martes, 28 de junio de 2022

Anna Politkovskaya: Solo la verdad


Idioma original: ruso

Año de publicación: 2011

Traducción: Fernando Garí Puig

Valoración: muy recomendable

Ya hace más de cinco años que escribí sobre una de las obras de Politkovskaya. No voy a negar que una antología de sus artículos como esta pueda ser una elección algo oportunista, pero tal como se está definiendo este nuevo mapa geopolítico de posiciones estratégicas, nada como la autora asesinada para situarse en contexto, pues resulta que incluso quince años tras su asesinato, las circunstancias siguen siendo muy poco claras, y todo sigue prácticamente igual (para empezar, Putin en el poder) por lo que leer a la periodista rusa resulta estremecedoramente actual. Eso sí, el tiempo sí ha avanzado a favor de los responsables de su desaparición, se olvidan los detalles, se diluyen los hechos en la memoria, la contra propaganda funciona. Y leer sus artículos seleccionados en esta antología solo hace que corroborar temores y confirmar sospechas. Hoy en día, o por lo menos a los ojos del espectador promedio occidental, no hay una figura visible de disidencia que se encargue de enarbolar, al menos, el derecho a ser suspicaz respecto a las versiones oficiales. Llámese a una guerra o una invasión con el apelativo de "operación especial", imponiendo severas medidas a quien intente no alinearse con esa jerga. La edad del eufemismo. 

Aquí tenemos a la Politskovkaya más obvia, la aguerrida periodista que, sin el mínimo reparo (hoy muchos lo hacen, pero escondiéndose tras un nick en Twitter, y desde la comodidad del sillón con el laptop en el regazo) acusaba, desde la Novaya Gazeta, a los poderosos, al Kremlin, a la Duma, a los servicios secretos, de ser los mismos que orquestaban las acciones a los que éstos reaccionaban. Con nombres, con ataques muy directos, con toda serie de detalles en una especie de ejercicio temerario, claro, a veces de lectura poco agradable - explícitas descripciones de torturas, minucioso detalle de acciones de castigo, muchas veces bajo la más absoluta arbitrariedad. Con las enormes cúspides de las que dudaba de principio a fin, las dos guerras de Chechenia, los atentados del Nord-Osc y el Beslán, acontecimientos estos que ya apuntaba como las primeras fases de una recolonización (?alguien se acuerda de la Comunidad de Estados Independientes?), una especie de reconstitución de la URSS ya despojada de pantomimas ideológicas. Ahora (entonces, 2006) se trataba de volver a constituir un imperio bajo el manto del poder de los oligarcas, un feroz e implacable mapa de corrupción destinado a que nada se escapara a su influencia en esos intimidadores 13 millones de kilómetros cuadrados, imposible no pasmarse al calibrar su extensión en un mapa-mundi, nadie de todos esos oscuros funcionarios situados en el momento de la caída del muro debía quedar expuestos a la intemperie. Y, por supuesto, el misterio indisoluble de la personalidad del pueblo ruso, tan condicionado en lo físico - el clima extremo, la mezcla de civilizaciones, como en lo psicológico, por el obstinado aislamiento al que han estado sometidos.

Curioso, ciertos artículos al final del libro, en los que la periodista visita otros países, resultan refrescantes, casi esperanzadores, con una tonalidad irónica y abierta, como si necesitara salir a respirar después de esa agotadora experiencia en los conflictos de su país. Literariamente, casi una especie de género diferente. La cronista de las inseguras calles de Grozni pasea por Londres, París o Sidney y su experiencia comparativa solo hace que recubrir de azúcar ese núcleo de hiel. 

2022. Casi imposible, al margen de filtraciones interesadas, saber el pronunciamiento de la opinión pública rusa sobre lo que sucede en Ucrania. Iba a ser un conflicto corto. Iba a ser la mecha que prendiera una III Guerra Mundial, con muchas naciones mirando para otro lado. Con unas consecuencias económicas inmediatas. Quien orquestó el asesinato de Politkovskaya se ha salido, a todas luces, con la suya. Y la verdad es la primera víctima de la guerra, claro, otra frase lapidaria a la lista. Imposible, después de textos tan brillantes, no preguntarse a quién molestaría ahora con sus dudas razonables, con sus preguntas directas e inquisitivas.

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