Año de publicación: 2003
Valoración: imprescindible
Era necesario situar a Mouawad en el olimpo literario de ULAD, donde habitan aquellos autores cuyas obras son consideradas como «imprescindibles». Había que hacerle justicia y situarlo en la cúspide literaria y nada mejor que hacerlo con «Incendios», su gran obra maestra dentro del género teatral. Cierto es que «Ánima» es un magnífico libro, y «Litoral» una muy buena obra de teatro. Pero «Incendios» está a otro nivel, pues es inmensa su profundidad emocional y su trama argumental. Es la gran obra teatral, una tragedia de dimensiones inconmensurables, un increíble reto argumental, y un desgarro abismal que abre una herida hasta nuestras emociones más íntimas.
En la que probablemente sea una de las mejores obras teatrales escritas en la literatura, dejando de lado a los clásicos, la obra que nos presenta Mouawad es una historia de pasados y presentes, de secretos y verdades, de amores y odios. Con esta obra, y como nos tiene acostumbrados, Mouawad nos golpea los sentimientos una y otra vez. En una puesta en escena (y nunca mejor dicho) clara y nítida que el autor nos plasma sin rodeos, el texto en su inicio va directo al grano, pues Mouawad empieza la obra exponiendo un misterio: el mensaje que se esconde con la apertura de la carta que contiene el testamento de Nawal Marwan, fallecida recientemente tras años de absoluto silencio. La lectura del testamento causa cierta sorpresa por su contenido, pues encarga a cada uno de sus dos hijos una misión: a Jeanne, buscar a su padre y entregarle una carta. A Simon, encontrar a su hermano y entregarle una carta. Solo entoncecs, una vez hecho lo encomendado, se romperá el silencio y podrá descansar en paz. La noticia sorprende a ambos hermanos, pues se desconoce la identidad del padre y no sabían de la existencia de otro hermano. A partir de ahí, con la misión y el deber de cumplir las últimas voluntades de su difunta madre, empieza un viaje para ambos.
Con esta premisa, Mouawad nos arrastra en un viaje que transcurre en dos momentos en paralelo, con la narración del pasado de la vida de Nawal y el viaje en presente de los hijos en la búsqueda de un pasado. Dos travesías que convergen en una sola para unir los tiempos, pasado y presente; un periplo no únicamente físico, sino también emocional, donde el autor nos habla de la solitud, del sentimiento de abandono cuando nos sentimos huérfanos de nuestro pasado, cuando los misterios que azotan de golpe la vida alteran la perspectiva sobre nosotros mismos y cuestionan la realidad de nuestro presente. La historia que teje Mouawad es la historia de aquellos que, recuperando las memorias de los antepasados, descubren una vida que se ha desarrollado en paralelo y a escondidas, desvelando una historia de tristeza y de desgarro, de abandono y solitud, de agresividad y terror.
La habilidad del autor en la construcción de los personajes es innegable, caracterizándolos a la perfección y nutriéndolos de una personalidad llena de matices, creando un espejo ante ellos a través del cual los expone a su cuestionamiento, estableciendo una divergencia de caracteres que copan el espectro de las cualidades humanas. Mientras Simon es impulsivo, irreverente, impetuoso y egoísta, Jeanne es, en apariencia, más cerebral, más pausada, pero notoriamente más comprensiva y tierna. Y, más allá del retrato de los personajes, está el magistral dominio del lenguaje, repleto de trascendencia y frases que quedan en el recuerdo de manera perenne e imborrable. Y, claro está, el perfecto dominio del tempo narrativo, de la construcción de la trama argumental, de la puesta en escena, del suspense, de la calibración exacta de las elipsis temporales, de la simultaneidad de historias superpuestas en una dualidad temporal sincronizada hasta su último detalle.
El viaje en el que nos arrastra Mouawad nos traslada a la tragedia de las guerras y las crueldades, a la de los secretos e historias pasadas, al abismo habitado por la maldad y la brutalidad. Pero es también una historia de amor, de un amor infinito hacia los hijos, a la familia, y una llamada a enfrentarse a la realidad para establecer a partir de ella un nuevo punto de partida para cambiar la historia. El impacto causado por esta desgarradora narración precipita al lector hacia la tenebrosidad más absoluta para abrir, de tanto resquebrajar las emociones, una pequeña hendidura por dónde alcanzar un atisbo de luz suficiente que permita seguir creyendo en el futuro.
Como en toda gran tragedia, esta obra contiene todo aquello que conforma el ser humano, desde la inmensidad de sus bondades hasta la más absoluta sordidez de sus crímenes. Y por encima de todo, el amor a la vida, a recuperar la memoria de aquello que somos y aquello que pudimos ser, a buscar nuestros orígenes para saber quiénes somos y de dónde venimos, a seguir conociéndonos hasta poder llegar a descubrir que somos más de lo que pensamos, y que los misterios que albergan las vidas pueden permanecer ocultos, pero no por mucho tiempo, pues la verdad nos tienta cuanto más descubrimos, y lo seguirá haciendo hasta que únicamente nos quede por saber cuánta verdad podemos asimilar sin que nos destruya.
