Títulos originales de los dos primeros: Bi anai, Andoniren heriotza LSDaren argitan
Año de publicación: 1985, 2014, 2022
Valoración: Está bien
Atxaga es uno de mis
grandes mitos desde que leí Obabakoak,
y de eso hace ya bastante. Ahora está de promoción de su última obra publicada,
en esas apareció por el lugar dónde vivo y fui a verle. Simpático, cercano,
contó mil anécdotas, abrió alguna puerta de su laboratorio particular y de su posición actual respecto a la
escritura. Ahora le gustaría escribir textos más cortos, menos extenuantes que
una novela, algo comprensible viniendo de alguien con su extensa trayectoria. Y
este es el caso, aunque –rectifico– considerar Desde el otro lado su última obra es mucho decir, porque en este
compendio de cuatro relatos solo los dos últimos son originales y en uno de ellos
utiliza los argumentos de los dos anteriores –hasta el momento, sin ninguna
relación entre sí– para componer una pieza algo extravagante y en la que, según
yo lo veo, no parece sentirse muy cómodo.
Sus escenarios son
los más habituales: la naturaleza y el ámbito rural con los personajes,
problemáticas y forma de abordarlas que le definen. El elemento mágico, a veces
según creo rozando el surrealismo, también está presente aquí, los personajes
del reino animal se asoman al humano como cómplices u observadores y a veces,
incluso, influyen en lo que sucede. No tengo nada en contra de la fantasía
siempre que se desarrolle con coherencia. Pero en este caso la encuentro un
poco forzada; exceptuando el último relato –como decía, el único reciente– me
ha costado bastante dejarme arrastrar por ellos. No sé muy bien en qué consiste
la diferencia pues los elementos, personajes y conflictos, si bien son
distintos entre sí, tienen todos el mismo sello. Dos hermanos es el más antiguo, también el más extenso y uno de los
dos que se divide en capítulos. Presenta a un adolescente huérfano que debe
cuidar de un conflictivo hermano, mayor que él en edad pero con la inteligencia
de un niño. Un planteamiento atractivo ya que se trata de un drama familiar que
podría dar mucho juego, pero se va desgastando a medida que las conductas inverosímiles
hacen avanzar el argumento por terrenos tan sorprendentes como improbables. El
protagonista es un chico ingenuo y encerrado en sí mismo, pero ¿tanto como para
no ver lo que sabe todo el pueblo? ¿es que no habla con ningún paisano suyo? Pues
parece que no, todo ocurre como si los personajes fueran marionetas en lugar de
seres de carne y hueso. Paulo parece sordo, ciego y mudo, a pesar de que se
presenta como un chaval despierto que intenta hacerse cargo de todo. No solo
ignora las fechorías de su hermano –de las que, además, nadie le advierte– sino
el evidente interés que siente por él la
buena chica. Porque hay dos, la mala es la otra, igual que toda su familia.
El maniqueísmo parte al elenco en dos mitades exactas: a un lado, amiga,
familia, hermano buenos, al otro su reverso. El narrador comienza siendo un
pájaro, pero su personalidad resulta un tanto endeble y debe ser sustituido, aunque
tampoco su relevo parece muy convincente, así que se van alternando hasta el
trágico y estremecedor desenlace que encuentro tan absurdo como todo lo
anterior.
No es menos trágico
el que sigue, a él me refería cuando hablaba de surrealismo. Comienza
describiendo a unos humanoides cuya relación con el núcleo del relato se me
escapa por completo. El protagonista es arrastrado por su antiguo profesor, en
una especie de realidad paralela, al tiempo en que era estudiante. Entran en la
casa de otro alumno y presencian la angustia de la familia por la grave
enfermedad del chico. Pero aquí lo importante parece ser si sacrifican al loro
o le dejan vivir tranquilamente. Ya sé, estoy simplificando porque no puedo
desvelarlo todo, pero por muchos detalles que añada, la incongruencia sigue ahí.
No obstante, si alguien considera lo anterior un despropósito, recomiendo que
se fijen en el título. Ahí se justifica cualquier opinión en contra, por tanto,
nada que objetar. Llegamos a Conferencia
sobre la vida y la muerte en el cementerio de Obaba-Ugarte. El tono
esotérico se mantiene, los personajes (orador y espectadores) son tan
inmateriales como llamas, que tan pronto alumbran como se extinguen. La
conferencia es una reivindicación de la muerte por encima de la vida y, de una
forma bastante rebuscada y muy poco convincente, trata de relacionar los dos
argumentos anteriores. Una lectura poco estimulante, como ven.
Pero queda lo mejor,
y no es ironía. El último es un artefacto de suspense en el que un policía pide
ayuda a un búho para aclarar una insólita cadena de sucesos y prevenir un
posible asesinato múltiple. La personalidad exageradamente meticulosa del bicho
resulta cómica y entrañable a la vez, el misterio se va desvelando poco a poco
pero el interés no decae porque los personajes tienen solidez, el ambiente está muy conseguido y la
información bien dosificada. Una pieza deliciosa, repleta de ironía y de complejos
matices psicológicos, cuyo sorprendente desenlace funciona como el broche
perfecto.
Por supuesto, la idea de reflexionar sobre el más allá a través de la ficción me pareció de lo más atractiva, más aún yendo de la mano de uno de nuestros escritores más relevantes. La experiencia prometía, pero a mi modo de ver se han escogido obras muy menores de Atxaga. Por ejemplo, el primer relato, escrito antes de su gran obra, me parece un texto de aprendizaje; en cuanto al penúltimo, intentar condensar dos argumentos en uno solo para componer un tercero forzando la acción para que encaje como sea tampoco ha sido la mejor decisión. Todo ello sin quitar mérito al autor, a la excelencia de su prosa y a la soltura con que se desenvuelven sus tramas. Al contrario, precisamente por esa maestría suya hay que exigirle más. Y, añado, ni siquiera él lo eligió como su preferido, y eso que lo estaba presentando. Por algo será.
También de Bermardo Atxaga: El hombre solo, Obabakoak, Esos cielos, Siete casas en Francia, El hijo del acordeonista
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