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lunes, 21 de julio de 2025

Colaboración: Vinagre, de Jorge Matías

Idioma original: español

Año de publicación: 2023

Valoración: Muy necesaria

                                                   

Aunque en otros países es más común (si bien no lo suficiente todavía) lo que se conoce como working class literature/literatura obrera, en España como siempre, y en contradicción fragante con el nombre del Partido que nos gobierna, seguimos a la cola. Esta novela autobiográfica sobre el alcoholismo, más que recomendable, es muy NECESARIA, tal y como puse en la valoración; entre otras razones porque como bien dice en la página 115 su autor madrileño perteneciente a una generación que a alguien se le ocurrió un buen día llamar de manera muy, muy ingenua nocilla:

…No hay historias escritas por alcohólicos de clase obrera españoles…

Tristemente, esto es cierto. Lo que sí hay y abundan a mares, son o novelas autobiográficas sobre esta adicción, pero de clases sociales medias y altas/muy altas, intelectuales, académicas… o novelas no autobiográficas pero que vienen a ser más de lo mismo. Es decir, resulta impactante que en pleno siglo XXI, se siga creyendo que las obreras y obreros no leen, o no escriben, o no tienen nada interesante para decir. Y más grave todavía es que las Editoriales a las que no me cabe la menor duda de que les van llegando escritos de este tipo, simplemente no las publiquen, debido a ese clasismo endogámico, sectario y oscurantista que siempre, siempre aprovecho para denunciar, porque aquí es plaga. Cada vez con más descaro, si no tienes un doctorado o has ganado cinco premios, no te publican. Pero VINAGRE también es muy necesaria por otros motivos: sin caer en ningún momento en la típica autoayuda o más típica aún superación, consigue que reflexiones y que empatices con el dolor en torno al alcohol y sus consecuencias, tanto a corto como a largo plazo. El ritmo de lectura es tan fluido que pasa a ser fílmico, y la identificación con el personaje/autor, instantánea. Logra también que te sientas como él, aunque no seas hombre como él, ni jevi (así lo escribe) como él, ni obrero del metal como él. Cuando cierras el libro en la última página, te invade ese vacío repentino de final de lectura tan poco frecuente y te dices: qué pena. Pues el autor termina siendo tu amigo.

Es como si hubiera abierto un cultivo para más escritura del estilo por un lado. Y por el otro y de manera inevitable, nos llene de culpa a las que si bien no somos de clase obrera como tal, por el esfuerzo infinito de (m)padres que murieron antes de tiempo para que pudiéramos acceder a la Universidad, llevamos ese escudo interior; pertenezcamos o no a la categoría siguiente: precariado. Algunas con orgullo llevamos ese escudo aunque carguemos a cuestas ese sufrimiento ancestral, como es mi caso. Pero otros no tanto, o no nada, mejor dicho. Porque sigue llenando de vergüenza el trabajo a destajo, sudoroso, manual, de fábrica. Y que Jorge Matías se atreva con una honestidad inmensa, en muchas ocasiones tragicómica, a desplumar el mito del obrero analfabeto y muchos otros transversales y SAGRADOS como que el alcohol es una droga blanda, constituye un giro totalmente radical de actuación en el género. El autor dedica prácticamente todo el libro, con saltos temporales mediante, a diseccionar hasta qué punto esta droga nos fractura y extraña de las personas que nos rodean, y de nosotras mismas. A ratos, es casi una novela de terror, porque lo hace llegando al fondo fondísimo, ese fondo que todo el mundo quiere evitar, en sintonía con la sustancia de la que habla, la que provoca más daños en España y continúa estando bien vista. 

Recuerdo haber leído hace tiempo La hija de la mujer de la limpieza de James Stephens, un regalo espontáneo de la maquetadora o quizás editora de Ediciones del Viento porque no quisieron publicarme, (y se ve que le di lástima). Ya va siendo hora de leer a la misma mujer de la limpieza. Sin hombre que hable por ella. Incluso sin hija. 

Firmado: Rosanna Moreda

miércoles, 11 de junio de 2025

Kate Brown: Manual de supervivencia


Idioma original: 
inglés

Título original : Manual for Survival

Año de publicación: 2019

Traducción: David Muñoz Mateos

Valoración: necesario 

De acuerdo con que la atención prestada al asunto de Chernóbil puede que ya nos parezca suficiente: aquí o también aquí o incluso aquí , tanto en este blog como en algún adormecido proyecto paralelo, ya se le ha dispensado alguna cobertura a sus hechos y a sus repercusiones inmediatas. Afortunadamente estamos en una época dorada y pujante de la posibilidad de acceso a mucha clase de información, soslayemos los debates sobre sus límites, su saturación, la necesidad de filtros y advertencias constantes que nos aconsejan justo eso: relativizar ese aluvión avasallador de datos que se complementan o se contradicen según sean los intereses. Que Chernobil sucedió es innegable, que fue la espoleta del final de los dos bloques (eso decíamos en los 90: hoy diremos que de los dos bloques en su formato post II WW), que puso al mundo en alerta sobre el uso de la energía nuclear y sus protocolos de seguridad...

Kate Brown, investigadora de campo, da un paso más en este Manual de supervivencia. Ahí es donde se justifican esas algo extenuantes quinientas páginas. Recupera, por si algún astronauta la necesita, la puesta en contexto, los datos básicos. Las fechas, los hechos, los protagonistas activos y pasivos, desfilan uno a uno. Pero esa superficie es conocida, gracias al tesón de quien investigó en su momento para que, al menos, los posibles daños inmediatos fueran conocidos. Lo que Kate Brown hace va más allá de estadísticas, de hechos constatados o incluso de toda aquella máxima que pueda ser distorsionada en clave política (el gobierno de la URSS actuó como un colectivo monolítico obstinado en preservar el poder antes que proteger a la población) o incluso filosófica (la energía nuclear es el producto del ansia de la comunidad científica por descodificar el universo y jugar a ser dioses). Brown acude a los lugares y se encuentra las clásicas sorpresas, tres décadas más tarde. Portazos, restricciones de acceso, escasa colaboración de los estamentos oficiales, oportunas desapariciones de información comprometedora, oportunas lagunas de memoria de los implicados supervivientes.

