domingo, 15 de noviembre de 2020

W.E.B. Du Bois: Las almas del pueblo negro

Idioma original: inglés
Título original: The Souls of Black Folk
Traducción: Héctor Arnau
Año de publicación: 1903
Valoración: entre recomendable y muy recomendable

Los que venís siguiendo este blog desde hace cierto tiempo, ya sabréis que en él se han reseñado con anterioridad diferentes libros que exploran el tema del racismo, la lucha por las libertades, la igualdad de oportunidades y la opresión, así como otros temas derivados de las desigualdades existentes en nuestra sociedad. Pero también es cierto, que en muchos casos se trata de literatura más o menos reciente. Y, por ello, creo necesario traer al blog uno de los libros considerados clave en la literatura de protesta de la comunidad negra, uno de las obras de referencia de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos de América. 

Publicado en 1903, «Las almas del pueblo negro» ofrece un claro análisis de la situación social, económica y política con la que se encontró la comunidad negra en EUA justo después de la abolición de la esclavitud. El impacto fue de tal magnitud que supuso un punto de inflexión radical en la sociedad, no únicamente en cuanto a libertades, sino también un reto abismal en el ámbito económico, administrativo y social. Un reto de un alcance inmenso.

El autor estadounidense W.E.B. Du Bois empieza el relato haciendo un retrato de la mentalidad de la sociedad negra, hablándonos sobre «esa doble conciencia, esa sensación de mirarse siempre a uno mismo a través de los ojos de los otros» afirmando que «la historia del negro americano es la historia (…) de fundir este doble ser en uno solo y mejor (…) Simplemente desea hacer posible que un hombre sea a la vez negro y americano, sin que le insulten ni le escupan sus semejantes, sin que le cierren en la cara bruscamente las puertas de la oportunidad». Ese será un aspecto clave de su obra y que, a día de hoy, parece ser aún vigente en mayor o menor medida: la sensación de que un negro americano son dos seres en uno, de que cuando se habla de un americano sin adjetivaciones añadidas se trata de un blanco.

El autor estructura el libro en diferentes capítulos que pueden tratarse de manera separada, como una recopilación de ensayos en los que el análisis social, la abolición de la esclavitud, la segregación y la necesidad de la formación de la comunidad negra son piezas claves y comunes a todos ellos. Du Bois estructura este libro en estas áreas clave, siendo crítico con el poder, pero también con su pueblo, con la comunidad negra a la que hace corresponsable de la lentitud de su progreso. Y cabe decir que, como todo libro donde se recopilan ensayos el conjunto es algo irregular y reiterativo en alguna ocasión, pero la potencia global del libro es evidente, por el contenido, pero especialmente por el enfoque y mensaje del autor y no es de extrañar que sea considerado un libro clave en el activismo y en la protesta negra.

La obra de Du Bois es un análisis y estudio sobre el período histórico que abarca desde 1861 hasta finales del siglo XIX en Estados Unidos de América, narrando el problema económico, social y laboral que supuso la abolición de la esclavitud en 1863, con cuatro millones de esclavos sin trabajo ni sustento en una situación complicada ya por sí misma teniendo en cuenta que justo había terminado una guerra. Con la creación de la Oficina de los Libertos en un claro intento de resolver los graves problemas raciales, empezaron las contrataciones para ofrecer trabajo, pero el problema era de tal magnitud que requería una gran solución económica y laboral. Esos años posteriores a la abolición fue una época de leyes aprobadas y abolidas al poco tiempo, en una clara muestra de la incertidumbre sobre cómo afrontar la situación. Finalmente, con la aprobación, en 1865 de una ley que establecía «una oficina para refugiados, libertos y tierras abandonadas», «el gobierno de EUA asumía la carga del negro emancipado como custodia de la nación» para, en 1866, dar la forma final a la a Oficina de los Libertos autorizando, entre otras cosas, a vender tierras confiscadas a los libertos, así como la propiedad pública para crear escuelas para negros. Du Bois es crítico con la manera en que la liberación de la población negra de llevó a cabo, afirmando que «el trabajador agrícola negro cuenta ya con una desventaja de entrada: empieza siempre endeudado». Du Bois achaca este problema a «la negligencia del estado al dejar que el esclavo partiera de cero» aupada por la opinión generalizada de los comerciantes de que «sólo con la esclavitud de la deuda se puede mantener al negro trabajando». Así pues, la esclavitud pasó por ser gobernada de manos de los terratenientes a los bancos. Por este motivo Du Bois afirma que «el mayor éxito de la Oficina de Libertos radicó en la implantación de la escuela gratuita para los negros y la idea de la educación primaria gratuita para todas las clases sociales en el Sur».

