jueves, 10 de diciembre de 2015

Svetlana Aleksiévich: El fin del «Homo sovieticus»

Idioma original: ruso
Título original: конец красного человека
Año de publicación: 2013
Valoración: interesante

Cuando le concedieron el Premio Nobel a la escritora y periodista Svetlana Aleksiévich, hubo gente que se lanzó a opinar: algunos decía que lo que ella hacía no era literatura sino reportajes periodísticos; otros, que sus opiniones anti-rusas, y más concretamente anti-Putin, la desacreditaban, y desacreditaban un premio claramente politizado; otros que sí la habían leído defendían la calidad de sus escritos y lo merecido del premio. Dejando aparte posiciones bastante absurdas (¿desde cuándo una opinión política desacredita la obra de un escritor?), el debate en torno a la "literariedad" del periodismo es también bastante antiguo, y creo que a estas alturas posmodernas resulta bastante difícil ser tan tajantes sobre dónde termina lo literario y empieza lo no-literario, sobre todo en géneros híbridos como el reportaje extenso o la crónica.

Esta idea de hibridez y de género limítrofe se acentúa leyendo El fin del 'Homo sovieticus', el último libro de la autora que Acantilado publica en España coincidiendo (y seguro que no es casualidad) con la ceremonia de entrega del premio Nobel. Esta obra forma parte de una indagación extensa y profunda sobre la utopía soviética, sus horrores y sus esperanzas, sus fracasos y su memoria. En El fin del 'homo soviéticus' el foco se sitúa sobre todo en el Golpe de Agosto de 1991, que provocó la caída del gobierno de Mijaíl Gorbachov, la llegada al poder de Boris Yeltsin y la disolución efectiva de la Unión Soviética.

El libro está formado (casi) íntegramente por entrevistas, en las que solo se escucha la voz del entrevistado, con muy escuetas acotaciones de la entrevistadora para indicar el contexto en el que se produce la conversación, así como las reacciones de los protagonistas (en particular, cuando empiezan o dejan de llorar). Uno de los méritos del libro, sin duda, es la representación respetuosa del discurso oral, con sus interrupciones, sus anacolutos, sus repeticiones y correcciones... Así, la autora cede casi completamente la voz a los personajes a los que quiere dar el protagonismo para que cuenten sus historias, creando con eso un texto efectivamente polifónico, aunque estilísticamente muy coherente.

Y estos protagonistas escogidos por Svetlana Aleksiévich son hombres y mujeres de diferentes puntos de la extinta Unión Soviética, de diversos orígenes étnicos, de diversas edades, de posiciones ideológicas opuestas. El tema fundamental del libro, como decíamos, es la utopía comunista: las esperanzas que creó, los horrores que provocó, su brusca desaparición y el vacío de poderes y valores que dejó al caer. Hay espacio para voces de represaliados por el estalinismo, pero también de comunistas convencidos que nunca renunciaron a sus ideales; de personas que esperaban que la libertad y la democracia les trajeran la felicidad (y quedaron decepcionados), y otros que en el momento en el que todo el mundo abandonaba en masa el Partido Comunista conservaron orgullosos su carnet y su ideología.

Svetlana Aleksiévich no juzga, no evalúa. Quienes la critican (sin haberla leído, sospecho) la pinta como una antirrusa y anticomunista furibunda, y sus libros como panfletos. Cualquiera que lea El fin del 'homo soviéticus' se dará cuenta de que esto no es así en absoluto. Lo que compone es una imagen compleja de un territorio y un tiempo en el que el pasado es terrible (la guerra, las purgas soviéticas, las delaciones entre vecinos) pero el presente no ha cumplido tampoco las esperanzas creadas y ha dado paso a una jungla en la que los fuertes y los corruptos vencen, y los débiles son aplastados.

No es este un libro ligero, desde luego; de hecho, creo que no conviene leerlo seguido, porque la unidad del estilo hace que las historias y los personajes que las cuentan se mezclan unos con otros (y la densidad trágica de lo que cuentan merece ser captada individualmente). Es, desde luego, un libro en el que la relevancia del asunto se alía con una evidente preocupación estilística. Que alguien pueda decir que esto no es literatura, y literatura de la grande, es algo que no puedo entender.

Otras obras de Svetlana Aleksiévich en ULAD: Voces de ChernóbilVoces de Chernóbil (re-reseña)Los muchachos del zinc

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Leí hace algunas semanas "La guerra no tiene rostro de mujer" y me pareció un libro muy recomendable. Me acuerdo de cuando le dieron el Nobel.. Rubén Amon,periodista al que respetaba, decir que si se lo daban a ella tsmbien podían dárselo a el. Resulta presuntuoso y vacuo decir que es literatura y que no.

Unknown dijo...

Por cierto, se me olvidaba.. En La guerra no tiene rostro de mujer.. La estructura es similar.. Las anotaciones de las entrevistadas junto a algunos comentarios suyos de notable profundidad.
Un saludo y gracias por la reseña, tiene mérito dada la longitud del libro y su reciente publicación.

Santi dijo...

¡Gracias por los comentarios! "La guerra no tiene rostro de mujer" es, si no me equivoco, el primer libro de esta serie sobre la utopía de la que hablo en la reseña. Creo que su estilo en estos libros es siempre semejantes: dejar hablar a las personas que se han visto influidas por la historia, darles voz e intentar intervenir lo menos posible. En el caso de su libro sobre Chernobil, creo que ella misma aparece como uno de los testimonios, pero al mismo nivel que el resto, como una voz más entre todas.

Por cierto, tengo que aclarar que no me he leído el libro en un día: es que me lo he leído en la edición portuguesa de Porto Editora, que salió hace ya algún tiempo :P

Anónimo dijo...

A ver si sacan ya la edición de bolsillo... en la biblioteca no hay manera de pedirlo prestado, porque siempre lo tiene otra persona, y me niego a pagar 25 euros.

XLuis MP dijo...

La realidad es la que es. La utopía comunista fue un gran fracaso y bastantes veces sanguinaria. En el futuro ¿quien sabe?. Pero no se podría hacer sin respetar las libertades individuales. Y tampoco creo en la igualdad total en lo económico, hay que valorar los méritos y el trabajo.