Idioma original: Inglés
Título original: The Ones Who Walk Away from Omelas
Traducción: Maite Fernández
Año de publicación: 1973
Valoración: Muy recomendable
¿La felicidad y prosperidad de una ciudad justifican el sufrimiento de una criatura? Esta es la paradoja a la que nos enfrenta Quienes se marchan de Omelas, cuento de Ursula K. Le Guin plagado de reflexiones morales.
Le Guin nos incita a imaginar una utopía para, inmediatamente después, subrayar que no puede existir tal cosa. La escritora afirma que, para que unos sean felices, otros deben ser desgraciados.
Le Guin cuestiona, a través de Quienes se marchan de Omelas, las problemáticas que acarrea la felicidad, pero no por ello romantiza el sufrimiento. Y es que, según ella, «tenemos la mala costumbre, alentada por gente pedante y rebuscada, de considerar la felicidad como algo bastante estúpido. Solo el dolor es intelectual, solo la maldad es interesante. Esa es la traición del artista: la negación a admitir la banalidad del mal y el terrible aburrimiento del dolor.»
Llegados a este punto, dejad que liste algunas de las virtudes de esta ficción:
- Su memorabilidad.
- Su ya mentada profundidad reflexiva.
- Las múltipes interpretaciones que suscita.
- La grisalla que sus mensajes contemplan.
- Sus logrados contrastes.
- Sus astutas transiciones.
- Sus descripciones, sensoriales y exhuberantes pero deliberadamente abiertas a que el lector las complete.
- Su potente clímax.
- Su síntesis de la filosofía taoísta.
- Su crítica al pensamiento utilitario.
- Su negativa a entregar respuestas fáciles y complacientes.
En fin: Quienes se marchan de Omelas es muy reivindicable. Más todavía en los tiempos en que un niño tercermundista debe trabajar en condiciones deplorables para que la ropa nos salga barata, un repartidor debe entregar un capricho en día festivo o un pollito debe vivir en cautividad para acabar en nuestro menú.
Le Guin no se disfraza en estas páginas de moralista que vende soluciones mágicas, pero tampoco pretende aliviar consciencias. Igual que los habitantes de Omelas tienen que saber que su dicha proviene de la miseria de un infante, nosotros debemos ser conscientes de que nuestro (relativo) bienestar tiene consecuencias desastrosas para otros.
Por cierto, antes de terminar esta reseña querría alabar la edición de Nórdica. El libro que han publicado es una auténtica maravilla: encuadernación en cartoné, tipografía generosa, ilustraciones a color...
Y ya que saco a colación las hermosas ilustraciones de Eva Vázquez, dejad que me detenga en ellas unos instantes. Su factura, composición y cromatismo merecen todos mis elogios. Si acaso remarcaría que traicionan (como lo haría cualquier otra imagen, dicho sea de paso) la vocación abstracta del texto de Le Guin; mas insisto en que son preciosas y funcionan a la perfección en tanto que interpretación personal de Vázquez.
También de Ursula K. Le Guin en ULAD: Aquí
2 comentarios:
El relato me ha parecido estremecedor, con claros elementos que invitan a la reflexión. Me ha gustado mucho. Sin embargo, las imágenes me han confundido. A mi entender, no acompañan al texto. Las imágenes oscuras no transmiten la alegría y el ambiente de felicidad que pretende invocar el texto. De hecho, una vez terminada la lectura volví a releer el texto tratando de abstraerme de las imágenes para intentar captar la profundidad del texto en su máxima esencia.
Beti, me alegra que hayas leído este relato tan potente, y que te haya parecido tan perturbador e intelectualmente estimulante como a mí.
Coincido en que las imágenes pueden descarriar un poco la lectura, pues son una interpretación personal a un texto muy abstracto. Aun así, yo no sería tan duro con su tono oscuro: es un vehículo que permite a la ilustradora introducir esos marcados contrastes que tan presentes están en el relato, y cuestionar que toda esa alegría y felicidad de las que hablas estén exentas de reproche.
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