viernes, 9 de diciembre de 2016

Colaboración. Thomas Bernhard:

Idioma original: Alemán
Título original: Ja
Año de publicación: 1978
Traducción: Miguel Sáenz
Valoración: Muy recomendable

Siempre que uno tiene entre sus manos un libro de un escritor considerado como uno de los “grandes”, hay cierto respeto a la hora de empezarlo porque, más que temer que el libro te decepcione a ti, lo que temes es que tú decepciones al libro si no llega a gustarte. Me ha ocurrido, a mi pesar, con algún escritor de renombre, pero sin duda este no es el caso. Cuando coges este libro y empiezas a leerlo sientes, notas, que en esas palabras colocadas y elegidas meticulosamente hay detrás alguien que sabe lo que quiere trasmitir y donde llevarte. Y, tratándose un libro corto, conviene leerlo con la calma adecuada puesto que hay que saborearlo y disfrutarlo mientras dure.
Con esta novela, Thomas Bernhard explora su propio interior a través de una situación aparentemente irrelevante. La visita que el protagonista hace a su amigo y consejero con la intención de contarle lo que le ocurre sirve como excusa para analizar y explorar su propio estado anímico, sus inquietudes y dudas, así como la parálisis creativa que le invade. También, y en consecuencia, trata de indagar y combatir sus propias carencias como persona y como científico. Partiendo pues de esta premisa, el autor no solo utiliza la estrecha relación del protagonista con su amigo para analizar su estado de ánimo sino que también, de forma accidental e involuntaria, la visita de unas personas desconocidas para el propio protagonista es la que le permite descubrir quién es él y como desbloquear el momento depresivo en el que se encuentra. Las altas presiones y exigencias que él mismo se impone por tenerse en tan alta estima tienen como resultado que él mismo llega a producirse la enfermedad como consecuencia de no alcanzar el nivel acorde a sus propias expectativas.
A partir de la motivación personal del protagonista de analizarse y  desnudarse mentalmente, Thomas Bernhard escribe una novela que se centra principalmente en sus propias reflexiones. En este punto cabe destacar que por este motivo puede que para algunos lectores no se trate de un libro “fácil” ya que el autor tiende a la auto-repetición y, en algún momento puntual, es hasta retorcido en sus conclusiones. En cualquier caso, este hecho es perfectamente comprensible y justificable ya que en esta novela se analiza el pensamiento humano y, si el autor reitera y da vueltas sobre la misma idea una y otra vez es porque en el fondo éste es un acto propio de los seres humanos. ¿O no es cierto que, a menudo, cuando tenemos problemas o preocupaciones damos mil vueltas al mismo pensamiento del cual no siempre hallamos la solución y el círculo vicioso nos lleva a entrar aún más en este pozo sin fondo que es nuestro interior?
Más allá del formato de la narración, que conviene leer de forma pausada para permitir que las reflexiones entren y se absorban, uno se habitúa rápidamente al estilo, y el libro es enriquecedor porque va más allá de las reflexiones del protagonista sobre sí mismo: trata las relaciones con los demás, analiza lo que implica, lo que se obtiene y lo que se puede esperar de ellas así como de uno mismo, y se cuestiona el hecho de que, a veces, aquello que uno intuye no es lo que de verdad transcurre por el interior de las personas, ni éstas son como habitualmente las vemos los demás.

También de Bernhard en ULAD: El origen, El sótanoEl sobrino de Wittgenstein


Autor: Marc Peig


8 comentarios:

Javier Ventura dijo...

Yo sólo he leído Corrección de Bernhard. Pero por lo que comentas, debe ser un autor muy fiel a su propio estilo: desarrollar sus obsesiones y reflexiones profundas, y hacerlo de forma reiterada, repetitiva, y en cierta forma monótona. Como un disco de música minimalista: lo aprecias, pero también te aburre. El que a lo mejor no repite, soy yo. Me dejó algo saturado. Aunque no lo descarto.