De todos modos, Du Bois no carga completamente las tintas sobre las cosas que no se hicieron bien, el autor acepta los esfuerzos realizados para gestionar un cambio de tal magnitud. Por ello, su análisis es más detallado que político, pero sin dejar de lado una crítica lógica y acertada hacia qué sector quedó afectado y eliminando la sensación de que la liberación de los esclavos solo aportó cosas positivas, o que todo fue fácil y correctamente planificado y organizado. Así, Du Bois critica con contundencia la dejadez tras la liberación de los esclavos en lo que refiere a su formación, pero sin señalar claros culpables (podría ser el amo blanco, tras aprovecharse de todos los años de esclavitud, el filántropo norteño que acarreó la crisis por su obstinación o el Gobierno por no haberlo previsto): «Era deber de alguien ocuparse de que esos trabajadores no quedarán desamparados y sin guía, sin capital, sin tierra ni conocimientos, sin organización económica y sin siquiera la escueta protección de la ley, el orden y la decencia».

El libro también describe la polémica figura de Booker T. Washington, personaje clave mediador entre el sur, el norte y el negro, aunque no comparte sus ideales, pues aboga por la sumisión de los negros para lograr la estabilidad y centrarse primero en la formación. Du Bois es crítico afirmando que «el señor Washington pide claramente que el pueblo negro renuncie, al menos por el momento: primero, al poder político; segundo, a la insistencia de los derechos civiles; tercero, a la educación superior para la juventud negra, con el fin de concentrar todas sus energías en la educación técnica, la acumulación de riquezas y la reconciliación del Sur». De manera general, y es algo constante en todo el libro, el autor comparte que la educación es más necesaria que nunca y reivindica la necesidad de las igualdades entre negros y blancos, en todos los ámbitos, como punto de partida de cara a un futuro mejor, pues «el poder del sufragio lo necesitamos como mera defensa propia; sino, ¿qué nos habrá de salvar de una segunda esclavitud? También la libertad, tanto tiempo anhelada, todavía la buscamos: la libertad en cuerpo y alma, la libertad para trabajar y pensar, la libertad para amar y albergar ambiciones.» Así, Du Bois centra gran parte de su discurso en la necesidad de la formación, de la educación, una incesante defensa de las universidades cuando declara «¿Por qué no fundar aquí, y donde haga falta, centros de saber y de vida profundos y duraderos, universidades que año tras año entreguen a la vida sureña unos pocos hombres blancos y unos pocos hombres negros capacitados, educados, de amplia cultura y tolerancia católica, que unan sus manos a otras manos y brinden una paz decente y dignificada a esta contienda de razas?». Du Bois defiende la educación y la formación de la población negra, afirmando que «todo brota del conocimiento y la cultura (…) Por lo tanto, hombres y naciones se han de construir de ese modo» y por ello denuncia la dificultad de la integración a entre negros y blancos en el sur. La dificultad en crear escuelas, sin profesores negros formados, sin materiales ni recursos económicos; una época en la que era difícil centrarse en la formación, pues la situación económica de los libertos requería el trabajo para lograr suficiente sustento para vivir; además, solo se tenía a sí mismo pues en la opción del blanco sureño «si el negro quería aprender, tenía que enseñarse a sí mismo». 

