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jueves, 5 de septiembre de 2024

Reseña + Entrevista: Chico Bizarro y las moscas, de Mónica Bustos

Idioma original: Español  
Año de publicación: 2010
Valoración: No sé

Chico Bizarro y las moscas, ganadora del primer premio Augusto Roa Bastos de novela, ha supuesto una experiencia lectora extraña. Por un lado me ha gustado; por el otro, la he hallado algo tediosa en su desarrollo. Asimismo, he sabido apreciar sus múltiples virtudes; no obstante, también me ha parecido irregular en su ejecución e intencionalidad.

Narra la historia de Chico Bizarro, un criminal que salió de la pobreza gracias a su arrojo, ambición y amor por Soledad. Su voz en primera persona, tan expresiva como cínica, relata los acontecimientos y nos introduce al elenco que lo rodea. 

Así conocemos a la ya mencionada Soledad, la arpista de una sola teta; a Elmer, el entrañablemente estúpido gángster; a Artimis, pintor fracasado cuyos cuadros transportan droga; a Béseler, escritor que jamás ha publicado nada; a Chica Kafka, que manda libros del autor checo al protagonista; y a un largo etcétera de personajes, a cada cual más estrafalario.

La mayoría de los capítulos de la novela están dedicados a la relación tóxica entre Chico Bizarro y Soledad, a los trapicheos con los que el protagonista vende sin remordimiento alguno el patrimonio de Paraguay o a las luchas de poder entre facciones criminales. 

Debo destacar, por cierto, que la prosa de cada capítulo varía, pues adapta distintas corrientes artísticas a la literatura (Cubismo, Dadaísmo, Arte conceptual, Surrealismo, Romanticismo, Informalismo, Vorticismo, Minimalismo, Pop Art, Impresionismo, Expresiones Abstracto y Neocubismo).

Como podréis intuir, en las páginas de Chico Bizarro y las moscas hay amistad y ternura, pero también rivalidad y odio. Hay decadencia y violencia, pero también lujo y romance. Hay realidad y fantasía, realismo sucio y realismo mágico.

Aclarado el argumento de la novela, explico con más detalle por qué me produce sentimientos encontrados. Por un lado, su estructura y su eclecticismo formal me parecen sumamente ambiciosos. Su estilo y humor, aunque de una efectividad intermitente, tienen pasajes bastante logrados. También me parece meritorio que tanto su desorden cronológico como el descomunal tamaño de su elenco están presentados con la suficiente solvencia como para no causar confusión. 

Sin embargo, no puedo obviar que la trama y los párrafos se estiran en demasía, que las voces de los personajes se funden en ocasiones las unas con las otras y que la crítica social a Paraguay (sobre todo a la pobreza, la inseguridad, la injusticia, la corrupción y la expoliación del patrimonio cultural) se antoja algo redundante. Asimismo, hay un componente localista en la novela que impide a quienes no somos de allí entender sus referencias a varios momentos históricos del país lationamericano. 

Sea como fuere, Chico Bizarro y las moscas es una novela harto ambiciosa, original y experimental. Aunque cuesta un poco aclimatarse a su fondo y forma, conviene leerla hasta el final. Sólo así recompensará nuestra paciencia con algunas escenas genialmente narradas (la del funeral de Melquíades, el enano estafador que hacía de adivino, por ejemplo), un amplísimo despliegue de recursos estilísticos, el intensísimo flujo de conciencia del protagonista y la vivisección de un elenco tan extravagante como interesante. 

La reedición de Chico Bizarro y las moscas (cuya ilustración de cubierta es magnífica, por cierto) se la debemos a la incipiente Calla Canalla. El coraje de la editorial queda evidenciado por el hecho de que el primer título de su catálogo sea una novela tan exigente y vanguardista como la de Bustos.


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A continuación adjuntamos un pequeño cuestionario que Sara Cantero, editora de Calla Canalla, ha respondido con suma amabilidad:

ULAD: Para quienes no conozcan a Calla Canalla, ¿cómo os presentaríais?

S.C.: Al frente de la editorial estamos Sara Cantero y Pedro Jiménez. Nuestro lema es «publicar solo cosas chulas», así que queremos crecer con calma, con seguridad, que cada libro que editemos podamos defenderlo con alegría porque estemos muy orgullosos de él.

ULAD: ¿Qué os ha impulsado a montar una editorial en los tiempos que corren?

S.C.: Nuestra vida siempre ha estado rodeada de libros y en el año 2020 proyectamos abrir una librería en Cádiz. Ya con casi todo en marcha apareció en nuestras vidas la pandemia, el confinamiento… y todo se detuvo. Durante esos meses nos dimos cuenta de que hacer libros nos gustaba más que venderlos, nos dimos un par de años para formarnos en edición y en otoño de 2023, nacimos.

ULAD: ¿Cuál es vuestra visión para Calla Canalla? ¿Qué catálogo, ritmo de publicación y estética tenéis en mente?

S.C.: Lo único que nos exigimos en la editorial es que todo lo que publiquemos sea de calidad. No aspiramos a ser profundos, ni a cambiar el mundo editorial, ni siquiera aspiramos a cubrir nichos de mercado. No aspiramos a nada, tan solo a fabricar libros, a encontrar historias que merezcan la pena y construir a su alrededor una coraza hermosa y duradera. 

Y para cumplir con esto el único camino es contar con los mejores profesionales: imprimimos en Kadmos, nos distribuye La sombra de Caín, hemos contado con los ilustradores Elisa Ancori y Guillem Bosh, autores como Mónica Bustos y Santiago Ambao… 

En 2024 sacaremos al mercado tres libros, el próximo año cuatro y esperamos saltar a ocho en el 2026.

ULAD: ¿Hay algún libro que os haga especial ilusión editar? Asimismo, ¿existen obras que creéis que encajarían perfectamente en Calla Canalla pero por la razón que sea no podréis publicar?

S.C.: Estamos encantados con nuestros dos primeros libros, los hemos cuidado todo lo que hemos podido, pero también estamos muy ilusionados con la salida del tercero, que será a final de año. Es el primero inédito, con autora española para la que también será su primera novela. Es muy hermosa, de una gran calidad y contada con una voz muy especial. 

Para que un libro encaje en nuestro catálogo ¨solo¨ tiene que tener calidad, ser original… como te decía antes, ser algo chulo. Si cumple ese requisito, lo publicaremos. Los únicos libros buenos que no podremos publicar será porque ya los hayan publicado otros, y de esos la lista sería muy larga.

ULAD: ¿Por qué habéis decidido iniciar vuestra andadura en el mundo editorial con Chico Bizarro y las moscas de Mónica Bustos? ¿Y continuarla con La trilogía de los milagros de Santiago Ambao?

S.C.: El objetivo era iniciar nuestro catálogo con novelas que fuesen de mucha calidad, pero, claro, cuando eres nuevo y no tienes aún ningún libro publicado, los manuscritos que te llegan van un poco de la mano al nivel de la editorial. Así que decidimos intentar reeditar alguna novela que se hubiese publicado en Sudamérica años atrás y que nos resultase atractiva. La sorpresa fue que hallamos estas dos perlas escondidas, aunque más sorpresa aún fue que los autores se dejaran convencer para publicar con nosotros a pesar de nuestra bisoñez.

ULAD: ¿Podéis adelantar qué está por venir en Calla Canalla?

S.C.: Bueno, ya os contaba antes que en unos meses llegará nuestra primera edición con texto inédito y autora española; así que también pondremos en marcha la maquinaria de presentaciones, ferias, eventos… Para el próximo año prometemos publicar más cosas chulas.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

NOVELAS PIRAÑA #3: El unicornio de Javier Tomeo

Idioma original: Español
Año de publicación: 1971
Valoración: Recomendable (aunque no para todo el mundo)

Menuda sorpresa, El unicornio. Porque esta novela experimental de Javier Tomeo es, además de interesantísima, una experiencia lectora exquisita. No me extraña que ganara el Premio Ciudad de Barbastro en 1971, dada su calidad y vanguardismo.

Creo sinceramente que roza la perfección. Si hubiera rebasado las 150 páginas, quizá resultaría pesada o reiterativa; si su apuesta innovadora no estuviera tan bien expuesta, habría podido caer en lo hermético. Afortunadamente, la obra es redonda, y sale airosa de cuanto se propone.

Podríamos considerarla una sátira del Poder. Sobre todo, una que arremete contra el totalitarismo y se mofa de los dictadores y sus secuaces, a quienes retrata como hombrecillos ridículos o conspiradores que solamente quieren medrar y salvar su propio pellejo.

Divide la acción en tres planos, que empiezan nítidamente separados y progresivamente van fundiéndose en uno solo, ya sea porque interactúan en lo físico o porque dialogan temáticamente. Los tres planos son: 1) Una representación teatral ambientada en el reino de Vandalia, gobernado por el esperpéntico duque Tancredo IV. 2) Los nueve espectadores que la están observando (a los que fuerzas invisibles y un acomodador que sigue órdenes mantienen prisioneros en sus localidades). 3) Varias calles más abajo, un hombre y una mujer intentan amarse infructuosamente en un cuarto que pasa de «rojo» a «camaleón», «multicolor» y «de todos los colores del mundo».

Las únicas cosas que se le podría reprochar a El unicornio son que su argumento está, por momentos, algo desconyuntado, y que introduce demasiados personajes como para profundizar en todos ellos. No obstante, la osadía de su planteamiento, la eficacia de su atmósfera, lo certero de sus denuncias y sus aromas kafkianos hacen que las mentadas limitaciones apenas lastren al conjunto.

