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lunes, 13 de junio de 2022

Ursula K. Le Guin: Quienes se marchan de Omelas

Idioma original: Inglés
Título original: The Ones Who Walk Away from Omelas
Traducción: Maite Fernández
Año de publicación: 1973 
Valoración: Muy recomendable

¿La felicidad y prosperidad de una ciudad justifican el sufrimiento de una criatura? Esta es la paradoja a la que nos enfrenta Quienes se marchan de Omelas, cuento de Ursula K. Le Guin plagado de reflexiones morales. 

Le Guin nos incita a imaginar una utopía para, inmediatamente después, subrayar que no puede existir tal cosa. La escritora afirma que, para que unos sean felices, otros deben ser desgraciados. 

Le Guin cuestiona, a través de Quienes se marchan de Omelas, las problemáticas que acarrea la felicidad, pero no por ello romantiza el sufrimiento. Y es que, según ella, «tenemos la mala costumbre, alentada por gente pedante y rebuscada, de considerar la felicidad como algo bastante estúpido. Solo el dolor es intelectual, solo la maldad es interesante. Esa es la traición del artista: la negación a admitir la banalidad del mal y el terrible aburrimiento del dolor.»

Llegados a este punto, dejad que liste algunas de las virtudes de esta ficción:

  • Su memorabilidad.
  • Su ya mentada profundidad reflexiva.
  • Las múltipes interpretaciones que suscita.
  • La grisalla que sus mensajes contemplan. 
  • Sus logrados contrastes.
  • Sus astutas transiciones.
  • Sus descripciones, sensoriales y exhuberantes pero deliberadamente abiertas a que el lector las complete.
  • Su potente clímax.
  • Su síntesis de la filosofía taoísta. 
  • Su crítica al pensamiento utilitario.
  • Su negativa a entregar respuestas fáciles y complacientes. 

En fin: Quienes se marchan de Omelas es muy reivindicable. Más todavía en los tiempos en que un niño tercermundista debe trabajar en condiciones deplorables para que la ropa nos salga barata, un repartidor debe entregar un capricho en día festivo o un pollito debe vivir en cautividad para acabar en nuestro menú. 

Le Guin no se disfraza en estas páginas de moralista que vende soluciones mágicas, pero tampoco pretende aliviar consciencias. Igual que los habitantes de Omelas tienen que saber que su dicha proviene de la miseria de un infante, nosotros debemos ser conscientes de que nuestro (relativo) bienestar tiene consecuencias desastrosas para otros. 

Por cierto, antes de terminar esta reseña querría alabar la edición de Nórdica. El libro que han publicado es una auténtica maravilla: encuadernación en cartoné, tipografía generosa, ilustraciones a color... 

Y ya que saco a colación las hermosas ilustraciones de Eva Vázquez, dejad que me detenga en ellas unos instantes. Su factura, composición y cromatismo merecen todos mis elogios. Si acaso remarcaría que traicionan (como lo haría cualquier otra imagen, dicho sea de paso) la vocación abstracta del texto de Le Guin; mas insisto en que son preciosas y funcionan a la perfección en tanto que interpretación personal de Vázquez.  



También de Ursula K. Le Guin en ULAD: Aquí

lunes, 31 de diciembre de 2018

Guillem López: El último sueño

Idioma: español
Año de publicación: 2018
Valoración: más que recomendable

Indagando un poco sobre este libro, pues no frecuento demasiado (o menos de lo que debería) el universo del Ci-Fi, leo que al castellonense Guillem López se le considera el autor hispano más señero dentro de este género. Bien, ya digo que no soy quién para cuestionar esta aseveración y, desde luego, lo que yo me he encontrado en esta su última novela, y también en la anterior, Arañas de Marte, me hacen pensar que es cierta, sin desdoro, claro está, para el resto de escritores que se dedican a la Ciencia-Ficción y la Fantasía.

En cualquier caso, atendiendo a lo mostrado en El último sueño, sólo cabe reconocer que Guillem López es, cuando menos, un narrador impecable, tanto en lo que se refiere a la estructura y desarrollo de la trama como a la composición de personajes y ambientes, así como al dominio de un lenguaje y un estilo que van más allá de lo meramente utilitario y eficaz para entrar a menudos en terrenos más propios de la prosa con un aliento lírico.