El autor nos habla también, en algunos capítulos, del «Cinturón negro de Georgia», de sus pueblos sureños y habitados por negros, de grandes plantaciones de algodón medio abandonadas tras la gran caída de precios de los años 1880 afirmando con desolación que «hay poca belleza en esta región, solo una especie de burdo abandono que sugiere poderío: una magnificencia desnuda, por así decirlo». Una tierra en la que, en los años 1860, «en el oeste de Chickasawhatchee se alzó quizá el mayor reino esclavista que haya conocido jamás el mundo moderno. Ciento cincuenta magnates dirigían el trabajo de casi seis mil negros, ejerciendo su dominio sobre granjas con noventa mil acres de tierra cultivada». «La región es rica, aunque el pueblo es pobre». Era la época de nuevos ricos, multimillonarios hechos en poco tiempo, con carruajes y grandes casas llenas de flores y rodeadas de viñas abundantes, que Du Bois retrata afirmando que «había algo sórdido en todo esto, algo forzado: una cierta inquietud, un temor febril. ¿Acaso no estaba construido el todo este espectáculo, todo este oropel, sobre muchos sufrimientos y muchos gemidos? » (…) «Con tales cimientos, un reino solo puede, con el tiempo, tambalearse y caer». 

Con un enfoque más analítico que propositivo, más reflexivo que reivindicativo, el libro que ha escrito Du Bois es un libro clave para entender los Estados Unidos de América que surgieron después de la aprobación de la decimoquinta enmienda, del fin de la esclavitud y de la aprobación del derecho a votar. Son los EUA del resurgimiento de la población negra a partir de su liberación, pero también de la incertidumbre y la reestructuración de una sociedad que debía buscar un sitio y un encaje a esa población evidenciando las dificultades en las que se encontró el gobierno post guerra de secesión para organizar la liberación de los esclavos negros. Y el retroceso económico de la población blanca, dominante y ambiciosa, dejando tierras abandonadas y un desierto por habitar, nuevamente, de un modo más justo y ecuánime; y una recesión económica que obstaculiza a los negros, que les impide el avance hacia un progreso económico que a duras penas pueden anhelar, lastrados y encadenados, no a sus amos esta vez, sino a unas deudas contraídas que el bajo precio del algodón no permite subsanar. 

Afirma Du Bois, que «no tenemos derecho a permanecer sentados en silencio mientras se siembran las semillas que darán como cosecha un desastre inevitable para nuestros hijos, blancos y negros». Y ese mensaje es tan válido a finales del siglo XIX como lo es hoy día. No debemos callar ante las injusticias, no debemos observar cómo el mundo empeora ante nuestra dócil mirada. No podemos permanecer sentado y callados, pues, como afirma el propio autor, «mientras los mejores individuos de una comunidad no se sientan obligados moralmente a preocuparse por los miembros más desprotegidos de su grupo, protegiéndolos y preparándolos, estos quedarán a merced de timadores y trúhanes».

sábado, 14 de noviembre de 2020

Jane Smiley: Un amor cualquiera


Idioma original: inglés

Título original: Ordinary Love and Good Will

Año de publicación: 1989 (2020 en español)

Traducción: Francisco González López

Valoración: entre recomendable y está bien

He de reconocer que he habido de consultar la fecha de publicación original de esta novela para cuadrar un poco la oportunidad de su recuperación dentro del exigente catálogo de Sexto Piso y me ha costado un poco justificar esa decisión, y quizás sea oportuno aclarar al lector que esta novela se publicó hace treinta años y que está más cerca de Richard Ford que de Jonathan Franzen, más cerca de Joyce Carol Oates que de Margaret Atwood y que su impacto seguramente obedezca a que obras posteriores de la autora obtuvieron alguno de esos prestigiosos premios literarios de los que nos hacen sentir curiosidad. 

