viernes, 27 de noviembre de 2020

Aharon Appelfeld: Badenheim 1939

Idioma original: hebreo

Título original: Badenheim 1939

Año de publicación: 1978

Valoración: Recomendable

 

 

Conocer las circunstancias que marcaron la niñez de este escritor (1932-2018) solo puede despertar curiosidad por conocer su obra. Para situarle en su contexto, diré que padeció la represión nazi como la mayoría de judíos europeos de su época. Pero su caso es diferente: aunque el lento desarrollo de los acontecimientos, su gusto por las descripciones y por la narración indirecta (lo que cuenta parece irrelevante pues lo que importa de verdad es todo lo que calla) nos recuerden a otros colegas suyos como Zweig y Joseph Roth, en realidad pertenece a la generación siguiente, la del otro Roth, el estadounidense con quien llegó a trabar amistad y cuya entrevista de 1988 encabeza la edición que he leído.

El niño Aharon, de familia acomodada, se vio con solo ocho años  despojado de todo. Tras el asesinato de su madre, escapó del campo de concentración y tuvo que sobrevivir gracias (o a pesar de) la voluntad de los adultos que iba conociendo. Finalmente, pudo llegar a Israel y reencontrarse con su padre. Es allí donde aprendió hebreo, cursó estudios universitarios y desarrolló en ese idioma una extensa carrera literaria.

Appelfeld no suele interesarse explícitamente por la maldad o la desgracia, más bien retrata el negativo de estas realidades y es el lector quien debe completar el resto. La infancia, la bondad, la ingenuidad, el hábito de evadirse, en definitiva, la vida confortable, al margen de una realidad más o menos dramática, suelen constituir el marco en el que sitúa sus argumentos. Hay mucho que escarbar bajo esa superficie brillante y distinguida, detrás de la monótona (pero opulenta) cotidianeidad que aparece en Badenheim 1939. Porque, no nos engañemos, la fecha del título ya nos da una pista, nada está puesto ahí al azar, todo tiene su razón de ser y el lugar exacto donde encaja perfectamente.

A cargo del Roth más contemporáneo, y como antesala a una concienzuda entrevista, se ofrece el relato a grandes rasgos de su vida, los caracteres de su escritura, la impronta kafkiana de esta etc. El mismo entrevistador parece impactado –como lo estaremos nosotros más adelante– por la serenidad del relato, una impasibilidad aparente que, como decía antes, apenas muestra más que la cara amable de personas, lugares y hechos, y que el propio Roht describe así: “Tan única como el tema es la voz que se origina en una conciencia herida, concertada en algún punto con la amnesia y con la memoria, que sitúa el relato a mitad de camino entre la parábola y la historia.” Y hace notar al entrevistado que los datos para comprender la situación no están en la mente de los personajes, ni siquiera el escritor los suministra con el detalle necesario, ha de ser el lector mediante sus conocimientos históricos quienes desvelen el trasfondo de lo que ocurre. Y es que Appelfeld, perplejo después de tantos años por la facilidad con que se produjeron hechos tan terribles, por esa tolerancia rayana en la complicidad con que las víctimas se dirigían alegremente a su destino, opta por resaltar esa actitud. Recordemos que él aún no tenía edad para entender lo que estaba ocurriendo, menos aún para tomar decisiones, de ahí esa postura radicalmente distinta a la de autores de más edad.

Tras esta ilustrativa preparación nos enfrentamos, por fin, a la novela. Ya no puede sorprendernos ese pueblo de veraneantes, tan pacífico y soñoliento, tan consciente de su condición privilegiada, donde la mayor preocupación consiste en saborear la excelente repostería local, descansar plácidamente, disfrutar de los conciertos programados y estar al tanto de los últimos chismorreos para no aburrirse más de la cuenta. El novelista describe minuciosamente la belleza del paisaje a medida que se suceden las estaciones del año. Los personajes viven en la indolencia la mayor parte del tiempo, si no fuera por los datos suministrados en el prólogo, la irrupción en escena de un Departamento de Sanidad, que se infiltra en zonas privadas y públicas, solicita información y obliga a los residentes a inscribirse, la nueva situación nos habría pasado desapercibida. A partir de ahí, las condiciones se van volviendo más penosas, pero muy poco a poco y sin que los personajes le den  excesiva importancia, solo el lector se alarma con la metáfora de los peces. Las comunicaciones parece estar cortadas, pero lo atribuyen a algún problema subsanable, hay rumores de un traslado a Polonia que todos reciben de buen grado, piensan que, si la vida en Badenheim empieza a complicarse, nada mejor que trasladarse a un lugar donde, presumiblemente, se les recibirá con los brazos abiertos. Encontramos aquí la candidez que Appelfeld mencionaba en la entrevista.

Es cierto que la atmósfera de esta novela corta resulta algo irreal, que el relato mantiene un aparente estatismo ya que lo relevante permanece semioculto, pero bajo su aspecto de irrealidad la novela está hablando de nosotros, de los humanos de hoy, de ayer y de siempre. ¿O acaso piensan que hoy mismo no seríamos capaces de una frivolidad escalofriante en momentos de verdadero peligro para la especie humana, que solo los que –según cuenta el novelista– habitaban Badenheim en esa época vivían procurando no leer la prensa y preocupándose únicamente por que el agua alcanzase la temperatura adecuada, los pasteles se sirviesen a su hora o en vigilar el estado de ánimo de los músicos cuando estaba a punto de producirse un Holocausto? Imposible que eso suceda en nuestra época, ¿no es verdad? Y, volviendo a los personajes, ¿caerán en la cuenta alguna vez de la amenaza que se cierne sobre ellos? Eso me lo reservo. Lean.

4 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Hola Montuenga:

Gracias por la reseña. Magnifico párrafo final. Quién edita el libro en español?

Saludos

Anónimo dijo...

Una maravilla esta reseña, Montuenga! Como nos tienes (mal)acostumbrados!
Trataré de leer esta novela, que por lo que cuentas me hace acordar (y disculpa si estoy muy equivocado) a El jardin de los Finzi Contini, de Giorgio Bassani, llevada magistralmente al cine por Vittorio De Sica. Gran novela.
Una apostilla: Aharon Appelfeld es uno de los personajes de la novela de Philip Roth Operación Shylock. No es de las más renombradas, pero hace un ejercicio de metaliteratura a mi juicio brillante. Un Philip Roth atormentado por la aparición en su vida de un falso Philip Roth que se transforma en su nemesis.
Un cordial saludo a la distancia!

El Puma

Montuenga dijo...

Hola, Gabriel. Una pena que Aharon y Philip no estén ya entre nosotros, porque algo tendrían que decir de esto. No es que falten voces sensatas, pero sin la suficiente autoridad moral, creo yo.

El libro pertenece a una biblioteca (recurro a ellas bastante a menudo), es una edición de 2006 editado por Losada. No sé si será fácil de encontrar ahora mismo.

Saludos, y si lo lees dinos algo.

Montuenga dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Puma.

Leí El jardín... hace mucho tiempo y, efectivamente, lo que me quedó en la memoria es esa sensación de sobrevolar la historia, de que se nos dan unos pocos datos y el lector tiene que completar lo escrito. Esto es positivo cuando el escritor sabe lo que ocurre y deja suficientes pistas. (En otras ocasiones no es que se oculte, es que el argumento tiene lagunas). ¡Bien por Basani!

Por otra parte, ambas novelas no se parecen en nada. Deseando saber por cuál de las dos te inclinas.

Interesante lo que cuentas sobre una novela de Roth que no he leído. Su obra es extensa, pero se va andando camino.