La historia que nos cuenta la novela bien podría encajar dentro del relato de aventuras más clásico, quizás aderezado, con ciertos tintes políticos: en una ciudad inmensa, inacabable y opresiva -llamada, de forma paradójica, Paraíso-, la élite de sacerdotes, funcionarios y comerciantes opulentos viven en el seguro y próspero zigurat central, mientras el resto de sus habitantes pululan por un dédalo interminable de barrios más o menos miserables, muchos de los cuales se encuentran además bajo el dominio de pintorescas bandas callejeras. A una de las más marginales de éstas, los Abandonados -apenas un puñado de adolescentes y críos mugrientos-llega pidiendo ayuda Kemi, una fugitiva del zigurat que parece estar en relación con las fuerzas más poderosas que gobiernan Paraíso: la casta de Jemeníes, sacerdotes que han controlado siempre a las Kas , deidades cautivas que proporcionan la energía que hace funcionar toda la ciudad, la Kamé... y cuya última representante trata de mantener dormida a toda costa el Gran sacerdote y cónsul, el muy siniestro Kébemon, con ayuda -se supone- de Nimbara, el primer ministro.

Nos encontramos con un trasfondo, por tanto, de luchas por el poder, cambios fundamentales en el modelo energético y revoluciones cuya aparente espontaneidad está controlada por poderes ocultos (no aparecen chalecos reflectantes pero bien podrían...), que buscan que todo cambie para que todo siga igual... ¿A alguien le suena algo de todo esto? Además, la estética que se sugiere bebe, sin duda, del movimiento steampunk, pero también de La naranja mecánica o de películas como Los amos de la noche (The warriors). Y por supuesto, de Gangs de Nueva York, libro y peli, cuya influencia parece evidente en esta novela utópica y trepidante. También, me parece a mí, recuerda a algunos relatos de Philip K. Dick, en las que describe sociedades férrea y cruelmente estamentada. A China Miéville, con quien sospecho se habrá comparado más de una vez a este autor. E incluso uno se acuerda de la Corte de los Milagros, de Victor Hugo...

En fin, una novela que no decepcionará (todo lo contrario) a los amantes del género fantástico pero tampoco a quien se acerque a ella en busca de un trago refrescante entre lectura de más altos vuelos (quizás sería más correcto "de más altas pretensiones"). Me parece en especial interesante, por otro lado, para el público juvenil, sin que esta novela cuente con las limitaciones que se suponen se autoimponen en muchos libros destinados al lector de estas edades. Porque, en mi opinión, El último sueño es mucho más que eso, es una novela de bastante entidad y empaque ; quien lo quiera comprobar, sólo tiene que darse una vuelta por los callejones, los cielos y cualquiera de los muchos submundos de Paraíso.

domingo, 14 de octubre de 2018

Charlotte Perkins Gilman: Matriarcadia

Idioma original: Inglés
Título original: Herland
Año de publicación: 1915
Traducción: Celia Merino Redondo
Valoración: Decepcionante

Tres jóvenes estadounidenses descubren, casi por casualidad, un país habitado exclusivamente por mujeres. Aislado durante casi dos mil años y organizado de forma autogestionaria / asamblearia, Matriarcadia es un mundo ideal, autosuficiente, una sociedad armónica de seres que rozan la perfección física y moral, centrados en la maternidad (no como experiencia individual, sino social), que no padecen enfermedades ni hambre ni delincuencia ni ninguno de los males que aquejan al mundo “civilizado”.

La llegada de los tres alegres muchachotes yankees hace surgir el previsible conflicto. El choque cultural entre los jóvenes y las habitantes de Matriarcadia y las comparaciones entre la sociedad estadounidense (cabría decir de la clase media-alta del “primer mundo) y la sociedad de Matriarcadia son inevitables.

Parece un punto de partida más que interesante, ¿verdad? Ya. Desgraciadamente, en mi opinión, es una novela fallida, al menos en lo literario. Por varios motivos. Allá vamos.

