Título original: The Lying Game
Año de publicación: 2017
Valoración: Está bien (si tienes 15 años)
No me ocurre a menudo, porque
sé de sobra que no hay que fiarse del marketing, pero esta vez siento que me
han tomado el pelo. Nadie en particular, pero a veces te dejas llevar por la
confianza en un sello concreto, y las señales –deliberadamente ambiguas– pueden acabar
engañando al más escéptico. Hacía mucho que no me enfrentaba a un thriller de
los buenos, con una trama llena de recovecos, hilos que se cruzan y
entrecruzan, personajes atormentados, situaciones más o menos espeluznantes, un
buen reflejo del momento y lugar que se nos muestra y un argumento convincente. Y eso no es, precisamente, lo que he encontrado en esta novela. No sabía quién era Ruth Ware, pero tenía
anotados desde hace tiempo este y otro título de acción a los que nunca les tocaba
el turno y como no tenía ganas de elegir ni creía asumir ningún riesgo, salí de
la librería con uno en cada brazo. Otro día les comentaré cómo me ha ido con el
que todavía espera en el estante.
Claro que, desde la primera
página, supe a qué atenerme: volví a mis trece años, a esas escenas de
internado, las mellizas de Santa Clara o algo parecido (ustedes saben a qué
relatos de aventuras me refiero), con contenidos algo más subidos de tono pero
la misma mentalidad ñoña y, sobre todo –y esto es lo peor– con una forma de
narrar que emplea párrafos y más párrafos en registrar detalles completamente anodinos
de forma que parezca que nos están contando algo y, de paso, ocupar el mayor
número de páginas posible. Y no es que el argumento en bruto, sin ningún tipo
de desarrollo, estuviese abocado al desastre. La verdad es que cualquier idea –o
casi– desarrollada por alguien con talento y ganas de romperse la pestaña puede
convertirse en una obra maestra. Pero, como les decía, las cuatro adolescentes
encontrándose en el tren que les conduce al nuevo internado y convirtiéndose
ipso facto en íntimas no podía presagiar nada bueno.
Y mira que había tela que
cortar. Además del inevitable cadáver y de un secretismo de pareja insostenible que se resuelve como por arte de magia, una familia destrozada por la tragedia,
padres ausentes requeridos por su compromiso social, una hija prácticamente abandonada y sumida en el alcoholismo, un
colegio victoriano que se aferra a sus rígidas normas y no dialoga con las
alumnas. Pero nada de esto pasa de un simple esbozo. y aquí podemos ver ya una
de sus muchas inconsistencias, porque esa disciplina férrea no se ve por
ninguna parte, las cuatro chicas se pasan las noches por ahí, bebiendo y
haciendo su vida. No hay ni que decir que los pocos personajes que aparecen en
primer plano son un mero conjunto de tópicos cuya conducta podemos adelantar
casi al cien por cien: el artista bohemio y conciliador, la amiga sensata, la rebelde
autodestructiva, la vecina malvada y chismosa…
A pesar de toda la miseria
moral que se describe, o precisamente con esa finalidad, no se puede eludir un
fuerte tufo a moralina. Otro elemento que nos devuelve a los tiempos del
instituto. Y, sin embargo, no lo recomendaría para jóvenes. Primero, por lo que
apuntaba antes: no llega a la raíz de los problemas, pero también porque, aun
así, resulta demasiado escabroso y, fundamentalmente, porque no hay que
insultar la inteligencia de nadie tenga la edad que tenga. Y es que no faltan inconsistencias
argumentales, una evidente falta de documentación y/o experiencia de lo que se
narra y auténticos errores de bulto. Por poner solo un par de ejemplos,
¿alguien puede creer que una licenciada en derecho no se haya molestado en
averiguar en casi dos décadas cuáles son las consecuencias penales de enterrar en secreto a un
supuesto suicida? ¿Qué una madre supuestamente sensata camine durante kilómetros,
una y otra vez, por las marismas, de noche y con su hija de seis meses en
brazos? Y es que, como la intriga derivada del argumento no daba mucho de sí
había que buscarla en situaciones inverosímiles.
¿Algo positivo? Pues… quizá
la situación en bruto. Ya he dicho que el argumento prometía, pero habría que eliminar
todo lo trivial. profundizar en los personajes y, desde luego, permitir que se
relacionen entre sí sin cortarles previamente las alas para ajustarlos al guión. Una
tarea nada fácil que supondría darle la vuelta a la historia como si fuera un
calcetín.
12 comentarios:
No me extrañan de Juan, por ejemplo, este tipo de zambullidas a piscinas que - vosotros sabéis - no tienen agua.
Tampoco me sorprendería de Marc, que juega con fuego seguido o, de Francesc, que es capaz de leerse una mierda que huele a mierda solo para recordarnos a todos que somos unos estúpidos.
Pero de ti no me lo esperaba. Jeje.
La virtualidad de esta época me permitía imaginar a una Montuenga que, cuando entra a una librería, best sellers y novelitas pobres se escondían de la vergüenza o implosionaban en cuanto les echabas un ojo de refilón. Algo así, juas.
