para una estrella de la música) en un muy entretenido recorrido por su trayectoria vital  ya es un mérito que apuntaré en el haber de Sumner como narrador. 
Porque  Sumner sabe hacerse con el lector,  sabe tender puentes de complicidad y suministrar información  de forma  amena y coherente. Sobre una infancia algo atípica como hijo de madre soltera y severamente discapacitada, en un barrio de gente humilde en una ciudad, Manchester, antaño próspera e industrial que el thatcherismo y sus privatizaciones inmoló.  Sobre su fascinación por lo que representó el punk como revulsivo de una juventud adormecida por el tardo-hippismo y el rock progresivo. Sus relaciones con todo lo vinculado con el negocio musical, sean compañeros en las bandas, managers, otras bandas, productores. Y, como en muchas semblanzas vitales de músicos que me afano en respetar, la sincera rendición hacia su manifestación artística. En este caso, transmitir a través de su música sus actitudes hacia el mundo. Porque lo que eché algo de menos en la brillante autobiografía de John Lydon aquí asoma por doquier: el proceso creativo de la nutrida colección de obras maestras de Joy Division y New Order surge y está suficientemente documentado haciendo todo merecimiento a algún superlativo: si Joy Division pinturrajearon de negro cripta el post-punk, contaminando con oscuridad, voces profundas y bajos acuosos, New Order hicieron lo propio con el sonido tecnificado contaminado de ácido.  Pero no he venido aquí a hablar de música. Ni de la escena de Manchester ni de la historia del sello Factory ni del sonido impuesto por los productores ni del cúmulo de circunstancias que acabaron con la crisis financiera de The Haçienda.
Es emocionante leer a un músico escribir con toda naturalidad sobre una infancia de la que no todo el mundo alardearía. Es gratificante ver que lo hace con sencillez y absoluta falta de divismo, relativizándolo todo y casi encomendando su éxito a la fortuna y al capricho de las masas. Refrescante porque suele haber muchos músicos que se manejan desde la falsa modestia y el altruísmo entre lujos excéntricos y champany de color azul. Y Sumner no: Sumner no escurre el bulto al asumir limitaciones técnicas. errores, excesos de juventud, escarceos con alcohol y demás cosillas vínculos con el pasado, decisiones equivocadas con consecuencias nefastas, cabezonería, y todo ese cúmulo de cosas que a uno le convierten en un tipo normal que toca la guitarra (y los teclados) y canta. Muestra su vulnerabilidad hasta al errar un poco en el final del libro, donde se precipita un poco en sus recriminaciones hacia Peter Hook, bajista de la banda y miembro original, con el cual la relación no pasa por buenos momentos, parece, cuestión que pone en tela de juicio la continuidad del grupo en su mejor versión. Un poco a imagen y semejanza de la decadencia de las bandas de largo recorrido. Aunque la sorpresa final del libro no tiene desperdicio: la transcripción de una sesión de hipnosis entre Sumner y Curtis, donde este último alude a vidas pasadas hasta remontarse al siglo X. Sí: una escena única, extraña, a medio camino entre lo siniestro y lo delirante.


6 comentarios:

Carlos Andia dijo...

Es curioso cómo la influencia digamos social de J.D. se extiende mucho más lejos que su música. Dicha de otra forma, que mucha gente que se compra la famosa camiseta, o copia estilismos o simplemente se dice inspirado en esta gente, posiblemente nunca han escuchado o visto nada más allá del conocido video del ataque epiléptico.

Pero algunos siempre llevaremos esa mancha oscura en un lugar de nuestro corazón. Así que tomo nota del libro, y felicidades por la reseña.

selestar dijo...

yo opino que nadie nacido después de los 70' tiene derecho a hablar de JD. Ese es el límite, la raya en la arena del tiempo que delimita hablar de ciertas cosas oscuras y tristes. Tomo nota del libro y muchas gracias, feliz navidad, Francesc.

Libros, cafes y madrugadas. dijo...

Hola!! muy buen areseña! exelenete blog!estoy comenzando mi blog de lectura! te invito a que te pases! saludos

Ana dijo...

Gracias por esta reseña. Joy Division es un grupo que me acompaña siempre y New Order a veces. No veo la hora de leer este libro. Creo que cualquier persona nacida en cualquier año puede disfrutar la música que le plazca, opinar y difundirla sobre todo.
Felices fiestas!
Excelente blog.

luciano tanto dijo...

Fuere de mi alcance. Ruidos y ruiditos, y una voz anodina. Trataré de mejorar...

Francesc Bon dijo...

Gracias a todos por los comentarios. No voy a venir con eso de la música eterna y con el momento que cada música requiere. Soy el bicho raro al que le gusta algo más New Order que Joy Division, por cómo acompañaron y apadrinaron la eclosión de la electrónica. Y encima me gustan sobre todo sus discos más luminosos: Technique y Republic.
En referencia al libro, creo que con las lógicas limitaciones, pues Sumner no pretende ir de escritor y se permite hasta pecar de candidez, es una magnífica forma de comprender la lógica en la génesis de música tan brillante en un entorno tan deprimente.