No malentendáis mi relativo escepticismo: solamente me sorprende que, dentro de la lógica y deseable variedad, esta novela encuentre su ubicación al lado de Barth, Gaddis o Barthelme, ya que se trata de una narración comprensible, sosegada, literariamente dentro de los cánones de la convencionalidad. Un amor cualquiera es una historia comprimida en unos pocos días en los que Rachel, mujer divorciada, cinco hijos, reúne a sus hijos en un pequeño evento familiar: dos de sus hijos, gemelos, van a volver a reunirse cuando uno de ellos vuelve de una prolongada estancia en la India, que le ha cambiado sustancialmente su perspectiva del mundo, y alguno de los otros hermanos va a acudir a la casa de la madre en una reunión que, desde una situación casual, evolucionará en una serie de confesiones sobre las causas de los acontecimientos que precipitaron el divorcio y dinamitaron esa idílica y americana existencia, la de un matrimonio en el que el éxito profesional (Nat, el marido, es un reputado investigador médico) y la vida plácida no es suficiente para actuar de pegamento. Nat se fue con sus cinco hijos a Inglaterra y, enzarzados en las clásicas guerras propias de estas situaciones, los niños han pasado prácticamente toda la infancia sin ver a su madre, sin tener muy claro qué hechos incidieron en esa separación.

Y hasta ese punto puede explicarse la novela, aunque no se trate de un misterio que, de ser desvelado, estropee la novela, sí que son hechos que hoy vemos con una mirada diferente a la de 1989, y, rozando el espoileo, diré que mucho mejor que así sea y que esas tres décadas provoquen en el lector un cierto escepticismo. No es que Smiley no transmita a la perfección esa personalidad de la mujer que se ha visto obligada a reengancharse con su familia. No es que la escritura no sea eficaz, ajustada a la condición de novela corta y de entorno íntimo. Es, simplemente, que no despega de ese ámbito un poco escueto y restringido y quizás hubiera esperado algo más.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Ray Bradbury: La feria de las tinieblas


Idioma original: inglés

Título original: Something Wicked this Way Comes

Año de publicación: 1962

Traducción: Joaquín Valdivieso Navarro

Valoración: sin duda, recomendable



El pasado 23 de octubre me sumé a una iniciativa tuitera que consistía, sencillamente, en ponerse a leer esa misma noche y cuanta más gente a la vez mejor, esta novela de Ray Bradbury, La feria de las tinieblas, sin más razón que el que la acción de la misma comienza, justamente, la tarde-noche de un 23 de octubre, en una pequeña ciudad norteamericana, cuando dos chavales , de 13 años, amigos y vecinos, Will y Jim, reciben la visita de un curioso vendedor de pararrayos... Esa misma noche tormentosa, una feria de aire misterioso se establece a las afueras de la ciudad. Tal feria, dirigida por los inquietantes señores Cooger y Dark -a.k.a. El Hombre Ilustrado, por estar cubierto de tatuajes, no por saberse de memoria la Enciclopedia de D'Alambert- cuenta con toda una serie de "monstruos" o "extraños": el Hombre Esqueleto, la Bruja del Polvo, Cabeza de Alfiler, etc. además de con otras atracciones típicas, como el consabido Laberinto de Espejos o, sobre todo, un peculiar tiovivo que acaba por revelarse como el eje alrededor del que gira, y nunca mejor dicho, toda la trama... Por resumir ésta sin desvelar demasiado, diré que los chicos se enteran de cierto escabroso secreto relacionado con la feria, lo que les pone en grave peligro y acaban recurriendo al señor hathaway, padre de Will y conserje de la Biblioteca pública -comento esto porque ese lugar tiene cierta importancia en la historia y además creo que fue un bonito detalle y sin duda un guiño de Bradbury hacia su propia infancia y juventud lectora-; no contaré más, pero sí os aseguro que la novela está llena de momentos de suspense, y de imágenes de lo más sugestivas, de las que cuesta borrarse de la memoria...

No he frecuentado demasiado a Ray Bradbury y cuando comencé a leer esta novela recordé el motivo: el estilo de su prosa me resultaba excesivamente enfática, poética cuando no hacía falta y elusiva o elíptica cuando menos aún... o al menos así me lo pareció al comienzo del libro, cuando lo que se narran son hechos cotidianos, "normales" dentro de un orden; sin embargo, la sorpresa para mí ha sido que, cuando la trama del libro comenzaba a comenzaba a acelerar el ritmo, hasta llegar a ser trepidante y el trasfondo, completamente fantástico, este estilo, que yo había pensado que no serviría para contar semejante tipo de historias, funciona a las mil maravillas y no chirría las metáforas, símiles, hipérboles y demás recursos esdrújulos que despacha el autor con no poca generosidad. Ni tampoco el lirismo que hace presencia a lo largo de casi toda la narración... Ya digo, una sorpresa de lo más agradable, sin duda.

