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viernes, 25 de noviembre de 2022

Dolan Mor: Larvalar

Idioma original:
Español 
Año de publicación: 2022
Valoración: No sé

Larvalar es la segunda marcianada de Dolan Mor que tengo entre manos. Puesto que no he sabido entrar en su juego, he sido incapaz de disfrutarla.

Larvalar es un artefacto literario inclasificable; uno que mezcla diversos apéndices, poesías, relatos en verso libre e ilustraciones del propio autor.

Asimismo, Larvalar es un todo construido a base de fragmentos. La mayoría de dichos fragmentos guardan escasa o nula relación los unos con los otros, por lo que el conjunto se antoja poco armonioso.

Más fáciles de apreciar son, a nivel individual y aislándolas del resto, las partes que componen Larvalar. Desgraciadamente, incluso éstas se ven lastradas, o bien por intencionalidades excesivamente opacas, o bien por desenlaces frustrantemente endebles.

En conclusión: creo que Larvalar se le ha ido de las manos a Mor, ya que es un proyecto que sólo él puede comprender significativamente. Y aunque los lectores afines a las bizarradas podemos valorar las cuantiosas extravagancias de esta obra, difícilmente perdonaremos su hermetismo unidireccional.


También de Dolan Mor en ULAD: La máquina plagiadora

martes, 30 de agosto de 2022

Pol Guasch: La part del foc

Idioma original: catalán
Título original: La part del foc 
Traducción: únicamente en catalán hasta la fecha, por Viena edicions. Próximamente en castellano a manos de Ultramarinos Editorial.
Año de publicación: 2021
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Debo confesar ya de entrada que el género de la poesía siempre me ha infundido un gran respeto; el respeto hacia aquellos escritores que escriben poesía y que perfilan, modelan, refinan, pulen las palabras para que queden aquellas justas para expresar lo que pretenden decir. No debe ser una labor nada fácil y de ahí también me asalta el respeto hacia el texto, entendiendo respeto como cierto recelo o temor como lector a no ser capaz de comprender o alcanzar la explosión de significados que unos pocos versos pueden producir. Pero si alguien puede romper ese recelo es Pol Guasch, pues su grandísimo libro «Napalm en el corazón» abrió una puerta al resto de su obra que merecería ser cruzada.

El origen del libro parte de un acercamiento del autor a la filósofa y ensayista Marina Garcés (quien escribe el prólogo) indicándole que quiere escribir un libro sobre el amor y la poesía y hacerlo basándose en los textos de Mieli, Lispector, Cixous, Barthes, Maggie Nelson y especialmente de Blanchot. Y Guasch, escritor de un talento inmenso, se impregna de la palabra «amor» en sus diferentes significaciones, para escribir un texto que brilla por la ausencia de cursilería. Guasch escribe sobre un amor que pretende enraizar en arduos terrenos, con la siempre presente volatilidad de las emociones y los sentimientos, en un estado entre vigoroso y caduco, y la necesidad siempre presente de mantenerlo vivo a pesar de todos, a pesar incluso de nosotros mismos.

De esta manera, nos sitúa enfrente del amor, pero también enfrente de su ausencia en aquellos que lo han perdido o que nunca han podido encontrarlo. Dice el autor que debemos mover el cuerpo «como si no te lo agujerearan cuando te miran, como si el corazón no fuera también una bomba (…) como si la añoranza no fuera quizá una boya» mientras afirma, en otro fragmento, que «aún nos queda anudar bien nuestros cuerpos con lazos muy frágiles, escuchar el batido de un corazón que falsamente bate —muerto y vivo—  tomarlo después con las manos, este corazón frágil, y entre los dos hacer el intercambio: yo te doy el mío, tú me das el tuyo, mirándonos con dolor desconocido». Porque el dolor aparece también en varios momentos del libro de manera explícita en algunos casos o sobrevolando el texto en prácticamente su totalidad como se puede ver cuando escribe que «el amor también era eso: el cobijo en una intemperie y todas las ventadas, después» porque «debe ser que el amor es esto: lo que no está. Un dios de cristal. Una impaciencia que destroza. Y la fuerza, después, que crece de los escombros». 