Por un lado, los tres personajes masculinos principales (el típico “seductor”, el romántico inocentón y el “término medio”, que es quien narra la historia en primera persona) son meros estereotipos sin desarrollo. Los personajes no evolucionan, son absolutamente planos. Y eso es algo que chirría, sobre todo si tenemos en cuenta que permanecen aislados en territorio “hostil” durante un buen tiempo. En cuanto a los personajes femeninos, más de lo mismo.

Por otra parte, las formas de organización de la sociedad de Matriarcadia aparecen, en su mayor parte, solo esbozadas. El ejemplo más claro es el de la economía; cuatro pinceladas no son suficientes para un tema con muchas posibilidades como sería la organización de los medios de producción en una sociedad autárquica por obligación. Solo el aspecto educativo es tratado con algo más de profundidad, aunque creo que también podría dar más de sí.

Por último, algunos aspectos clave de la novela se resuelven en apenas unas pocas líneas. Un ejemplo: el cómo pasa Matriarcadia de ser una sociedad “al uso” a ser un lugar habitado solo por mujeres y cómo llegan estas a reproducirse es algo que Gilman se ventila ¡en un par de líneas! La primera mujer de la nueva sociedad se reproduce por partenogénesis. Y las siguientes, igual. Nada más. Un poco escaso, ¿no?. Otro ejemplo: el final, que no desvelaré, resulta demasiado simple, demasiado poco trabajado y precipitado.

Añadiré, también, un par de aspectos extraliterarios. El primero es algo que me ocurre con cierta frecuencia en novelas de este tipo. Me parece ver en ellas una cierta idealización de la eugenesia y ya sabemos a lo que eso recuerda. El segundo es que la novela se olvida, a la hora de exponer la situación de la mujer en la sociedad de principios del siglo XX, de las mujeres de clases trabajadora ("media-baja", populares... Llamadlo como queráis). Es, por tanto, una visión parcial, producto supongo del propio origen social de la autora.

Pese a lo anterior, hay que reconocer que la novela cuenta con un punto de partida más que interesante, que en el momento de su publicación seguro que generó gran controversia y puso sobre la mesa la situación de la mujer de la época y que algunos de los aspectos que denuncia siguen, desgraciadamente, vigentes en cierta forma. Eso sí, literariamente me parece bastante flojita. Sinceramente, esperaba más.

martes, 3 de julio de 2018

Ciudades de libro #2 Marsella: Total Khéops de Jean Claude Izzo

Idioma original: Francés
Título original: Total Khéops
Año de publicación: 1995
Traducción: Matilde Sáenz
Valoración: Muy recomendable



Nunca he puesto los pies en Marsella. Aunque esta es una afirmación no del todo cierta, pues están las películas de Robert Guédiguian. Y los libros de Jean Claude Izzo. Así que mi cabeza sí ha estado en Marsella, en repetidas ocasiones, enredada en distintas tramas y acompañando a variopintos personajes. No tengo nada claro si el día que mis pies y mi cabeza coincidan en Marsella el resultado será gloria o será infierno, así que sigo tonteando por los buscadores de viajes con regularidad, sin decidirme, fantaseando con comprar los billetes para pasar unos días y sus noches por las calles y  rincones con los que Jean Claude Izzo llenó las páginas de sus contados libros, especialmente la trilogía protagonizada por Fabio Montale, que abrió este Total Khéops, prosiguió Chourmo (1996) y concluyó Soleá (1998).

Fabio Montale es un tipo a la deriva, un policía roto en una ciudad tocada, casi hundida. Ni él ni Marsella pasan por buenos momentos. En la última década del siglo pasado, los astilleros y los complejos metalúrgicos se vieron abocados al cierre y los puestos de trabajo que habían sido el imán para miles de proletarios llegados de humildes islas y riberas mediterráneas se esfumaron. El otro gran pulmón de la ciudad, los muelles por los que transitaban mercancías de casi cualquier origen y los barcos de pasajeros que enlazaban con Ajaccio y Bastia o con Palma y Argel, estaban en el punto de mira de inversores, ávidos del gran pelotazo que les supondría poder construir en estos centenares de hectáreas en primera línea. 