Aparte de ser una estupenda historia de aventuras juveniles y una refrescante variación en el género del terror (al menos, seguro que lo fue en su momento), se le puede encontrar algún otro significado a esta novela. Por supuesto, es una representación  de la sempiterna lucha entre el bien y el mal o, más sutilmente, entre la firmeza en hacer lo correcto y la tentación de sucumbir a la debilidad, que quien más quien menos, todo el mundo  sufre en su interior... Pero el verdadero tema de fondo, me parece a mí, es el tiempo y sus servidumbres; el transcurrir del tiempo que, por lento o por rápido, obsesiona a varios de los personajes de la novela -para empezar, el padre de Will, a quien, por insólito que nos pueda parecer ahora, aunque no lo fuera tanto en 1963, se le considera ya viejo a sus 54 años-; el avance inexorable de un enemigo, de una amenaza mayor y más cierta que cualquiera que se pueda esconder en la Feria de las Tinieblas.

Nota: Esta novela fue llevada al cine al menos en 1983 (creo que hay otra versión más reciente o se pretendía hacerla, al menos), con guion del propio Bradbury y del británico John Mortimer, quien, como curiosidad, se parecía bastante físicamente al escritor norteamericano, lo que supongo provocaría muchas chanzas y confusiones divertidas (o no, yo qué sé)... También es fácil rastrear la influencia de esta novela en otras películas como Big, El circo de los extraños (basado en una saga de libros de Darren Shan) o en algún episodio que otro de Expediente X.

Otros títulos de Ray Bradbury reseñados en Un Libro Al Día: Fahrenheit 451Crónicas marcianas

jueves, 12 de noviembre de 2020

John Reed: México insurgente

Idioma original: Inglés
Título original: Insurgent México
Año de publicación: 1914
Traducción: Íñigo Jaúregui
Ilustraciones: Alberto Gamón
Valoración: Está muy bien

Quiero pensar que todo obedece a la distancia geográfica y a la posterior influencia de cada uno de los acontecimientos en la geopolítica mundial, pero es curiosa la comparación entre la gran cantidad de obras disponibles acerca de la Revolución rusa y la muy escasa bibliografía sobre un hecho similar, salvando las distancias, ocurrido apenas unos años antes como fue la Revolución mexicana.

Un ejemplo muy claro para ilustrar esta comparación es el de John Reed, de quien por cierto en 2020 se cumple el centenario de su muerte, mucho más conocido por ser autor del estupendo "Diez días que estremecieron al mundo" que por este no menos interesante "México insurgente". En fin, historias de la Historia, supongo.

Pues bien, el caso es que unos años antes de asistir de primera mano a la toma del poder por parte de Lenin y compañía, Reed se desplazó al patio trasero de los Estados Unidos de América norte de México, donde fue testigo de la lucha por la redistribución de la tierra. Producto de ese viaje es esta crónica en la que se entremezclan sangrientas batallas, magníficas descripciones del paisaje mexicano y una detallado catálogo de seres, anónimos y no tan anónimos. Es la combinación de estos tres elementos lo que permite que el texto pueda ser leído desde una triple perspectiva: como novela de aventuras, como crónica de viajes y como ensayo antropológico, aunque estas tres posibilidades no sean excluyentes entre sí.

La parte novela de aventuras / sangrientas batallas posee una gran fuerza. El ejemplo más claro de esto es la batalla de Gómez Palacio, con sus marchas previas, la toma de poblaciones, el pillaje, etc. Las balas que silban a nuestro alrededor, el sonido de los cañones que nos ensordece y las calles llenas de cadáveres nos trasladan a ritmo frenético al campo de batalla.

La parte crónicas de viajes / paisaje mexicano nos descubre a un Reed sobrecogido por el escenario de sus andanzas. Predomina la poética del inacabable desierto y de los paisajes abiertos en un territorio tan salvaje como los seres que lo pueblan y las pasiones que dominan a estos. 

