jueves, 8 de diciembre de 2016

Edurne Portela: El eco de los disparos

Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable

ETA dejó de matar en 2010, aunque ya desde la tregua de 2003-6 su final parecía inminente e inevitable. Desde entonces, el País Vasco (y no solo) ha entrado en una nueva fase histórica, política y también cultural: es el momento de construir la narración de los años de plomo, de revisar las últimas cuatro décadas y decidir qué les vamos a contar a nuestros hijos. ¿Fueron años de locura transitoria? ¿La culpa de todo la tuvo Franco? ¿Hicimos, como sociedad, lo que pudimos en medio de una situación difícil y peligrosa?

Esta es la pregunta fundamental que intenta plantear (más que responder) Edurne Portela: cómo se está creando el discurso sobre los años de violencia, en los productos cultuales vascos. Y su propuesta es crítica, incómoda y dolorosa: defiende que en la sociedad vasca dominó la complicidad, el miedo y el silencio, y que el secuestro del lenguaje por parte de ciertas ideologías (sobre todo de la denominada "izquierda abertzale", pero también el nacionalismo tradicionalista español) ha dificultado la creación de discursos complejos, matizados y profundos.

Conviene recordar que lo que Edurne Portela analiza son, como digo, producciones culturales (literarias y cinematográficas, fundamentalmente); no es una socióloga que pretenda radiografiar a la sociedad vasca, sino una investigadora de Estudios Culturales que trata con representaciones y creaciones ficcionales. Su forma de evaluarlas, por otra parte, es decidida y explícitamente ética e ideológica: no evalúa su calidad formal, sino su valentía, su capacidad para huir del maniqueísmo pero también de la tan temida "equidistancia".

E estos juicios, salen bien paradas obras como la película Tiro en la cabeza; la obra del fotógrafo Clemente Bernad (quien quiso exponer en el Guggenheim la radiografía de la cabeza tiroteada de Miguel Ángel Blanco, provocando una enorme polémica), los relatos de Jokin Muñoz o de Iban Zaldua. Algo peor quedan en la foto la novela Twist de Harkaitz Cano, o los cuentos de Fernando Aramburu. Y la obra que recibe las críticas más duras (junto con las producidas por creadores próximos a la izquierda abertzale con fines casi-propagandísticos) es la película Ocho apellidos vascos, a la que Portela acusa de banalizar la violencia sin antes haber llegado a analizarla o expiarla.

Una de las grandes virtudes del libro es que no está escrito desde fuera, proyectando un juicio moralmente superior sobre los malvados vascos: Edurne Portela se presenta (a través de una serie de capítulos que, sin decirlo, se adivinan autobiográficos) como una vasca más, que vivió los años más duros de la violencia, de la kale borroka, de los pelotazos de goma y de cantar "Sarri, Sarri" en las fiestas del pueblo. A lo largo del libro conocemos a una Edurne Portela con un rechazo visceral a los batasunos y a su retórica, pero que insiste en la necesidad de incluir en el cuadro el terrorismo de estado o la violencia policial, sin que eso suponga hacer tabula rasa y equiparar todas las víctimas y todos los discursos. Se opone a la equidistancia cómplice, pero también a la utilización política de las víctimas del terrorismo, realizada a veces por las propias asociaciones de víctimas.

El libro tiene algunas limitaciones; por ejemplo, excluir del análisis obras de los "grandes" escritores de la literatura vasca tiene ventajas, porque ayuda a ampliar el canon establecido, pero también es cuestionable, porque voces como la de Ramon Saizarbitoria han dicho mucho, y muy bien, sobre la forma en la que podemos enfrentarnos como sociedad a los hechos del pasado. Tampoco comparto (ni falta que hace, claro) todos los juicios que hace Edurne Portela: me parece que es demasiado crítico con Twist, y que exagera en su rechazo de Ocho apellidos vascos, que no pasa de ser una txotxolada inferior a Vaya Semanita, aunque de la misma familia.