Así, el texto nos habla del amor como algo incompleto, que necesita tener la posibilidad de ser destruido para existir en totalidad, compartiendo espacios vacíos en los que crecer y desaparecer. El amor volátil y efímero, que comparte dolor y placer. La fuerza que construye pero que también destruye y en ambos casos de manera compartida, quizá incluso a la vez. Dice Guasch, en uno de los fragmentos de este libro, que «la pregunta sobre qué es el amor únicamente ha recibido respuestas insignificantes (…) seguramente se trata de recordar que aprender a articular este espacio entre nosotros como un espacio de deseo, de intensidad y de entendimiento es como aprender una nueva lengua. Hablar otra gramática del cuerpo». Un espacio y una lengua no exentos de riesgos porque «no sé si el amor es un cambio de lengua —empezar a hablar con las palabras que se esconden. Abrir a quien tienes delante un lenguaje secreto: las manos entrelazadas, en forma de corazón, con un vacío escondido en el centro. Un espacio de aire oscuro».
 
El libro que ha escrito Guasch bien vale una lectura, pues nos acerca al amor y nos distancia de él, hablándonos como si el amor fuera un ser vivo, a quien alimentamos y destruimos sin a veces ser conscientes ni de lo uno ni de lo otro; un libro al que merece la pena acercarse y que presenta el reto de recopilar unas sensaciones que emanan de la lectura de otros libros y que el autor, citando a Blanchot, confirma que «escribir es negar todos los libros haciendo un libro con todo lo que ellos no son —pero con ellos de fondo». Y eso Guasch lo hace a la perfección.

jueves, 7 de julio de 2022

Michel Houellebecq: Poesía


Idioma original: francés

Año de publicación: 2012

Traducción: Altair Díez y Abel H. Pozuelo

Valoración: desilusionante

Enorme dilema; el fan irredento de Houellebecq que habita en mí, incapaz de batirse en duelo ante el flagrante inexperto en poesía. O, mejor dicho, tirando la toalla casi a la primera de cambio. Poesía recoge sus cuatro obras en este género, en el que, diría, el francés se siente a gusto y se identifica, no contento con ser el mejor novelista de su generación y un muy notable ensayista, el sempiterno fumador y galán algo maltratado por el tiempo, ha ido publicando algo que yo no llamaría poemarios, pero que indudablemente quiere tener entidad propia. Quiero decir, mantiene cierta coherencia con el resto de su obra y diría, aunque soy incapaz de emitir juicios técnicos del mínimo calado, busca un ámbito estético al margen de su obra en prosa.

Y puede que esa sea mi premisa equivocada. No niego que estoy algo impaciente por leer mi ejemplar de Aniquilación, por puro placer, y esta sea una introducción idónea y adecuada (la única parte de su obra que no he leído es esta), pero, para mi desesperación, digamos que me he pegado un leve trastazo. Insistiendo en mi nulidad para el género, mi primer atisbo de desazón parte de mi profunda percepción de que a los traductores el proyecto se les ha atragantado. Comprendo la enorme dificultad, pero, gracias a la edición bilingüe, y, a pesar de mi exiguo francés, creo haber notado en ciertos originales una sombra irónica y corrosiva que se ha perdido. Para empezar, la acentuación francesa seguramente aporta una musicalidad algo ripiosa al texto. Traducida al castellano, la musicalidad de los poemas se resiente. Quiero decir: rimar parasite (parásito) y bite (polla), es un auténtico desafío, y no sé si esta traducción tiene sentido al margen de los completistas acérrimos, que, si lo son a todas todas, lo que deberían es aprender francés y degustar a Michel en su versión más libre de distorsiones. Porque insistir en usar el mismo vocablo (a veces algo rebuscado) en aras de ser fiel a la forma del texto no me ha parecido justificado.