Por eso es un mérito,  porque haya llegado a ese volumen de información, por todos los cauces que ha tenido que nadar a contracorriente para obtenerlos, y que (convengamos que esa fecha, 26 de abril de 1986, podría perfectamente haber significado el inicio del fin de la vida en Europa) porque esos datos sean tan irrefutables como espeluznantes. Desde la incidencia de enfermedades relacionadas con la radiación, el comportamiento de los órganos con respecto al variado abanico de elementos radiactivos, su perdurabilidad, sus dosis, la comparación con los estudios efectuados tras Hiroshima y Nagasaki, la denuncia de todas las mentiras usadas como argumento para sosegar a la población (no solo en la URSS, también en los entornos de los ensayos nucleares de Francia, USA, u otros paises), el perverso argumento de las cuotas de producción para, con la tosca técnica de la mezcla y la disolución, reintroducir alimentos, agua, materiales irradiados ya no solo en ciclos productivos sino incluso en el consumo humano. No es fácil recorrer ese camino, llegar a esos datos, ni lo es es, al leerlos, reconocer lo cerca que estuvimos de que las grandes capitales centroeuropeas fueran hoy un catálogo de ciudades fantasma en la oferta de agencias de viajes de riesgo. Es, más bien, escalofriante, igual que suponer que sólo esa situación hizo extremar las precauciones, los controles, los niveles de seguridad, y que a saber qué necesitamos que ocurra en el futuro para volver a darnos cuenta de que tampoco eso era suficiente.

sábado, 9 de diciembre de 2023

NOVELAS PIRAÑA #6: Un detalle menor de Adania Shibli

Idioma original:
árabe
Título original: Tafṣīl Ṯānawī, تفصيل ثانوي
Traducción: Salvador Peña Martín
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable y necesario

Quizás os acordéis, no ha pasado ni un mes: la traducción alemana de esta novela de la escritora palestina Adania Shibli había sido declarada ganadora del premio LiBeraturprise; la entrega del premio estaba prevista para la Feria del Libro de Frankfurt. Sin embargo, unos días antes (y ya después del brutal ataque del 7 de octubre realizado por Hamas) la ceremonia fue aplazada sine die, provocando reacciones en defensa de la libertad de expresión de la escritora (entre otras, a través de una carta firmada por más de 100 escritores de reconocido prestigio), y en contra, con insinuaciones o afirmaciones de que se trataba de una obra anti-israelí, pura propaganda anti-semita. Se trató, por lo tanto, de un primer ejemplo (de muchos que vendrían después) de la fiebre censora y represiva que han sufrido los movimientos pro-Palestina en diferentes países, y muy particularmente en Alemania, confundiendo interesadamente antisionismo con antisemitismo. (Y, curiosamente, los grandes paladines contra la so-called "cultura de la cancelación" no parecen estar muy preocupados en este caso específico...). Así, leer y recomendar a Adanía Shibli no es solo un ejercicio de crítica literaria, sino también un necesario acto de solidaridad y denuncia, en un momento en que la acusación de antisemitismo sirve como forma de silenciamiento contra quien critica la ocupación y la masacre del pueblo palestino.

La novela se basa, al menos parcialmente, en hechos históricos: el secuestro, violación y asesinato de una beduina árabe por parte de un destacamento militar israelí en el desierto del Néguev en 1949, hecho que se describe con todo detalle en la primera mitad de la novela; ya la segunda mitad se sitúa en el momento presente, y cuenta la historia de una joven periodista palestina que se obsesiona con este acontecimiento, uno de tantos en la historia de la colonización del territorio, por causa de "un detalle menor": la fecha del asesinato de la muchacha árabe coincide con la de su cumpleaños. Obsesionada por esta coincidencia, la periodista emprende una investigación que la lleva a museos y archivos del ejército israelí, y a visitar el lugar en el que se produjeron los acontecimientos, burlando para ello los numerosos controles y limitaciones de movimiento impuestos sobre los palestinos.

De hecho, la división de la novela en dos partes es fundamental para su significación. La primera parte, narrada en tercera persona, nos presenta, con absoluto detalle y desapasionamiento, la vida de la unidad israelí encargada de patrullar una zona del desierto del Néguev, cerca ya de la frontera con Egipto, para eliminar cualquier posible atisbo de resistencia o invasión, o cualquier presencia árabe sospechosa (lo que, en realidad, quiere decir "cualquier presencia árabe"). El narrador se centra fundamentalmente en la figura del mando superior de la unidad, cuyo nombre ignoramos, y su asfixiante rutina diaria (marcada por los baños que toma con ayuda de una lata de agua y una toalla, y por la constante referencia a los olores que lo acosan). Esta rutina se ve interrumpida por dos hechos, sobre cuya interacción se podría escribir mucho: en primer lugar, una araña lo pica en la pierna, provocándole un progresivo efecto de inflamación e infección; y en segundo lugar, su unidad se cruza con un grupo de árabes, a los que asesinan, y entre los que se encontraba la joven muchacha, a la que llevan a su campamento, mantienen secuestrada, violan y finalmente asesinan. 

La segunda parte, igualmente meticulosa en su descripción de los acontecimientos, presenta algunos cambios importantes: en primer lugar, está narrada en primera persona por la periodista, que se muestra obsesiva, detallista y nerviosa, y nos da cuenta de los obstáculos y tribulaciones de la vida de los palestinos: las explosiones y bombardeos, los controles, la imposibilidad de viajar libremente por su propio territorio, el miedo constante a resultar sospechoso o a ser considerado culpable de algo... A lo largo de su viaje entre museos y archivos, la narradora compara constantemente dos mapas: el del Israel contemporáneo, y el de la Palestina anterior al establecimiento del Estado de Israel, con sus nombres de decenas de aldeas y pueblos que desaparecieron durante la Nakba. Así, aunque la narradora en ningún momento se muestre como una activista ni pretenda realizar un alegato político (más bien parece abrumada con el contexto histórico en el que le ha tocado vivir), a través de su voz, de su búsqueda de memoria (más que de justicia) y de su propio desenlace podemos percibir la realidad de los territorios palestinos ocupados, el borrado de su historia y su memoria, y la transformación de sus habitantes en ciudadanos privados de derechos básicos.