Pero en todo caso, El eco de los disparos es una obra que abre un camino (y lo quema parcialmente, también): el del análsis de los discursos culturales sobre los años de plomo. Afortunadamente, los escritores, cineastas, artistas, solo están empezando ahora a producir este tipo de reflexiones, por lo que el trabajo de Edurne Portela exigirá futuras actualizaciones (suyas o de otros). Quizás la mejor noticia sea de hecho que estas producciones culturales existen, y que son variadas, complejas y producen narraciones divergentes sobre el conflicto vasco. En el momento en que se imponga una narración única, libros como este dejarán de ser posibles, y el olvido habrá triunfado sobre la memoria.

También de Edurne Portela en ULAD: Formas de estar lejosMejor la ausencia

16 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Pues sonará a boutade, pero en mi opinión, tanto "Vaya semanita", dentro de Euskadi, como "Ocho apellidos vascos", fuera, han hecho más por la sociedad vasca que todos sociólogos, investigadores culturales, periodistas y no digamos ya políticos.

Carlos Andia dijo...

Estoy muy de acuerdo. Cuando empezamos a reirnos de algo, ya lo estamos desactivando. Eso es importante, y desde luego mucho más fácil cuando ya no silban las balas.

De todas formas, también será necesaria mucha reflexión, diálogo, digerir las cosas poco a poco, en fin, muchas cosas para cerrar tantos años de dolor y de locura.

Saludos!

Juan G. B. dijo...

Muy de acuerdo también yo contigo, Carlos, porque una cosa no quita la otra (o lo cortés no quita lo valiente, como dice el refranero). Y si una cosa me ha quedado a mí en claro de toda esta historia es que si hay algo corrosivo y hasta subversivo, eso es el humor.

xisco1993 dijo...

Gran reseña. Me encanta vuestro blog y estoy muy de acuerdo con Juan respecto al humor. El humor es importantisimo.

AlimañaChef dijo...

"Vaya semanita" permitió que los vascos empezáramos a hablar sin tapujos de realidades sociales que no se podían sacar fácilmente a colación en una conversación "seria", así que por mi parte siempre defenderé aquel programa y sus intenciones. Sobre "Ocho apellidos vascos" no puedo hablar, pero en general creo que no hay problema en hacer broma sobre las cosas (con los límites del respeto, siempre tan difusos) siempre que esas mismas cosas puedan tener sus ámbitos de tratamiento y reflexión no humorística. Lo grave no es que se haga broma, sino que SOLO se haga broma.

Saludos!

Francesc Bon dijo...

Buenas: aquí un no-vasco opinando y. seguro, meando tarde o temprano fuera de tiesto. Pero la cuestión es que tras "Ocho apellidos vascos" hubo "Ocho apellidos catalanes". Y la primera me pareció tan horrorosamente mala que ya desistí de la segunda. El caso es que, perpetre quien perpetre esas cosas (o sea, vascos riéndose de sí mismos o catalanes haciendo lo propio) me parece, al margen de sus éxitos comerciales (¿hablo de lo que les gusta a millones de moscas?), no concibo productos culturales similares en el otro sentido. Probemos cómo se recibiría en España una película del mismo corte, riéndose de la retahíla de tópicos de la España cañí. O recordemos lo que le está pasando a Trueba. Una película que debe ser ya mala y es boicoteada porque el hombre ha confesado un terrible crimen inexcusable. No haberse "sentido" nunca "español". La reacción ya la sabemos. Así que para mí estos artefactos "periféricos" son solamente subcultura y demostración del enquistamiento de un sentido de inferioridad colonial. Por lo que supongo que estaría muy de acuerdo con lo que diga la autora sobre ello. Lo leo y si acaso os cuento.

Juan G. B. dijo...