Así pues: una premisa sumamente original ejecutada con pasmosa solvencia, narraciones simultáneas, personajes extravagantes, diálogos delirantes, mucho simbolismo, paletadas de humor y audaz crítica social. Esto y más, mucho más, encontraréis en la joyita de Tomeo, la cual no será del gusto de todos los lectores pero hará las delicias a los amantes del absurdo que valoren el riesgo formal y la intencionalidad artística.
 

También de Javier Tomeo en ULAD: Aquí

viernes, 5 de agosto de 2022

CONTRARRESEÑA: La vida instrucciones de uso de Georges Perec

Idioma original: Francés

Título original: La vie mode d'emploi

Traducción: Josep Escué

Año de publicación: 1978

Valoración: Imprescindible

Dos años llevaba este libro en la estantería esperando su turno para salir del tsundoku. Su grosor, su letra "apretada" y alguna que otra reseña en la que se apuntaba su carácter "extraño" hicieron que lo fuera poco a poco dejando. ¡Grave, gravísimo error, porque tras su lectura este libro ha pasado a formar parte de mi Panteón particular!

No sé si a estas alturas resulta necesaria una sinopsis de La vida instrucciones de uso. Apenas unos apuntes serán suficientes. Como si de una 13, Rúe de Percebe parisina y gafapástica se tratara, Perec toma un inmueble parisino y comienza un recorrido de casi 600 páginas por todas y cada una de las estancias del mismo. Esto determina la estructura de libro, breves capítulos dedicados a cada uno de los pisos, y permite al autor desplegar toda su imaginación y recursos en un juego (PALABRA CLAVE nº 1) en el que mucho tiene que ver la idea del puzzle (PALABRA CLAVE nº2), de la parte y el todo. Decenas de historias, centenares de personajes pasan ante nosotros, ya sea para no volver jamás o para reaparecer al cabo de unas páginas, y quizá esa desorientación que a veces uno siente sea la principal dificultad del libro.

¿Pero entonces qué coño es La vida instrucciones de uso? Podríamos hablar de una novela, en tanto en cuanto sí que hay un hilo narrativo más o menos principal, pero creo que es más acertado hablar de un gran mosaico de microrrelatos que tienen significado por sí solos y dentro de un conjunto. Porque si bien estos textos pueden leerse como textos autoconclusivos, también es cierto que entre ellos hay multitud de relaciones que se van tejiendo a medida que avanzan y que forman una maraña autorreferencial que habrá que desentrañar.

Lo que creo que hace de La vida instrucciones de uso una obra imprescindible es la suma de varios factores:

  • La ambición para tomar un espacio cerrado del que salen multitud de senderos que se bifurcan (vaya, Don Jorge Luis Borges por aquí) y que sirven para contar la historia de Francia (y de la humanidad) de los últimos 100 años.
  • El manejo de diferentes registros: textos en los que se mezclan realidad y ficción conviven con textos más o menos convencionales en lo estructural que conviven (muchas veces en el mismo texto) con minuciosas descripciones de lugares y objetos, con interminables enumeraciones. El texto dentro del texto dentro del texto y así hasta el infinito (y más allá). Nada de esto chirría más allá de la posible extrañeza inicial. Una vez entres en el juego de Perec no podrás salir (o esa ha sido mi experiencia)
  • La alternancia de géneros, manejados todos ellos a la perfección. Encontramos textos de carácter más o menos humorísticos, dramáticos, policiales, de aventuras, históricos... Esta variedad, unida a la brevedad y al ritmo que tienen la gran mayoría de los textos, hace de la lectura de este libro algo divertido, no se haga para nada pesada.
  • La multiplicidad de temas: apenas hay dos relatos similares y mira que esto es difícil.
  • El humor, al estilo de Perec. Por una parte, el más obvio, el que aúna tragicomedia y absurdo (como la vida misma); por otro, el vinculado a sus juegos de palabras y demás experimentos. Aquí es posible que algo se pierda en la traducción, pero me queda la impresión de un magnífico trabajo por parte de Escué.

Un último apunte. Es seguro que uno no puede abarcar la complejidad de este libro en una primera lectura, pero eso no es obstáculo para disfrutarlo como un enano. Y aunque quizá estaría bien una segunda lectura (en unos años, claro está) para tratar de aprehender el texto en su totalidad, eso no os debe desanimar. Cada una de las piezas del puzzle tiene un detalle, una sombra, un borde que lo individualiza y lo hace ser disfrutable por sí solo. ¿Importa, entonces, que consigamos montar el puzzle completo?

La primera reseña de La vida instrucciones de uso AQUÍ

Otro libros de Georges Perec en ULAD: El gabinete de un aficionadoLas cosasMe acuerdoEllis IslandEl viae de invierno y sus continuaciones


miércoles, 20 de julio de 2022

Fran Ross: Oreo

Idioma original: inglés

Año de publicación: 1974

Traducción: José Luis Amores

Valoración: recomendable 

Negra, judía, y mujer. Y, seguramente, pobre. Oreo (Christine, en realidad, que ha recibido el sobrenombre por el contraste entre labios oscuros y blanca dentadura) no es un personaje que vaya a acometer una vida fácil. Encima, se encuentra en el Nueva York de los primeros setenta, en medio de un ambiente caótico, resultado de la situación de la época. Persisten los comportamientos discriminatorios de todo tipo, la marca de Vietnam tizna la sociedad USA, hay una efervescencia artística condicionada por la cultura callejera y el uso de los narcóticos. Es una novela única en muchos sentidos. La única publicada de su autora, y una experiencia que quien espere una novela al uso puede considerar inasequible. Porque, me vienen a la memoria otras obras de marcado perfil afroamericano como la extraña Mumbo Jumbo o la muy ácida El vendido, cualquier intento de afrontar estas páginas esperando una narración convencional se va a encontrar con una narración irónica y chispeante, pero huidiza de cualquier patrón convencional, aunque sea para acabar encontrando semejanzas con el clásico griego de Teseo (lo siento, no llego a conocer a los clásicos, dicha relación viene establecida en una tabla de equivalencias al final del libro, junto al profuso y rothiano glosario de términos en yiddish) y convenir, de forma algo chocante, que estamos ante una muy libre y casi disruptiva adaptación.

Y, desde luego, no es nada descabellado relacionarla con Gaddis o Barth o Pynchon. De hecho, éste último parece rendirle un homenaje en los paseos detectivescos en Vicio propio, y ese ambiente narcótico y desencajado le pega a la perfección a la segunda mitad del libro, aquella en que Oreo, descarada, segura de sí misma, con una chulería impropia de las tres (o cuatro) condiciones relacionadas, se da un paseo que incluye toda serie de locales de mal ambiente de la ciudad. Quizás por eso, pero creo que es algo forzado, se atribuyen propiedades feministas. Porque entra en un burdel y se lía a palos con el proxeneta y parece liberar a las prostitutas, o darles la opción de que elijan su futuro. Pero no he percibido esa sensación por encima de la  negritud. Como si fuera un personaje de una novela de Boris Vian, restémosle cierto sesgo de crueldad, Oreo se pasea y charla con la gente, conocida o no. Salpica su fraseo descarado de términos yiddish pero esta no es una novela que preste atención ni a la Shoah ni  al judaísmo. Quizás un guiño de la novela de difícil interpretación, a lo mejor una ampliación del campo de batalla de todos los que puedan sentirse interpelados. Muy lejos de ser una lectura para todos los públicos, a millas de distancia de nada que pueda ser convencional y por supuesto constituyéndose en una novela única e irrepetible que tan absurdo es juzgar con criterios objetivos como elevar a los cielos sin comprenderla en su totalidad.

lunes, 27 de junio de 2022

Salvador Elizondo: Farabeuf o la crónica de un instante

Idioma original:
español
Año de publicación: 1965
Valoración: Muy recomendable (imprescindible para estetas)

Todo lector sabe que unos libros conducen a otros, o que, como decía Julia Kristeva, "todo texto es un mosaico de citas, todo texto es absorción y modificación de otro texto". Yo, en mi ignorancia, desconocía la existencia de Farabeuf, de Salvador Elizondo, hasta que leí Restauración, de Ave Barrera, novela que la toma como uno de sus modelos o referentes: no solo el propio autor aparece como personaje en la obra de Barrera, sino que muchos motivos narrativos y simbólicos son comunes a ambas obras. Así, en cuanto acabé Restauración me pudo la curiosidad y decidí comprarme Farabeuf para poder apreciar personalmente esa misteriosa "novela sobre nada" que se ha convertido, cincuenta y pico años después de su publicación, en un clásico indiscutible de la novela mexicana.

Y lo cierto es que Farabeuf es, efectivamente, una novela sobre nada, o sobre casi nada - si es que se puede llamar novela, que esa es otra. A lo largo de sus casi 200 páginas encontramos una serie de imágenes, escenas, temas o motivos que se repiten, se combinan, mutan como las variaciones de un tema musical. Una de esas escenas es la de una pareja paseando por la playa; otra, la de una especie de ritual erótico sadomasoquista entre un doctor (quizás el propio Farabeuf, o no) y una enfermera/monja. Entre los elementos que reaparecen están el I-Ching chino (cuyo funcionamiento combinatorio puede también tener algo que ver con la estrutura de esta propia novela), la figura del famoso científico y cirujano Louis Hubert Farabeuf y, sobre todo, la que parece haber sido la inspiración para toda la obra: una famosa fotografía del leng t’ché, un método de tortura y ejecución chino también conocido como "muerte por mil cortes". 
 