Carlos Andia dijo...

Me ha gustado mucho ese comentario inicial sobre el respeto que nos infunden ciertos autores, los clásicos, los que reúnen elogios de los 'entendidos'... No cabe duda de que los nombres nos predisponen a un juicio (también ocurre en negativo), y no es fácil conseguir que nuestro propio criterio se imponga a esos prejuicios. Siempre cabe la posibilidad de meter la pata a rosca, de no ser capaz de captar el valor de algo que todos admiran, cosas así.

Pero bueno, aquí no estamos para resultar acomodaticios, así que te felicito por expresar tu opinión libre de ataduras. ¡Estupenda reseña!

Marc Peig dijo...

Muchas gracias Carlos por tus comentarios. Es cierto que no siempre es fácil hacer una reseña de un autor de renombre, pero es cierto que aquí estamos para ser sinceros y honestos. Seguimos!

Marc Peig dijo...

Gracias por tus impresiones, Javier Ventura. Este es el primer libro que leo de Thomas Bernhard por lo que, viendo tu comentario, parece que efectivamente basa su estilo en reflexionar sobre sí mismo, de forma reiterada. En este blog hay reseñados un par de libros más y, aunque son más de carácter autobiográfico, también apuntan en esa dirección.

Sol Elarien dijo...

No sé cómo te las has apañado para leerlo despacio, las palabras te arrastran a una velocidad de vértigo. El libro es un párrafo ininterrumpido de más de 120 páginas, esa estructura contribuye a transmitir la sensación de agobio de su protagonista, que empieza la historia desahogándose en casa de su amigo y confidente Moritz para saltar, en una fuga de ideas en la que describe el lugar en el que reside y los motivos que le impulsaron a mudarse allí, a las emociones de la Persa, una mujer que al principio le salva de sí mismo, con la que se siente identificado ya que ambos comparten el mismo proceso autodestructivo. Es una narración neurótica y trepidante, en un ambiente abrumador, tenso, gris y húmedo, medio derruido como las vidas que describe. Te impacta y te deja sin aliento.
Un abrazo: Sol

Marc Peig dijo...

Hola Sol, tienes toda la razón del mundo al decir que es todo un reto leerlo de forma pausada. Personalmente, cuando estoy delante de un libro corto y tan bien escrito, hago el esfuerzo de leerlo despacio y, en ocasiones, paro la lectura expresamente para alargar las buenas sensaciones y reflexiones que el libro me aporta.
La narración, efectivamente, tiene un punto neurótico, diría que incluso obsesivo y también gris, pero con atisbos de luz que el propio protagonista, por azar o por interés, acaba encontrando.
Se trata de un gran libro, totalmente recomendable.
Gracias por tus comentarios. Un abrazo.
Marc

Ga dijo...

Gracias por la recomendación.
Es un libro muy bien escrito, brillante. Yo también lo he leído con una sensación de vértigo, como si el lector cayera por el texto sin poder parar. Perfecto, tan perfecto que está escrito en pretérito pluscuamperfecto: “Yo había estado todo el día (…) hasta que repentinamente había sentido”. No soy consciente de haber leído ningún otro libro escrito de esta manera (que los habrá). Es un tiempo de lo doblemente acabado, de la falta de salida, de la desesperanza o el suicidio, coherente con el contenido. El final es revelador: “del modo más desconsiderado, le había preguntado a la Persa si se mataría un día. Ella, entonces, solo se había reído y había dicho que sí”.

Marc Peig dijo...

Hola, Ga, buenos días.
Coincido en el preciso estilo con el qu Bernhard escribe este libro que, pese a su brevedad, es profundo y rico en matices.
Me gusta lo que indicas sobre el tiempo verbal en el que está escrito, tiene mucho sentido lo que indicas.
Gracias por tu aportación y por enriquecer la entrada con tus comentarios.
Saludos
Marc