Un detalle menor es una novela notable por muchos aspectos, que van más allá de la crudeza del crimen sobre el que se construye (que, insisto, está basado en un hecho real, y reconocido incluso por Israel, que condenó a los culpables por asesinato). A partir de dos puntos de vista contrapuestos (frío y desapasionado en la primera mitad; obsesivo y temeroso en la segunda), la obra reconstruye dos momentos diferentes de la ocupación del territorio palestino con igual nivel de detalle y minuciosidad. Las sugerencias poéticas y simbólicas no están en absoluto ausentes del texto: la presencia constante de los perros que ladran, la aparición casi fantasmal de una mujer en medio del desierto, que podría ser una superviviente de la Nakba -o incluso la propia joven beduina asesinada-, la superposición de tramas narrativas en unos mismos espacios, al igual que los dos mapas que maneja la narradora se superponen y cuentan historias diferentes... Se trata por lo tanto de un pensadísimo ejercicio literario que provoca reacciones contradictorias y a veces incómodas, pero que contiene una indudable y terrible belleza.

Aunque Adania Shibli ha sido muy cuidadosa en sus declaraciones a la prensa, probablemente porque, tal como la narradora de la segunda parte, sabe que ser palestina la coloca en una posición de sospecha preventiva, la autora ha sido acusada de antisemita y cancelada por ello. Con todo, calificar de "antisemita" esta novela exige realizar la misma deformación terminológica e ideológica que equipara antisionismo con antisemitismo: la demonización de la crítica a Israel, la ocultación de las atrocidades de la Nakba, de la prolongada ocupación del territoriol palestino por parte del Israel o de esta segunda Nakba que estamos viviendo en estos momentos. Como ciudadanos, como lectores, como parte de un mundo literario que debería ser un espacio de libertad y de resistencia, es un deber promover las voces que otros intentan acallar.

Leed a Adania Shibli. Es justo y necesario.

domingo, 10 de septiembre de 2023

Alana Portero: La mala costumbre

Idioma original:
español
Año de publicación: 2023
Valoración: Muy recomendable, y necesaria

Hay libros que, independientemente de ser buenos o malos (y ya avanzo que este es de los buenos), son necesarios, porque llegan en el momento adecuado, porque dan voz a un colectivo que hasta entonces no la tenía, porque pueden convertirse en referentes. Por todo ello, creo que este es un libro que puede, literalmente, salvar vidas. Y solo por ello, ya deberíamos celebrar no solo que se haya publicado, sino también la atención y la visibilidad que ha tenido.

Pero La mala costumbre es también una obra literaria, y una de las (muy) buenas, algo que no sorprenderá a quien haya acompañado a Alana Portero en sus diversas colaboraciones en medios como El DiarioLa Marea, en su Patreon o simplemente en Twitter / X, o quien haya leído sus contribuciones para volúmenes colectivos como Vidas trans o Asalto a Oz
 
En las primeras páginas me pareció que La mala costumbre comenzaba con un paso algo titubeante, como si no tuviese claro exactamente a qué género quería pertenecer (crónica social, memorias, novela...). Después de terminada la novela, se comprende que los primeros capítulos, "El ángel caído" o "La bruja al final de la calle", sirven para situarnos en un momento (los años 80), un lugar (el barrio obrero de San Blas) y una clase social (la de esa clase trabajadora a la que la Transición dio la espalda); y sirven, además, para presentarnos a personajes que más tarde serán esenciales en la trama, como la Peluca o Margarita, los primeros referentes que construirán la genealogía de la protagonista. En todo caso, a partir del tercer capítulo (o mejor dicho, del final del segundo), el yo de la narradora pasa a ocupar el centro de la novela, y ya no lo abandonará hasta las últimas (y gloriosas) páginas.

Porque a partir de ese momento, como la propia autora ha indicado en entrevistas, La mala costumbre es, fundamentalmente, una novela de aprendizaje, o de autodescubrimiento, un viaje por el "oculto sendero" (por recuperar el título de la novela de Elena Fortún) que lleva a la aceptación de una misma: la novela de una chica trans que ve la vida desde el armario, encerrada en una masculinidad fingida que se le impone y que es al mismo tiempo una máscara protectora y una "dama de hierro". Desde esa posición deberá navegar el mundo, el aprendizaje del amor y de la sexualidad, deberá protegerse de las violencias que acechan a quien es diferente de la norma, y deberá, también, encontrar sus propios referentes, su propia genealogía: otras mujeres, como la ya mencionada Peluca, como Margarita, mujer trans de cara deformada por las operaciones, o como Eugenia, la Moraíta, una prostituta trans que se convierte casi en una segunda madre para la protagonista, y que la acompaña y la protege en su proceso de salida de la crisálida.

Con todo, esta no es solo la novela de un trayecto individual, sino también un retrato y una reivindicación colectiva. En primer lugar, por la red de sororidad que se va construyendo, y que desemboca en una última frase simplemente redonda; pero también porque, como decía antes, esta es una novela con un fuerte componente de clase (que recuerda mucho, por eso, a Stone Butch Blues de Leslie Feinberg), que recupera las violencias y las invisibilidades de la clase obrera de los 80: la epidemia de heroína, la violencia de género, la precariedad brutal; pero también la solidaridad, el orgullo de clase, la ética de trabajo. No es una "novela trans", sino que, como no podría ser de otra manera, cubre una diversidad de aristas del personaje protagonista y de su contexto. De hecho una de las escenas más memorables de la novela, al menos para mí, es aquella en la que un hombre rudo, musculado y proletario en su sentido más estereotípico, defiende a Margarita del desprecio de un señorcito ridículo que insiste en tratarla en masculino. No existe contradicción entre la lucha de clases y la lucha LGBT+, parece decir Alana Portero contra quienes se inventa "trampas de la diversidad": estamos en el mismo barco en la lucha contra los opresores.