Esta fotografía, que también obsesionó a George Bataille (y que no incluyo en esta reseña por si es demasiado gráfica para algunos lectores, aunque es fácil de encontrar en internet), muestra a un condenado en los últimos momentos de su tortura, quizás poco antes de morir, con una expresión extasiada. De aquí surge uno de los temas centrales de Farabeuf, y también de la obra de Bataille, Las lágrimas de Eros: la mezcla o confusión entre placer y dolor, entre deseo y muerte. Jugando e insinuando, sin llegar nunca a lo grotesco, la novela plantea la repetición de la ceremonia del leng t’ché, pero aplicada esta vez sobre el cuerpo femenino y acentuando sus connotaciones eróticas.

Pero no es este el único tema que se repite a lo largo de la obra: otro elemento central es el de la propia capacidad para narrar, para recordar, para reconstruir lo vivido. A través de repeticiones e insistencias ("¿Recuerdas?", pregunta constantemente el narrador, sin que se sepa muy bien a quién), el texto parece reiniciarse continuamente, intentando atrapar ese instante que quizás no existió, o si existió no fue de hecho como lo recuerdan ninguno de sus participantes. La presencia constante de espejos, la duda sobre la veracidad o el origen de la voz que narra, la multiplicación de dudas y perspectivas contribuyen a crear esta nebulosa en la que está en juego la posibilidad de contar, de recordar y de comprender. 

Estoy seguro de que si hubiera leído esta novela hace, no sé, quince o veinte años, me habría vuelto loco, le habría dado un Impresdincible con todas las mayúsculas, y le habría hecho una reseña extasiada como la expresión de la víctima del leng t'che. Y sigo reconociéndole un mérito, una calidad y una belleza extraordinarias, a la altura de las mejores obras del Modernism anglosajón, o de la nouveau roman francesa (con la que comparte fechas, aunque la influencia que se suele citar es la de la nouvelle vague cinematográfica). Lo que pasa es que ahora mismo, pasados esos quince o veinte años, estoy ya algo desencantado de las obras literarias que se consumen sobre sí mismas, que basan su potencia en el juego estético y no en la referencia o la intervención en la realidad. Es un monumento y merece su lugar en el canon y en la historia de la literatura mexicana; pero ahora mismo no entra en mi panteón personal, como probablemente sí habría entrado en el de mi yo lector más joven...

jueves, 2 de junio de 2022

Mike Wilson: Némesis o El aliento de las piedras

Idioma original:
Español
Año de publicación: 2022
Valoración: Inclasificable

Némesis es una novela inclasificable. Desbordante, abarrocada y gargantuesca en la forma; alegórica, polisémica y alucinante en el fondo. 

Némesis es, también, el resultado de un demiurgo que crea (y asesina) personajes hechos de papel y tinta, prepara efectos escénicos, urde tramas, enmarca situaciones.

Lo primero que me sorprendió de la obra de Mike Wilson es su título. O, mejor dicho, su subtítulo. No me negaréis que El aliento de las piedras es muy sugerente. 

Otra cosa que me sorprendió de Némesis es que dispone el texto a dos columnas. A eso hay que sumarle que su argumento es un auténtico delirio, que sus imágenes (una ciudad portuaria de calles inclinadas, un hombre gigantesco, una horda de ratas manchadas de sangre...) son la mar de plásticas y que emplea un lenguaje hipnótico. 

Me pregunto si para Wilson fue difícil parir este arterfacto literario. Sea como fuere, aunque a veces puede llegar a agotar al lector, lo recomiendo a aquellos a los que nos chiflan las marcianadas.


También de Mike Wilson en ULAD: Ciencias ocultas

sábado, 16 de abril de 2022

Diamela Eltit: Fuerzas especiales

Idioma original: español

Año de publicación: 2013

Valoración: Bastante recomendable


Esta vez, y a pesar de la valoración que le doy, abordo una novela difícil de recomendar aunque utilice un lenguaje sencillo –excepto por los numerosos localismos para quien no comparta origen con la autora– y el argumento sea bastante simple, al menos en apariencia. Pero detrás de los pocos rasgos que se muestran percibimos una sociedad completa y compleja que incluso podríamos describir con bastante detalle si, como a los personajes, no nos agobiase el peso de los bloques. Sí, me refiero a los bloques grises de la portada, que basándome en las parcas pero expresivas descripciones, yo imagino todavía más siniestros, pobres, remendados y asfixiantes. Y es que la función del texto, si lo he comprendido bien, es desasosegar a los lectores. Es lo que, supongo, se propuso su autora en este centenar y pico de páginas y doy fe de que lo consigue. De ahí que, por mucho que me haya gustado, tenga que matizar la recomendación.

Claro que el mundo es de los valientes, y una vez advertidos de que deben abordar esta lectura con la moral bien alta, me decido a entrar en materia. La protagonista y narradora reside en un cuarto piso de los susodichos bloques, 30 metros de vivienda –como todas las demás, por cierto– que comparte con lo que queda del resto de su familia. Ya son solo cuatro, de los demás (sobrinos y hermanos) apenas se aportan datos pero sobra con lo que podemos intuir. Su reducido mundo se limita al hogar y a un ciber, que además funciona como casa de citas clandestina, a sus padres, hermana, dueño del local (proxeneta), su compañero de penurias y una antigua colega que ya no ejerce. Esos escenarios (los bloques, así, en conjunto, la casa, la escalera y el equívoco establecimiento), así como los personajes, desfilan obsesivamente sin apenas suministrar información o haciéndolo con cuentagotas. La vida es así de simple cuando se carece de horizontes: una enumeración de personas y objetos con los que alguien se topa a diario y poco más, aunque las ocasionales reflexiones y metáforas resultan escalofriantes como mínimo.

Este panorama obsesivo se alimenta también de una prosa reiterativa y de un argumento que da vueltas sobre sí mismo, quizá no en círculo pero sí en espiral, y eso nos deja casi en el mismo lugar que al principio. Sin embargo y aunque pensemos que apenas se avanza, las conclusiones que extraemos al final son clarísimas; como decía antes, al cerrar el libro podemos hacer un análisis social, incluso psicológico, bastante completo basándonos en lo que hemos leído. La angustia, el desánimo, el pánico, miseria, impotencia, enfermedad, frustración, están perfectamente descritos y sus causas se adivinan al primer vistazo. Aunque el elemento principal es la violencia, tanto implícita como explícita. Violencia que procede de las condiciones de vida, la falta de perspectivas, el hacinamiento familiar y, fundamentalmente, de los dos cuerpos policiales (las fuerzas  especiales del título) que merodean, acechan y amenazan a los vecinos del barrio.

“Pero no es posible, porque mi miedo es otro no es pulcro ni menos redimible, es otro, otro, es como si la policía hubiera atravesado todas las fachadas y sus escudos transparentes se me hubieran metido adentro de la boca. Como si las fuerzas especiales de la policía corrieran directas hacia mí y me lanzaran de manera sincrónica mil bombas de gas lacrimógeno que me cegaran.”

Lo peor es que nos movemos en la incertidumbre. Ellos, los personajes, y nosotros los lectores. El discurso es ambiguo, insinúa más que narra, o bien se aclara una situación tras mucho rato de dar vueltas y vueltas sobre ella. Todo es aproximado salvo el desastre, a menudo se trata de simples elucubraciones que dan lugar a versiones dobles o múltiples. En esa realidad insoportable, quizá traspasar la pantalla, digitalizarse, convertirse en muñeco de videojuegos sea la única solución al alcance de sus (escasas) fuerzas.

martes, 1 de marzo de 2022

Ilustres olvidados #2 Denis Diderot: Jacques el fatalista

Idioma original: Francés
Título original: Jacques le fataliste et son maître
Traducción: Fèlix de Azúa i Comell
Fecha de publicación: 1796
Valoración: Curioso, cuanto menos

El rupturismo artístico es, a estas alturas, prácticamente imposible. Creedme, casi todo está inventado. Y si no, que se lo digan a Denis Diderot, que en la segunda mitad del siglo XVIII concibió Jacques el fatalista.

Imaginaos, en plena Ilustración, a una obra empeñada en subvertir esquemas tanto formales como conceptuales. Una obra que no es sino el resultado de un mestizaje de géneros, cuya estructura desafía a cualquier molde establecido, cuyas caprichosas digresiones sabotean al argumento, que presenta a un narrador que interactúa constantemente con el lector, que exuda erudición pero al mismo tiempo no se toma en serio a sí misma. Una obra que adelanta multitud de estrategias metaliterarias, preñada de reflexiones morales y filosóficas, permeada por un ingenioso sentido del humor. Imaginaos, en suma, a «una insulsa retahíla de hechos reales e imaginarios, escritos sin gracia y distribuidos sin orden ni concierto» (Diderot dixit), que consigue, pese a todo, cautivarnos. 

