viernes, 6 de noviembre de 2020

Guillem Sala: El càstig

Idioma original: catalán
Título original: El càstig
Traducción: sin traducción en el momento de publicar esta reseña
Año de publicación: 2020
Valoración: entre recomendable y muy recomendable

Parece que la corrección lingüística está empezando a ser objeto de debate últimamente en el sector editorial. Hace unos meses, Santi publicó la reseña de «Panza de burro», de Andrea Abreu, un libro en el que la forma de narrar, el lenguaje utilizado y las expresiones usadas suponían un elemento a tener muy en cuenta a la hora de valorar el libro, pues sus impresiones no se ceñían únicamente a la obra en particular, sino también al mundo que abría, o que reivindicaba; un mundo en el que el estilo empleado se apartaba de la norma lingüística o convertía en prescindible su seguimiento, pues se valoraba más la autenticidad que aportaba a la voz de sus personajes que su corrección. Algo parecido puede que ocurra con este libro de Guillem Sala, «El càstig» (o «El castigo», título que probablemente tendrá si alguna vez se traduce al castellano), por motivos similares que detallaré más adelante. Pero vayamos primero a la historia narrada porque ya de por sí tiene suficientes elementos para ser una lectura de lo más interesante.

En este impactante libro, Guillem Sala sitúa la historia en un instituto que ejerce de nexo común de los distintos personajes que participan en la trama. Así, nos encontramos en el eje central a Sandra, profesora de instituto y pareja de Albert (a quien conoció por ser su profesor en la universidad) y con quién se llevan once años de diferencia y dos años juntos. La relación entre ellos es distante, sin un encaje claro y con caracteres bastante divergentes; vital ella, insulso él («un muerto viviente», tal y como se describe el libro). Esta relación fría se agrieta ante la aparición de Minu, un nuevo profesor del instituto con un carácter totalmente opuesto a Albert y por quien Sandra siente un creciente interés; Minu, el idealista, soñador, optimista, practicante de yoga y surfista, con una confianza en sí mismo inquebrantable, alguien que ama «con la seguridad heredada de unos padres que se quieren» y que piensa en Albert como un «rival temible pero él tiene un amor sin fisuras. Su oferta es pura». Un Minu que entra en la historia de manera no impetuosa, pero sí decidida, nítida, agitando unas aguas ya demasiado tranquilas entre la pareja existente. Y, por otra parte, tenemos a Izan, un alumno de once años alumno de Sandra; un chaval muy testosterónico, muy macho, muy gallito, por quien Sandra siente un especial afecto al ser alguien que necesita ser protegido y cuidado en contraste con la recia educación que recibe en casa.

El estilo de Guillem Sala es plenamente natural, no interpela directamente al lector, sino que su narración es planamente descriptiva, ejerciendo como si de una voz en off se tratara, sin tomar parte, sin interceder ni posicionarse; observa y narra, de manera aséptica, pero en el sentido de neutralidad, no de una manera fría. Y esa mirada externa permite una narración dura y contundente, sin encariñarse con unos personajes ni edulcorar sus vidas. Y, una vez entramos en ese estilo, nos encontramos con lo que será el desencadenante del relato: un suceso que se produce dentro del entorno escolar y que expone las diferentes maneras de entender y tratar un conflicto y cómo estas dependen del carácter y la experiencia vital de cada uno de ellos.

