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viernes, 25 de julio de 2025

Ante Tomic: Milagro en el valle de los Víboras

Idioma original: Croata 
Título original: Cudou Poskokovoj Dragi
Año de publicación: 2009
Traducción: Patricia Pizarroso y Marc Casals
Valoración: Divertidísimo

Hace mucho que no me reía tanto con un libro. De hecho, diría que pocos libros me han hecho reír a carcajada limpia: Wilt, Sin noticias de Gurb, La conjura de los necios y poco más. Eso si la memoria no me falla, ¡claro!

Bien, pues a esta escueta lista hemos de añadir este Milagro en el valle de los Víboras, novela del croata Ante Tomic protagonizada por una familia de subnormales todos locos compuesta por Jozo (padre) y Kresimir, Branimir, Zvonimir y Domagoj (sus cuatro adorables retoños) que vive en estado semisalvaje en una remota aldea montañosa. En fin, una panda de paletos tarados y semianalfabetos, irascibles, violentos, groseros, supersticiosos, etc. Para que os hagáis una idea: unos hillbillies sacados de alguna peli de Tarantino o de los Coen y trasladados a los Balcanes para que salgan en una peli de Kusturica.

Vale, ¿y el argumento?. Bueno, pues por ahí que andan los Víboras haciendo sus cosas (secuestrando a unos empleados de la compañía eléctrica que se acercan por sus dominios para hacerles pagar recibos pendientes desde 1984) cuando uno de ellos, Kresimir, se harta y dice que se larga a Split a recuperar a un "amor" de los tiempos de guerra y poner una mujer en sus vidas.

No me extiendo más. La novela tiene tantos giros y tan disparatados que sería imposible hacer un resumen. Solo diré que hay golpes, tortazos y peleas que ni en las pelis de Bud Spencer (tiene mucho de slapstick esta novela), amenazas, persecuciones, equívocos, clases de ligoteo, corruptelas, veteranos de guerra, neonazis patéticos, orgías armamentísiticas... Pero lo que hay, sobre todo, son muchas risas gracias a un humor absurdo y grotesco.
Tenía un moratón gigante en el muslo derecho, y otro en el costado, y un tercero en el antebrazo izquierdo, e incluso un cuarto debajo del ojo. Le dolía al respirar, como si le hubieran roto una costilla. Además, tenía sendas brechas en el labio, la ceja y la oreja, le habían sacado un diente y otros dos estaban bastante flojos. Por lo demás, estaba bien.

Otros aspectos a destacar del libro son su ritmo endiablado, su agilidad y plasticidad y unos diálogos de lo más loco. No solo eso. Como todo buen libro "de humor", algo hay de crítica al tiempo y lugar en el que transcurre, esa nueva Croacia de lounge bar a la que resulta difícil dejar atrás algunas referencias del pasado más oscuro, y esto podría emparentar en cierta forma a los Víboras con el soldado Svejk o con Ivan Chonkin, pero son asociaciones menos claras.

En cualquier caso, y pasando por alto alguna que otra "incoherencia" o "punto no demasiado claro), un libro divertidísimo y una opción ideal para quienes busquen en sus lecturas veraniegas algo entretenido y ligero, aunque no exento de calidad.

jueves, 3 de julio de 2025

Bekim Sejranović:De ningún lugar a ninguna parte

Idioma original: Croata
Título original: Nigdje, niotkuda
Traducción: Patricia Pizarroso y Marc Casals
Año de publicación: 2008
Valoración: Recomendable

Un funeral según el rito islámico, un montón de hombres acuclillados y un solo hombre que permanece en pie, sobresaliendo por encima de los demás y sin saber dónde poner los brazos. La viva imagen de la desubicación, de estar fuera de lugar o de no saber cómo hacer para "pertenecer" a ese sitio. 

Esa es la imagen con la que se abre De ningún lugar a ninguna parte, novela en la que se (re)construye un pasado en forma de mosaico, en la que se entrelazan biografía personal y álbum familiar y en la que el desarraigo y voluntad de pertenencia protagonizan un texto con un aparentemente alto contenido autobiográfico, si bien esto haya que cogerlo con pinzas ya que según confiesa el narrador "no confío en el recuerdo y la verdad no la puedo soportar"

(Re)construir un pasado en forma de mosaico. That is the question! Y de ahí se derivan las infinitas idas y venidas espaciotemporales (desde la época de la Segunda Guerra Mundial hasta el siglo XXI, desde el pueblo bosnio de la infancia hasta la isla de Svalbard) Siempre en fuga, siempre huyendo a cualquier rincón del mundo que nos de una nueva oportunidad.