En fin, ojalá os haya interesado en Jacques el fatalista. Sus defectillos, estoy seguro de que intencionados, no pueden eclipsar su modernidad y audacia. Con esta reseña me sumo a sus reivindicadores incondicionales, entre cuyas filas se encuentran nombres de la talla de Italo Calvino, José Saramago y Milan Kundera. Debéis conocer este texto; en especial, aquéllos que se creen innovadores.

martes, 11 de enero de 2022

Donald Barthelme: El pare mort

Idioma original: Inglés
Título original: The dead father
Año de publicación: 1975
Traducción (al catalán): Ferran Ràfols Gesa
Valoración: Recomendable (o no)

The dead father es un artefacto literario inclasificable. Lo he disfrutado más que propuestas similares (pienso en el delirio patafísico de Boris Vian llamado Otoño en Pekín). Eso se debe, supongo, a que por una parte ya estoy acostumbrado a esta clase de bizarradas, y también a que la intencionalidad comunicativa de The dead father es más o menos cristalina. 

A fin de cuentas, Barthelme explora, entre disparate y disparate, las relaciones padre e hijo (en un sentido arquetípico, psicoanalítico, etc...). A este evocador subtexto hay que añadir otras de las muchas virtudes de que hace gala la obra: el mundo absurdo que presenta, la lógica interna del mismo, los personajes extravagantes que lo pueblan, amén de las situaciones incongruentes que alberga. Por no hablar de la mezcla de registros que configuran al atípico trabajo de Barthelme.  

En fin. The dead father es un ejercicio curioso y hasta me atrevería a decir que reivindicable para el público iconoclasta. La catalana Extinció Edicions lo ha recuperado del olvido para sumarlo a su inimitable catálogo (preciosa ilustración de cubierra mediante), para deleite de los raritos a los que nos van este tipo de cosas. ¡Gracias, gracias, gracias!

lunes, 23 de noviembre de 2020

B.S. Johnson: Los desafortunados

Idioma original: inglés
Título original: The Unfortunates
Año de publicación: 1969
Valoración: entre recomendable y muy recomendable
Traducción: Marcelo Cohen


A los que leemos bastante (menos de lo que nos gustaría, pero sí bastante), nos es más difícil encontrarnos con sorpresas literarias. Y no me refiero únicamente a la temática o incluso al estilo, sino al propio formato, al libro como objeto. En este aspecto, «Los desafortunados» es claramente transgresor, disruptivo, pues modifica de lleno la concepción que a menudo se tiene de una obra literaria. Y eso es algo siempre positivo, pues hace que nos cuestionemos, no únicamente los límites del arte, sino también nuestro propio marco mental.

Cabe decir que lo primero que sorprende del libro es el formato. Presentado en una caja, una vez la abrimos nos encontramos con veintisiete pliegos, que corresponden a los diferentes capítulos que componen el libro, sin encuadernar y sin numerar (a excepción del primero y del último). Así, nos damos cuenta ya de entrada que aquello que esperamos de un libro (número de páginas, orden cronológico o, al menos, orden de lectura, composición) se desvanece. Aquí estamos ante algo diferente; un ejercicio literario que va más allá de la propia historia, que nos interpela desde el cuestionamiento, desde nuestra preconcepción artística, nuestros apriorismos estructurales.

El autor nos ayuda en parte a solventar esta confusión inicial, pues nos indica cuál es el primer capítulo y cuál es el último, para ponernos en situación de la historia relatada. De esta manera, tal y como avanza el prólogo del libro, el relato empieza narrando la llegada del protagonista a una pequeña ciudad inglesa cuando, de pronto, se percata que ya había estado aquí antes, hace algún tiempo y en otras circunstancias, a visitar a la familia formada por su amigo Tony y June y su hijo. A partir de aquí, el libro nos cuenta la relación del protagonista con su amigo, su pareja, y una larga enfermedad que les afectó profundamente. Así, enfocando claramente el relato hacia su amigo Tony, nos habla de él y de su cáncer, utilizando un tono triste, de despedida, de recuerdos que como la vida de su amigo se van apagando, narrando su deterioro físico y vital; nos habla de su tesis, de su matrimonio y de su hijo, de los lugares donde vivieron, también de Wendy, ex pareja del protagonista, de su matrimonio y separación. Nos habla, en definitiva, de la amistad, del paso del tiempo, de las decisiones tomadas y, especialmente, de los propios recuerdos.

Y, de la misma manera que los recuerdos vienen y van, lo hacen sin orden, sin estructura, en una aleatoria disposición ante la cual solo somos los receptores finales; es en este aspecto donde el libro encaja con lo pretendido, donde se plasma literariamente una realidad de aleatoria composición y alterabilidad en nuestra mente. El autor es consciente de la volatilidad de la memoria al afirmar, hablando de la ciudad y su amigo, que «en esta ciudad los recuerdos no son tanto de ella, sólo de ella en relación con él. Así su muerte cambia el pasado: y, sin embargo, no debería» o también al cuestionar sus recuerdos al decir dudar de si «¿no estaré imponiendo todo esto porque sé lo que pasó después?». 

Estilísticamente, el autor tiene un tono triste, casi trágico, nostálgico y decadente, como decadente parecen ser la ciudad que describe, sus calles y sus gentes, un tono que causa durante que durante la lectura todo se presuma gris y triste. El libro está plagado de reflexiones, hasta cierto punto obsesivas, de hartazgo, de agotamiento vital.

El relato que ha escrito Johnson, al contrario de lo que puede creerse en un inicio, no confunde ni desorienta al lector, pues los episodios narrados se hilvanan de forma natural en la mente del lector que va recomponiendo el paisaje que se ha ido transmitiendo en piezas parcialmente completas de fácil encaje global. Así, el texto, está desordenado en su impresión, en el orden de lectura, pero no en su conjunto, no en el resultado final. De manera igual a como el que mira un cuadro, las primeras impresiones se obtienen en los primeros detalles que uno observa, pero, a la postre, uno termina viendo el cuadro entero y su inicio y final es lo de menos, pues la sensación la causa el conjunto. Al romper el esquema temporal habitual, sin una línea trazada que defina donde empieza la historia y donde acaba, el relato se convierte en una visión circular con el foco en un mismo punto central: una ciudad, unos personajes y un momento. Con esta estructura la historia narrada se acerca más a la historia de una vida basada en los recuerdos que en los hechos que propician tal reconstrucción, pues se reconstruye a través de los recuerdos, no de fechas, y no siempre son estos inalterables ni precisos. 

Este libro es un claro ejemplo de que, para reconstruir una vida solo necesitamos recuerdos puntuales de ella, en el orden que sea, de la manera que sea, pero es el conjunto de ellos quien, al final, nos permite recordar donde estamos, el porqué, y reconstruir nuestro pasado, a cada ocasión en que pretendemos recordarlo. Por ello, el libro que ha escrito B.S. Johnson es un arriesgado ejercicio reflexivo acerca de la memoria y de cómo ésta se construye dentro de nuestro cerebro. Así, su estructura fragmentada, desordenada y aleatoria, no está exenta de conexión, pues se enlaza y entremezcla a medida que uno penetra en la historia. 

El ejercicio literario que plantea el autor es radicalmente atrevido, pues somete al lector de manera continua a una cuestión que permanece de manera latente muestras perdura la lectura: ¿leemos para llegar a un fin, a un resultado, o leemos simplemente por conocer? A los lectores que necesitan un argumento lineal o incluso un propósito evidente sobre el desarrollo de una historia hasta llegar a un fin, puede que no les convenza el libro, pues destaca más en su planteamiento y enfoque que en la propia historia narrada. Pero si el acercamiento al libro de produce desde la curiosidad, desde el deseo de conocer una historia, pero no desde el principio hacia su desenlace, sino a fragmentos, a recuerdos, a episodios memorísticos con la posible inexactitud inherente a ellos, entonces el libro merece su lectura. Porque cierto es que estamos acostumbrados a leer «hacia adelante» o incluso en clave retrospectiva, pero manteniendo una linealidad. Pero, y el libro abre de manera radical esta posibilidad, ¿por qué una historia no se puede conocer de manera circular? ¿Por qué una relación de amistad como la que narra el libro no puede narrarse y reconstruirse a base de recuerdos? Y, si así es, ¿por qué estos deberían seguir un orden cronológico o incluso lógico (con todas las lógicas que uno pueda concebir)? Recordamos las personas por episodios puntuales, por fracciones de tiempo compartidas con ellos, por situaciones coincidentes, o incluso por opiniones ajenas. Y, si es así, el libro cumple su cometido. Y nos somete a todos a un cuestionamiento evidente de si necesitamos tanto orden en nuestras lecturas cuando nuestros recuerdos son justamente lo contrario.

Afirma el autor, refiriéndose a su amigo, «yo tomaba de él sólo lo que necesitaba, qué suerte tener a alguien que te devolviera las ideas, de quien aprender». Algo aplicable a los amigos, pero también a libros como el que nos ocupa.

martes, 10 de noviembre de 2020

Alfred Jarry: Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico

Idioma original: Francés
Título original: Gestes et opinions du docteur Faustroll, pataphysicien
Traducción: Teresa Fernández, Gervasio Spaulding, Jesús H. Angulo
Fecha de publicación: 1911
Valoración: Inclasificable

Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, subtitulada Novela neo-científica, fue escrita por Alfred Jarry en 1898, aunque no sería publicada hasta cuatro años después de su muerte, en 1911. Es un artefacto literario inclasificable, iconoclasta a más no poder. Y nunca se toma en serio a sí mismo, pero tampoco renuncia a exhibir una erudición artificiosa y lúdica.

Está relatado con una pompa (no en balde, el narrador es un funcionario, monsieur René-Isidore Panmuphle) que realza lo ridículo y grotesco que es su argumento. Éste es: las aventuras del doctor Faustoll, nacido a los 63 años y pionero de la «patafísica». Le acompañan su ayuda de cámara, un mono babuino llamado Bosse-de-Nage, y el ordenanza Panmuphle, a quien ya hemos mencionado.

