viernes, 15 de febrero de 2019

Zoom: El diablo en la botella, de Robert Louis Stevenson

Idioma original: inglés
Título original: The Bottle Imp
Traducción: José Luis López Muñoz
Año de publicación: 1891
Valoración: Recomendable

No, amigos, tranquilos, que esto no es un libro de autoayuda para dejar el alcohol. La botella sobre la que habla Stevenson ofrece ventajas sin duda mayores, aunque a cambio resulta muchísimo más peligrosa (todavía, seamos correctos). Porque lo que hay dentro, como es obvio por el título, es un diablo, una inquietante sombra cuyo movimiento se trasluce apenas tras el vidrio, y da cierto mal rollo. Seguramente por esa denominación de ‘diablo’ que lleva el título en castellano, porque si le despojamos del carácter luciferino la imagen del lector se hubiera ido de inmediato y sin duda hacia el simpático concepto de ‘genio de la lámpara’ que nos ha llegado desde Las mil y una noches, con frecuencia edulcorada, banalizada y hasta pasada por el tamiz Disney.

Efectivamente, nuestro diablo concede deseos a su portador, y no ya tres, sino todos los que quiera, excepto el de prolongar la vida. Pero a cambio pone algunas condiciones algo complejas y bastante comprometedoras: si uno muere siendo propietario de la botella, se condena para toda la eternidad así que, por si acaso, es conveniente deshacerse de ella a no tardar mucho. Y para que la transmisión sea eficaz debe hacerse a un precio inferior al de adquisición. Es justamente este aspecto deflacionario el que preocupa a cada nuevo portador, y es un elemento muy útil para asegurar una tensión creciente en el relato. Además, si estaba usted pensando en técnicas comerciales torticeras para facilitar la venta, la última condición es que todos los requisitos deben ponerse en conocimiento del comprador sin faltar uno.

Keawe es un joven hawaiano que se hace con el enigmático recipiente casi por casualidad, y por un precio que a él le parece de ganga, pero que le traerá dificultades. El sueño de Keawe tampoco era demasiado aparatoso, se conforma con un casoplón allá en su isla, y enseguida le endosa la botella a un colega que se moría por tener un hermoso bajel. Todo le va bien a nuestro protagonista, hasta se enamora de una chica que, tras alguna reticencia, acaba por corresponderle. Pero le surge un problema bastante desagradable y desea recuperar los favores del diablo-genio. Tras intensa búsqueda, consigue por fin recuperar el vidrio, pero a un precio tan bajo que le va a ser difícil deshacerse de nuevo de él: los potenciales compradores desconfían de negocio tan extraño, y aún más cuando se les ofrece chollo semejante casi gratis. Bueno, el resto no lo cuento, claro.

El caso es que el relato es sumamente ágil, sencillo pero interesante y, como apuntaba antes, con un crescendo importante y muy bien desarrollado. Desde el principio tenemos claro que el asunto no se va a resolver con facilidad, pero los problemas con que va tropezando el propietario del frasco y la amenaza del incumplimiento de las condiciones hacen que aumente la angustia según se van cerrando las puertas de la solución. 

Es indudable que existe cierta carga de moralina, y por lo tanto podríamos leerlo en clave alegórica, sobre las dificultades de la vida, el precio de la ambición y sus riesgos, cosas por el estilo. Pero, como me ocurre con frecuencia, prefiero disfrutarlo como un relato de aventuras, con un elemento misterioso y perturbador que siempre está ahí, tentando con sus artes pero en el fondo amenazador, y las peripecias de todos aquellos que sucumben a la magia y terminan enredados entre sus sueños y su propia perdición. 

Stevenson es un maestro en este tipo de narraciones y ésta en concreto me parece un ejemplo brillante. No será una joya de la literatura, pero está estupendamente escrito, con sus ingredientes en su justa dosis, y se lee con gusto.

PD: Resulta muy curioso que, teniendo muy poco que ver en su desarrollo, el final de este relato se parece un montón al de Gautier que reseñamos hace unos días. Lástima no poder contarlo.

Otras obras de Robert Louis Stevenson en ULAD: La isla del tesoroEl extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. HydeEnsayos literariosEl club de los Suicidas

10 comentarios:

Félix dijo...

No he leído esto, aunque sí que leí los ensayos literarios y me sorprendió la lucidez (aunque suele ser algo característico) de lo que dice; de hecho, me ha servido para mis escritos.
Y sobre la isla del tesoro, es un imprescindible, y me siento niño (no hace tantos años atrás). Siempre me preguntaba cómo es que algo tan "viejo" podía hacerme sentir así.
Saludos.

Carlos Andia dijo...

La verdad es que no estoy muy seguro de lo que he leído o no de Stevenson, seguramente porque se me mezcla con el cine, claro. Y por otra parte, esa perplejidad que comentas al final, y que yo creo que es bastante común cuando somos muy jóvenes, es una de las cosas que la formación escolar debiera ser capaz de desterrar.

Gracias por tu comentario y un saludo.

Félix dijo...

La educación acá y allá está desterrando todo sentido crítico/placer por la lectura. No digo nada nuevo, pero da rabia tener en mi entorno a gente que presume de mala memoria y que para qué leer si está la peli.
Había una entrada que decía que los clásicos eran un buen golpe, y estoy de acuerdo. El tema da para más.

Carlos Andia dijo...

