martes, 6 de febrero de 2024

Pol Guasch: Ofert a les mans, el paradís crema

Idioma original: catalán
Título original: Ofert a les mans, el paradís crema
Traducción: fecha de la traducción al castellano: junio 2024
Año de publicación: 2024
Valoración: muy recomendable

Le tenía muchas ganas a este libro de Pol Guasch. Tenía curiosidad por saber dónde nos llevaría esta vez, a que paisaje mental nos dirigiría, qué territorios físicos y especialmente emocionales abriría delante de nosotros donde adentrarnos y encontrarnos, pues su estilo y profundidad me sorprendió y entusiasmó, no únicamente en su poesía sino también en su anterior novela «Napalm en el corazón».

Fiel a su estilo reflexivo, el libro empieza con una aseveración, que sobrevuela a modo de suspiro: «Todas las vidas empiezan antes de nacer», y con ello nos relata como ahora, veinticuatro años después de nacer, puede afirmar sin rubor que «estoy convencido que mi minúsculo cuerpo, recogido en un lado oscuro del vientre de mi madre, era incapaz de despertar ningún sentimiento» confesándonos a la vez que «de eso trata, también, mi historia: del tiempo». Un tiempo que se traduce en recuerdos del pasado, en el transcurso de la vida en uno mismo, pero también en una amistad, en una relación amorosa, en una familia. Un tiempo corto pero intenso, marcado por un dolor y una gran pena con la que el autor va impregnando la lectura, poco a poco, dejando que nos cale por dentro.

Como un gran canto a la amistad y al amor en todas sus dimensiones, el relato parte de la relación entre dos amigos, Líton y Rita, él residiendo en un pueblo después de haber vivido en la ciudad, ella en la Colonia, «un puñado de casas en la cima de la montaña» donde «vivían los mineros con sus familias. Había gente mayor, había gente cansada». Rita, la hija del nuevo minero; Líton, el recién llegado. Una amistad entre dos jóvenes «cansados de ellos mismos, de los pensamientos que cada uno carga», una relación entre dos personas que comparten soledad y pesares, que encajan en un mundo que parece expulsarles, y que se entienden, que hablarían horas juntos, que «hablarían de cómo hace falta imaginar un poco para poder vivir y de cómo las historias, de tanto repetirlas, se vuelven verdad». Una amistad que se nutre de conversaciones sobre la vida, sobre las clases sociales, sobre el amor del que afirma que «del amor se pueden decir pocas cosas, cuando estás dentro, porque todo se nubla con la binza de la emoción, y pocas cosas, cuando sales, porque todo se nubla con la binza de la tristeza». Y, en esos encuentros, ambos constatan el porqué de su amistad, porque se sienten cómodos en la compañía del otro, porque, aunque diferentes, se asemejan en su manera de entenderse a uno mismo, en las conversaciones, pero también en los silencios, porque «es como si los dos hubieran aprendido la misma lección: que el silencio no trata de la ausencia de ruido, sino de encontrar un rincón exacto donde descansar el alma y el cuerpo».

A nivel estilístico, Pol Guasch alterna la narración en primera y en tercera persona, y teje un relato coherente pero desordenado porque «la gente no sabe que las historias, si se ordenan, no son historias, son mentiras». Así, el estilo y tono del narrador va cambiando a cada capítulo, ofreciéndole al lector un mosaico de voces diferentes que el autor saber aprovechar explorando y jugando con el lenguaje, que se refina o se torna más tosco según el capítulo, ofreciendo así una mirada de amplio espectro completando un relato que, si bien es narrado por pocas voces, sí resulta coral. Es en este aspecto en el que parece acercarse momentáneamente al estilo de Irene Solà, en la variedad y pluralidad cromática de la narración (especialmente marcado en el capítulo «velas y vientos»).

Argumentalmente, el libro desborda nostalgia y tristeza, una nostalgia por la Colonia y su paisaje, antes bonito y preciso, antes de que los incendios e inundaciones borraran su belleza porque «el fuego, como una pala inmensa, iguala el paisaje». Nostalgia por parte de la gente mayor hacia la juventud, por su alegría, su desparpajo y su despreocupación. Nostalgia también de la amistad en sus inicios, en aquellos momentos en que «todavía no sabían qué sentían uno por el otro, sino de lo que lo sentían por nadie que no fuera ellos». Pero especialmente nostalgia en Líton pensando en René, con quien tuvo una relación en el Servicio que terminó cuando este se acabó. René, el chico del servicio que conoció de manera imprevista y que le sacudió y le enamoró al instante. Alguien por quien los sentimientos vendrían después de su fugaz descubrimiento, de él y de su cuerpo, en un amor que crece en el silencio de un entorno hostil para ellos, en la clandestinidad de una caserna militar. Pero sueñan, y se sienten libres, pudiendo «fingir que podían construir un nuevo relato», manteniendo su relación oculta a los demás, por su condición, por su entorno, y porque «las palabras de amor solo son grandes y poderosas cuando los enamorados se las dicen entre ellos: el amor de desmigaja cuando los otros empiezan a escucharlo». Y también trata, de manera tangencial, sobre la enfermedad y la muerte, una muerte que crece silenciosa por dentro, porque «no puedes evitar preguntarte quien de vosotros lo llevará dentro sin saberlo, quien de vosotros se quedará pronto sin un amigo, sin un hermano, sin un amante. No puedes evitar preguntarte si la muerte también baila aquí, esta noche».  Y habla de cómo sobrevivir a una pérdida, física, emocional. Vencer el recuerdo mientras luchas contra el olvido. 

En resumidas cuentas, esta novela de Pol Guasch es de inicio incierto, tal vez como la vida y también la muerte. Porque, con la amistad, esos son los pilares sobre los cuales emerge y se alza esta gran novela, no de manera planificada, sino de manera orgánica, natural, a fragmentos que encajan en la mente del lector que compone en su cabeza, pero especialmente en su corazón, el mundo que rodea a Líton y Rita, tan unidos en su soledad, tan frágiles ante el mundo, pero tan fuertes en sus vidas. Es la historia de una amistad llena de silencios y compañías, de buscar en el otro y encontrar en uno mismo la cercanía de sentirse escuchado y entendido en un mundo que se aleja, quizás siendo arrastrado por un temporal o un incendio, dejando a su paso dos almas desencajadas, pero completamente síncronas. Y, tras las páginas que avanzan lentas al principio, pero vuelan una vez entra René en la historia, el autor nos deja una novela llena de tristeza, pero también de una profunda sensación de que la vida es efímera y solo es vida si conseguimos compartirla con quienes tiendan esa red sobre la cual caer cuando el agujero de la tristeza y la soledad se abran de tal manera que solo extendiendo la mano hacia nuestras personas cercanas evitemos así la caída hacia el abismo. Porque «una amiga, o un amigo, da igual, debe ser la red que hay sobre la cuerda floja que es estar vivo».

En el tramo final del libro, Rita afirma que «había sabido ver en la sonrisa de Líton el lugar donde ella quería llegar». Es indudable que Pol Guasch también consigue, gracias a sus obras, que el autor consiga llegar donde quiere, a emocionarse y comprenderse, a cuestionarse y a alcanzar esos recuerdos de lo que fue y de lo que no será, porque «en ocasiones el amor será un accidente y, en ocasiones, una voluntad» que aparece a menudo de manera imprevista y hay que abrazarlo cuando lo hace, ya sea en forma de amistad o de una relación amorosa, sin dejar de recordar que «amarse se parece más a mirar juntos una tercera cosa que no a mirarse entre dos».

También de Pol Guasch en ULAD: Napalm al corLa part del foc

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