En cuanto al ensayo antropológico / catálogo de seres, hay que tener en cuenta que Reed fue enviado a México por su periódico y que es entendible que el principal interés de este, además del desarrollo de la propia guerra en sí, fuera el de acercar a los lectores estadounidenses la figura de Pancho Villa o Venustiano Carranza. Pero creo que Reed es más brillante está Reed cuando se acerca a los zarrapastrosos soldados, a los míseros campesinos, a los buscadores de fortuna, a los jerifaltes locales o a esas mujeres siempre con las jarras de agua en la cabeza, siempre enfrascadas en la molienda del maíz, siempre detrás de "sus" hombres. 

En el lado menos positivo o que más puede llamar la atención del lector estaría un cierto "pintoresquismo" o "folklorismo" que las posteriores películas "del Oeste" contribuyeron a crear en nuestro imaginario: el de esos mexicanos hospitalarios aunque borrachuzos, valientes pero de gatillo fácil, etc.

Aún así, este último apunte no resta ningún interés a un texto de lo más completo al que, además del fondo, acompaña la forma. Y es que el trabajo gráfico de Alberto Gamón, con ilustraciones a doble página al más puro estilo de los grandes muralistas mexicanos, es verdaderamente magnífico, y la edición, en tapa dura, formato "XL" y papel de muy alta calidad, de Nórdica y Capitán Swing hacen de este "México insurgente" uno de esos libros que dan lustre a nuestra estanterías. Una maravilla, oigan.

También de John ("Juanito" para los mexicanos) Reed en ULAD: Diez días que estremecieron al mundo

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Colaboración. Libertad Córdoba: Espejos. Redes. Mapas

Idioma original: español
Año de publicación: 2020
Valoración: recomendable

Mapas enredados en el espejo

Libertad es pura fuerza. 

Sus versos logran cruzar los caminos más inhóspitos de nuestros sentimientos.

Libertad es poeta y por eso, siguiendo a Heidegger, anda poéticamente sobre esta tierra en la que habitamos. Hace suyo este pedacito de mundo y declama que su “…silencio, reminiscencia /de dos pupilas que una vez /se hallaron hace siglos /es tu reflejo en esta fría calle” (p.25). Desde ese momento la poeta, ejerciendo su labor deicida, se vuelve espejo para que los lectores nos sintamos personajes guiados por sus palabras.

Calla, piensa, mírame.

Puede que sea tu espejo,

puede que sea tu límite.

(p. 33)

A Libertad la escuché recitar, por primera vez, un poema de su libro "Espejos. Redes. Mapas." el día de la escritora en la biblioteca pública de Málaga. 

Desde hace varios años, para identificar a un buen poeta, uso una técnica súper arbitraria que llamo El núcleo del poema. El ejercicio consiste en buscar unos versos que contenga todo el poema en ellos; que se pueda eliminar el resto y el mensaje quede intacto.  Cuando descubro esos versos me emociono porque tengo la certeza de haber hallado a un verdadero poeta.

Libertad estaba en el centro de las tres chicas y comenzó a leer un texto que me parecía banal hasta que escuché:

—“Tengo miedo de que no vuelvas /cada vez que te marchas”.

Para entonces no sabía que eran los versos finales del poema Perro soy, que no mujer. Sin embargo lo anoté en mi móvil, con su nombre, para buscarla en las redes sociales al llegar a casa. Instagram: Libertad Córdoba: @Libertad_sinmas. Vi que anunciaba un recital de poesía que tendría lugar en la tetería El Harén en el centro de Málaga. Y allí he comprado su libro. Una bellísima edición de la editorial Azimut llena de hermosas fotografías e ilustraciones que le dan al poemario otras rutas para transitar.

Caminé bajo la lluvia, ansioso como niño con juguete nuevo y me bastó abrir el libro para descubrir el mapa hacia las profundidades de un corazón.

Siempre he tenido miedo

de la tormenta y de los truenos,

del frío, del viento que silba

en el frágil cristal

de mi ventana

y de las inundaciones

que se provocan en mi casa.