Pero también de ahí los diferentes estilos y tonos que encontramos en el texto. Porque Sejranović puede ser una especie de Delibes deslenguado cuando habla del Brcko de su infancia o un Unamuno del vacío y la soledad balcánica o un Knausgard o un Saeterbakken pasado de rosca en esa parte final del libro en la que destroza la idílica imagen de los países escandinavos. Porque, ¿qué opción es la menos mala: emborracharse o dejar que los recuerdos te devoren como termitas?

En cualquier caso, una buena y amarga crónica del desarraigo a través del tiempo y el espacio (Alija, Lars, Marko, el propio narrador), a la que acuden a dar oxígeno ciertas dosis de humor negro, una historia de perdedores, de búsquedas y huidas, muchas veces grotescas y absurdas, de intentos de felicidad que se van diluyendo con el transcurso de las páginas; un texto que crece a medida que avanzamos en él y se aleja de aparentes arquetipos y/o estereotipos, un texto jodido pero altamente recomendable.

viernes, 9 de mayo de 2025

Magdalena Blažević: El temps de la collita

Idioma original: croata
Título original: Sezona berbe
Traducción: Jordi Cumplido Mora en catalán para L'Agulla Daurada. Sin traducción al castellano hasta la fecha
Año de publicación: 2023
Valoración: está bien


La literatura de autores de orígenes balcánicos siempre me ha interesado, pues su obra a menudo lleva firmemente arraigada el impacto de la guerra y sus consecuencias en una mirada que acostumbra a hacerse a posteriori y con tonos trágicos y desoladores. Magdalena Blažević ya me sorprendió hace pocos años con su «A finales del verano», una novela que, a pesar de que mostraba una evidente irregularidad, hacia la segunda mitad del libro irrumpía un estilo contundente y sobrio que me despertó sumamente el interés para conocer más libros de la autora bosnia. Y aquí nos encontramos.

Como no suele ser de otra forma, Magdalena Blažević nos lleva de nuevo a esos pasajes de cicatrices bélicas y, en este caso, lo hace con una mirada diferida en el tiempo, pues la protagonista del relato, una joven fotógrafa, con el propósito de preparar una exposición, regresa a Desa y en ese retorno narra la desolación de un paisaje apenas reconocible afirmando que «las vistas del pueblo me han desalentado del todo. No sé ni si existe. El bosque se ha hecho agreste, se ha abalanzado desde las alturas a los patios y los ha ocupado como si recuperara los bienes perdidos desde hace mucho tiempo, ha entrado en los hogares derruidos, las copas de los árboles han perforado los techos y han salido por las ventanas en lugar de las personas». Así, de manera bastante hábil y acertada, con esa superposición de imágenes que se forman en su mente, la autora yuxtapone presente y pasado evidenciando un contraste entre dos épocas separadas, aunque vinculadas emocionalmente.

De esta manera, la autora utiliza el regreso de la protagonista y su intento de retratar un paisaje ya desolado para recordar en cada uno de esos lugares abandonados la vida que en ellos existía, los recuerdos que le transmiten y le llevan a una época donde la guerra aún no había cobrado vidas ni segado futuros y que hábilmente plasma al revisitarla que «toda esta región espera únicamente el forense». Es en esos pasajes ya desiertos donde el contrate se hace evidente y donde el espacio queda vacío de seres y de esperanzas. El estilo de la autora es poético y triste pero no plenamente descorazonador e invita a la lectura con mirada amable a pesar de que narrativamente la superposición de los momentos actuales con los pasados pueda crear cierta confusión al lector hasta que uno se acostumbra a ver dos historias coincidentes aunque a la vez que separadas por el tiempo. Como quien utiliza unas gafas de realidad aumentada, la protagonista ve en esos lugares las historias pasadas que en ellos ocurrieron y que le transmiten unas sensaciones opuestas a las actuales, como aplicando un filtro de nostalgia a una tierra ya deshabitada y abandonada por todos menos por quienes guardan aún los recuerdos de tiempos mejores.