La urbe blanca, ocre y rosa, con fragancia a menta y albahaca, con barrios como el Panier, l’Estaque o la Capelette, donde una amalgama –el pastis provenzal-  de corsos, sardos, napolitanos, griegos, españoles (los espingouin, la contra del gabacho), magrebíes, armenios y comorenses habían encontrado un lugar donde sobrevivir, odiarse, soportarse, tolerarse y convivir, con sus acentos, comidas, canciones, prejuicios y creencias, estaba a punto de dilapidar su idiosincrasia, su genuina vitalidad; “A Marsella le había podido la tontería parisina”, al renunciar a su identidad populachera y portuaria, explica Fabio Montale, el mismo halo que envuelve a los entrañables personajes -Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan- de Robert Guédiguian en películas como Las Nieves del Kilimanjaro, Mi padre es ingeniero, o Marie Jo y sus dos amores entre tantas otras.

Esa es la historia de Marsella. Su eternidad. Una utopía. La única utopía del mundo. Un lugar en el que cualquier persona, de cualquier color, podía bajar de un barco, o de un tren, con la maleta en la mano, sin un duro en el bolsillo y fundirse en la marea de los demás”, proclama Fabio Montale, consciente que sus prioridades como policía se ciñen a combatir la alta delincuencia y mantener el orden en las cites ouvriére, las cites del paro, los barrios del norte, donde el trapicheo, la frustración y la ira son contenidos y drenados a base de mano dura dispensada por gendarmes, hampones, mafiosos y fascistas del Frente Nacional. 

La trama de Total Khéops –el caos total que cantaban los raperos de IAM-  discurre por una espiral de crímenes en los que se enzarza el poder mafioso local para reasignar un nuevo reparto de poder y negocios y enfrenta al inspector Montale con su pasado, sus renuncias y su incapacidad para trascender su propio encantamiento. Fabio Montale, alter ego por supuesto del propio Izzo, es el narrador y protagonista, condición ésta que comparte con Marsella. Y, al igual que en las películas de Robert Guédiguian, se hace ineludible su luz, el mar, las calas y playas, las callejuelas y escalinatas, las vistas desde un balcón o una terracita, las chumberas y los pinares, las comilonas colectivas, los momentos de desesperación y la celebración de la vida como un goce irrenunciable, pese a todo. Marsella se exhibe impúdica en estas páginas no ya tan solo por los detalles minuciosos que aportan verosimilitud a la trama sino también por el encuadre que proporciona y por ser el hilo que articula la acción, violenta, despiadada y desesperada.

Desde l’Estaque a Pointe-Rouge, Jean Claude Izzo traza un retrato realista y delicado de la bahía, desde los astilleros de Fos-sur-Mer a la penitenciaría de les Baumettes, del chemin du littorel  que pasa por los muelles, como el de le Joliette donde tiene su despachito Montale a las calles peatonales y comerciales como saint Ferreol o rincones cotidianos como el puente de piedra de Fausse-Monnaie o el metálico que salva la rue d’Auberge desde el cours Lieutaud. Y además, pastis provenzal, le pone música de Paco de Lucía, BB King, Billie Holiday, Rubén Blades, Paolo Conte, Sabicas o Dizzy Gillespie.

Uno se imagina dándose un chapuzón en Les Goudes, donde vive Fabio Montale –el antepenúltimo embarcadero antes de las calas, en el levante de la bahía-, con la misma fruición que almorzando en una de las modestas mesas del restaurante de Mejean –en el poniente de la ciudad, donde transcurre La casa junto al mar, el último título estrenado de Guédiguian-, “pues en esta ciudad, pese a todo, a la gente le gusta vivir, ir de juerga. Cada día la felicidad era algo nuevo, incluso si al final de la noche la cosa se liquidaba con un severo control de identidad”, cuenta el dúo Montale&Izzo. Por eso, si por fin resuelvo sacar billetes a la ciudad blanca, ocre y rosa, estaré convenientemente advertido: “Marsella no es una ciudad para turistas. No hay nada que ver. Su belleza no se fotografía. Se comparte. Aquí hay que tomar partido. Apasionarse. Estar a favor o en contra. Estar, hasta las cachas. Y solo así lo que hay que ver se deja ver”.