Algo que sorprende al leer el texto, y que no es un bug sino un feature (não é defeito, é feitio, dirían los portugueses), es la variedad estilística que atraviesa el texto: un lirismo arrebatado como el de los párrafos que inician la novela, o como el "Nocturno" que describe las sensaciones de la narradora bajo los efectos del éxtasis, contrasta con otros más prosaicos, en un lenguaje crudo y que asume la vulgaridad como arma. En ese sentido, mi capítulo preferido es "Ráfagas brillantes", que me atrevería a describir como Laforetiano: comienza con un párrafo de una enorme belleza y sensualidad, y transita inmediatamente a una escena de pesadilla y violencia. Lo que es sin duda digno de mención es la maravillosa ternura y delicadeza con la que Alana Portero trata a sus personajes femeninos: a la Peluca, a Margarita, a las Moiras, pero también a la madre de la protagonista, trabajadora, hiperactiva, luchadora.

Una de las ideas centrales en La mala costumbre es la de la importancia de tener una genealogía: modelos o referentes con los que identificarnos, que ayudan a (re)conocernos y a encontrar el camino en medio de la oscuridad. Estoy seguro de que Alana Portero con esta novela se ha convertido en un referente para una nueva generación de personas en búsqueda de sí mismas; ha ampliado con un nuevo eslabón la cadena de identificación que protegerá y acompañará a quienes hoy se sienten atrapadas en su "armario". Solo por eso, como decía, esta es una novela necesaria y bienvenida, además de ser una lectura que impresiona y conmueve a partes iguales.

domingo, 3 de julio de 2022

Keum Suk Gendry-Kim: Hierba

Idioma original: coreano
Título original:

Traducción: Joo Hasun

Año de publicación: 2018

Valoración: muy recomendable y necesario


Hay libros que resultan especialmente difíciles de reseñar, no tanto por la complejidad de su estructura narrativa o su...


- Espera, espera... ¿nos estás diciendo que te resulta difícil reseñar un TEBEO? Madre mía, hay que ver que flojos os habéis vuelto en este blog...

-Bueno, llámalo "tebeo" si quieres, pero en este caso sí que es pertinente lo de "novela gráfica" o, más bien, "biografía gráfica", porque lo que nos cuenta Hierba es la vida de una persona real, la coreana Lee Ok-sun, una mujer que ha llevado una vida especialmente dura, pero que no se ha rendido ni lo hará, ni siquiera hoy, cuando ya es una anciana de edad muy avanzada... Nacida en una familia extremadamente pobre de una aldea cercana a Busan, Ok-sun tuvo que abandonar, con engañas, la casa familiar, siendo aún niña, para ir a servir a un restaurante de la ciudad y luego a una taberna de Ulsan. de adolescente, fue secuestrada y enviada junto con otras chicas coreanas, al aeródromo japonés de Yanji, en Manchuria, para ser "mujer de consuelo", eufemismo empleado para designar a las esclavas sexuales obligadas a satisfacer a los soldados del Ejército Imperial. En aquellos años de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo japonés obligaba a trabajadores de los países que conquistaba a suplir la mano de obra que suponía sus soldados, mientras que, para tener a éstos contentos lejos de casa, les proporcionaba chicas coreanas o chinas con las que desfogar sus ansias y apetitos... Las chicas eran recluidas en las llamadas Estaciones de Consuelo, auténticos campos de concentración en miniatura donde eran violadas una y otra vez, durante años, malviviendo, por si fuera poco, en condiciones sanitarias y alimenticias bastante deplorables. Un infierno sobre la Tierra, otro más y no menos terrible, que tantos que se crearon en aquellos años.

De la estación de Consuelo a la Casa del Compartir, que es como se conoce en Corea a los centros que acogen a estas ancianas víctimas de la guerra: en la de Gyeonggi, donde reside Lee Ok-sun, la conoció la autora de cómics Keum Suk Gendry-Kim y tras una serie de entrevistas con ella y de viajar a China para buscar los restos de aquella barbarie, dibujo este libro de casi 500 páginas (no os asustéis), que es un prodigio de claridad narrativa, sensibilidad y empatía. Porque el tema, como se ve, no es fácil de digerir ni de contar. Y menos aún si se trata de la historia real, individualizada -aunque hubo cientos de miles de mujeres en la misma situación, con historias  igual de terribles- d, de alguien a quien conoces. La autora resuelve la papeleta con grandes dosis, ya digo, de honestidad, sensibilidad y tacto, con elegantes elipsis cuando debe hacerlas y momentos de alivio con toque entrañables y hasta humorísticos. Asimismo -y por eso comento lo de no asustarse ante la extensión del libro-, inserta a menudo, a modo de impasse páginas en las que plasma con tinta negra y pincel paisajes, fenómenos atmosféricos, árboles y plantas agitados por el viento, un reflejo de la tormenta interior y la desolación que era la vida de la protagonista, una mujer que confiesa no haber sido jamás feliz del todo. Y no es para menos, ya que la pobre pasó de una niñez de hambre a una adolescencia desgraciada, la esclavitud sexual, el hambre y abandono de nuevo, el desengaño matrimonial... y siempre trabajando como una mula, eso sí.