También de Wajdi Mouawad en ULAD: Litoral, Ánima, Bosques, Cielos, Todos pájaros, Assedegats, Un obús al cor, Madre
En la que probablemente sea una de las mejores obras teatrales escritas en la literatura, dejando de lado a los clásicos, la obra que nos presenta Mouawad es una historia de pasados y presentes, de secretos y verdades, de amores y odios. Con esta obra, y como nos tiene acostumbrados, Mouawad nos golpea los sentimientos una y otra vez. En una puesta en escena (y nunca mejor dicho) clara y nítida que el autor nos plasma sin rodeos, el texto en su inicio va directo al grano, pues Mouawad empieza la obra exponiendo un misterio: el mensaje que se esconde con la apertura de la carta que contiene el testamento de Nawal Marwan, fallecida recientemente tras años de absoluto silencio. La lectura del testamento causa cierta sorpresa por su contenido, pues encarga a cada uno de sus dos hijos una misión: a Jeanne, buscar a su padre y entregarle una carta. A Simon, encontrar a su hermano y entregarle una carta. Solo entoncecs, una vez hecho lo encomendado, se romperá el silencio y podrá descansar en paz. La noticia sorprende a ambos hermanos, pues se desconoce la identidad del padre y no sabían de la existencia de otro hermano. A partir de ahí, con la misión y el deber de cumplir las últimas voluntades de su difunta madre, empieza un viaje para ambos.
Con esta premisa, Mouawad nos arrastra en un viaje que transcurre en dos momentos en paralelo, con la narración del pasado de la vida de Nawal y el viaje en presente de los hijos en la búsqueda de un pasado. Dos travesías que convergen en una sola para unir los tiempos, pasado y presente; un periplo no únicamente físico, sino también emocional, donde el autor nos habla de la solitud, del sentimiento de abandono cuando nos sentimos huérfanos de nuestro pasado, cuando los misterios que azotan de golpe la vida alteran la perspectiva sobre nosotros mismos y cuestionan la realidad de nuestro presente. La historia que teje Mouawad es la historia de aquellos que, recuperando las memorias de los antepasados, descubren una vida que se ha desarrollado en paralelo y a escondidas, desvelando una historia de tristeza y de desgarro, de abandono y solitud, de agresividad y terror.
La habilidad del autor en la construcción de los personajes es innegable, caracterizándolos a la perfección y nutriéndolos de una personalidad llena de matices, creando un espejo ante ellos a través del cual los expone a su cuestionamiento, estableciendo una divergencia de caracteres que copan el espectro de las cualidades humanas. Mientras Simon es impulsivo, irreverente, impetuoso y egoísta, Jeanne es, en apariencia, más cerebral, más pausada, pero notoriamente más comprensiva y tierna. Y, más allá del retrato de los personajes, está el magistral dominio del lenguaje, repleto de trascendencia y frases que quedan en el recuerdo de manera perenne e imborrable. Y, claro está, el perfecto dominio del tempo narrativo, de la construcción de la trama argumental, de la puesta en escena, del suspense, de la calibración exacta de las elipsis temporales, de la simultaneidad de historias superpuestas en una dualidad temporal sincronizada hasta su último detalle.
El viaje en el que nos arrastra Mouawad nos traslada a la tragedia de las guerras y las crueldades, a la de los secretos e historias pasadas, al abismo habitado por la maldad y la brutalidad. Pero es también una historia de amor, de un amor infinito hacia los hijos, a la familia, y una llamada a enfrentarse a la realidad para establecer a partir de ella un nuevo punto de partida para cambiar la historia. El impacto causado por esta desgarradora narración precipita al lector hacia la tenebrosidad más absoluta para abrir, de tanto resquebrajar las emociones, una pequeña hendidura por dónde alcanzar un atisbo de luz suficiente que permita seguir creyendo en el futuro.
Como en toda gran tragedia, esta obra contiene todo aquello que conforma el ser humano, desde la inmensidad de sus bondades hasta la más absoluta sordidez de sus crímenes. Y por encima de todo, el amor a la vida, a recuperar la memoria de aquello que somos y aquello que pudimos ser, a buscar nuestros orígenes para saber quiénes somos y de dónde venimos, a seguir conociéndonos hasta poder llegar a descubrir que somos más de lo que pensamos, y que los misterios que albergan las vidas pueden permanecer ocultos, pero no por mucho tiempo, pues la verdad nos tienta cuanto más descubrimos, y lo seguirá haciendo hasta que únicamente nos quede por saber cuánta verdad podemos asimilar sin que nos destruya.
También de Wajdi Mouawad en ULAD: Litoral, Ánima, Bosques, Cielos, Todos pájaros, Assedegats, Un obús al cor, Madre