Título original: Seven for a Secret
Año de publicación: 2013
Traducción: Vicente Campos González
Valoración: entre recomendable y está bien
Estoy seguro que a mucha gente le sonará esto de "Gotham" -y no sólo a los lectores de cómics- como la ciudad donde se desarrollan las aventuras de Batman, Gotham City (Ciudad Gótica en muchos países de habla hispana). Los más avisados sabrán que lo de Gotham viene de un sobrenombre que se le daba a la ciudad de Nueva York. Y quien posea una vasta cultura, o haya consultado -como ha hecho un servidor- ese pozo de infinita sabiduría que es la Wikipedia, sabrá además que ese sobrenombre se lo puso el escritor Washington Irving, debido a que la actitud y el comportamiento de los neoyorquinos de hace 200 años le recordaban a los del pueblo de Gotham, en Nottinghamshire, cuyos habitantes renunciaron, en tiempos del rey Juan, a que su pueblo se convirtiera en capital de Inglaterra, pasando a ser considerados desde entonces el paradigma de la locura y la estupidez.
En una Nueva York parecida a la que era objeto de la sátira de Irving -apenas 40 años después- se desarrolla esta novela, en el momento en que acababa de ser constituido su cuerpo de policía: una organización legendaria que luego ha sido protagonista de miles de páginas y aún más horas de cine y televisión, y que al menos desde el 11-S del 2001 goza -tengo entendido- del beneplácito y admiración de la ciudadanía neoyorquina, pero cuyos agentes, los "estrellas de cobre", en aquel lejano 1846 eran vistos con desconfianza, cuando no con abierto desagrado. Uno de estos nuevos agentes de la ley es el protagonista de esta novela (y de otras escritas por Lindsay Faye: La rosa negra de Gotham es la segunda de la serie), Tim Wilde, un ex-barman sin formación policial, pero con unas dotes de observación y una inteligencia que le permiten destacar de sus compañeros y ser liberado de patrullar las calles, para dedicarse sólo al trabajo detectivesco.
En este caso, Wilde se debe enfrentar a una banda de esclavistas que operan en Nueva York. Como es sabido, en los estados al norte de la línea Mason-Dixon no existía la esclavitud, pero los esclavos fugados sí podían ser capturados para ser devueltos a sus dueños (el derecho a la propiedad era sagrado, como se ve...). de ahí que los fugados trataran de huir a Canadá, ayudados por los abolicionistas (como hizo, y es algo que le honra aún más, Henry Thoreau). Pero esos "recuperadores de esclavos" aprovechaban también para secuestrar a ciudadanos negros libres y venderlos luego en el Sur -recordemos la película Doce años de esclavitud-; ésta es la gentuza a la que se enfrenta Tim Wilde, con la ayuda de su compañero Jakob Piest y su carismático -y drogadicto- hermano Val.
En fin, no cuento más para no destriparle el argumento del libro a nadie. Decir únicamente que se trata de una novela escrita con solvencia, de lectura ágil y con una ambientación histórica expresiva y detallada. Quizás sea éste el único "defecto" de la novela (que comparten, creo yo, muchas novelas históricas): que los autores se sienten obligados a explicar muchos puntos que supuestamente la mayoría de los lectores no entenderán, con la consiguiente ralentización del curso de la narración. Hay que decir que Lindsay Faye lo hace con bastante habilidad, aunque también con frecuencia. Sobre todo, destaca de esta novela el uso -y la consiguiente aclaración- de la terminología flash, una especie de lunfardo o lengua de germanías que se usaba en las calles neoyorquinas de la primera mitad del s. XIX. ¿Que ustedes nunca han oído hablar de ella? No hay problema, O.K. Oll Korrect, como se diría en flash...
En este caso, Wilde se debe enfrentar a una banda de esclavistas que operan en Nueva York. Como es sabido, en los estados al norte de la línea Mason-Dixon no existía la esclavitud, pero los esclavos fugados sí podían ser capturados para ser devueltos a sus dueños (el derecho a la propiedad era sagrado, como se ve...). de ahí que los fugados trataran de huir a Canadá, ayudados por los abolicionistas (como hizo, y es algo que le honra aún más, Henry Thoreau). Pero esos "recuperadores de esclavos" aprovechaban también para secuestrar a ciudadanos negros libres y venderlos luego en el Sur -recordemos la película Doce años de esclavitud-; ésta es la gentuza a la que se enfrenta Tim Wilde, con la ayuda de su compañero Jakob Piest y su carismático -y drogadicto- hermano Val.
En fin, no cuento más para no destriparle el argumento del libro a nadie. Decir únicamente que se trata de una novela escrita con solvencia, de lectura ágil y con una ambientación histórica expresiva y detallada. Quizás sea éste el único "defecto" de la novela (que comparten, creo yo, muchas novelas históricas): que los autores se sienten obligados a explicar muchos puntos que supuestamente la mayoría de los lectores no entenderán, con la consiguiente ralentización del curso de la narración. Hay que decir que Lindsay Faye lo hace con bastante habilidad, aunque también con frecuencia. Sobre todo, destaca de esta novela el uso -y la consiguiente aclaración- de la terminología flash, una especie de lunfardo o lengua de germanías que se usaba en las calles neoyorquinas de la primera mitad del s. XIX. ¿Que ustedes nunca han oído hablar de ella? No hay problema, O.K. Oll Korrect, como se diría en flash...
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