Aunque también supone un ejemplo de esperanza, o, como se dice ahora, de "resiliencia": Lee Ok-sun es una mujer que hasta el momento en que se publicó este libro y espero que hasta el día de hoy, ha seguido luchando porque se pida perdón y se devuelva la dignidad a estas mujeres que fueron esclavizadas, maltratadas, violadas y en no pocas ocasiones asesinadas, algo que el gobierno japonés hizo en 2015 (!), pero de aquella manera y con la boca pequeña. Aunque enfrente tienen a una mujer  que no se ha rendido jamás y, como le prometió a su compañera y amiga Seo Mija, ha logrado sobrevivir. Va por ella...



viernes, 10 de agosto de 2018

Neil Postman: Divertirse hasta morir


Idioma original: inglés
Título original: Amusing Ourselves To Death
Año de publicación: 1985
Traducción: al catalán por Betty Alsina Keith (edición leída)
Valoración: terrorífico

Han sido varias las veces que he consultado el año de publicación de este libro. 1985. Lo he subrayado y todo en la entradilla. Cierto: un año más que ese 1984 al que parece empeñado en refutar. Impresionado por las pocas decenas de líneas del prefacio, compruebo que no sólo me impresionó a mí. Parece que sobre ese prefacio se han llegado hasta a hacer cortas historias gráficas. No es que deba alardear, por eso, de buen ojo. Este libro es uno de tantos que yo ignoraba hasta que, gracias, Un disco a la semana, leí en un artículo sobre el maduro último disco de los Arctic Monkeys,  que La broma infinita de yadeberíaissabertodosquien y este ensayo constituían las lecturas de sobremesa de Alex Turner durante la concepción de su último trabajo. Y si esta confesión supone hasta un cierto punto un reconocimiento de la permeabilidad entre expresiones creativas de los tiempos que corren, también es, de modo intrínseco, un reconocimiento más a los méritos de Neil Postman, escritor ya fallecido al que muchos podrían calificar de gurú o de visionario o de hombre por delante de su tiempo.

Porque, 1985, tened presente, es una fecha que queda unos lustros antes de la explosión de internet (templo del espejismo de la democracia informativa que tanto criticamos y sin el cual este individuo anónimo que escribe desde una terraza en Barcelona no podría ni imaginar que alguien lo leyera en unos  minutos en Bariloche, Argentina), unos años antes de que la guerra del Golfo fuera retransmitida como si fuera una final de la SuperBowl, décadas antes de que los smartphones convirtiesen a media humanidad en zombies que caminan (y cenan, y se despiertan, y conviven con sus parejas en cenas íntimas) con los ojos fijados en una pantalla de apenas un centenar de cm2.

Son 30 años antes de Trump y 30 años antes de que los programas cutres de las telecadenas comerciales pretendan colarnos a sus elementos menos sonrojantes como prescriptores literarios. Y son 20 años antes de la explosión de las RRSS. Madre mía, qué hubiera dicho este hombre de las pérdidas colosales de tiempo a que nos lleva Twitter.

Pero Postman, que nombra varias veces a Marshall McLuhan, con lo que se descarta la clásica competencia entre pensadores de polos opuestos, no prevé todos esos acontecimientos producto del implacable avance tecnólogico. Simplemente ve que el mundo va hacia ellos y que llegarán de una forma u otra y que sus consecuencias no serán todo lo buenas que podrían o que deberían y (esto ya le añado yo) que sus efectos serán irreversibles.

Cierto es que las premisas pueden ser (tres décadas antes) fáciles de establecer. Pero incluso esta afirmación queda sesgada por cómo las cosas han cambiado desde entonces. Y escribo esto cuando hace unos días la gente se reía del bloqueo de las páginas de Wikipedia en ciertos países. ¿Y cómo me informo ahora?

Postman simplemente habla de cómo la TV (y por añadidura la cultura visual) ha alterado la cultura global y el pensamiento y la capacidad de raciocinio. Y de que sus efectos iban a ser cómo los de la perca del Nilo en el famoso reportaje de hace unos años. ¿Cómo? ¿no lo ha habéis visto? Narices, mirad en Youtube. ¿En qué estaba? Ah, lo de la TV. Sí, Postman se lanza a un ensayo/estudio más consultable que necesariamente legible (servidor corrió a hacerse con una de las escasas copias disponibles una vez devolví la copia a la biblioteca*) que parte de ese brillante prefacio para definir al hombre moderno como alguien atrapado por su inagotable voracidad hacia el entretenimiento, muchas veces banal, secuestrado por todo aquello que le distrae y le ayuda a escapar, con la capacidad de pensar y de analizar lo que sucede alrededor prácticamente inhibida o teledirigida o severamente castrada, con la atención de sus sentidos amaestrada por las pautas marcadas de una manera cruelmente instintiva, como si la evolución de la especie haya sido delimitada por los medios de comunicación. No más de dos minutos sobre un tema, no más de unos segundos en un plano fijo, dame media hora en un informativo y yo te explico lo que debes saber, lo demás es superfluo, es pérdida de tiempo, es caca, es desperdicio de tu valioso tiempo como trabajador/productor/consumidor. Postman lo adereza con profusión de ejemplos basados en la evolución de la nación USA, reflejo actual (piense el lector gracias a qué sistema operativo/software/buscador está leyendo esto) del desquiciado acelerón de esta carrera, y cada uno de estos ejemplos es aplastante: se ha pasado de gente interesada en interactuar con lo que pasaba a su alrededor a trozos de carne sentados en el sofá ingiriendo comida o bebidas o snacks a la vez que ingiere lo que el programador de la cadena de turno ha decidido. Y mucha gente solamente sabe del mundo por ese medio.

En fin, no me corresponde a mí organizar un culto a visionarios como Neil Postman. Por cierto, aquí hasta los cultos televisados reciben lo suyo. Puede que hasta se quedara corto, puede que ni siquiera fuera capaz de imaginar a youtubers seguidos por decenas de millones colgando videos llamando a la gente para tomarle el pelo o visitando bosques japoneses llenos de suicidas. Puede que Postman incluso llegara a inspirar con este texto a todos esos desquiciados que son ya demasiado conscientes de que la TV (o Youtube o Instagram) es un poderoso medio de manipulación y de creación de realidades alternativas y otro cómplice más de esa mierda llamada post-verdad. La TV, las redes sociales, la cultura basada en la imagen visual y en el escaso desarrollo intelectual. Puede que nos merezcamos este mundo.