Hola otra vez:
Perdón por ponetme pesado, pero como el primer comentario es mío, me siento concernido. Es evidente e incluso más que obvio que cuando hablo positivamente de "Ocho apellidos vascos" no me refiero a la calidad cinematográfica del film. Es imposible hacerlo ( y me temo que la de los catalanes es todavía peor). Me refiero a lo que ha contribuido al cambio de actitud hacia cualquier cosa que suene remotamente a vasco fuera de Euskadi. Actitudes que hasta hace bien poco y durante largos años, eran bien diferentes, huelga decirlo...
Por otro lado, sobre si se podrían hacer películas similares riéndose de los tópicos netamente españoles... ¿qué otra cosa son las (infumables) pelis de la saga Torrente? ¿ O las de Pajares y Esteso o, antes aún, las españoladas protagonizadas por Alfredo Landa o Paco Martínez Soria? Otra cosa (y sería interesante dilucidar por qué) es que los espectsdores que convirtieron todas estas películas en éxito las hayan percibido así o de otra manera.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Juan. Las películas son malas. La de los catalanes peor todavía. Lo que es importante aparte de la calidad de la película, es la posibilidad, sana, de poder hacer coñas con vascos, y ojo, con andaluces. Pero me llama la atención el comentario de Francesc. Parece que no ha visto la película. Si en ocho apellidos vascos, se hace parodia de los clichés vascos, los que se hacen sobre los andaluces son casi más sangrantes. Cosa que por otra parte se lleva haciendo toda la vida. Lo de hacer cachondeo con vascos y catalanes, es bastante novedoso, de hecho lo estamos comentando aquí. Lo de hacerlo con andaluces ya no nos llama la atención. Curioso.
Y lo del sentido de inferioridad colonial, me ha dejado muy descolocado. Si lo he entendido bien, que estoy seguro de que no, es la mayor gilipollez que he leído en mucho tiempo.

GPG dijo...

Apertura del blog al cine. Una peli al día (UPAD). Lo de la inferioridad colonial es sorpredente, por no decir otra cosa. Abrazos
PD: Creo que la última de Mel Gibson ( un falto y un cretino en cuanto abre la boca) es notable.

Anónimo dijo...

Francesc :solo hablas para decir tonterías , en eso eres insuperable
Me gusta España,no tengo ningún complejo , no contemplo la historia bajo la óptica de un pedante de 2016 de la Complutense sino en su contexto histórico; no me siento responsable de nada pasado sino de mi día a día
Sois tan cansinos y tan horteras en vuestra visión de todo lo que se llame España ...

Anónimo dijo...

He vuelto a leer lo que ha escrito Francesc y cada vez me da más asco el comentario.
Y no lo digo como posicionamiento político. Me la pela si Francesc es independentista. Creo que él y cualquiera tiene todo el derecho a serlo. Y dudo mucho que Francesc sienta más asco que yo por el gobierno que tenemos España y por lo mal (o bien para ellos, porque la verdad es que les funciona) que lo han hecho todo con Cataluña. Pero ese comentario tiene ese repugnante tufillo del nacionalismo más sucio, sea español o catalán, que al final se parecen mucho.

Santi dijo...

Este hilo de comentarios se está yendo del tema (que es el libro de Edurne Portela, y no Ocho apellidos vascos) y está perdiendo las formas con ataques personales a una persona que ha dado su opinión, provocadora y ácida si se quiere, pero no insultante. Cada cual que discuta lo que quiera, pero sin faltar.

En relación con el libro y la película, recuerdo que lo que Edurne Portela critica no es tanto que sea una explotación de tópicos y estereotipos a la manera del cine del Franquismo (que también), sino que hace una presentación banal de la violencia, por ejemplo de la muerte del marido de Carmen Machi, que nunca se explicita, sin hurgar en ningún momento en la herida ni proponer ninguna reflexión crítica. Se puede compartir o no esta opinión, que a mí me parece demasiado dura, pero ese es el punto en discusión en el libro.

Anónimo dijo...

A mi no me parece ni provocadora ni ácida, me parece insultante.
Aún así hace bien en decirlo si es su opinión. Igual que los demás podemos opinar sobre su opinión.

Francesc Bon dijo...

Buenas tardes a todos. Y que Santi me disculpe por esta salida del tema central del post.

