Idioma original: francès
Título original: Mère
Traducción: Coto Adánez en castellano para Ediciones La uÑa RoTa
Año de publicación: 2022
Valoración: está bien
Título original: Mère
Traducción: Coto Adánez en castellano para Ediciones La uÑa RoTa
Año de publicación: 2022
Valoración: está bien
Hay géneros literarios que, reconozcámoslo, tienen poco público y me atrevería a decir que el teatro es de los que menos seguidores tiene si dejamos de lado su representación teatral que, en el fondo, es para lo que está destinado. Por ello, la lectura de obras teatrales parece destinada casi exclusivamente a los acuden al teatro y/o se dedican a ello; para el resto, son obras difíciles de abarcar pues requiere cierta práctica o bagaje para poder ponerse en situación e imaginarse a menudo escenarios estáticos con elementos no siempre detallados en la obra. De todos modos, una vez uno se acostumbra a ello y especialmente cuando ha leído obras del mismo autor, la interpretación (en todos los sentidos) es algo más fácil.
Fiel a sus inquietudes y a su estilo, con este texto Mouawad vuelve a ambientarse en su cultura y orígenes para construir el relato, aunque en este caso no habla únicamente de su tierra y de los conflictos que sus ciudadanos arrastran desde hace tiempo sino de su propia vida. Así, más allá de la guerra continua que sufre su país, el libro trata también sobre su exilio de Beirut a París, siendo aún pequeño; un exilio que supuso cambios a nivel de identidad, pero también en el seno familiar, pues la guerra marca a los que se quedan, pero también a los que se van. Y el autor, consciente de la dificultad en encajar en una cultura ajena, se vuelca en el teatro, como es evidente a lo largo de su obra y como él mismo reconoce al afirmar que «estaba exiliado geográfica y lingüísticamente, ya que vivía lejos del Líbano, pero desde el punto de vista de la escritura y el teatro, en la sala de ensayos, estaba en mi casa. Yo estaba en mi lengua y en mi historia cuando los demás estaban en el exilio».
Con este propósito autobiográfico empieza el libro y lo hace con una introducción a nivel personal, por parte del autor libanés, en la que explica qué supone para él el exilio y cómo encuentra el hogar en el teatro y en la escritura y, a diferencia de sus obras anteriores donde el conflicto se centraba en las hostilidades entre países o familiares («con los libaneses todo acaba al pie de una tumba»), en este caso el autor va un paso más allá y narra la relación de él mismo con su madre. Así, este relato es el recuerdo que tiene el joven Wajdi sobre su madre, fallecida el 17 de diciembre de 1987 en Montreal.
Argumentalmente, esta pieza teatral la componen unos pocos personajes: la familia Mouawad (que se encuentra en su mayor parte exiliada en París) y un par de periodistas que sirven al autor para narrar lo que sucede en Beirut donde siguen residiendo el padre y la hermana de su madre. Conocemos a través de ellos la situación de conflicto en el Líbano entre sirios e israelíes y vemos como desde la distancia la familia sufre por el padre y por la hermana, pero también por los civiles atrapados en una guerra que les ha caído encima como uno de tantos obuses y bombas. La tensión narrativa es evidente especialmente en la madre, quien intenta conocer lo que está sucediendo en el Líbano mientras Wajdi y su hermana Nayla haciendo gala de la inocencia de los niños juegan a que siguen estando en Beirut confrontando así con su cándida mirada infantil la violenta realidad en la que vive su madre y la toma de consciencia de la dureza de una vida en el exilio, lejos de su tierra, lejos de parte de su familia. Una madre otrora inteligente, fuerte y formidable, pero a la que la situación hace mella en ella contagiando la tensión a sus hijos, porque tal y como espeta a su hija Nayla «aquí la única que tiene derecho a quejarse soy yo. Tu solo te preocupas por ti, yo en cambio me preocupo por ti, por tu hermano, por tu hermano y por tu padre y por el perro y por la cazuela, así que no vengas a reprocharme que no entiendo, no tengo tiempo para entender, no tengo tiempo». Estas situaciones cotidianas se ven interrumpidas de manera frecuente por el visionado de las noticias que sirven a Madre para conocer el estado de su país, y es en ellas donde el estilo del teatro de Mouawad se ve claramente, pues se establecen diálogos imaginarios entre la presentadora de las noticias y la madre en una especie de súplica o reproche por no dar más detalles sobre el conflicto; son diálogos que rompen la cuarta pared y en las que vemos el desespero de una madre al dirigirse a la presentadora pidiendo, casi suplicando y a ratos exigiendo, más detalles, más información, más esperanza. Estas conexiones puntuales con los informativos de la televisión ponen el contexto histórico y social: las tropas israelíes de Ariel Sharon han invadido el Líbano obligando «a las fuerzas palestinas a abandonar el suelo libanés y apoyar las fuerzas cristinas» en la «Operación Paz de Galilea». El contexto familiar, lo pone el propio autor intercalando en el texto dibujos y recetas de cocina de la cultura libanesa.
Con esta obra, Mouawad nos traslada la dificultad del exilio al dejar atrás seres queridos que libran batallas contra los enemigos y contra la muerte que asoma en forma de armas o de hambre. Cabe decir que consigue su propósito en cierta medida, aunque es, de largo, su obra más personal y quizá por ello menos trágica de lo que nos tiene acostumbrados. Ya el propio autor reconoce el porqué de esta obra pues, en cierto pasaje, admite que «en el teatro uno de puede inventar lo que quiera, así que he aprovechado y he escrito esta escena. Para hablar contigo. Los vivos no podemos evitar hablar a los muertos» y confiesa que «quizá mi deseo no era hablar contigo, sino hacer que existiera un momento contigo que nunca existió», un momento íntimo y de recriminación por no haber atendido sus necesidades afectivas cuando era pequeño y que evidencia en una escena que dirige a la madre ya difunta afirmando que «llevo sin verte treinta y cuatro años y no te echo de menos. ¿Por qué? Porque quien te echa de menos es él, que te ve todos los días. ¿Me oyes? Echa de menos a su madre, te echa de menos a ti. Le estás perdiendo».
De esta manera, el libro narra la dificultad de los exiliados en su integración en la sociedad, pero especialmente en recobrar sus vidas, más aún cuando parte de la familia y amigos quedan en el país de origen víctimas y testigos de guerras y revueltas. La vida de los exiliados, siempre pendientes de las noticas, siempre pendientes de los avances de los conflictos, una conexión emocional que les mantiene atados a su país de origen sacrificando, también ellos, sus propias vidas con la mirada siempre dividida entre un pasado juntos y un futuro incompleto. Y, con ello, la desesperación y la frustración, y la represalia hacia los demás por parte de un carácter agriado con el paso del tiempo y de los sucesos.
Dice el autor que «en el teatro, el país siempre es la escritura». Esa es la belleza de este noble arte, su gran importancia. Aquello que escribimos, aquello que leemos, conforma nuestro país, nuestro territorio mientras estamos volcados en ello. Es nuestra vía de evasión, pero también el hogar en el que recogernos cuando el ruido y las atrocidades sobrevuelan nuestras vidas.
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