*Copia, por cierto, repleta de subrayados a lápiz, anotaciones, prácticamente podría haber reseñado el libro solamente consultando todas las notas que un lector muy desconsiderado o muy maleducado o con muchas ganas de protagonismo dejó en un libro que es de uso público.

lunes, 29 de mayo de 2017

Javier Valdez Cárdenas: Malayerba (La vida bajo el narco)

Año de publicación: 2009
Valoración: Muy necesario


Javier Valdez Cárdenas fue brutalmente asesinado el pasado 15 de mayo en Culiacán (Sinaloa, México), ciudad que le vio nacer allá por 1967. ¿El “motivo”? Pues, sencillamente, su labor como periodista, profesión tantas veces menospreciada y tantas veces maltratada, desde la cual denunció los estragos originados por el narcotráfico y el crimen organizado.

Una idea de la magnitud de la tragedia causada en Sinaloa por el crimen organizado la dan las siguientes cifras:

Sinaloa sumó cerca de mil doscientos homicidios en el 2008. Unas ochenta personas que no tenían qué ver con el narcotráfico cayeron abatidas por las balas. Cerca de 112 agentes de las policías Federal, Estatal y Municipal, y también efectivos militares, fueron asesinados en circunstancias similares.

Más allá de las fríos datos, hay dos componentes en la tragedia que quisiera destacar; por un lado, el ambiente de psicosis, terror y paranoia colectiva; por otro, la normalización de la violencia en la vida cotidiana, su aleatoriedad y su institucionalización. Es fundamentalmente contra este segundo componente contra el que van dirigidos los escritos de Valdez Cárdenas: contra la impunidad, contra el machismo, contra la corrupción política y policial, contra la complicidad del gobierno y la policía con narco, etc.

La forma elegida en esta ocasión es la del relato breve, de apenas 3 o 4 páginas. Unos 75 relatos de un nivel medio muy alto. Desgraciadamente, y más desde ese fatídico 15 de mayo, la principal virtud del libro no es su calidad literaria sino su capacidad para remover estómagos y despertar conciencias. Esto lo consigue poniendo en primer plano la omnipresencia de la violencia en sus diferentes formas, una violencia que atraviesa la vida de los seres que pueblan los relatos. 

Esos seres pueden ser niños que juegan a los balazos, a las camionetas y a los rifles de alto poder, niños que llevan en su inocencia el lenguaje de la muerte, jóvenes vírgenes entregadas al capo local de turno con el fin de intentar salir de la miseria, adolescentes con prisa por vivir y por tener dinero, hombres y mujeres adultos en busca de dinero fácil para una vida mejor, policías que se juegan la vida por cuatro pesos y se pasan al otro bando, etc. 

Estos son solo algunos ejemplos. Otros pueden ser aún más casuales, como un camarero que escucha una conversación que no tendría que haber oído, alguien que colisiona con la furgoneta de una panda de matones, alguien que saluda a quien no debe en el momento más inoportuno., etc.

En los relatos de “Malayerba”, en Culiacán, en Sinaloa, la violencia es aleatoria. La vida vale una mierda. O menos que una mierda. Vale lo que quiera el narco, el policía o el alcalde corrupto de turno. Pese a saberlo perfectamente, Valdez Cárdenas se atrevió a denunciarlo y le costó la vida, como les ocurre a algunos de los protagonistas de sus relatos.

A nosotros, como lectores, nos queda la obligación de acercarnos a sus escritos, de no ignorar la jodida realidad y de tratar de que su asesinato, como el de tantos otros, no quede impune.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Andrea Camilleri: La captura de Macalé

Idioma: italiano
Título original: La presa di Macallè
Año de publicación: 2003
Traducción: María Antonia Menini Pagès
Valoración: Imprescindible

¿A quién no le gustan las historias turbulentas, repletas de sexo y violencia? ¿Cuyos personajes, además, se ven agitados por las más bajas pasiones y oscuros fanatismos, mientras ocultan secretos inconfesables y aviesas intenciones? Todo ello, eso sí, visto a través de la mirada de un niño de seis años, el pequeño -no en todos los sentidos- Michilìno... lo que no significa que sea una mirada inocente, como puede adivinar cualquiera que ya conozca la narrativa de Andrea Camilleri; porque en la historia que aquí nos cuenta encontramos de todo -literalmente, de todo- menos inocencia... (o quizá sea al revés: ésta es una historia que trata precisamente sobre la inocencia, pero la de un ángel exterminador). Por no ser, no es inocente ni la época de la que nos habla: la de la Italia fascista, cuando bajo las arengas de Mussolini, sus soldados se lanzaron a la absurda tarea de conquistar un imperio en la lejana Abisinia (de ahí el título, pues Macalé fue una localidad tomada por las tropas transalpinas).

La misma época viscosa y exaltada en la que transcurrió la infancia del propio escritor, quien es más que probable que aprovechara para exorcizar aquí parte de sus demonios. Y el exorcismo practicado es, como poco, brutal: Camilleri dispara con bala -y acierta- no sólo contra los desvaríos fascistas, sino también contra la hipocresía de instituciones como la religión, la familia o la educación; contra conceptos tan arraigados en nuestra cultura como son la culpa y el pecado; contra la idea de la infancia como un territorio sin mácula y, sin embargo, que resulta tan corruptible -y corrompida-por todos. Ésta es una novela tremenda, inclemente, sin concesión alguna a la complacencia. Aunque sí que hay lugar, y mucho, para el humor y para el erotismo -por llamarlo de algún modo...-; quizás dibujados a veces con trazo grueso, pero hay que reconocer que si en algo es un maestro Camilleri es en plasmar de forma fluida y desenvuelta lo que en otros autores quedaría chabacano y soez. De hecho, aún no sé si me maravilla o me horroriza más pensar en lo que he disfrutado leyendo ciertas barbaridades... (un aparte: no entiendo cómo la Lolita de Nabokov sigue generando aún alguna polémica, mientras que este libro... en fin, supongo que debe de estar prohibido en varios estados de los USA, como mínimo). Ayuda también, claro, el excelente tono conseguido por el autor, que no pierde en ningún momento la perspectiva infantil... con lo que consigue que leamos la novela con más facilidad y hasta agrado, a pesar de que lo que nos cuenta resulta cada vez más descarnado.