La historia que narra Guillem Sala es muy potente, pues su retrato de la historia es directo, sin suavizar las tensiones existentes y definiendo y detallando a la perfección a los personajes. Así, empezamos a entender el porqué del carácter de Sandra, ese inmenso personaje central lleno de matices, de espíritu derrotista y pesimista, con esa necesidad de romper con todo y de evadirse. El autor demuestra su habilidad en ir suministrando pequeñas dosis, casi imperceptibles, del pasado de Sandra y cómo se forja un carácter con tantas grietas y cicatrices emocionales, alguien sobre quien se afirma que «no se puede rehusar el dolor sin rehusar la vida». Y así, poco a poco, empezamos a conectar con ella, viendo de dónde le viene esa actitud destructiva hacia sí misma, esa sensación de no pertenencia, de abandono y de descontrol de su vida y un vacío que la inunda de dudas y desánimo. Esa infancia castigada, juzgada, apisonada... llena de miedos, inseguridades y temores. Porque Sandra tiene un interior oscuro, y un pasado de cicatrices, también anímicas. Porque de lo que más segura está es de su inseguridad. Y de su fragilidad. Y de una autoestima lastimada que aparece en forma de autocastigo de vez en cuando.

Así, entremezclando el suceso ocurrido en el instituto con la relación amorosa (y desamorosa) de Sandra, el autor nos habla de relaciones, sentimentales y personales, que cada uno quiere construir a su manera, para él mismo, pero también para los demás, demostrando las costuras existentes en las relaciones desiguales y en la necesidad de proyectar nuestro espacio en el del otro, a poco que haya un espacio para ello. Y, de esta manera, se construye en juego de balanzas donde el equilibrio rara vez queda en el medio, sino que se desplaza hacia los lados hasta que uno cede, o se rompe.

Estilísticamente, y aquí enlazo con la entrada de la reseña, sorprende el uso mezclado de catalán y castellano, sin cursivas, acotaciones ni marcas que los distinga. El autor muestra con esta decisión que aplica a alguno de los protagonistas el estilo natural del habla de quien tiene una lengua materna distinta a la que a en escenas cotidianas emplea. Así, las frases entremezclan las lenguas de igual manera en la que de manera natural se entremezclan en el cerebro, en una muestra de code switching que evoca al bilingüismo espontáneo de quién lo mezcla en el día a día, casi sin darse cuenta. A modo de ejemplo, uno puede leer en el libro frases como «Uah, qué bien he dormío! Ya ves, diu la seva cosina la Luz. Han dormit al río». Esto es algo que, en la mente de quién lo dice, puede estructurarse de esta manera y sonar natural. Pero es algo más raro, mucho más raro, de ver en literatura publicada. El uso mezclado de catalán y castellano (incluso en la misma frase) otorga al escritor la posibilidad máxima de retratar personajes que viven en esta dualidad existente en muchas personas en Cataluña. Esa caracterización que se forma en la mente del lector sería imposible sin utilizar este arriesgado recurso. Pero este hecho, a la vez, ha suscitado cierta polémica porque, a pesar de que con ello el escritor consigue su propósito, ¿en qué lugar deja la lengua? ¿En qué situación deja al lector que confía en enriquecer su dominio del idioma a través de la lectura? ¿Cómo esta obra podrá traducirse a otros idiomas? ¿Lo hará ignorando esta fragmentación e hibridación lingüística o adaptará este estilo a otras características del lugar? El debate generado es lógico, necesario e interesante, pues pone la literatura en medio de la sociedad y se cuestiona su papel y función. Por todo ello, este libro, más allá de lo que expone argumentalmente (ya de por sí interesante, aunque demasiado breve según mi opinión), abre un serio debate sobre la función del arte y, en concreto, de la literatura, sobre si aceptamos romper moldes para adecuarlos a la historia o sobre si hay ciertos cánones que no deben romperse cuando hablamos de lenguas minorizadas o en riesgo de retroceso. 

Que cada uno saque sus conclusiones y que, mientras pensamos en todo ello, disfrutemos de la lectura y del poso reflexivo que nos deja esta bien hilvanada y contundente historia porque, de hecho, eso debería ser el tema principal de un libro de ficción. Y ciertamente, la historia que Guillem Sala narra en este libro es de tal profundidad que las menos de doscientas páginas se quedan cortas, pues solo nos permiten ver la punta de un iceberg repleto de detalles y matices en cada uno de sus personajes; el autor ha escrito un libro de una gran violencia emocional que agita y sacude la conciencia incluso días después de haberlo terminado y que crece en la mente del lector por el tema tratado y la forma de hacerlo. Una apuesta arriesgada con la que Guillem Sala muestra su gran talento narrativo y su alta capacidad en el retrato de personajes.

