Año de publicación: 2024.
Valoración: Muy recomendable.
Me encontré con Lorenzo Caudevilla durante el BBK-Legends de 2023. Le conocía por el cómic que había dibujado durante el confinamiento y me habló de un proyecto que tenía entre manos. «Apenas puedo contar nada», dijo, «pero estoy dibujando textos de Juan Carlos Ortega. ¡La hostia!». Unos meses después recibí un email suyo: «Hola, tío. Necesito que escribas el sermón de un funeral». Me dio un par de pautas para el panegírico y santaspascuas.
Así de poca cosa fue mi aportación.
La semana pasada leí “Una obra maestra”, el cómic del que hablamos. En sus páginas, Lorenzo Caudevilla pone el foco en Jacinto, un escritor narcisista, misántropo y malhumorado, un antihéroe solitario y empobrecido que, sin embargo, alberga el sueño de escribir una obra maestra. Una obra que le sobreviva y dé testimonio de su nombre, sólo una.
La escritura como proyecto de inmortalidad.
El problema es que Jacinto, ¡ay!, no tiene talento y paga su frustración con el mundo. Pero esto que podría devenir en un viaje a la locura —como en la película del “Joker”— en “Una obra maestra” deriva en una divertidísima sátira que no deja títere con cabeza. Con puntería y mala baba, Lorenzo dispara dardos envenenados hacia la egolatría de los escritores, hacia la autoedición, hacia una industria editorial prisionera del marketing y hacia la irrupción de la inteligencia artificial en el mundo de la narrativa.
Un ejercicio metaliterario alumbrado desde el humor.
Diría que incluso desde el cariño.
Todo esto, además, acompañado con un apartado gráfico descomunal. Apabullante. De manera orbicular (op cit), una auténtica obra maestra. La destreza gráfica de Lorenzo Caudevilla abarca cantidad de estilos e incluye desde el trazo belga hasta suntuosas splash-page. ¡Y qué uso del color! No exagero si aseguro que muchas viñetas te llenan los ojos convirtiendo la gama cromática en un personaje más. También propone este cómic un reto adicional para el lector, ya que el autor desperdiga por doquier guiños a obras literarias, cuadros o películas, en una suerte de juego de pistas o agudeza visual. La solución al crucigrama, como siempre, al final, donde también encontraremos una banda sonora para acompañar las andanzas del queridísimo Jacinto.
Porque, a pesar de sus numerosos defectos, nos resulta imposible odiar a Jacinto. Quien más quien menos ha fantaseado en cierta medida con ser escritor de éxito y componer páginas inatacables, utilizando la literatura a modo de un cincel que dé forma a su dolor. Jacinto es un espejo deformante que señala nuestra ridiculez, nuestro empequeñecimiento, nuestra absoluta insignificancia bajo el líquido amniótico de este mundo hecho de apariencias. Si nos divierte su tozudez, su vanidad o su proverbial pereza, es porque es la nuestra.
Jacinto somos todos, sí, enfadándonos por naderías, despotricando de forma pueril en redes y finalmente alzándonos sobre los escombros humeantes del fracaso. Decid la verdad, ¿acaso no buscamos igual que él esa piedra filosofal que nos eleve, nos signifique y nos señale como personas especiales, no transitorias, eternas?
Jacinto escribió como si no supiera que el mundo estaba mal hecho y así hay que vivir.
Desde el arte.
Desde un envanecimiento esperanzado.
Desde las alturas —qué caray— de creer ser mejores de lo que realmente somos.
Firmado: David Villar
1 comentario:
Buena pinta, me lo apunto.
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