Pero puede que el defecto resida ya en el material original. Obviamente, estas poesías nada tienen de bucólico ni - aunque la palabra "amor" sigue surgiendo de vez en cuando - de exaltación del alma. Houellebecq menciona grandes almacenes populares (Monoprix, Prisunic) y sitúa sus textos en entornos urbanos en los que sus personajes (solo auto menciona a otro tal Michel una vez en más de trescientas páginas) adolecen de lo mismo que los protagonistas de sus novelas. Bien: hay acidez, resquemor, escepticismo, nula confianza en sociedad o humanidad, exaltación del individuo como incitador de lo que sea - cambio, revolución, tragedia, autoinmolación- territorio de sobras conocido y en el que no hace falta incidir. Pero en esa falta de interacción, apenas hay conato de diálogo, apenas oponentes como complementarios o antagonistas, y aún sabiendo que el estilo es completamente libre y el desarrollo de los poemas, libre y caótico, en ese necesario establecimiento del narrador como único declamador sin esperanza de corrección o respuesta, resulta que esta Poesía acaba siendo unívoca y percusiva, habrá quien diría que tenaz y convencida, yo me tragaré el sapo, y diré que obstinada y tozuda. Houellebecq, el novelista, llena el universo de atrezzo que completa a su personaje - amantes, familiares, conocidos y saludados. Houellebecq, el poeta, parece quedarse en un rincón solitario, de brazos cruzados y gruñendo entre dientes sobre todo lo que está mal. 


Todas las reseñas de Michel Houellebecq en ULAD: Aquí

domingo, 8 de febrero de 2015

Arthur Rimbaud: Una temporada en el infierno

Idioma original: francés
Título original: Une Saison en enfer
Año de publicación: 1873
Traducción (y notas): Juan Abeleira
Valoración: muy recomendable

Terrorífico riesgo el que tomo reseñando, por primera vez en ULAD, un libro de poesía. Bueno, eso pone en la portada, eso proclama la portada. Y de uno de los clásicos malditos franceses: menuda empanada tengo yo con esos nombres tan rimbombantes que se gasta todo el grupito (el heterodoxo y confuso grupito que yo me he montado): Verlaine, Rimbaud, Flaubert, Apollinaire, Proust, Mallarmé. Todos (algunos no deben estar ahí, lo sé) liados y todos tan evocadores de fotos o daguerrotipos en blanco y negro de señores de perilla y guedejas, de camisas de chorreras que parecen raídas, pero dignas, de noches atormentadas agarrados al dulce néctar que es la absinthe.
Pero es que resulta que uno cae rendido ante el espíritu de lo escrito por Rimbaud. Sí: cursiva en ese lo. Porque aunque tanto la colección en que se publica esta enésima edición como toda la leyenda insisten en esa condición de poeta, Una temporada en el infierno contiene prosa, mucha prosa. Los especialistas me disculparán: me siento extraño reseñando algo que está alejado de mis lecturas usuales, ya saben, ensayos con un discurso en progresión, tramas con una estructura clásica de un modo u otro. Pero me voy a reivindicar, creo que es normal en un lector sin demasiados prejuicios el darse de tanto en tanto un garbeo fuera de los géneros habituales. Voy a auto-recriminarme no incluir ni un par de líneas como ejemplo, porque si he de ser fiel a la verdad, el nivel es parecido en todo el texto, y el nivel viene muy marcado por una especie de tensión lírica latente por doquier: un texto desafiante, chulesco, acanallado. Una tensión que amaga lascivia, provocación, y rebeldía a raudales, como convenciendo al más escéptico (un siglo y medio más tarde) de que muchas veces el viaje es el destino. Así que Rimbaud habla por igual de miseria y desesperación, de Dios y de Satán, de pasión y de indiferencia, en un texto muy abierto que puede ser interpretado (un indudable valor añadido) a muchos niveles, tanto como una exaltación de individualidad, como una proclama de libertad, como una especie de tortuosa llamada de atención. Añadir a ello todo lo que nos puede sugerir la historia personal de Rimbaud, que dejó de escribir antes de llegar a la veintena, dejando una exigua obra en la que Una temporada en el infierno resplandece por méritos propios. Intuyo, renovando lenguaje y técnica lírica.
Bueno: una frase incluiré aquí, aquella de "es preciso ser absolutamente moderno", cuestión que viene como anillo al dedo para definir esta lectura que representa perfectamente la condición humana, la del creador torturado y la del estereotipo romántico y atormentado que tanto nos gusta identificar, pero que supera, década tras década, sus distintas guisas para ser, siempre, actual y contemporánea.