Estructuralmente, el libro se compone de tres partes muy diferenciadas, donde en la primera de ellas, con la guerra como telón de fondo, el relato explica una historia de amor entre dos amantes y lo hace desde la distancia, una distancia temporal pero también sentimental por el regreso a un pueblo cambiado por el transcurso de la guerra y el abandono. En esos espacios vacíos donde la autora lo nutre de recuerdos y de pasado. Ya en la segunda parte la autora narra la historia de la madre de la protagonista, en una zona y un tiempo de guerra, de soldados y abusos, de miedo y terror, de supervivencia y de un amor infinito hacia su hija, a la que cuida y protege tanto como le es posible en un día a día en el que el miedo asedia en la cotidianidad de la zona en guerra. Lamentablemente, si bien esta segunda parte tiene un escenario más fecundo para la narración de historias desoladoras, la autora no consigue transmitir esa angustia por causa de una narración algo inconexa y mal hilvanada con el primer episodio. Así, no hay apenas conexión entre ambas partes del libro y lo único que sostiene la narración (que si bien no es poco) es la dolorosa historia de lucha de una madre y la protección hacia su hija. Pero eso ya lo hemos leído antes, no es algo nuevo si se tiene cierto bagaje lector. En una tercera (y brevísima) parte que ejerce únicamente de cierre, la autora termina el libro devolviéndonos de nuevo a las sensaciones encontradas que ya tuvimos en su libro anterior, quizá en este causando menos impacto por la fragmentación de la historia. 

En cualquier caso, la historia se sostiene por los fragmentos en los que la autora acierta en su exposición, y toca la fibra sensible del lector que espera precisamente esto de un libro de estas características, como cuando una de las protagonistas, mirando a su amado, confiesa con pesar que «me he preguntado si reconocerías en mi rostro algo de lo que un día amaste». Es esa contundencia la que uno espera encontrar en estos libros, la aridez en unas palabras que arrastran años de guerra, desolación y desesperanza.

También de Magdalena Blažević en ULAD: A finales del verano

jueves, 20 de febrero de 2025

Slavenka Drakulic: No matarían ni una mosca. Retratos de los criminales de las guerras balcánicas

Idioma original: Croata 
Título original: Oni ne bi ni mrava sgazili
Traducción: Isabel Núñez
Año de publicación: 2005 
Valoración: Terrible y (precisamente por eso) necesario

A medio camino entre Svetlana Alexievich, Hannah Arendt o el más reciente V13 de Emmanuel Carrère, No mataría ni una mosca es el acercamiento de la croata Slavenka Drakulic a esas preguntas que nos surgen cada vez que asistimos a un crimen atroz, a una masacre o a una guerra.

¿Cómo un país que durante cuarenta y cinco años convivió en armonía estalla en mil pedazos y se desangra en una serie de guerras fratricidas? ¿Qué lleva a un aparentemente apacible contable, taxista o enfermero a convertirse en un criminal de guerra? ¿Hablamos de sádicos, de oportunistas, de cobardes, de convencidos de la causa? ¿Circunstancias y decisiones puntuales pueden hacer que un tipo normal sea capaz de asesinar y/u ordenar asesinatos? ¿Cómo es posible que una sociedad pierda sus valores y un individuo pierda su alma y admita el mal? Y lo que es aún más inquietante, ¿qué hubieras hecho tú de haber vivido en Vukovar, Bijeljina o Mostar entre 1991 y 1995?

Quizá todo se reduzca, como dijo Biljana Plavsic con algo de cinismo, a que en nuestra obsesión por no convertirnos nunca más en víctimas, nos permitimos convertirnos en victimarios. O quizá no sea todo tan sencillo.

Conceptos como memoria y reparación, justicia y verdad, culpa y responsabilidad, la normalización del odio o la deshumanización del otro recorren un texto tan terrible como necesario en tiempos en los que la memoria histórica está en entredicho. 

Pero no esperéis encontrar respuestas en el libro. Hay más preguntas que soluciones, más conjeturas que certezas en los 13 retratos (+ la introducción, la paradójica coda final y el epílogo de Marc Casals) que componen un libro que nace de la asistencia de la autora a los juicios de Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia.

Creo que uno de los principales aciertos de la autora es el de reunir a criminales anónimos con criminales famosos, como Slobodan Milosevic, Ratko Mladic o Frandjo Tudjman (que no tiene retrato pero podría haberlo tenido), porque con ello se cubren varios frentes que no son "compartimentos estancos": no solo el paso de la normalidad a la violencia ciega sino también el paso del anonimato a las posiciones de poder y, sobre todo, cómo se consigue desde el poder crear un clima que acabe dando lugar a hechos tan terribles.

Otro punto a favor, y que contribuye a esa permanente sensación de irrealidad de acompaña a los textos, son los paralelismos entre algunas de las personas retratadas y personas del entorno cercano de Drakulic. Por ejemplo, un carnicero de cara inocente e ingenua (¡¡¡del que hasta sus vecinos musulmanes hablaban bien!!!) como Goran Jelisic comparte generación con la hija de la autora; Radoslav Krstic trae a la mente al propio padre de la autora, militar en el ejército yugoslavo; Biljana Plavisc, número 2 del gobierno de la República Srpska, le recuerda a su propia madre...