De verdad, aquí, más allá del libro en cuestión, lo interesante es saber qué lleva a los lectores a pegarse estos "golpes" cuando esa pelicula ya la habían visto.
Un saludo.
No me tiro a una piscina desde hace cuatro o cinco añod, Hulio... (Es verdad: tengo propensión a las conjuntivitis piscineras).
Por lo demás, a mí me ha gustado la reseña: advertir sobre lo que puede ser malo o, al menos decepcionane también es un servicio público. Además de una obra de caridad lectora.
Lo peor no sólo es leérselo, sino pagar por ello. Esa sí que es una obra de caridad.
Jaja, Diego. Tampoco mis compañeros se ponen a leer esas cosas. A todo esto, hasta yo me extrañé de haberme comprado un truño así, y eso que me conozco desde siempre :) Los suelo hojear con más atención, pero esta vez me la colaron porque era Salamandra y porque estaba buscando algo ligero y trepidante. Lo que no impide que sea una historia pensada para adultos y que tenga un nivel aceptable. Pero, espera, que todavía falta el otro. No será el siguiente que reseñe y hasta que no le toque el turno no me atrevo ni a echarle una ojeada. Teniendo en cuenta que estaba en mi hora tonta, vete tú a saber cómo será. Por cierto, lo has adivinado, ambos libros "se escondieron" de mí, no los encontraba y me los tuvieron que buscar. Tenía que haberle hecho caso al destino y no haber forzado las cosas.
Sin embargo, y esto enlaza con lo que comentan Juan y Pablo, una vez escrita la reseña (nunca lo hago antes para que no me condicione), me puse a curiosear lo que había por la red y entiendo qué es eso que mueve a los lectores. Una publicidad engañosa consistente en repetir una y otra vez la publicidad de la contraportada. Solo encontré un bloguero que aportaba su visión personal -aunque tampoco busqué mucho- y era la de alguien que se alimenta de productos comerciales y le encantan este tipo de bodr... novelas. En ese momento ME ALEGRÉ MUCHÍSIMO de haber aguantado hasta el final, porque los lectores también se merecen leer el punto de vista de alguien con un criterio que no tenga que ver con el dolar.
Así que toda la razón a mi compañero Juan y a Pablo, ya que me sentí como una hermanita de la idem :) Y lo peor, Pablo, no fue pagar por el libro, aunque dé un poco de rabia, sino leerse sus, nada menos que, 382 páginas.
Eso de las reseñas que copian la contraportada o la info de la editorial (o que se copian unas a otras en cadena, que también puede ser) pasa mucho y explica la buena prensa que tienen algunos libros pésimos... (Quiero decir que lo explica más algún contubernio mediático-editorial)
hola, Diego. Me ha hecho gracia tu comentario, pues creo que aciertas a que juego con fuego muy a menudo. Es el problema de ller mucha novedad, que uno debe filtrar entre todos los libros megapromocionados por las editoriales, los hype que de vez en cuando se crean por motivos que aún desconozco y otras tentaciones que el mercado pone ante los ojos. No es fácil y es cierto que hay riesgo ahí, pero bueno, alguien debe atreverse ;-)
Saludos, y gracias por comentar la buena reseña de Montuenga.
Marc
¡Exacto!
Gracias, Marc.
Marc, sí, a tí te mencioné por tu afición a las novedades. Pero como he dicho otras veces, tu trabajo vale mucho y alguien tiene que hacerlo.
Que nunca le falte tu frescura a este blog.
A Juan creo que lo incluí injustamente en los ejemplos, ya que es verdad que no le recuerdo piscinazo, lo de él, pienso yo, va más de reivindicar géneros o aspectos de la literatura que la solemnidad chunga de los intelectuales desmerece. Muy de acuerdo con lo que su especie y la de Oriol defienden y toda mi admiración para ellos porque tienen razón.
Francesc con Oropeza hizo un servicio público como dicen arriba, pero aquello del moreno que ganó un concurso de la tele o lo del ministro Tele5 ya fue masoquismo o subestimar a los lectores del blog.
Y por último, Montuenga, leeremos con interés qué pasó con tu otro "tropiezo".
Yo creo que hay algo más que la publicidad y el boom de los medios. No creo que éstos engañen demasiado a los pájaros que escriben aquí.
A mí me pasó algo parecido con el cine de terror o ciencia ficción, por más que he necesitado, de promedio, ver cincuenta películas de estos géneros para encontrar una decente entre ellas, sigo intentando.
Yo creo que más adentro de la publicidad hay algo de masoquismo o de descanso buscado por nosotros, que nos hace caer en este tipo de búsquedas.
Muchas gracias, Diego, por la parte que me toca :-)
Saludos
Marc
Al final leyeron este libro? Es recomendable?
Al final no, al principio. Como es lógico, antes de escribir la reseña.
La valoración está arriba, a la derecha de la cubierta del libro.
Saludos
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