domingo, 18 de marzo de 2018

Elizabeth Burgoyne Corbett: Nueva Amazonia

Idioma original: Inglés
Título original: New Amazonia. A foretaste of the future
Año de publicación: 1889
Traducción: Susana Prieto Mori
Valoración: De plena actualidad

1889, centenario de la Revolución Francesa, de la toma de Bastilla, de las guillotinas, del "Liberté, égalité, fraternité"... ¡Y una mierda! No hablaremos de la "liberté" o de la "fraternité", sino de la "égalité", la cual digamos que se aplicó a un sector muy reducido de la población en el que no entraban la inmensa mayoría de las mujeres.

Por suerte, las protestas siempre han estado ahí. Tenemos muy reciente la histórica jornada de este 8 de marzo, pero no está de más recordar que las demandas de igualdad real vienen de lejos. Cambian las formas, pero no los objetivos. Así, por ejemplo, una serie de escritoras de la Inglaterra victoriana se lanzaron a protestar por su injusta situación y a imaginar lugares y tiempos futuros en los que los roles de la mujer fueran radicalmente diferentes a los que hasta entonces les "correspondían en suerte". Una de esas escritoras fue Elizabeth Burgoyne Corbett, y el mundo que imagino lo llevó al siglo XXV y le dio el nombre de Nueva Amazonia.

A esta Nueva Amazonia llega la narradora y protagonista del relato junto al engreído y ridículo Augustus Fitz-Musicus, y allí descubrirán sorprendidos un territorio gobernado en exclusiva por mujeres, pero en el que la igualdad entre hombres y mujeres es absoluta en el resto de aspectos (nada de brecha salarial, nada de violencia de genero, etc).

Realmente, como suele ocurrir el libros de este estilo (utopías, distopías, etc), el fondo prevalece sobre la forma. El mensaje que Corbett pretende lanzar es claro y la narración y el estilo están supeditados al mensaje. No esperéis, por tato, encontrar un argumento elaborado, personajes complejos ni nada por el estilo. Diría incluso que se trata de un "ensayo novelado". El objetivo de la autora es presentar una sociedad ideal y para ello conduce a los protagonistas a través de la Historia y del día a día de Nueva Amazonia, los cuales contrapone frente a la Inglaterra victoriana.

En la parte "histórica", se presentan los hechos que llevaron a la creación de Nueva Amazonia y los motivos por los que se halla gobernado por mujeres. Entre estos hechos y motivos destacan las guerras que asolaron al territorio, la discriminación por razones de género, las protestas y la preponderancia numérica de la población femenina.

En la parte de organización social, política, económica, cultural, educativa o religiosa de Nueva Amazonia es donde, a mi entender, se halla lo más interesante del libro. Como ya he dicho, se trata de una sociedad gobernada en exclusiva por mujeres pero en la que la igualdad entre hombres y mujeres en el resto de ámbitos es total, lo que permite que Nueva Amazonia sea la comunidad más perfecta, próspera y moral del mundo. Ahora bien, este grado de perfección deja entrever algunos de los males que décadas más tarde anunciaron autores distópicos como Zamiatin, Orwell o Huxley. Y es que en algunos aspectos la sombra de la eugenesia y de los estados totalitarios que gobernaron buena parte de Europa en la primera mitad del siglo XX sobrevuela las páginas del libro. Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que la autora apoyara estas tesis (de hecho, lo desconozco), pero resulta curioso comprobar hasta que punto puede ser cierto eso de que "el sueño de la razón produce monstruos".

Pese a esto último, me atrevo a decir que se trata de un texto visionario en algunos aspectos y absolutamente necesario, por desgracia, en otros, como el de las críticas furibundas al machismo imperante o el de la demanda de igualdad real. Ojalá dentro de un tiempo lo más cercano posible libros como Nueva Amazonia sean simples objetos de curiosidad. En nuestra mano está.