21 comentarios:

Santi dijo...

Muy buena reseña, Marc, de un libro que de hecho plantea una cuestión muy interesante, y que como tú dices, en otro ámbito, también plantea el libro de Andrea Abreu: ¿qué lengua debe usarse en un texto literario? ¿Debe ser una lengua "pulida", no solo correcta gramaticalmente sino elegante o depurada? ¿Debe ser una lengua "realista", o sea, reproducir el modo como habla la gente?

Naturalmente, no creo que tenga sentido dar una respuesta única, en primer lugar porque poner "normas" en la literatura es absurdo. Cada uno escribo lo que y como quiere, y así tiene que ser.

En cualquier caso, no estoy nada de acuerdo con esa visión de que la literatura tenga que ser un modelo de lengua. Entiendo que la situación de las lenguas minoritarias hace que se tienda a pensar en términos de protección (o salvación) de la lengua e incluso de una cierta "pureza" frente a la influencia exterior, sobre todo del castellano, pero ese no es, creo yo, el papel de la literatura. Hay muchos otros medios (la educación sobre todo, la prensa, la televisión, los libros no literarios, etc.) para promover el uso correcto de la lengua.

De hecho, experiencias como esta que reseñas hoy, Panza de burro o La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz, que está escrito en el inglés "corrompido" de los dominicanos, me parecen más interesantes que muchas novelas escritas en perfecto castellano / catalán / inglés...

Qué pena que no tenga suficientes conocimientos de catalán, si no me compraba el libro...

Marc Peig dijo...

Hola, Santi. Celebro que te haya gustado la reseña.
Entiendo tu postura acerca de que la función de la literatura no tiene porqué ser un modelo de la lengua. Tengo mis dudas porque, si se pudiera escribir con toda la libertad del mundo, en función de la recreación que quieras dar a los personajes, ya casi daría igual todo: errores gramaticales, sintácticos... ¿donde ponemos los límites? Y claro, luego está la visión también lógica y totalmente defendible de que la literatura, como arte, no debe tener límites y si los tiene deben transgredirse.
Total, que no tengo una idea muy definida aún sobre el tema. Es posible que si mi lengua materna y habitual fuera el inglés o el castellano, sentiría menos necesidad de proteger el idioma, pero en el caso de lenguas en riesgo no lo veo tan claro.
Y, para salir un poco del tema, creo que no tendrías problemas en leer el libro a pesar de no tener suficientes conocimientos del catalán, y si lo hicieras disfrutarías de la lectura porque aparte de este tema (digamos estilístico) el libro plantea otras cuestiones muy interesantes.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc

Anónimo dijo...

Yo también digo: Qué pena no tener suficientes conocimientos del catalán; pero la pena es que últimamente algunos nos quedamos con esas ganas en bastantes ocasiones. Cualquier día le cambiáis el título al blog por "Un llibre al....." y perdón por no saber cómo termina. Sois muy majos todos.

Marc Peig dijo...

Hola, anónimo. Entiendo que en ocasiones os quedéis con las ganas (no sé si bastantes, pero sí en alguna ocasión). Pero también es cierto que el tiempo a veces corrige esas ocasiones, pues, por ejemplo, “Permagel” y “Otoño” fueron reseñados cuando no estaban disponibles en castellano, pero ahora ya lo están. Espero que ocurra lo mismo con este, pues lo merece.
Saludos, y gracias por seguirnos.
Marc

Juan G. B. dijo...

Qué curioso que cuando reseñamos libros que no están publicados en castellano y hemos leído en portugués, francés o alemán (buscad, si queréis, hay un montón de reseñas en el blog) nadie diga nada... Sólo cuando son en catalán o euskera...