Y claro, si gente con la que compartimos generación, formación, trabajo o cultura, si tu vecino del 4º B o tu compañero de pupitre en 3º de EGB termina convirtiéndose en un monstruo, quizá tú hayas estado muy cerca de serlo y solo una casualidad lo ha evitado (o lo has ido viendo, pero lo has dejado correr (o te ha importado una mierda)...)

Más. Drakulic no entra en detalles escabrosos. No es eso lo que importa, el horror no se muestra a través de la sangre ni de las vísceras. Lo terrorífico no viene de vampiros ni de seres deformes y perversos, sino de lo ya conocido.

Por último, el libro admite posibles lecturas que van algo más allá de lo "meramente filosófico y/o psicológico". Las historias individuales de los diferentes personajes son tan potentes que admiten una lectura como simples "relatos", ya sean como relatos de terror, absurdos o (aunque no lo parezca) surrealistas. Además, los paralelismos que decía establece la autora entre los protagonistas de los textos y personas cercanas a ella hacen que el libro se remonte en el tiempo y ofrezca una lectura que podríamos llamar "crónicas yugoslavas". Quizá por esta vía se podría acceder, aunque solo sea en parte, a una posible explicación de lo que vino después.

En resumen, un libro duro e incómodo pero absolutamente necesario, no ya para aprender del pasado y no incurrir en los mismos errores (llevamos ya siglos tropezando en las mismas piedras) sino, al menos, para que memoria, verdad, justicia y reparación ocupen el primer plano. 

P.S. 1: Se cumple este año el 30 aniversario de la matanza de Srbrenica (también de los acuerdos de Dayton). Por si no la habéis visto, hay una película muy interesante sobre el tema: ¿Quo vadis, Aida?

P.S. 2: El libro se publicó en castellano en el año 2008. En este 2025, Libros del KO lo recupera e incluye el ya citado epílogo de Marc Casals y notas al pie actualizando la situación de algunos de los tipos que aparecen en el texto. 

sábado, 20 de enero de 2024

Magdalena Blažević: A finals d'estiu

Idioma original: croata
Título original: U kasno ljeto
Traducción: Jordi Cumplido en catalán para L'Agulla Daurada. Sin traducción al castellano de momento.
Año de publicación: 2022
Valoración: recomendable


Hay ciertos reclamos publicitarios a los que uno no puede hacerle oídos sordos, y es que si la editorial menciona en la contracubierta que el estilo de la autora se asemeja a Agota Kristof, entonces sí y sólo sí debo leer el libro. Y cabe decir que la similitud entre autoras es acertada, aunque solo parcialmente, pues si bien el estilo es duro y seco, se asemejaría más a Bastašić y sus «Dientes de leche» o a Faruk Šehić y sus «Cuentos con mecanismo de relojería» donde también hablan de la guerra de los Balcanes.

En esta primera novela de Magdalena Blažević, la autora sitúa el relato en la tragedia yugoslava de finales del siglo XX; una tragedia causada por las guerras balcánicas de los años 90 tras la muerte del general Tito y el posterior auge de los nacionalismos radicales que desencadenó una guerra civil de extrema violencia contra la población con ejecuciones masivas, torturas, violaciones (especialmente en los pueblos) y campos de concentración en un claro ejemplo de limpieza étnica. En este contexto la autora ubica la historia, en el pueblo de Kiseljak (Bosnia y Herzegovina); un pueblo víctima de la «Limpieza étnica del Valle de Lašva» que tuvo lugar entre 1992 y 1993 y que Blažević utiliza como referencia para relatar el drama de la guerra en toda la sociedad, pero especialmente en los pequeños pueblos porque «el peso de la historia no recae en quienes son las víctimas y quienes los verdugos, sino en la injusticia que representa la guerra y el sufrimiento compartido entre las víctimas». De esta manera, la autora centra el relato en la masacre perpetrada en Kiseljak el 16 de agosto de 1993, y lo hace narrando lo sucedido desde la mirada infantil de Ivana, una niña de catorce años asesinada durante una emboscada que relata lo sucedido días antes, pero también días después de su muerte en un acertado ejercicio de disociación que hace aún más cruda la descripción de lo sucedido. 