(p.19)

Libertad se propone enredarnos con sus palabras. 

Juega con nosotros a su antojo. 

No sé si ella esté consciente de ello pues apenas la conozco. 

Creo que, en el fondo, lo sabe. Me ha hecho leer su libro entero en una hora. Y me he desvelado y hasta he llorado, por dentro, con muchos de sus versos. Nos dice, sin circunloquios, que no sabemos mirar (p.29). Allí radica el problema. El espejo/poeta nos muestra nuestros defectos y se convierte en retrovisor y nos lleva al peligroso territorio del amor; quizás el más difícil de transitar y ella ha salido airosa. A veces siento que va a perder el poema; que me llena de palabras tan cotidianas que no pueden ser poesía, pero…

si solo pegas con el puño

no será un buen golpe.

Hay que hacerlo

con todo el cuerpo.

Lo importante, sobre todo,

es darlo en el momento justo

cuando la distancia

sea la adecuada.

—Lo mismo sucede

con los besos, ¿no?

(p.27) 

Me encantaría creer que Libertad Córdoba no ha sufrido tanto en el amor como parece. Espero que sea solo una magnífica creadora de ficciones. Una artífice que por diversión fetichista de poeta va creando palabras “nostálgicogrisáceas” en medio de la “pánicotormenta”.

Nos alegra. Nos pone en pausa. Nos manda a callar y nos advierte que está “…cansada /y que se está infectando, /de nuevo, esta herida.” (p.55). Uno no puede evitar pensar que viene la descarga en contra del amor perdido, pero no. Libertad crea una oración para el amor aunque sabe que es guerra perdida y se despide, en silencio, como toda una dama.

Me voy porque me atraviesan

el pecho tus palabras

(p.66)

Y se crea su mapa hacia el refugio y confiesa que habita su soledad que, por ser espejismo, es la misma de todos los que la hemos acompañado en esta aventura donde, como ella, viajamos hacia el olvido en un Molly Malone de Málaga.

Firmado: Alfonso Matheus

martes, 10 de noviembre de 2020

Alfred Jarry: Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico

Idioma original: Francés
Título original: Gestes et opinions du docteur Faustroll, pataphysicien
Traducción: Teresa Fernández, Gervasio Spaulding, Jesús H. Angulo
Fecha de publicación: 1911
Valoración: Inclasificable

Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, subtitulada Novela neo-científica, fue escrita por Alfred Jarry en 1898, aunque no sería publicada hasta cuatro años después de su muerte, en 1911. Es un artefacto literario inclasificable, iconoclasta a más no poder. Y nunca se toma en serio a sí mismo, pero tampoco renuncia a exhibir una erudición artificiosa y lúdica.

Está relatado con una pompa (no en balde, el narrador es un funcionario, monsieur René-Isidore Panmuphle) que realza lo ridículo y grotesco que es su argumento. Éste es: las aventuras del doctor Faustoll, nacido a los 63 años y pionero de la «patafísica». Le acompañan su ayuda de cámara, un mono babuino llamado Bosse-de-Nage, y el ordenanza Panmuphle, a quien ya hemos mencionado.

Menuda locura, ¿verdad? Pues el autor de esta bizarrada fue, como no puede ser de otro modo, un personaje la mar de extravagante (Alejandro Dolina nos lo cuenta perfectamente en este vídeo); inventor de la 'Patafísica, artífice de una producción delirante e inspirador del Teatro del Absurdo, el Dadá o el Surrealismo. 

Para todos los interesados en la 'Patafísica, ésta es sin duda una obra fundamental. También la recomiendo a aquéllos que se pregunten cuánto mide la superficie de Dios. Sí, habéis oído bien: en Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico se intenta medir la superficie de Dios. Ya veis que las ocurrencias de Jarry no defraudan.

La edición de Libros del Innombrable, por cierto, es exquisita. Comentada, repleta de pertinentes paratextos y profusamente ilustrada, es quizás la mejor que uno puede encontrar en español.