Brutal, por tanto, tremenda, inclemente... podríamos añadir iconoclasta, incendiaria, demoledora, desaforada... pero también divertida, felliniana, conmovedora, lúcida... adjetivos todos que definen esta novela, aunque ninguno la abarque en su totalidad. Lo que no estoy seguro es que se pueda decir que es recomendable (desde luego, no para lectores sensibles e impresionables. Mucho menos para los temerosos de Dios...); pero sí, siempre, sin lugar a dudas, imprescindible.

Hoy, 6 de Septiembre, Andrea Camilleri cumple 90 años -nada menos-; cuando se publicó este libro tenía pues, 77. No sé, por tanto, si se le puede considerar un viejecito entrañable, aunque sí un escritor excelente, insobornable y corrosivo como pocos (por más que algunos sólo quieran ver en él a un autor de entretenidas novelas policíacas). Lo menos que podemos hacer desde aquí, aparte de desearle que cumpla muchos más años, es agradecerle a u dutture Camilleri la buena cantidad de estupendos libros que nos ha ofrecido a lo largo de su vida. Y también, quizás, que sólo haya escrito uno como La captura de Macalé. 

Muchos más libros de Andrea Camilleri reseñados en Un Libro al Día: aquí mismo.

sábado, 18 de julio de 2015

Carlos Hernández de Miguel: @deportado4443 Antonio Hernández Marín

Idioma: español
Año de publicación: 2015
Valoración: muy recomendable


Esta es la reseña de un libro bastante peculiar. Un libro que, de momento -que yo sepa- aún no ha sido publicado en papel  (rompo así el acuerdo tácito que rige en este santo blog: mea culpa); de hecho, es un libro que tampoco nació como tal, sino como una cuenta de twitter, @deportado4443, en la que, a partir del 21 de enero de este año y hasta el 8 de mayo, un supuesto prisionero española, cautivo en un campo de concentración nazi, iba contando sus innumerables desventuras, desde su deportación desde Francia en 1940, hasta la liberación del campo por las tropas aliadas, en mayo de 1944.

Este prisionero, en realidad no tenía de imaginario, sino que fue un verdadero exiliado republicano, el murciano Antonio Hernández Marín, mientras que el artífice de los tuits es su sobrino, el periodista Carlos Hernández de Miguel, que recreando de esta forma las penalidades, torturas y humillaciones a las que fue sometido su tío, pretendió rendirle homenaje, a él y a los más de 9300 prisioneros republicanos españoles que sufrieron un cautiverio semejante en los campos de concentración nazis, para "dar a conocer la historia olvidada de estos hombres y mujeres (...) que acabaron en los campos nazis por defender nuestra libertad". Carlos Hernández ha escrito también un libro más "clásico" sobre ellos: Los últimos españoles de Mauthausen (el campo donde fueron internados buena parte de ellos, hasta el punto de que a la terrible "escalera de la muerte" que subía desde la cantera, se la llama también "la escalera de los españoles"), pero para llegar a un público lo más amplio posible y dado el éxito que ha tenido la cuenta de twitter, ha publicado también un libro digital de descarga gratuita ( ¿se puede decir un "tuit-libro"?) con todos estos tuits, donde su tío va desgranando su historia: aquí.

Una historia escalofriante, como es de suponer; así que, con permiso, prefiero no recordar aquí los episodios que se cuentan -las fotografías que acompañan el texto son durísimas, aviso ya-: la realidad de lo que ocurría en esos campos, no por conocida a través de muchos otros libros y películas deja de ser horripilante y demuestra hasta qué grado de abyección sádica puede llegar el ser humano; que las víctimas, en vez de apellidos judíos, polacos o rusos -que también-, se llamaran Hernández, Cebrián, Terres, Boix o Bilbao, es lo de menos... o quizá no, pues sus padecimientos dejan en evidencia la complicidad del régimen de Franco con los criminales nazis, pues todos estos prisioneros españoles lo eran en su condición de apátridas, no reconocidos -y mucho menos defendidos-como ciudadanos de su país por las autoridades victoriosas de la Guerra Civil. Supongo que los franquistas lamentarían que sus amigos nazis no pudieran acabar con todos ellos...

Que nadie se engañe tampoco con la supuesta superficialidad del medio empleado para divulgar esta recreación histórica. en realidad, la limitación de los 140 caracteres ayuda a incrementar la agilidad del texto, pero no le resta un ápice de profundidad ni terribilidad a lo que se cuenta. Un texto que cuenta una historia que merece ser recordada por todos, pues las personas que fueron asesinadas -o sobrevivieron a un sinfín de penalidades- en esos campos eran,  independientemente de cual fuera su raza, nacionalidad, religión o ideologías -o las nuestras- gente que dio su vida por nosotros, héroes a los que debemos estar siempre agradecidos, si valoramos en algo nuestra libertad.