El libro empieza donde la protagonista se nos presenta narrando en primera persona y lo hace de una manera directa y contundente: «me llamo Ivana. Viví 14 veranos y esta es la historia del último» y nos también habla de sus principales intereses, propias de una niña: su muñeca Julija, su padre conductor de camión y su madre. También del lugar donde viven, que el lector augura pobre y frío. E igual de fría es la mirada de la niña, quién afirma, mirando al jardín, que «del banco de debajo el pomar sólo ha quedado un esqueleto carcomido. La Muerte apoya una pierna sobre él. ¡Miradla bien! Tiene una cara agradable, los ojos todavía no se le ven bajo la boina tuerta». Así ve Ivana a la Muerte, oculta bajo el rostro de un soldado, el rostro del infierno. De esta manera se puede observar como el estilo de Blažević está lleno de metáforas, como al afirmar que «los cuerpos de los hombres son un alud imparable de rocas (…) pronto irrumpirán nuestros patios a través de los senderos secos y los desfiladeros, dispersándose por el pueblo como gusanos» o también «la fuente antes era peligrosa, con una valla metálica de pinchos afilados y delgadas flechas que apuntaban al cielo. Parecían fusiles colgados a la espalda» o «las raíces de los castaños se han hundido como dedos encorvados de bruja bajo las amplias escaleras de hormigón».

Así, y como no puede ser de otra forma, el entorno en el que se desarrolla la historia es hostil, decadente, triste, lleno de una pobreza palpable en el ambiente, en la ausencia de comida y de salubridad en los hogares. Hay compañía, pero poco cariño. Hay principalmente rudeza y tosquedad. A nivel argumental, no hay una trama delimitada; el libro es un conjunto de recuerdos fragmentados que la autora nos traslada sin un hilo argumental definido; de manera similar a las ropas que los niños que protagonizan la historia, el hilo argumental está deshilachado y sin una evidente continuidad. Así, la potencia del relato recae en el detalle de esas escenas en los que la miseria excreta en el complicado y triste día a día que conforma la cotidianidad de los pequeños pueblos en los que todo se ha terminado excepto la guerra quien sigue latente pero siempre perceptible en cada batido de los corazones afligidos de la sociedad. Es ahí donde la guerra estalla con más crudeza, arraigando y deshaciendo las pequeñas posesiones (también afectivas) que aún poseen, menguadamente, los pueblos y sus supervivientes habitantes.

En cuanto al ritmo narrativo, cabe decir que durante algo más de la primera mitad, el relato se sostiene por pequeñas pinceladas de cotidianidad que, si bien permiten comprender el escenario en el que transcurre la historia, rompen el ritmo y no consiguen mantener la tensión. Afortunadamente, es a partir de poco más de la mitad del libro con la aparición de los soldados en el pueblo, que todo cambia de manera radical de manera que una lectura que en las casi cien páginas anteriores se había vuelto bastante monótona, reiterativa y lenta, se convierte de golpe en un gran abismo de desolación preciosamente narrado y con una intensidad, emotividad y sentido poético más que destacable. El pasaje que rompe el relato es demoledor, describiendo la irrupción de los soldados afirmando que «son rápidos como los gusanos de las latas de conserva. El interior de las casas tambalea de gritos y palabrotas. Golpean las paredes. Los cuerpos se encogen bajo las camas, tras las puertas, los armarios y las despensas. Todo en vano. Los sacan como conejos de dentro de las madrigueras». E Ivana ve como la muerte se acerca con rostro de soldado, unos militares con «la respiración profunda y fría como un sótano. Tienen las entrañas podridas como patatas viejas» y lo ve con sus ojos de niña, y su familia la intenta proteger, porque «madre mantiene el brazo en mi espalda. Pero no podéis salvar un niño con un abrazo». De esta manera, la narración de las escenas y de la muerte y sus momentos posteriores tiene una fuerza inusual y una calidad literaria indiscutible. Porque la narración de los instantes posteriores a la muerte por parte de la propia difunta es desgarradora como se puede constatar cuando habla de su hermano y afirma que, «chillaría, pero tiene la boca llena de tierra. Los ojos llenos. Puede sentir la pala cavando el montículo de tierra granulosa y como se esparce en el polvo. Estoy tumbada al lado de mi hermano y le estrecho la mano». 

Por todo ello, se trata de un libro recomendable, aunque muy duro porque si la tragedia de una guerra se ve a través de la mirada de un niño, el efecto es aún más devastador, por aquello que rompe, por aquello que impide, por los sueños rotos y desencajados de una vida que queda destrozada e  impedida a manos de crueles manos y sádicas ambiciones.

También de Magdalena Blažević en ULAD: El temps de la collita

lunes, 4 de julio de 2022

Daša Drndić: Leica Format

Idioma original: croata

Título original: Leica Format

Traducción: Juan Cristóbal Díaz

Año de publicación: 2003 (en castellano, 2021)

Valoración: Recomendable


Daša Drndić es una autora croata fallecida no hace mucho, y entiendo que mayoritariamente desconocida en nuestro país (totalmente desconocida para mí), cuyo libro con más repercusión parece ser Trieste, centrado en la presencia nazi en Italia. Quedémonos con esta ubicación, Trieste, y echemos un vistazo en las cercanías porque, aparte de la fantástica isla de Krk, muy cerquita está la ciudad de Rijeka, ahora croata, durante muchos años yugoslava, pero antes también italiana y húngara. Toda una encrucijada política y cultural que es la auténtica protagonista de Leica Format.

