Título original: The Long Glasgow Kiss
Año de publicación: 2011
Traductor: Santiago del Rey
Valoración: recomendable
Cada lector tiene sus razones para leer unos libros u otros y cada libro tiene también las suyas para atraer a unos u otros lectores. En el caso que nos ocupa, mis motivos fueron bien sencillos: me lo pasé tan bien leyendo Lennox, la primera novela protagonizada por el personaje de tal nombre, que en cuanto he podido he reincidido con la segunda entrega de la serie, El beso de Glasgow. Por si alguien se llama a engaño sobre el título, aviso que no supone ninguna connotación romántica: así se llamaba en el argot de los bajos fondos británicos a la triquiñuela de arrearle un cabezazo al contrario en una pelea.
Para quien no haya leído la primera novela, le pondré en antecedentes: Lennox es un detective canadiense, ex-soldado que se ha quedado en Glasgow después de la II Guerra Mundial. Un tipo duro e ingenioso que suele trabajar para los Tres Reyes, que dominan el hampa local en esos años 50, en los que se sitúa la acción de la novela: el presbiteriano Willie Sneddon, el católico Martillo Murphy y el judío Jonny Cohen, "el Guapo". Aunque en esta ocasión, también se las tendrá que ver con otro malote recién llegado a la ciudad, el misterioso John Largo... (por supuesto, también repiten aquí secundarios como la fría casera de Lennox, Fiona White, el policía Jock Fergusson o el matón Deditos McBride... mejor no saber de donde le viene el apodo). En realidad, son tres los casos en los que Lennox se ve implicado en esta novela: el asesinato de un corredor de apuestas, Calderilla MacFarlane (con cuya hija Lorna nuestro detective mantiene, casualmente, ciertos asuntos en el asiento trasero de su coche; las amenazas que está recibiendo una estrella escocesa del boxeo, Joe Kircaldy,; por último, la desaparición del hermano de otra estrella escocesa, pero en esta ocasión de la canción, la hermosa Sheila Gainsborough. Entre los tres casos, Lennox se verá envuelto en asuntos tan turbios como las peleas ilegales de pikeys -gitanos nómadas irlandeses-, las bandas de los barrios protestantes o incluso el tráfico de ciertas sustancias poco aconsejables...
Todo ello lo llevara el amigo Lennox con su habitual buen humor, aunque también haya de echar mano en más de una ocasión a su cachiporra (en sentido literal) y recibe más de uno y dos mamporros. El humor es un rasgo distintivos de esta serie de novelas, al parecer, pues parece que en ella Russell se siente más a gusto para explayarse sobre su ciudad de origen que, lógicamente, en la otra serie que escribe, la del inspector Jan Fabel, de Hamburgo. Un ejemplo lo encontramos ya en la primera frase de la novela:
"Hay ciertos conceptos penamente ajenos a la mente glasgowiana: ensalada, higiene dental, perdón."
Lo cierto es que las novelas de Lennox son también más relajadas -aunque la ambientación en los turbios años 50 resulta impecable- y quizá por eso este escritor da en ellas lo mejor de sí, en mi opinión. El resultado: hardboiled del mejor, no americano sino escocés, pero perfecto para el disfrute, lo mismo que se puede saborear un buen bourbon que un scotch. O, como prefiere nuestro Lennox, un vaso de Canadian Club.
Para quien no haya leído la primera novela, le pondré en antecedentes: Lennox es un detective canadiense, ex-soldado que se ha quedado en Glasgow después de la II Guerra Mundial. Un tipo duro e ingenioso que suele trabajar para los Tres Reyes, que dominan el hampa local en esos años 50, en los que se sitúa la acción de la novela: el presbiteriano Willie Sneddon, el católico Martillo Murphy y el judío Jonny Cohen, "el Guapo". Aunque en esta ocasión, también se las tendrá que ver con otro malote recién llegado a la ciudad, el misterioso John Largo... (por supuesto, también repiten aquí secundarios como la fría casera de Lennox, Fiona White, el policía Jock Fergusson o el matón Deditos McBride... mejor no saber de donde le viene el apodo). En realidad, son tres los casos en los que Lennox se ve implicado en esta novela: el asesinato de un corredor de apuestas, Calderilla MacFarlane (con cuya hija Lorna nuestro detective mantiene, casualmente, ciertos asuntos en el asiento trasero de su coche; las amenazas que está recibiendo una estrella escocesa del boxeo, Joe Kircaldy,; por último, la desaparición del hermano de otra estrella escocesa, pero en esta ocasión de la canción, la hermosa Sheila Gainsborough. Entre los tres casos, Lennox se verá envuelto en asuntos tan turbios como las peleas ilegales de pikeys -gitanos nómadas irlandeses-, las bandas de los barrios protestantes o incluso el tráfico de ciertas sustancias poco aconsejables...
Todo ello lo llevara el amigo Lennox con su habitual buen humor, aunque también haya de echar mano en más de una ocasión a su cachiporra (en sentido literal) y recibe más de uno y dos mamporros. El humor es un rasgo distintivos de esta serie de novelas, al parecer, pues parece que en ella Russell se siente más a gusto para explayarse sobre su ciudad de origen que, lógicamente, en la otra serie que escribe, la del inspector Jan Fabel, de Hamburgo. Un ejemplo lo encontramos ya en la primera frase de la novela:
"Hay ciertos conceptos penamente ajenos a la mente glasgowiana: ensalada, higiene dental, perdón."
Lo cierto es que las novelas de Lennox son también más relajadas -aunque la ambientación en los turbios años 50 resulta impecable- y quizá por eso este escritor da en ellas lo mejor de sí, en mi opinión. El resultado: hardboiled del mejor, no americano sino escocés, pero perfecto para el disfrute, lo mismo que se puede saborear un buen bourbon que un scotch. O, como prefiere nuestro Lennox, un vaso de Canadian Club.
Otros libros de Craig Russell en Un libro Al Día: Lennox
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