Menuda locura, ¿verdad? Pues el autor de esta bizarrada fue, como no puede ser de otro modo, un personaje la mar de extravagante (Alejandro Dolina nos lo cuenta perfectamente en este vídeo); inventor de la 'Patafísica, artífice de una producción delirante e inspirador del Teatro del Absurdo, el Dadá o el Surrealismo. 

Para todos los interesados en la 'Patafísica, ésta es sin duda una obra fundamental. También la recomiendo a aquéllos que se pregunten cuánto mide la superficie de Dios. Sí, habéis oído bien: en Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico se intenta medir la superficie de Dios. Ya veis que las ocurrencias de Jarry no defraudan.

La edición de Libros del Innombrable, por cierto, es exquisita. Comentada, repleta de pertinentes paratextos y profusamente ilustrada, es quizás la mejor que uno puede encontrar en español.


También de Alfred Jarry en ULAD: Ubú rey

martes, 8 de septiembre de 2020

Richard Brautigan: El monstruo de Hawkline. Un western gótico

Idioma original: Inglés
Título original: The Hawkline Monster
Año de publicación: 1974
Traducción (al catalán): Miquel Izquierdo
Valoración: No sé

Menuda bizarrada, El monstruo de Hawkline. Y eso que, según cuentan, es una de las creaciones más normalillas de Richard Brautigan.

Su premisa es la siguiente: unas hermanas encargan a dos pistoleros a sueldo que maten al monstruo que vive en su mansión. Como habréis podido apreciar, la novela mezcla impúdicamente el "western" con lo gótico. A esto súmale que proporciona una experiencia lisérgica y queda claro que estamos ante un artefacto literario único. 

Pese a que no he acabado de conectar con El monstruo de Hawkline, me resulta difícil criticarlo abiertamente. Siempre valoraré positivamente que haya autores que tomen riesgos, aunque éstos conlleven una cierta irregularidad en el producto final. Y si algo queda claro es que Brautigan tomó riesgos al escribir este disparate.

Además, el tono desenfadado del mismo impide que lo que en otras ficciones serían defectos se consideren como tal en estas páginas. A saber:

  • Hay capítulos que son puro relleno, o bien porque no aportan más que a la ambientación, o bien porque el narrador redundante los llena de datos que ya habían sido revelados con anterioridad.
  • Algunos personajes desaparecen por completo después de sernos presentados. Uno se pregunta, por tanto, qué necesidad había de que el lector los conociera. 
  • Pese a que el monstruo concebido por Brautigan es creativo, yo hubiera preferido a una criatura sacada del imaginario de terror clásico. Un yeti o un hombre lobo hubieran sido cojonudos. Puestos a conformarse con el ser que plantea el autor, hay que destacar que no se siente ni la mitad de poderoso ni malvado de lo que se nos promete, y que si bien sus travesuras iniciales son interesantes, a medida que avanzan los capítulos se van volviendo cada vez más desinspiradas.

Dicho esto, dejad que liste las que, para mí, son las virtudes de esta obra:

  • Se lee en un par de tardes, pues está escrita con una prosa muy sencilla y estructurada a base de capítulos extremadamente breves.
  • Está salpicada por ideas bizarras, aunque me hubiera gustado que Brautigan tirara por derroteros de serie B, en vez de quedarse estático tras entregar cinco o seis ocurrencias extravagantes.
  • Los protagonistas de esta historia no son ni complejos ni carismáticos, pero te caen simpático. Más que suficiente para cogerles cariño. 
  • El poderío visual de ciertas imágenes (por ejemplo, una casa rodeada de nieve en el oeste de Norteamérica en pleno julio) o símiles.

En definitiva, El monstruo de Hawkline es una obra de culto, curiosa, experimental y hasta cierto punto subversiva. Supongo que disfrutarla o no depende del tipo de lector que acuda a ella y, sobre todo, de si éste es capaz de zambullirse incondicionalmente en su descabellada propuesta. A fin de cuentas, estamos frente a una fumada en toda regla, considerada para algunos una genialidad y para otros un ejercicio pretencioso y aburrido. 

El director de cine Tim Burton ha intentado llevarla a la gran pantalla en más de una ocasión, aunque sin mucho éxito. Parece que, al final, el encargado del proyecto será Yorgos Lanthimos. Espero que el presupuesto no se le vaya en setas alucinógenas. Porque, ¿con qué si no iba a ponerse a tono para rodar esta adaptación?


También de Richard Brautigan en ULAD: Un detective en Babilonia, La pesca de la trucha en América

domingo, 6 de septiembre de 2020

Ce Santiago: El mar indemostrable

Idioma original: Español
Año de publicación: 2020
Valoración: Está muy bien (aunque igual no para todos los públicos)

Con más de cinco meses de retraso sobre lo inicialmente previsto (¡ay, ese maldito mes de marzo!) llega a librerías el debut como "novelista" de Ce Santiago, nombre que seguramente os suene ya que Santiago ha sido traductor, por ejemplo, de William Gass (¡cuánto se nota su influencia!) o de T.C. Boyle.

Bueno, el caso es que la espera ha merecido la pena porque este "El mar indemostrable" es un muy buen libro que espero encuentre los lectores que merece y que seguro ha de tener. Eso sí, esos lectores habrán de ser lectores "activos", lectores que no busquen una historia narrada de forma convencional o con el clásico esquema planteamiento-nudo-desenlace, ya que se trata de una obra en la que el aspecto formal es fundamental, algo a lo que ya nos tienen acostumbrados, por otra parte, la gente de La Navaja Suiza. Y es que en este tipo de textos importa tanto qué se cuenta como la manera de contarlo, lo que obliga al autor a asumir riesgos y al lector a implicarse a fondo. 

Así, estructuralmente nos encontramos con cinco capítulos en los que los registros varían de forma notable, desde el diálogo ininterrumpido a varias voces hasta la prosa poética pasando el flujo de conciencia, por poner algún ejemplo. A lo anterior hemos de añadir que no se trata de capítulos que sigan una linealidad temporal o argumental (de hecho, si uno quiere, podría leer los cuatro primeros como textos independientes y disfrutaría de ellos como un enano), sino que son más bien una serie de fogonazos que configuran un hilo conductor de la acción y que nos presentan a las tres personas-personajes, a un cuarto ente-personaje - mar personaje, mar metáfora - y la relación entre todos ellos, para llegar al "clímax" final del último capítulo. 

Forma y fondo unidos en un plano de igualdad, lo cual no es fácil de conseguir ya que el peligro de que este quede supeditado a aquella está siempre presente, para mostrar una serie de imágenes de potencia brutal (para bien y para mal), para contar una historia en la que los silencios dicen tanto o más que las propias palabras, para construir una novela de manos agrietadas, vidas herrumbradas y corazones secos, que huele a salitre, a whisky, a sudor, a pescado, a bajamar en la marisma y a redes abandonadas, un texto dominado por la angustia, la desazón, la frustración, el dolor y la culpa. Un muy buen debut, en definitiva.

martes, 21 de julio de 2020

TochoWeek IV #2. Alberto Laiseca: Los sorias

Idioma original: Español
Año de publicación: 1998
Valoración: Empachoso 


Los sorias (premio Boris Vian) es considerada una obra maestra de la literatura latinoamericana. Autores de la talla de César Aira, Rodolfo Fogwill y Ricardo Piglia respaldan dicha opinión. Personalmente, no sabría decir si están en lo cierto. En todo caso, reconozco que esta es una novela pródiga en virtudes. Pero me es imposible negar lo obvio: también la lastran bastantes defectos. Y, además, es de ese tipo de ficciones que solamente atraerá a aquellos cuyos gustos sean afines.

Me explico: uno puede apreciar el tremendo esfuerzo que supone concebir este texto. Sin embargo, disfrutar de su lectura y reconocer sus geniales hallazgos es una tarea complicada. Únicamente quienes estén predispuestos a este tipo de narrativa saldrán de él con ganas de más. De más Alberto Laiseca, de más experiencias realmente singulares.

Volvamos al libro. A este tocho kilométrico que el autor tardó diez años en escribir (y otros dieciséis en publicar). Valorarlo según su carácter unitario le hace un flaco favor, pues no está concebido para ser leído de un tirón, ni tiene un argumento estrictamente lineal. Si acaso, hay que acercarse a esta obra como si de un retablo fragmentario se tratara. Sus mejores ideas se encuentran dispersas; su humor, espaciado. Tengámoslo muy en cuenta.

Estamos frente a un artefacto literario que parece un homenaje (y, asimismo, una crítica) a la posmodernidad. Ante una pintoresca mezcolanza de géneros y registros: ciencia ficción, fantasía, humor, terror, drama bélico, música, poesía, teatro... Ante una épica que narra el conflicto que existe entre las naciones de Tecnocracia y Soria. Ante la historia de un dictador que se humaniza.