Pero sigamos un poco más la pista de la autora. Aunque nacida en Zagreb, vivió también en Belgrado, y por tanto parte de su vida se ha desarrollado en dos puntos diríamos contrapuestos de esa amalgama yugoslava que terminó estallando de mala manera. De forma que hay mucho de autobiográfico en este libro, en el que confluyen la historia personal o familiar, la remota del nazismo, cuya huella vuelve a examinar, y la más reciente del desgarro de las comunidades que convivieron durante décadas aparentemente en paz hasta que, como tantas veces, ambiciones e intereses de aquí y allá se conjuraron para despertar odios antiguos y sueños de grandeza enfermizos.

Sobre estos tres ámbitos se construye esta narración, fragmentaria, quizá algo caprichosa, levantada sobre la prosa potente y directa de la autora croata. No hay una cronología precisa ni desde luego una secuencia temporal lineal, sino un collage de imágenes, recuerdos y noticias que saltan de un campo al otro hasta formar un conjunto que solo puede apreciarse a una cierta distancia. El mundo de Drndić se centra en aquella Rijeka fronteriza, evoca sus antiguas calles, los hoteles clásicos reconvertidos en viviendas, el flujo de viajeros que confluyen con sus distintas lenguas. Y al mismo tiempo rememora el terror del nazismo bajo el gobierno ustacha (su versión croata, especialmente sanguinaria), y muestra las grietas, mucho más recientes, de los enfrentamientos entre comunidades, de los que la autora fue, como tantos otros, víctima involuntaria de uno y otro bando.

Con todo ello se muestra un dibujo de sociedad torturada, crispada y finalmente reducida a una especie de melancolía asumible, personificada en la ciudad misma, que ha pasado del aluvión bullicioso del imperio austrohúngaro a un lugar provinciano, aburrido y opaco, tal vez el precio que ha habido que pagar por la uniformidad nacional. Pero no hay en el libro nostalgia, sino simple constatación de una pérdida, una muestra de estupor algo desdeñoso ante los cambios.

Si queremos pensar en el libro como una novela apenas encontraremos algún que otro hilo conductor, siempre tenues, entre los que destaca por su mayor continuidad el protagonizado por un tal Ludwig Jakob Fritz, un médico de visita en la ciudad, cuya figura contribuye al dibujo de las calles, los mercados, sus gentes, para fundirse de forma brillante con los retazos de la historia familiar. Estas leves líneas argumentales, no está claro hasta dónde ficcionales, se encuentran como escondidas entre gran cantidad de material diverso, cartas, recuerdos o pasajes de libros (Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, sobre todo), o datos históricos que explora (a veces de forma muy pormenorizada) en torno por ejemplo a los atroces experimentos con niños y enfermos mentales, experiencias con cobayas humanos que tampoco se detuvieron en el III Reich, sino que continuaron en otros países, singularmente en los Estados Unidos, o sobre los síntomas de la sífilis, enfermedad netamente  definitoria de amplios periodos históricos. 

Quizá se echa de menos un mayor protagonismo de aquella parte novelada, porque da la sensación de que Drndić tiene capacidad suficiente para desarrollar un argumento más sólido. Pero parece que, o bien opta voluntariamente por reunir información para formar un mosaico, o simplemente el libro carece de un plan definido y va creciendo (y bastante, más allá de las cuatrocientas páginas) de forma silvestre y algo descompensada.

Pero quedémonos con lo positivo. La atmósfera que llega al lector es con toda probabilidad la que buscaba la autora, un retrato de la ciudad y su historia en las últimas décadas, convulsa, ligeramente decadente, con las sombras profundamente negras de dos época distintas, unas ya lejanas, cuyo eco sigue siendo estremecedor, otras recientes, de un tiempo sumergido en el absurdo y la locura. Una sensación de pesadumbre por la que la autora se mueve con más desprecio que lástima, pero siempre sin sucumbir, simplemente siguiendo adelante. Lo que diríamos una superviviente.


viernes, 12 de febrero de 2021

Dubravka Ugrešić: Baba Yagá puso un huevo

Idioma original: croata

Título original: Baja Jaga ja mijela jaje

Año de publicación: 2008

Traducción: Luisa Fernanda Garrido / Tihomir Pistelek

Valoración: se deja leer

Tal como esta reseña se publique recibiré, supongo, una llamada al orden por parte del Subcomité de Asuntos Balcánicos del blog, y en un principio basaré mi defensa en el poderoso argumento esgrimido hace unos días por la compañera Beatriz, en uno de esos eternos rifirrafes en los comentarios, sutiles pero últimamente tan frecuentes: somos un blog amateur y no un comité académico. Gracias por el capote, amiga.