1. Firmo todos los comentarios con mi nombre y apellidos reales.
2. Mérito hay que reconocerle a una reseña y a un libro (especialmente si es un ensayo) que generen un intercambio de opiniones sano y civilizado.
3. Me resulta extraño ser a la vez insultado y ser acusado de insultar. Y el énfasis en las dos palabras "inferioridad colonial", que podrían haber sido tres: "acatamiento jerárquico autoinducido", o hasta cuatro "imposición de sentimiento patrio". Cuando lo único que hago es expresar una opinión que no pretendo imponer a nadie, ni mucho menos usar de forma irrespetuosa. Las películas del tardofranquismo también ridiculizaban a una minoría: al paleto, al pueblerino, al ignorante que se aventuraba en una sociedad urbana y pretendidamente abierta al mundo. Siempre el más fuerte (el más numeroso, el más poderoso, el más difundido) imponiendo su idea uniformizadora y señalando al diferente. Pues me sigue pareciendo que al revés es imposible. Sí, Ocho apellidos vascos se ríe del estereotipo andaluz, porque la centralidad española castellanocentrista ha marcado su estándard y nada hay en el centro de que uno pueda reírse. Torrente es un facha y los corruptos de la Comunitat Valenciana unos repeinados, pero del castellano medio nada puede ridiculizarse porque es el guardián del estirpe de la raza y el preservador que cuida de que nada pueda amenazar uno de los sacrosantos cimientos impuestos por el franquismo y su continuidad encubierta: la unidad de la patria. Y que más unitario que todos riéndose de esos vascos, todos, los medios y los que no, su acento, sus deportes y sus apellidos kilométricos, o de los catalanes, todos, los medios y los que no, y de sus cosas, "consintiendo" sus diferencias y "tolerando" sus cosas dentro de unos límites, que les hemos marcado hace décadas y que son inamovibles. Así que si son tonterias o gilipolleces, seguiré siendo esa clase de tonto y gilipollas, y si he insultado, que alguien me aclare cuándo y cómo.

Juan G. B. dijo...

Haya paz, hermanos.
Como el primer comentario acerca de la susodicha película es mío (ingenuo de mí, pretendía ir en el sentido del "buen rollo" que había creado...ay), me siento responsable, así que si hace falta lo retiro y aquí paz y después gloria.
O mejor aún, voy a cambiar de tema para que se nos pase el enfado, como hacen las señoras mamás en las cenas de Nochebuena cuando sus vástagos empiezan a discutir... Por ejemplo, yo, por lo menos, estoy ya hasta las narices del término "relato" del que se ha apropiado la política (es decir,por parte de políticos, politólogos, analistas políticos y tertulianos que lo mismo comentan esto que lo otro) y que, por desgracia, en algún caso parece que pretende volver a la literatura, convenientemente mancillado. En el caso del "conflicto vasco" (las comillas quieren ser irónicas, amigos anónimos, no os sulfuréis), encima, parece que después de aguantar no sé cuantos años de bombazos, tiros en la nuca, torturas y sufrimiento a tutiplén, ahora toca aguantar la batalla del relato porque a los politicastros y sus satélites les sale del pirri hacerlo (y porque esperan sacar réditos electorales con ello, claro). Pues, personalmente, no estoy dispuesto a hacerles caso, ni a ellos ni a quien pretenda venderme su relato de los c******. Yo ya tengo el mío.
¿A que este otro tema no va a ser tan polémico, amigos?

Anónimo dijo...

Así que la unidad de la patria es la contiunuidad encubierta del franquuismo.
Qué recurso más pobre decir que algo que no te gusta es porque Franco lo impone desde su tumba. O sea, que los catalanes tienen muy claro cual es su patria porque son muy listos y el resto de los españoles sin embargo, lo que piensan que es su país, lo piensan porque lo dijo Franco.
Los catalanes compartían en su mayoría el concepto de patria con el resto de españoles hasta hace poco. Justo hasta que el mayor partido de España encontró el tesoro electoral del anticatalanismo, momento que coincide con el hallazgo por parte del mayor partido de Cataluña que usando un discurso parecido, pueden escaquearse de que les han pillado que llevaban treinta años saqueando a sus ciudadanos.
Mientras tanto la minoría que siempre fue independentista se alegra mucho de todo esto y la mayoría que no lo era, se suma a este carro, exactamente igual que pasa en el resto de España con el PP.
Estrategias gemelas. Gemelas y deleznables.