Los aspectos positivos de esta obra son, a mi juicio, los siguientes:

  • Es una inestimable ventana al curioso universo de Laiseca. Universo onanista y, al mismo tiempo, proclive al tributo (o saqueo, más bien) de lo ajeno. 
  • Su originalidad. 
  • Su creatividad. La imaginación de Laiseca es colosal, capaz de conjurar una Tierra ficticia (aunque tenga algunas similitudes geográficas e históricas con nuestro planeta); una Tierra abundante en "lore", con sus propios países, lenguas y religiones. Amén de un sistema de magia tremendamente complejo (aunque, eso sí, algo incongruente). 
  • Como acabo de insinuar, el sistema de magia de Los sorias es fascinante. Involucra a ocultistas, sociedades esotéricas, mudras, viajes astrales, máquinas capaces de ofrecer apoyo logístico, zombies, gólems imparables, tijeras asesinas... 
  • También la tecnología pergreñada por Laiseca es extraordinaria y, hasta cierto punto, compleja. 
  • Diversos delirios, esoterismos, erotismos o personajes de corte bruegheliano que aparecen en estas páginas. 
  • La erudición (nada jactanciosa) que Laiseca derrocha. Sus conocimientos de ópera, literatura, historia o mitología son excepcionales. 
  • La desmitificación de varias disciplinas (como la filosofía y las matemáticas) o figuras históricas (Wagner, Napoleón...). 
  • El humor de Laiseca. Es cierto que es demasiado intermitente; no obstante, vale la pena armarse de paciencia y buscarlo. 
  • Sus reflexiones en torno al sindicalismo, al comunismo, a los técnicos, a la historia como farsa. Son muy lúcidas y se presentan con humildad.
  • Su "self-awareness". Varios pasajes dan a entender que Laiseca es consciente de estar escribiendo algo «revolucionario», por lo que hay que disculparle sus «excesos» (pg. 341), a la par que algo, en cierto modo «tedioso», cuyo único objetivo es llegar a una «frase genial insertada en el medio» (pg. 330). 
  • Las rupturas de la cuarta pared. Destacaría esa en que el cronista de Los sorias admite haber producido en el relato «rupturas discontinuizantes» y apela al perdón del «magnánimo lector» (pg. 244). O esa otra en que dice que se le ha tostado la tarta que tiene en el horno por estar distraído escribiendo una «disquisición sobre el amor y los franceses» (pg. 573).

En cuanto a los defectos de esta novela, destacaría que:

  • Los temas se exponen de forma un tanto débil, lo cual resulta insultante, teniendo en cuenta que el autor ha dispuesto de mucho tiempo para desarrollarlos. Por ejemplo, los delirios megalomaníacos de los dictadores. Esta ficción tenía todas las papeletas para sumarse a la tradición de novelas de dictadores hispanoamericanas y ofrecer una meditación al respecto, pero a la postre no da la talla. 
  • Hay poca consistencia en el "worldbuiling" y el sistema de magia establecidos por Laiseca. Comprendo que una obra como esta no requiere que semejantes apartados estén muy pulidos, pero aún y así, había veces en que las disonancias y lagunas impedían que me sumergiera al cien por cien en la lectura. 
  • La psicología de los personajes. Laiseca los va dibujando poco a poco, casi con parsimonia, pero nunca profundiza en ninguno. Y esto impide que empaticemos con ellos. El arco de redención del Monitor hubiera sido mucho más efectivo si se le hubiera desarrollado adecuadamente, por ejemplo. Además, la caracterización pobre de los protagonistas del relato resta impacto a algunas situaciones, especialmente a aquéllas que transcurren en los últimos coletazos de la novela.
  • Algunos pasajes de la novela, o incluso capítulos enteros, se hacen demasiado pesados, cuando no directamente aburridos.  
  • El final se siente abrupto y, sobre todo, se toma demasiado en serio a sí mismo, traicionando el acabado desenfado del resto.  
  • El narrador trata al lector como si fuera estúpido. En serio, se pasa todo el tiempo recordándonos que esto ya lo había dicho, pero te lo repito de todos modos por si te habías olvidado. 
  • La torpe exposición. A menudo, la información se nos entrega de forma poco orgánica. Con "infodumpings" o a base de notas y apéndices. 
  • Los delirios que más divertidos me parecieron reciben muy poco foco. El de un magnicida frustrado, por ejemplo, o el de un comerciante que vende pájaros. En cambio, los estereotipados, como el del Soriator, son omnipresentes. 
  • Las intrigas de palacio acaban reducidas a caprichosas rencillas. Cero tensión política. 
  • Hay muchas erratas. Algunas son obvias decisiones estilísticas (Laiseca emplea signos ortográficos, de puntuación y tildes al margen de convenciones, y a veces de forma arbitraria, sin respetar antecedentes propios); otras se deben, probablemente, a gazapos ortotipográficos. De todos modos, incluso a las erratas intencionadas se le podría reprochar que obstaculizan de forma innecesaria la lectura. Una tilde puede marcar la diferencia entre un sustantivo y un verbo; una mayúscula colocada donde no debería estar puede suponer una pausa accidentada; etc... 
  • Laiseca siente debilidad por las oraciones larguísimas y abusa de las subordinadas o de las comas. 
  • Los argentinismos homogeneizan las voces.

En conclusión: Los sorias es una novela que sólo recomendaría a los mitómanos de Laiseca. Y, seguramente, incluso los seguidores del escritor tendrán que intercalarla con otras lecturas. Al fin y al cabo, no es ni de lejos su trabajo más redondo, pese a que nos encontramos ante una obra innegablemente ambiciosa.

Para conocerle, acudid a El gusano máximo de la vida misma. Tiene los mismos elementos que hacen atractiva a Los sorias (ideas locas, humor, experimentación formal, un narrador carismático...) expuestos con mayor consistencia. Y es menos empachosa.


Otras obras de Alberto Laiseca en ULAD: El gusano máximo de la vida misma

miércoles, 10 de junio de 2020

Juliana Kálnay: Breve crónica de una paulatina desaparición

Idioma original: Alemán 
Título original: Eine kurze Chronik des allmäblichen Verschwindens
Año de publicación: 2017
Valoración: Recomendable (aunque no para todo el mundo) 


Breve crónica de una paulatina desaparición, ganadora de los premios Aspekte 2017 y Hebbel 2018, es la primera novela de Juliana María Kálnay. La propia autora ha sido la encargada de traducir su obra del alemán a nuestro idioma. Acantilado, cuyo criterio es prácticamente infalible, es la editorial patria que ha apostado por ella.

Mescolanza de realismo mágico, surrealismo y literatura absurda, esta ficción no deleitará a todos los paladares. A fin de cuentas, estamos frente a un experimento en toda regla, un experimento alejado de la mayoría de zonas de confort. Aún así, lo recomiendo a amantes de la narrativa lo suficientemente abiertos de mente como para darle un tiento. Que luego guste ya es cosa de la sensibilidad estética de cada uno.

De Breve crónica de una paulatina desaparición destacaría:

  • Muchos de sus capítulos, que funcionan perfectamente a modo de estampas autónomas. Mi favorito: «Escalera, noche», seguido por «Escalera, entrada al sótano: impostores».
  • La vanguardista maquetación de varias de sus páginas. Es, cuanto menos, curiosa. 
  • Sus personajes. Y con esto me refiero tanto a los habitantes del número 29 como el propio edificio. 
  • Su atmósfera enrarecida por inteligentes toques fantásticos. A veces, propios del realismo mágico (un hombre se convierte en árbol), otras rayanos al horror sobrenatural (hay presencias fantasmagóricas). 
  • Su implementación de la ambigüedad. Algunos de sus elementos están difuminados o enfocados de forma deliberadamente confusa para que sea imposible percibirlos con nitidez. Maia, por ejemplo. ¿Es realmente una niña (como se especifica en la contracubierta) o un animal? Quién sabe. 
  • Sus potentes imágenes. En especial, la de los niños quemando cosas. Menuda pandilla. 
  • Su eclectismo formal. Kálnay señala en una nota los referentes estilísticos que han inspirado diversos pasajes de la novela, y creedme cuando os digo que éstos son variados a más no poder.

Por otro lado, a un lector, llamémoslo "mainstream", se le puede atragantar:

  • El acabado opaco del conjunto. 
  • La primera mitad del libro, algo episódica. 

Pero bueno, ya hemos aclarado que Breve crónica de una paulatina desaparición no es para todo el mundo. Kálnay lo sabe y hay que valorar que haya dado prioridad a la faceta expresiva de su criatura literaria, y no a la comercial. Este proceder es sumamente arriesgado, pues al mismo tiempo que enfatiza tu visión artística, aleja a gran parte del público potencial.  

miércoles, 13 de mayo de 2020

Rafael Courtoisie: El libro de la desobediencia


Idioma original: Español
Año de publicación: 2017
Valoración: Curioso

El libro de la desobediencia transcurre en el Japón medieval. Lo protagonizan un grupo de lesbianas, al mismo tiempo poetas y guerreras. Miniki, su líder, secuestra a Tanoshi, la favorita del Emperador. Éste, por supuesto, pondrá todos los medios a su alcance en perseguirla. Osos telepáticos montados por fieros samuráis incluidos.

Que no os engañe semejante premisa: El libro de la desobediencia no es una novela histórica plagada de aventuras. Bueno, sí lo es, pero hay otros aspectos a resaltar en ella. Y no me refiero únicamente a los elementos fantásticos que la engalanan (¡osos telepáticos, pardiez!), que también. Me refiero, especialmente, a su enfoque metaliterario.

A fin de cuentas, esta ficción realiza extravagantes acrobacias. Hasta tres autores (o quizás sea un autor tricéfalo) la van escribiendo o traduciendo en paralelo; los personajes que la transitan forman parte tanto del plano real como narrativo; cobija en su interior otras obras, en plan "matrioshka" rusa. ¿Sigo?