Juan G. B. dijo...

Perdón, que creo recordar que una vez a Santi le dijeron algo parecido por reseñar un libro en portugués... Pero supongo que el anónimo de turno pensó que era gallego

Anónimo dijo...

Creo que el autor que escribe en catalán, euskera, gallego, quiere antes que otra cosa hacerlo para su parroquia. Si tiene interés, lo traduce o da a traducir al idioma común.
En el primer caso, es muy libre de hacerlo así pero yo también lo soy de sentirme un poco marginado. Siento el no poderle leer.
Los ejemplos con las reseñas a libros en inglés, portugués, etc no vienen a cuento...Juan G.B..
Será que para vosotros no merecemos tanta consideración "los que hablamos la lengua de las bestias salvajes" que dijo Aquél, aunque seamos cientos de millones en el mundo.

Marc Peig dijo...

Hola, anónimo.
Interesante reflexión aunque discrepo. Creo que el escritor, cuñado escribe, lo hace con el idioma con el que se siente más a gusto y ese puede ser su propio idioma o el que encaja mejor con los personajes que aparecen en el libro. Porque entiendo que, especialmente en ficción, la parroquia no la decide el autor sino la propia parroquia. El autor nunca sabe hasta donde llegará el libro.
Respecto al “idioma común”, sería interesante saber... ¿común a quien? Porque el escritor puede ser alguien que su entorno sea incluso de otro país, por ejemplo.
Y tampoco coincido cuando indicas que los autores en gallego, euskera o catalán tendrían que traducirlo al castellano. Creo que eso es considerar esas lenguas como secundarias, y aunque una lengua sea minoritaria, si es la propia es la principal.
De todos modos, si se traduce al castellano, pues mejor. Y al inglés, francés, italiano y cuantas más mejor.
Saludos
Marc

Lupita dijo...

Hola:

Qué debate tan interesante y actual.
Cada lengua es en sí una riqueza cultural y conocerlas o, al menos, convivir con ellas en paz, nos enriquece como personas.
Otra cosa es que en esta época pragmática, utilitarista , y me atrevo a decir que depredadora, todo lo midamos en parámetros de rendimiento. El rendimiento como fin en sí mismo va contra la cultura como aquello que llena la mente de conocimientos, posibilidades y nuevas ideas. ¿Por qué publicar en euskera, catalán, quechua o esperanto? Pues porque sí, porque no todo es utilidad práctica en esta vida. Si vamos por ese camino, nos dedicamos todos a analizar y procesar datos y a la optimización de nuestro tiempo y nuestras vidas (agotador y siniestro, ¿no?)

La diversidad de lenguas es un tesoro de la humanidad. Y ya. A mí, personalmente, me gusta el latín, lo que es el colmo de la inutilidad.
Optime valete omnes!!

Marc Peig dijo...

Hola, Lupita.

Siempre acertada en tus opiniones, no puedo sino darte la razón. La diversidad de lenguas es un patrimonio a proteger, un tesoro de la humanidad y una herramienta fundamental dela cultura. Cuidémosla cómo se merece, y protejámosla.
Acabó con otra expresión en latín, útil en estos días y no dirigida a nadie en concreto, sino como actitud en la vida: nolite te bastardes carborundorum.
Saludos
Marc

ChuangTzu dijo...

¿Eso no es latín correcto, no? Anglicismos hasta en latín, qué cosas. Menos mal que el comentario era para defender la diversidad de lenguas.

Marc Peig dijo...

Hola, ChuangTzu.
Era un guiño, pues Lupita escribe en latín y he querido aprovechar un mensaje de resistencia bastante conocido que “suena a”. Nada más que eso.
Saludos
Marc

Juan G. B. dijo...

La mare que em va parir, això sí que és un càstig...

Lupita dijo...

