Idioma original: inglés
Título original: Savage continent. Europe in the Aftermath of World War II
Traducción: Irene Cifuentes
Año de publicación: 2.012
Valoración: Muy recomendable
Picaste, amable lector. No, no hablaremos esta vez de matanzas de tutsis y hutus, ni de señores de la guerra y niños soldado, ni de aldeas exterminadas a golpe de machetazo. Por una vez, el ‘continente salvaje’ no es África ni, por tanto, es este libro una versión renovada de
'Ébano'. Hablamos de Europa, que es justamente donde han tenido origen y desarrollo algunas de las más insignes masacres de la Historia de la humanidad. (Claro, todo esto que he dicho tiene sentido si usted no había reparado en el subtítulo del libro, que dice claramente
‘Europa después de la Segunda Guerra Mundial’).
Lo que presenta el joven historiador británico Keith Lowe (con nombre de cantante de synthpop; y perdón por la chorrada) es un escenario más bien poco tratado, porque cientos de libros, películas y documentales han relatado durante décadas la guerra, sus héroes, las tragedias y los campos de exterminio; pero se diría que, una vez terminada la conflagración, Europa fue de pronto un territorio pacificado que tomaba un nuevo rumbo. Pero nada más lejos de la realidad. Han ocurrido cosas decisivas, y otras tendrán lugar durante la postguerra, y todo esto será lo que el autor va a desarrollar.
Como podemos suponer, con el fin oficial de la guerra, el continente es objeto de una devastación física sin precedentes en la Historia, con casi todas sus infraestructuras destruidas y miles de pueblos y ciudades completamente arrasados, entre los que Varsovia podría ser el paradigma. Pero a la destrucción física –y a los millones de muertos de forma directa o indirecta- se deben sumar otros dramas humanos de dimensiones descomunales: millones de huérfanos vagando por las calles y sobreviviendo como pueden; otros tantos individuos que fueron sacados de su país y utilizados por los nazis como trabajadores esclavos, y que ahora no tienen a dónde ir; desplazados forzosos y supervivientes de los campos, vidas destruidas, familias desaparecidas, viviendas volatilizadas. Todo el continente es un inmenso éxodo de personas sin apenas medios de subsistencia ni destino al que acudir, una masa de desesperados que intenta ser controlada por las fuerzas de ocupación de los vencedores.
No sólo eso, que serían las consecuencias diríamos ‘naturales’ de un conflicto de las dimensiones de esta guerra. Además de las consecuencias obvias de una estructura institucional desaparecida, a la derrota de Alemania sigue un periodo de violencia intensa que incluye desde actos de venganza contra nazis y colaboracionistas hasta la expulsión de millones de alemanes de zonas que habían habitado desde hacía siglos –en especial, en Polonia y Checoslovaquia.
Pero tampoco ahí termina el horror –y aquí llegamos a lo que me parece el núcleo fundamental del libro. Dentro del conflicto general han coexistido varias guerras de índole regional, basadas en odios étnicos o viejas reclamaciones territoriales, incendiado todo ello con la visceralidad del momento: ucranianos contra polacos, eslovacos contra húngaros, croatas contra serbios… Y casi todos ellos, además, contra los judíos, sobre todo en los países del Este. De forma que esta corriente poco visible de luchas a menor escala –aunque muchas veces tan sangrientas como la principal- impide que la capitulación del Reich suponga el fin real de la guerra.
Lowe expone con detalle y gran profusión de datos y testimonios esta serie de salvajadas, que parecen ocultas en los pliegues de la Historia, y ahí da la sensación de que el tema se la va un poco de las manos. Son tan numerosos estos ejemplos de brutalidad, que el lector termina abrumado y de alguna manera perplejo, y –lo más importante- puede quedarse con la sensación de que a fin de cuentas los crímenes nazis tampoco fueron algo tan diferente de otros actos de barbarie. Creo que el autor es consciente del peligro, y en varias ocasiones se ve obligado a recular y precisar que, con todo, el grado de salvajismo de los nazis y su ejecución de un programa detallado de exterminio no admiten parangón.
La existencia de esas otras guerras y conflictos semiocultos tendrá una consecuencia decisiva. Las diferentes polarizaciones de cada uno de estos choques terminan por identificarse con una nueva dicotomía fundamental, entre derecha (colaboracionistas, nazis) e izquierda (comunistas, estalinistas), de forma que los odios étnicos, religiosos o culturales se trasladan al campo político. O, mejor dicho, geopolítico, porque los aliados ya se habían repartido las áreas de influencia, separadas por lo que se llamó el ‘Telón de acero’, y a partir de ahí, supieron que tenían las manos libres cada uno dentro de su campo. De esta forma, los soviéticos promovieron sin disimulo a los comunistas en el Este, con la misma intensidad con que los americanos les impedían levantar la cabeza en el Oeste (Francia, Italia, Grecia). Dicho de otra forma, en apenas tres o cuatro años desde el armisticio ya teníamos en el tablero todos los elementos de la Guerra Fría.
‘Continente salvaje’ es un trabajo serio, entiendo que ecuánime y muy documentado (70 páginas sólo de notas y bibliografía), al que se podría achacar algún momento de ligerísima frivolidad y, sobre todo, el riesgo de desenfoque que he comentado. Pero, tras 400 páginas de información exhaustiva y bien estructurada, cualquier pequeño error se compensa con las últimas quince de conclusiones: un resumen certero y clarificador que revela no sólo una admirable capacidad de síntesis, sino un profundo sentido histórico y político que podía parecer ausente en algún momento anterior.
Y, como ocurre con toda aportación interesante al estudio de la Historia, nos ayuda a entender mejor problemas recientes (ex-Yugoslavia) o incluso situaciones de plena actualidad (xenofobia, nacionalismos fanáticos). Inquietudes y tribulaciones permanentes que siempre parece generar este continente nuestro, hermoso, complejo y –a veces- también salvaje.