Además de por su enfoque metaliterario, El libro de la desobediencia destaca por sus temas. La desobediencia es uno de ellos, como bien indica su título. Por ejemplo: Okoshi Oshura, viejo poeta que narra esta historia, se opone (veladamente al inicio, abiertamente después) al «Poder». También la ya mentada Miniki se enfrenta al «Poder», pese a que su caso no tenga connotaciones políticas.

Lo que me ha gustado de esta novela son sus reflexiones en torno al concepto de la desobediencia. Rafael Courtoisie logra ahondar temática y casi diría que filosóficamente en él con pasmosa facilidad. Y lo hace, dicho sea de paso, de formas la mar de creativas. Para muestra, un botón: «La desobediencia es, antes que nada, una gran tentación. / Dictada una ley, sobrevienen las ganas de transgredirla. / Toda frontera, todo límite es una invitación a la transgresión, al pasaje clandestino (...). / Toda barrera u obstáculo constituye una puerta abierta para la desobediencia. / (...) Toda puerta cerrada es una puerta abierta para la desobediencia.» O: «La muerte es una desobediencia. / Pero la vida es una desobediencia mayor, de otro grado, casi absoluta. / Aunque uno vaya a morir, haber desobedecido por un instante es haber desobedecido toda la eternidad: la muerte se desobedece cada día, con cada respiración, con cada línea que se escribe. / La poesía es una desobediencia.»

Quizás lastran a este texto su carácter episódico, la resolución algo abrupta (y a veces tramposa) de varios de sus conflictos, la caracterización pobre de sus personajes y, sobre todo, su final anti-climático. Pero gracias a que, en general, no se toma muy en serio a sí mismo, estas imperfecciones son fácilmente perdonables. En ocasiones, incluso, atribuibles al desparpajo de esta propuesta.

Me sorprende que en ninguna de las reseñas que he leído de El libro de la desobediencia se mencione sus similitudes con la obra de Alberto Laiseca. A continuación, os dejo las características que este trabajo de Courtoisie comparte con muchas de las creaciones del argentino:

  • Su cualidad híbrida (esa mezcla de fantasía, acción, política, prosa y verso...).   
  • Su enfoque, entre desmitificador y respetuoso, de Oriente. 
  • Su fabulación histórica, situada en un mundo que es y no es el nuestro.
  • Su colorido eclectismo. 
  • Su voz narrativa, que oscila entre la ordinariez y la sensibilidad poética, rompe constantemente la cuarta pared y está dispuesta a jugar con las expectativas del lector.  
  • Sus personajes. Es innegable que el Emperador, sus aduladores y concubinas, recuerdan poderosamente al Monitor y su corte.  
  • La abundancia de magia, erotismo, violencia y torturas que hay en estas páginas.  
  • Su humor, ora sofisticado, ora gamberro. 
  • Sus destellos metaliterarios.
  • Sus caprichosas digresiones, que interrumpen la trama sin pudor alguno, incluso cuando dinamitan adrede una escena intensa. 
  • Sus múltiples homenajes (que a veces rozan la parodia) a otras obras de ficción. En el caso de El libro de la desobediencia, Courtoisie alude a Ryonosuke Akutagawa, Yukio Mishima o Haruki Murakami, entre otros. 

En definitiva, recomiendo El libro de la desobediencia a todo aquel que guste de la narrativa experimental; a todo aquel que ya se haya zampado la bibliografía de Laiseca pero siga teniendo ganas de juerga; a todo aquel que disfrute con la violencia hiperbólica y estilizada de Quentin Tarantino; a todo aquel que aprecie las virtudes de Japón y, asimismo, sea capaz de reírse de sus conmovedores defectos. Por una vez y sin que sirva de precedente, obedeced mi recomendación y leed esta pequeña joya de la metaliteratura más lúdica y desprejuiciada que, pese a su engañoso desparpajo, es capaz de vehicular reflexiones trascendentes.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Macedonio Fernández: Museo de la Novela de la Eterna

Idioma original: Español
Año de publicación: 1967
Valoración: Inclasificable

Años 20 y 30 del siglo pasado. Buenos Aires es la capital cultural de América del Sur y por sus cafés pululan miembros de las más variadas vanguardias e “ismos”  Escritores e intelectuales se alinean, según sus preferencias e(sté)ticas, en el grupo de Florida o el grupo de Boedo (por citar los más famosos) y publican sus escritos y manifiestos en cualquiera de las múltiples y efímeras revistas que uno y otro bando sacan a la luz.

Por allí circula Macedonio Fernández, que en esa época anda ya por los 50-60 años y que es uno de los referentes, pese a su reticencia a incluirse dentro del mismo, del grupo de Florida y de Jorge Luis Borges, uno de sus más destacados miembros. 

Cuento todo esto para situar un poco la figura de Macedonio, un tipo que supongo será conocidísimo en la Argentina pero que en España creo no lo es tanto, y para poner en contexto este “Museo de la Novela de la Eterna”, un artefacto literario en el que Macedonio Fernández trabajó durante más de cuarenta años y que, para más inri, no vio publicado en vida.

Se trata de una obra estrechamente ligada a un tiempo en el que proliferan la experimentación y los intentos de ruptura con la "tradición literaria imperante", en el que cómo contar las cosas es casi más importante que contarlas. Así, "Museo de la Novela de la Eterna" no es otra cosa que tratado sobre Literatura (Arte) y Vida que, bajo la forma de ¿Novela?, reúne los postulados estéticos macedonianos.

Un ejemplo, probablemente el más llamativo: “Museo de la Novela de la Eterna” cuenta con… ¡56 prólogos! En ellos, Macedonio explica (a su manera) su concepción del Arte y de la Literatura y su teoría novelística, en las que el Tiempo, la dualidad Ficción – Realidad y el papel de Autor y Lector son fundamentales.

La ¿Novela? propiamente dicha, las 140 páginas finales, no dejan de ser una extensión de los prólogos, un ejemplo de aplicación práctica de las teorías macedonianas. Su argumento podría resumirse en la entrada y salida de los personajes de ficción, plenamente conscientes de su mero papel de efímeros personajes de novela, en la realidad, bajo la forma de un complot más o menos utópico. La ¿Novela? tiene, así, mucho de juego autorreferencial, mucho de metaliteratura y, ¿por qué no?, de metafísica, lo que nos lleva inevitablemente a citar a tres autores en los que se observa una clara influencia macedoniana: Borges, Cortázar (sobre todo esa segunda parte de Rayuela) y el más actual Vila-Matas.

Me quedo muy  corto, lo sé, porque es imposible explicar en apenas unos párrafos lo que es esta obra. Aun así, y a modo de resumen, concluiré diciendo que “Museo de la Novela de la Eterna” es un artefacto literario de lectura más que recomendada, aunque solo sea como curiosidad, un libro rompedor (más para su época que para la actualidad), complejo y excesivo, de esos que lo mismo te entran ganas de subrayarlo como un loco que de tirarlo por la ventana (y de ahí la valoración), de esos que quedan en la memoria.

lunes, 16 de septiembre de 2019

William H. Gass: La suerte de Omensetter

Idioma original: Inglés
Título original: Omensetter´s luck
Traducción: Ce Santiago
Año de publicación: 1966
Valoración: Muy recomendable

La publicación en España de la obra de William Gass ha sido un tanto “guadianesca”. Publicado por primera (y efímera) vez por Alfaguara en el año 1985, han tenido que pasar más de treinta años para que podamos ver de nuevo, gracias a La Navaja Suiza, su obra en nuestras estanterías. Así, ya son tres la referencias de William Gass en su joven catálogo: “En el corazón del corazón del país”, “Sobre lo azul” y este “La suerte de Omensetter”.

Quizá no haya que romperse demasiado la cabeza buscando los posibles motivos de esa larga espera. Gass es un escritor “complicado” que requiere un cierto esfuerzo por parte del lector y que difícilmente figurará en las listas de “Lo más vendido”, pero su indudable calidad literaria compensa con creces cualquier otra consideración.

Me centro. “La suerte de Omensetter” fue la primera novela de Gass (ojo a la novelesca historia de su reescritura, explicada por el propio autor en una apostilla final) y trae ecos de Faulkner (¡cómo me recuerda este libro a “El ruido y la furia”!) o de Joyce. Y es que Gass es uno de esos autores en los que la forma es casi tan importante como el fondo.

El fondo es la llegada de Brackett Omensetter y su familia a la localidad de Gilean en la última década del siglo XIX. Es, resumiendo muy mucho, la narración de los efectos que la llegada de un elemento extraño y las acciones que este realiza provocan en la comunidad. Elemento extraño en un doble sentido: el de persona venida de lejos sin que se conozca nada de su pasado y el de persona fuera de los usos y costumbres de la comunidad, hasta el punto de que Omensetter puede ser considerado, al mismo tiempo, un nuevo profeta o un brujo, un ser puro, un idiota o un cabrón,  un contemplativo, un ser confiado en su destino, un ser sin conciencia o un indiferente. Clave en esta parte son las referencias religiosas: desde el propio apellido del protagonista (Omensetter = el que fija los presagios) hasta las continuas referencias al paraíso, pasando por los incendiarios sermones y reflexiones de Jethro Furber.

La forma, tan importante como el fondo, se puede resumir en el uso de tres personajes / narradores, además de un narrador “externo”. Curiosa resulta la elección de los tres personajes / narradores por parte del autor. Ninguno de ellos es el propio Omensetter, al contrario de lo que podría sugerir el título de la obra. La visión que de él tenemos es la que nos ofrecen tres narradores que tienen una credibilidad digamos que limitada.

