Título original: Contes carnivores
Año de publicación: 2008
Traducción: Marcelo Cohen
Valoración: muy recomendable
Pues qué bien funciona de vez en cuando eso de tomar lo primero que uno ve en el estante, aunque sea con la garantía que otorgan los característicos lomos de Acantilado. Y no es que yo sea muy asiduo a los estantes de los escritores cuyo apellido empieza por Q. Pero tendré que volver a este Quiriny.
Cuentos carnívoros es un excelente catálogo de relatos de las extensiones más diversas. Con un nivel literario francamente envidiable y con un sentido de la unidad que no impide que, a la vez, sea heterogéneo, con lo cual sus doscientas y pico páginas (incluyendo prólogo de todo un Vila-Matas) dan para ejercicios de narrativa corta que picotean en influencias muy diversas, y seguro que, conscientes, inconscientes o coincidentes, podemos detectar a Monzó, Calders, Cortázar o Monterroso en esas historias desbordantes por igual de surrealismo como de imaginación. Aquí nos encontramos desde ejercicios a la Bolaño como sutiles gemas encastradas que atienden por igual a lo metaliterario como a lo fantástico.
La veintena de páginas dedicadas a relatos sobre asesinos a sueldo confinarían a Amélie Nothomb a llorar en el baño durante semanas. Cómo puede desperdiciar Quiriny ideas e ideas que ridiculizan algo tan banal como el Diario de Golondrina, cómo puede limitar ese caudal creativo a la condición de punto de inflexión de una colección de relatos que es tan brillante. En este sentido, una corta pieza que figura en ese interludio acaba haciendo las veces de definir la temática de esta brillante colección. En ella, un asesino a sueldo opta por el veneno para liquidar a una de sus víctimas: una hermosa joven cuya subyugante belleza no quiere profanar ni alterar. Ahí está la esencia de estos relatos de tonalidad fríamente elegante y de escenarios mayoritariamente europeos.. La irreversibilidad de lo que pasa con nuestros cuerpos constituye un miedo atávico de nuestra especie. La mutilación, la transformación definitiva, la destrucción de órganos y tejidos, su modificación. Esa es la justificación del término carnívoros y es la coartada y el nexo de unión que cohesiona esta formidable y sorprendente obra.
La veintena de páginas dedicadas a relatos sobre asesinos a sueldo confinarían a Amélie Nothomb a llorar en el baño durante semanas. Cómo puede desperdiciar Quiriny ideas e ideas que ridiculizan algo tan banal como el Diario de Golondrina, cómo puede limitar ese caudal creativo a la condición de punto de inflexión de una colección de relatos que es tan brillante. En este sentido, una corta pieza que figura en ese interludio acaba haciendo las veces de definir la temática de esta brillante colección. En ella, un asesino a sueldo opta por el veneno para liquidar a una de sus víctimas: una hermosa joven cuya subyugante belleza no quiere profanar ni alterar. Ahí está la esencia de estos relatos de tonalidad fríamente elegante y de escenarios mayoritariamente europeos.. La irreversibilidad de lo que pasa con nuestros cuerpos constituye un miedo atávico de nuestra especie. La mutilación, la transformación definitiva, la destrucción de órganos y tejidos, su modificación. Esa es la justificación del término carnívoros y es la coartada y el nexo de unión que cohesiona esta formidable y sorprendente obra.