Entendido el guiño :)
Además, muy bien traído porque, como se dice en la serie, es una broma entre colegiales, un latín con anglicismos, que es un ejemplo de los juegos que se pueden hacer con la lengua.
Por cierto, ¿no os parece que la palabra bastardo ( de origen posiblemente germánico) se ha extendido social y culturalmente a partir de su uso en series y películas estadounidenses? A mí me suena a Tarantino; antes yo no la oía, porque bastard es un insulto típicamente francés.

Juan, me has recordado eso de "tua mater mala burra es"

Saludos

Marc Peig dijo...

Hola, Lupita.
Creo que tienes razón en lo del uso cada vez más extendido de “bastardo”. Sin embargo, no hay que olvidar que ya a principios de los 80 hubo ese grandísimo personaje llamado Vyvyan Basterd, de la serie inglesa “The young ones” (una de las series más gamberras, críticas sociopoliticamente, mordaces e inmensamente divertidas que se han hecho nunca, y que me traslada directamente a mi (pre)adolescencia al emitirla en TV3 a mediados de los 80).
Saludos, y disculpas por la deriva televisiva que he iniciado y que nada tiene que ver con el libro.
Marc

Anónimo dijo...

Hola Juan G.B.
La madre que nos parió; ese sí que es un comentario estúpido. Definitorio del que lo hace.

Juan G. B. dijo...

Te contesto sólo para aconsejarte que aprendas a utilizar bien el traductor de google, para no equivocarte con lo que lees o crees leer. Y para avisarte que si vuelves a utilizar algún adjetivo insultante, hacia mí o hacia quien sea, procederé a borrar tu conentario, siguiendo la política de este benemérito y, en mi opinión, excesivamente tolerante blog.

Javier dijo...

Anónimo, la leche, mira que eres susceptible, lee lo que te de la gana en el idioma que te de la gana, escribe tus comentarios en el idioma que quieras y respeta que los demás hagan lo mismo.

Magda dijo...

Bé llegit "El càstig" en mi lengua, escrito por alguien que también es la suya y, naturalmente, la usa, aunque de una forma muy particular porqué da voz (y pensamientos) a los personajes en la suya propia, que en este caso es el castellano mayormente, me parece bien, lo hace más real. Se nota que está escrito por un sociólogo, el ambiente está muy bien retratado, en cuanto al argumento y la trama he de decir que, leída la reseña, esperaba más. Yo me quedaría con un "está bien" o "se deja leer", pero es evidente que no a todos nos tienen que llegar las lecturas de la misma forma. Me alegro de haberlo leído de todas formas. Gracias por traerlo aquí. Cuando reseñéis un libro de Kawabata, no traducido a ninguna de las leguas que entiendo (son pocas), me dará pena no poder leerlo, pero espero no enfadarme con Kawabata por haber escrito en su lengua.

Marc Peig dijo...

Gracias a ti, Magda, a pesar de que no hayamos coincidido en la valoración de la historia en sí, pero como bien dices, a cada uno la historia le llega de distinta forma y también pienso que a distinta profundidad. Y es bueno que así sea, Me alegro de que lo hayas leído y hayas compartido tu opinión a pesar de no coincidir completamente.
Y gracias por defender el idioma, el que sea, porque la defensa de los idiomas es la defensa de la diversidad, de las culturas y en la diversidad está la riqueza, pues nos permite ensanchar nuestra visión de un mundo que sería muy reducido si todos nos ciñéramos a lo común, o a lo práctico.
Saludos
Marc

Marc Peig dijo...

Buenos días a todos.
Para los ansiosos e impacientes lectores, acabo de ver que la traducción del libro al castellano llegará de la mano de Tusquets a finales de marzo. Como véis, la buena literatura acaba llegando a diferentes idiomas. Solo hace falta tener paciencia, y confianza. Aquí solo avanzamos éxitos que vendrán, para que no os coja desprevenidos ;-)
Un saludo
Marc