El primero de los narradores es Israbestis Tott. Pese a ser testigo y en parte protagonista de los acontecimientos, la visión que nos ofrece se aleja en el tiempo de los mismos. Se trata de una visión marcada por la vejez, la enfermedad y las figuraciones y es utilizada por el autor para presentar a algunos de los personajes clave de la novela.

El segundo de los narradores es Henry Pimber. Su entrada en contacto con ese ser extraño y peculiar que es Omensetter le pondrá frente a un espejo en el que resultará terrible mirarse, lo que dará pie a uno de los hechos fundamentales de la novela.

El tercer y principal narrador y protagonista de la novela será el reverendo Jethro Furber. La llegada de Omensetter y el miedo a lo diferente le harán entrar en una espiral obsesiva en la que la culpa, el sexo y un fuerte sentimiento de extrañeidad o exilio interior jugarán un papel preponderante.

Fruto de los estados mentales de los tres narradores será la propia estructura de la novela. Así, estamos ante una narración fragmentaria y confusa en la que la voz narrativa y los tiempos se alternan sin aparente orden ni concierto y en la que diálogos, descripciones, deslavazados monólogos interiores (el Benjy de "El ruido y la furia" parece sobrevolar el texto), realidad y visiones, terrible lucidez y absoluta enajenación mental hacen que el lector haya de permanecer atento.

Como podéis imaginar, esta no es una novela fácil ni “tradicional”. La ausencia de linealidad, las diferentes voces narrativas utilizadas, el continuado uso de metáforas y la multiplicidad de posibles lecturas (por momentos hasta me venía a la cabeza la tremenda “La cinta blanca” de Michael Haneke) ligan el texto a la vanguardia y a la experimentación. Eso sí, más allá de las innovadoras formas, el fondo es absolutamente universal y atemporal. Ahí reside su principal valor.

También de William Gass en ULAD: En el corazón del corazón del país

martes, 7 de mayo de 2019

Alberto Laiseca: El gusano máximo de la vida misma

Idioma original: Español  
Año de publicación: 1998
Valoración: Delirante


El gusano máximo de la vida misma es una auténtica locura. Pero, ¿de qué me sorprendo? Alberto Laiseca, su perpetrador, estaba mal de la cabeza. De verdad, lo que no se le ocurriera al Maestro, no se le ocurriría a nadie.

Una pregunta: ¿qué os sugiere el título de esta novela? A mí me hizo pensar en una obra delirante en fondo y desprejuiciada en forma. La ilustración de la cubierta escogida por Tuquets sólo ayudaba a cimentar esta idea. ¿Creéis que acerté? Huelga decir que sí. 

Al fin y al cabo, leyendo este libro, uno no sabe si le están tomando el pelo o si es cómplice de una broma épica. Así de mal escrito está. Su argumento, por otro lado, es un despropósito sin pies ni cabeza. 

Tampoco os penséis que me estoy quejando, ¿eh? Y es que El gusano máximo de la vida misma es, por decirlo de algún modo, una gamberrada entretenida. Una que en ningún momento intenta ocultar que lo es. De hecho, el mayor acierto de esta ficción es no tomarse en serio a sí misma; las cotas de auto-parodia que alcanza son altísimas. 

Además de ser “self-aware”, El gusano máximo de la vida misma reconoce su condición. Pide disculpas al lector por sus excesos, ya sea explícita o implícitamente; confiesa en múltiples ocasiones que está narrado de forma atroz; señala impúdicamente sus fallos... 

¿A qué fallos me refiero? Pues al escenario intercambiable, por ejemplo. En ningún momento queda claro si la acción transcurre en Nueva York o en Buenos Aires. Otro defecto que me viene a la cabeza: la puntual pereza de Laiseca, que le impide explayarse en asuntos de vital importancia para la coherencia o legibilidad de la trama. ¿Y qué hay de todos los detalles innecesarios que salpican estas páginas, metidos con calzador y a sabiendas de que son inútiles?

Por todo lo dicho, puede parecer que este es un libro pésimo. Sí y no. No voy a negar que una obra mal escrita, por más que lo sea de forma intencionada (como es el caso), está, a fin de cuentas, mal escrita. Pero, al mismo tiempo, me parece que El gusano máximo de la vida misma no carece de sustancia. En otras palabras: para mí, esta novela es un divertimento superficial que, asimismo, tiene cierto interés literario.

No en balde me recuerda a El alma de Gardel, de Mario Levrero. Ambos textos son, aparentemente, insulsos, pero es innegable que rebosan genio. Sus autores se nutren descaradamente de la literatura “pulp” más mediocre, de la serie B más infecta, para moldear a su antojo un descabellado argumento. Y dar, de paso, lecciones de escritura a quien sea capaz de cogerlas al vuelo. O lúcidas sentencias sobre el universo. Todo esto, repito, sin tomarse en serio a sí mismos en ningún momento. 

Llegados a este punto, quiero aclarar que El gusano máximo de la vida misma no es para todo el mundo. Si no te gusta la narrativa experimental y algo “pulp”, aléjate de él. Si te ofende el humor negro con ramalazos misóginos o racistas, pásalo de largo. Luego no digáis que no os lo he advertido.

Ahora, al argumento del libro. Bueno, bien mirado, aquí no vamos a encontrar un argumento. Al menos, uno al uso. Porque la trama principal es una excusa con la cual Laiseca pretende unir retazos de lo más dispares, cuyas junturas, muchas veces, ni siquiera se molesta en pulir. Esta es, por tanto, una historia fragmentaria, que se construye mediante el ensamblaje de trozos dispersos, no siempre emparentados entre ellos.

Por esta razón, uno tiene la sensación de que la novela va creciendo y creciendo de manera caótica. Improvisada, incluso. Tampoco es que Laiseca se abandone completamente al azar. El autor deja claro que planifica ciertos aspectos; no es casualidad que reincida en el uso de algunos recursos. Como resultado tenemos un texto aparentemente deslavazado pero compacto a su manera. 

El gusano al que hace referencia el título de esta ficción, guiño a las películas de monstruos más casposas imaginables, es el protagonista. O algo parecido. Este ser, antiguo, poderoso, consumado violador de mujeres, conocerá, a lo largo de estas páginas, a una galería de personajes la mar de pintoresca: un necrófilo escapado de otra novela, ex prostitutas, una Reina de las Cloacas que recita incansablemente a Shakespeare y capitanea a un ejército de ratas, un científico nazi que es racista hacia los blancos (sic)...

Así pues, de El gusano máximo de la vida misma resaltaría:  

  • Su planteamiento, ocioso pero no por ello exento de cierta profundidad. 
  • Su naturaleza de artefacto posmoderno. La experimentación en esta novela nos entrega: fluctuación de formatos narrativos, apropiación de personajes literarios ajenos, recuerdos del propio Laiseca, disertaciones de corte absurdo... 
  • El simpático acabado "naif" de toda la propuesta. 
  • Que todo el tiempo nos pilla por sorpresa, pues no deja de superarse, gamberrada tras gamberrada.
  • La prosa de Laiseca, que alterna el uso de argentinismos, onomatopeyas, muletillas y palabras inventadas con tiempos verbales en subjuntivo, tan carcas y pomposos. 
  • El narrador (que no deja de ser el propio escritor) y su tremendo carisma. Durante la mayoría del relato se muestra informal, juguetón, y rompe constantemente la cuarta pared. 
  • El humor chusco que asoma de tanto en tanto. Funciona prácticamente todo el tiempo. 
  • La erudición (nada jactanciosa) que demuestra el autor a través de estas páginas. Referencias literarias, mitológicas, culturales, históricas y filosóficas abundan en esta narración, pero como ésta no se toma en serio a sí misma, una pátina de intelectualidad sarcástica no desentona en absoluto. Lo mismo con las constantes citas a Shakespeare. La desmitificación a la que se somete al dramaturgo es tal que su presencia en un dislate como El gusano máximo de la vida misma no se antoja pretenciosa. Además, Shakespeare no podía quedar al margen. A fin de cuentas, «Hoy sólo los marginales citan al Bardo.» 

Como veis, hay muchos aspectos positivos a reivindicar en esta novela. Pero tampoco os penséis que está libre de defectos. A bote pronto, se me ocurre que: 

  • Algunos de sus pasajes son aburridos. Uno en que Laiseca habla de las cloacas de Nueva York y Buenos Aires, por ejemplo (aunque hay que reconocer que está plagado de chistes y de anécdotas la mar de curiosas). U otro en que divaga sobre gallos y gallinas.  
  • No todos los personajes son ni la mitad de interesantes que el protagonista o la Reina de las Cloacas, pese a que se les da un foco similar.

Todo esto en menos de ochenta páginas. Ochenta páginas que se leen en un santiamén y que, contra todo pronóstico, perduran en el lector. Eso sí: conseguir este libro no es nada fácil. Al menos, un ejemplar físico. Actualmente está descatalogado, y los especuladores han inflado su precio en el mercado de segunda mano, como viene siendo costumbre. Yo os recomiendo tirar de Lectulandia y leerlo en PDF. Con tal de poder comprarlo, no obstante, deberíamos montar un Change.org para que se reedite esta pequeña joyita. ¿Quién se apunta?


Otras obras de Alberto Laiseca en ULAD: Los sorias