Porque la cuestión lleva unos días haciéndome plantear un poco hasta mis hábitos lectores y mi firme determinación de los últimos tiempos de desestimar abandonos y seguir con los libros hasta el final. O sea, que la sombra amenazadora de la reseña interruptus sobrevoló cual ave carroñera, pero decidí seguir hasta el final, donec perficiam que dicen algunos últimamente, y no porque esperara gran premio, sino porque los años le hacen a uno tozudo a la par que impaciente, curioso oxímoron.

Digamos que Dubravka Ugrešić ha concebido este libro como una especie de mezcla de géneros y que a mí esa mezcla me ha convencido muy poco. Baba Yagá puso un huevo me ha parecido, en algún momento, como un libro hecho por encargo a medida de una cierta propuesta, que es encajar ciertos elementos de la mitología de los países eslavos en una narración de ubicación contemporánea, encajarla como si se tratase de un cuento narrado por un tercero, e incrustar en este remedo ciertos estereotipos de corte reivindicativo, fundamentalmente la invisibilidad a la que son postergadas las mujeres de avanzada edad, y como esta situación no es nueva sino la consecuencia del prolongado arraigo de dicha imagen en el imaginario popular, aludiendo en dicho discurso (en una especie de epílogo/glosario que se extiende por decenas de páginas al final del libro) a todo tipo de figuras como las brujas, la inquisición, leyendas populares, etc.

Yo me hubiera quedado más satisfecho si la novela se hubiera limitado a esos hechos de hoy: a la presencia de tres mujeres de avanzada edad (Pupa, Beba, Kukla) que se toman unas vacaciones y visitan un balneario en Varna, Bulgaria, de viaje desde su Zagreb natal, donde pasan unos días de corte tragicómico acompañadas por masajistas con priapismo, médicos de lo estético ávidos de facturación, y creo que, como lector y considero que otros lectores podrían sostener igual planteamiento, no sería necesaria tanta explicación y tanto contrapunto, ni esos pareados finales que apuntan un hilo narrativo y que deben haber traído de cabeza a los traductores, que lo han resuelto con fe y resignación. Porque en cada una de sus andanzas casuales, en sus conversaciones y en los recorridos sobre sus existencias y el tono crepuscular generacional, ya se apunta entre líneas ese agridulce presente: haber dejado atrás existencias pasadas, juventud, familia, amoríos, limitarse a ser seres invisibles abocados a una decadencia física irremisible. Siempre teniendo en cuenta que el balcanic touch está ahí, en forma de breves pero memorables alusiones a la época del comunismo, a la política de bloques, al conflicto en el que el estado yugoslavo se desmoronó, a la precariedad económica heredada de la época, a lo errático del comportamiento de las distintas futuras naciones, colectivos, etc, desde que ese proceso de reubicación de fronteras se inició. Un espíritu que se percibe en esa narrativa reciente de forma no siempre tranquilizadora. Como si solo una férrea dictadura fuera capaz de mantener cohesión entre pueblos que en realidad son demasiado antagonistas para permanecer unidos.

Pero esta semana ya hemos hablado demasiado de estadistas que se creen padres ejemplares de sus gobernados, ¿no?

Y entonces la autora cierra el libro con ese epílogo que parece un who's who de figuras populares del norte y el este de Europa y nos ofrece una relación de conceptos algo repetitiva y monocorde donde, en una algo pesada mezcolanza de tono poético e informativo, se alude a las distintas acepciones de esa Baba Yagá, mujer de avanzada edad, de aspecto físico desagradable, nos empieza a hablar de aves y sus representaciones en el imaginario popular eslavo, del huevo como contenedor y como especie de regreso al útero, pasaje este que me ha aburrido sobremanera y que no niego que pueda encontrar su público entre curiosos insaciables y consumidores impenitentes de canales ubicados en los diales de tres cifras de los operadores digitales. Y perdonad, también he de declararme fan por lo general de lo que publica Impedimenta, pero, ay, ¿dije aburrido?, palabra tabú quizás para algunos, pero sensación que experimenté en demasiados momentos y que me veo obligado a transmitir aquí, que para eso estamos.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Colaboración: Breviario mediterráneo, de Predrag Matvejević

Idioma original: Croata
Título original: Mediteranski brevijar 
Año publicación: 1989
Valoración: Muy recomendable

Esta reseña iba a ser completamente diferente de lo que al final es.