Un libro (o lo que sea) muy recomendable, incluso imprescindible, aunque con cautela; el lector ha de estar preparado para saber dónde se mete: en uno de los peores momentos del horror. Aunque no el único ni el último, por desgracia. Y aún así, agradecidos debemos estar de que hubiera quien pudo salir de ese agujero para contárnoslo.





jueves, 12 de febrero de 2015

Patricia Heras: Poeta muerta

Idioma: español
Año de publicación: 2014
Valoración: necesario

Es probable que muchos de nuestros lectores, sobre todo los que nos siguen desde Cataluña, conozcan el llamado "caso 4F", que ha adquirido más notoriedad a partir de la exhibición del premiado documental Ciutat morta, aunque el origen del asunto date nada menos que del 2006. No es el lugar apropiado este blog sobre libros para extenderme sobre los pormenores del caso, ni tengo espacio para hacerlo (quién lo desee, puede encontrar información aquí o, de manera mucho más resumida, aquí). Baste decir que hasta ahora se ha saldado con un agente de la Guardia Urbana de Barcelona tetrapléjico y varias personas condenadas por este hecho, pese a ser inocentes, a todas luces... O al menos a las mías, por escasas que resulten, pero también a las de mucha gente cuando cuando conoce los detalles de lo ocurrido (1). Y, desde luego, no me cabe duda de que inocente era  Patricia Heras, una de las condenadas y autora de este libro. Un libro recopilatorio de sus poemas y otros escritos y, por desgracia, póstumo, pues Patricia Heras se quitó la vida hace casi cuatro años, tras pasar por la cárcel y obtener el tercer grado penitenciario.

Como ya digo, se trata de una recopilación de escritos variados (2), pero no realizada por su autora, sino que han sido rescatados de los archivos -algo caóticos, por lo visto- que dejó. El criterio de ordenación parece ser, más o menos, el cronológico, de manera que todo -poemas, ficciones en prosa, dietarios...- acaben formando una suerte de autobiografía. Destaca, claro está, la vertiente poética de Patricia Heras, dividida aquí en varios periodos: el anterior a 2007, lo componen una serie de poemas enérgicos, electrizantes, incandescentes incluso, en los que, en buena parte, se retratan los efectos de diversas drogas -el título de esta primera entrega de sus Poemas Difuntos es asaz significativo: Delirius Tremens-, no sin un refrescante toque de humor que resulta característico de casi todo lo escrito por Heras, incluso en momentos mucho más negros. También hay poemas de carácter sexual -generalmente de forma muy explícita, aunque también hay alusiones eróticas más disimuladas en otros poemas-, que son, en mi opinión, en los que mejor se plasmaba el talento poético de esta autora. Por ejemplo, el comienzo de Eléctrica niña:

Entre ondas geminadas y sacudidas bastardas sin control
me muerdo el labio y relamo tu presencia
mientras me vibran las manos con estertores mortales
y se me paraliza el sexo

En estos poemas hay psicotropía, urgencia, ciberpunk y mucha vitalidad, pese a cierto toque nihilista... Un nihilismo y una oscuridad que se acrecientan en la segunda entrega de estos Poemas Difuntos, pese a que la calidad literaria ha subido enteros ("He ahorcado mi inocencia /Su orgullo adolecido aún voraz no impide que se mee encima, /su belleza efímera /expira con los últimos latidos suplicantes..." de Absolución). En los últimos Poemas Difuntos vuelve al tema erótico (quizá el término "pornográfico" le gustaría más a su autora, creo) en Herejía o Ataxia y también a una amarga crítica a la sociedad bienpensante en Ni Ni ("Joven sobradamente preparada Ni Ni, /ni se ofrece como engranaje o prostituta del Estado /ni se vende como correo de la puta Inquisición..."). Normal, dadas las ccircunstancias... (y muy comedida me parece). Estremecen, por finalizar, alguno de sus últimos versos, como Esa cabeza negra, que comienza así: 

                                                     Cuando encontraron el cadáver
                                                     lo más asombroso era
                                                     su perfecto estado de conservación

O Qué estás haciendo con tu vida, rabiosa letanía cuyo título ya lo dice todo.

El resto de los escritos recopilados en el libro son variopintos y, sin embargo, guardan gran relación entre sí y bastante coherencia, recurrentes siempre de ciertos temas (autobiografía más o menos ficcionada o ficción autobiográfica, "tecnoerotismo", referencias al suicidio...). Encontramos el germen de una novela, unos cuantos relatos, un par de argumentos para cómics, una suerte de diarios -memorias, más bien- y, como núcleo central de esta parte en prosa del libro (para el lector, al menos, no sé si lo sería para la autora o el recopilador), una crónica de su kafkiana detención -si en algún caso se puede aplicar tan manido adjetivo, sin duda, es en éste- y de su paso por prisión, crónica ésta que resulta menos tremebunda que irónica y hasta desenvuelta, aun sin poder ocultar la desolación que se esconde en el fondo ni el cutrerío de su superficie.

Me resulta imposible calificar este libro de acuerdo a los parámetros habituales en este blog -un "recomendable" no sería adecuado para los  lectores con una sensibilidad diferente a la de esta escritora y en cuanto a "imprescindible" no sería justo para con un libro que se sale del canon literario clasificatorio al uso-; eso, sin tener en cuenta que resulta imposible desvincular al lectura de estos escritos de las circunstancias de la vida y muerte de su autora. Pero es que además no quiero calificarlo de ninguna manera. O, en todo caso, afirmo que este libro me parece necesario. Necesario como testimonio de una vida, pero también como atalaya y baluarte de lo heterodoxo, de lo divergente, de lo no convencional; necesario como lo es que alguien nos recuerde a veces nuestros defectos, el orgullo miope de la sociedad autocomplaciente en la que chapoteamos satisfechos. necesario como lo es que entre nosotros haya siniestros, queers, pornoterroristas, poetas... todo aquel que decide vivir de acuerdo con los mandatos de su individualidad y que no por eso merecen ser sospechosos a priori y mucho menos reos de lesa majestad.

Un libro necesario, repito, aunque no un emblema de nada... no sé si a Patricia Heras le hubiera gustado serlo.

(1) Huelga decir que las opiniones vertidas aquí respecto a las sentencias judiciales de las que hablo son responsabilidad exclusiva de quien esto escribe, no de todos los que participamos en este blog.
(2) Quien desee echarle un vistazo a alguno de estos escritos, puede hacerlo en el blog de la propia Patricia Heras, que aún se mantiene: http://poetadifunta.blogspot.com.es/