Hombre, no me siento muy autorizado para opinar sobre lo que el sistema educativo aporta o coarta a la lectura, pero también hay que admitir que en esta época de lo audiovisual, la maquinita y los cincuenta mil canales, no debe ser fácil inducir a los chavales a leer, y menos aún libros de hace un siglo. Los educadores tienen realmente una tarea bien chunga, que no la quisiera para mí, la verdad.

Félix dijo...

Comentaba mi madre, hace tiempo, que a ellos, los docentes, les faltaba un taller de educación moderna. Hoy estuve redactando algunas cosas de sus planificaciones y, a mi opinión, las actividades que se proponían no son nada estimulantes, y lo peor es que no se pueden cambiar. Vi una forma de tratar a los chicos como si no pudiesen comprender ciertas cosas.
Quizás sea algo extremo, pero como institución ya no funciona bien, y menos cuando se recortan esas materias que fomentan sentido crítico.
Saludos.

Carlos Andia dijo...

El debate sobre la educación es desde luego complejo, aunque necesario, y seguramente los docentes no son los responsables de las carencias del sistema, más bien son una de sus víctimas.

Gracias de nuevo por tus opiniones.

lupita dijo...

Hola a los dos:

Fijaos que este debate que habéis iniciado me ha tenido días pensando. Alguna vez he comentado aquí que llevo un club de lectura en el colegio de mis hijas. Una de las funciones que tiene es, también, la del fomento de la lectura desde la familia, y colaboramos con el colegio realizando actividades: talleres, intercambio de libros, etc.
Mi experiencia después de años me dice que a los profesores no se les puede pedir más de lo que hacen. Llegan con todo su entusiasmo y, por el camino, tienen que lidiar contra la desilusión, los padres y el sistema que les desprestigian, los alumnos desmotivados, y una visión utilitarista que impregna todo en la sociedad.
Las humanidades en general son eso que "no sirve para nada", si acaso para dar una pátina de cultura y tener conversación.

A los niños cada vez se les pide que sepan más cosas a edades más tempranas, y el poco tiempo que tienen de ocio, prefieren hacer actividades rápidas y estimulantes que no requieran mucha concentración. Si esto se le suma a un ambiente poco propicio a la lectura, sin amor a los libros, y que la lectura sea una alternativa a los videojuegos, o un castigo, pues peor aún. Yo siempre he sido una lectora voraz, en mi casa había libros, me llevaban a la biblioteca, y además tenía TIEMPO. No hablo de tiempo material sólo, sino silencio, tiempo de aburrirme, de tirarme al suelo de la terraza caliente y leer comics durante horas. No tenía que aprender a montar en bici, nadar, tocar un instrumento, aprender dos idiomas y saber programación.

Y hablando de los clásicos, la época en la que más leí a los clásicos fue durante mi adolescencia y juventud. Mi madre tenía fascinación por el ensayo filosófico de los escritores del 98, y primeras décadas del siglo XX, y con 15-16 años ya estaba leyendo yo a Marañón, Ortega y Gasset y Unamuno. Sentía admiración por todo lo que decían, eran muy antiguos, pero parecían hablarme a mí, y lo mismo con tantos escritores antiguos, medievales, renacentistas, etc. Recuerdo la gran sorpresa que fue, por ejemplo, leer el Decamerón y descubrir que no eran tan recatado los medievales como yo creía. Esta admiración forma parte de la propia vida. A cada generación le sucede lo mismo con las anteriores; pensamos que los mayores son aburridos y no saben nada, y resulta que pueden tener cosas muy interesantes.

Muchos de los libros que se reseñan en ULAD me están abriendo a autores y narrativas completamente desconocidas para mí: los norteamericanos del siglo XX, por ejemplo, y me alegra muchísimo. Eso es el efecto contagio, que en la lectura consiste en saber llevar el entusiasmo por los libros leídos a tu entorno. Ahora todo quinto de primaria de "mi cole" está leyendo Harry Potter; estoy entusiasmada, y los profesores también, porque no sólo están leyendo libros largos y sin dibujos (con lo que conlleva de tiempo y concentración), sino que hacen competiciones de lectura entre ellos, se interesan por la magia, la mitología, y mil cosas más. A partir de esta "fiebre" están consiguiendo que trabajen mejor en torno a la lectura.

Esto me recuerda a algo que oí hace poco: tiene mejores resultados poner un frutero lleno encima de la mesa de la cocina que dar sermones sobre la buena alimentación.

Dejo una última reflexión. Los gobiernos gastan mucho dinero (eso dicen) en planes de fomento de la lectura, ocio saludable, prevención de consumo de drogas, etc..y siguen sin abrirse las bibliotecas los fines de semana. ¿Cómo es posible que las bibliotecas no se abran los fines de semana, cuando la gente tiene más tiempo? ¿Es esa una política real de "ocio alternativo"?

Bueno, me despido, qué vaya rollo. Muchas gracias, Carlos, por tu reseña, y a los dos por hacerme pensar.

Y saludos a todos

Carlos Andia dijo...

Pues con lo dicho por Lupita, yo no tengo más que callar y aplaudir. No se podía haber expuesto mejor. Oye, ¿tú no te presentarás a las elecciones por casualidad?

Gracias una vez más por tus aportaciones.

Maru dijo...

Me parece interesantísimo este libro! Gracias!!

Carlos Andia dijo...

Me alegro de que te gustase, Maru. Gracias por visitarnos.