También de Alfred Jarry en ULAD: Ubú rey

lunes, 9 de noviembre de 2020

Álvaro Colomer: Guardianes de la memoria


Idioma original:
español 
Año de publicación: 2008 (reedición de 2020 con prólogo añadido)
Valoración: muy recomendable

Van con este cuatro los libros que he leído de Álvaro Colomer y cuatro son los estilos o géneros que le he visto emplear (novela psicológica, juvenil, crónica bélica novelada, crónica pura y dura) y he de decir que en todos se resuelve con brillantez y buen hacer. Obviamente, me lanzo a leer Guardianes de la memoria convaleciente de un síndrome de abstinencia que me generó su brillantísima última novela Aunque caminen por el valle de la muerte, que me parece no solo la cumbre de su obra sino una de las mejores novelas en español en lo que va de siglo, y no me cansaré de recomendarla como muestra de dinamismo literario pasándole la mano por la cara a muchos escritores adictos a los chalecos llenos de bolsillos como única muestra de espíritu aguerrido y aventurero.

Guardianes de la memoria no es, entonces, su sucesora sino una recuperación de un texto compuesto por cinco extensos artículos, cinco relatos que aluden a cinco lugares de la geografía europea marcados a fuego por grandes hechos ocurridos en cada uno de ellos y que han marcado su historia y, en muchos casos, condicionado las existencias no solo de los nacidos allí a partir del momento de los hechos, sino también de cualquier otro hito posterior alcanzado. El patronímico, el origen, se convierte en una carga o en una especie de adjetivo definitorio más allá de todo sentido común y las generaciones se sucederán teniendo que lidiar con comentarios de todo pelaje cuando uno se presente y explique su procedencia. Esos cinco lugares, por el orden en que protagonizan los relatos, son Gernika, Chernóbil, Transilvania, Lourdes y Auschwitz. Cinco componentes de la historia europea, varios de ellos como objeto de hechos trágicos, cinco emplazamientos que pueden sonarnos familiares aunque sea por su omnipresencia en ciertos ámbitos informativos, el arraigado interés que es creciente a medida que la curiosidad te hace penetrar en sus entresijos, el enorme calado de lo sucedido y cómo en muchos casos son, más que un punto en el mapa, puntos de inflexión en el desarrollo de la realidad continental del siglo XX.
Creo que solo el relato dedicado a Transilvania ha acusado el paso del tiempo en exceso: siquiera porque la figura de los vampiros y las tradiciones de la zona nos parecen ahora más risibles y menos solemnes, pero aún así el texto que explica las curiosas costumbres que, en pleno siglo XXI, aún mantienen ciertas comunidades de esa Europa unida y desesperada por una fallida cohesión, es brillante y rodeado de un cierto halo de oscuridad que resulta inquietante. Los otros cuatro, quizás por mantenerse vigorosamente actuales, dado los regalos que nos hace el presente en lo relativo a totalitarismos y fanatismos, permanecen frescos como rosas. Y su disposición en el texto, empezando y acabando por las tropelías de la Alemania del III Reich, con la Legión Cóndor bombardeando el emblema de la nación vasca y la dictadura franquista negando los hechos durante décadas, y con el solemne relato que cierra el libro, dedicado a Auschwitz/Oświęcim, relato en el que Colomer toma (hasta entonces ha sido redactor fiel y periodista de oficio) cuerpo como narrador o cronista al que la presencia de una anciana como testimonio intimida de tal manera que lo hace colapsar, lo arredra y zanja el texto sin atreverse a hacerle responder, como si silencio y respeto ante silencio fueran mejor que testimonio alguno. Es el relato más tenso, el colofón que agrupa y totaliza los textos anteriores, todos brillantes y todos con un perfil común: un testimonio de los hechos se convierte en guardián de la memoria, en garante de que, algunos años más, los lectores tendrán presente aquello de no olvidar la historia para evitar repetirla.
Le sugiero a Colomer más lugares para actualizar tal premisa y regalarnos más textos de tan buen nivel: Fukushima, Harrisburg (por cómo países teóricamente menos herméticos tratan hechos similares), New Orleans, Columbine, Ciudad Juárez, Biescas. Por si lo de la novela se retrasa, digo.