Y es que muchos días, desgraciadamente demasiados días en los últimos tiempos, la realidad supera a la ficción. Por si fuera poco con la desesperada situación de los refugiados a los que, tras huir de fanatismos, intolerancia, guerras y pobreza, la Unión Europea (sí, esa que fue premiada con el Nobel de la Paz) confina en campamentos insalubres o devuelve a sus lugares de origen, hoy 22 de marzo nos despertamos con la noticia de los salvajes atentados, valga la redundancia, que en nombre de ese fanatismo se han perpetrado en Bruselas.

Víctimas inocentes por todas partes.

Y es que pudiendo hablar largo y tendido de una obra que no es ni novela, ni ensayo, ni libro de viajes, ni guía de viajes, sino todo eso mezclado, escrita con una prosa elegante y amena, casi en forma de micro-relato, por un respetado profesor de la Sorbona como el croata Predrag Matvejevic, y acompañada de la reproducción de mapas, grabados y cuadros antiquísimos, como los planos de Marsella o Nápoles del Civitates Orbis Terrarum publicado entre los siglos XVI y XVII, o el Peutingeriana romano publicado entre los siglos III y IV, una obra maravillosa e inclasificable, con múltiples facetas y que abarca con un enfoque personal y original todo el ámbito mediterráneo, solamente tengo ganas de pedir a todo el mundo que lea esta obra, y que, tal y como hace el autor, sepa comprender que más allá de las diferencias históricas, culturales o religiosas entre el Oriente y el Occidente mediterráneo, hay un espacio común (mediterráneo, en este caso, pero extensible a cualquier lugar) que todos compartimos, en que la convivencia pacífica, queramos o no, es posible, es necesaria y es urgente.

Me duele que la reseña no haga prácticamente referencia a las cualidades del libro, que son muchas. En cualquier caso, quedémonos con que es un libro muy recomendable. Pero el cuerpo y la mente hoy no dan para más.

Ojala la reseña hubiera sido la inicialmente prevista, de verdad.

Lo siento.

Firmado: Kim Jong Nam

También de Predrag Matvejević en ULAD: Nuestro pan de cada día

sábado, 22 de junio de 2013

Predrag Matvejević: Nuestro pan de cada día

Idioma original: croata
Título original: Kruh naš
Año de publicación: 2008
Valoración: muy recomendable


"A buen hambre no hay pan duro", "Rábanos sin pan, poco o nada te alimentarán", "Quien hambre tiene, en pan piensa", "Pan ajeno, nunca sabroso ni tierno", "Ni mesa sin pan ni ejército sin capitán", "En casa del capellán no falta nunca el pan", "Amigo que no da pan y cuchillo que no corta, aunque se pierdan no importa"... Son innumerables los refranes o dichos que hacen referencia al pan que podemos encontrar en nuestra cultura. En casi cualquier cultura, de hecho, el pan (en cualquiera de sus variantes: de trigo, de centeno, de maíz, cocido, horneado, frito, con o sin levadura, con semillas, con fruta, con carnes, con azúcar, con especias...) resulta ser el alimento básico por excelencia.

Tal y como nos explica Matvejević en Nuestro pan de cada día, con el devenir de los siglos el pan ha pasado de ser un alimento como cualquier otro a convertirse en símbolo de justicia (e injusticia), en detonante de revoluciones, en medida del poder adquisitivo de la población de un país... y en centro de un sinfín de celebraciones tanto religiosas como laicas (Adán fue condenado a ganárselo con el sudor de su frente, se toma en forma de hostia en la eucaristía cristiana, de prosphora en los servicios ortodoxos y de matzoh en la pascua judía, y forma parte del rito de bienvenida de los pueblos eslavos, por ejemplo...).

Aunque es innegable que el ser humano puede vivir sin este alimento, el autor se encarga de mostrarnos, a través de un viaje que pasa por la historia, la antropología, la ética, la etimología, la política, la lingüística, la religión, la literatura, la gastronomía, la sociología, la pintura... e incluso su propia biografía, cómo el pan no sólo ha sido determinante en todas las culturas en las que aparece, sino también cómo su historia y, por tanto, también su destino están profundamente ligados a los del ser humano y cómo, en realidad, podemos decir que nos define como especie.

Advierto, también, a los posibles lectores que éste no es un ensayo al uso. Combina tanta información proveniente de tantas ramas de la ciencia diferentes, que el autor ha escrito este libro alejándose del estilo ensayístico más estricto y utilizando uno más abierto que bebe de la narración y la poesía, difícil de catalogar dentro de un género en concreto, pero sin duda más ameno e inspirador.

También de Predrag Matvejević en ULAD: Breviario mediterráneo