Título original: Warlock
Año de publicación: 1958
Valoración: (Casi) imprescindible
Este título alude a una mítica localidad situada en el lejano (sud)oeste americano, cerca ya de la frontera. Su traducción del inglés sería “demonio”, “hechicero” o “brujo”. Aunque supongo a quién se refiere, en la novela aparecen unos cuantos demonios, unos están dentro del pueblo, otros fuera –y esos, quizá, sean los peores–, incluso el propio Warlock se puede considerar un demonio si atendemos a los efectos que provoca residir allí. Su publicación fue un acontecimiento, y no es para menos. Ese año fue finalista del Pulitzer y poco después el cine ofreció su versión con el título de El hombre de las pistolas de oro. Un título que, la verdad, no hace justicia a la complejidad del argumento, al menos del que escribió Oakley Hall. Creo que no he visto la película (aunque nunca se sabe: se han pasado por televisión tantos westerns), que contó con grandes estrellas como Anthony Quinn y Henry Fonda en los papeles de Morgan y Blaisedell y que ha sido aclamada por la crítica. Pero, aclaro, nunca sustituirá a la novela, así que si ya la han visto les sigo recomendando que lean Warlock.
Porque, incluso por su extensión (700
páginas) contiene todos los ingredientes del best seller: héroe y villanos,
escenas épicas, paisajes impresionantes y muy bien descritos, amor, violencia,
enfrentamientos por el poder, cuestiones éticas, recreaciones históricas,
personajes inolvidables… y cualquier otro que se les ocurra. Esto no implica
superficialidad en absoluto, porque todo ello está tratado con gran profundidad
psicológica y fidelidad al contexto histórico, sin olvidar el concienzudo
análisis que realiza, tanto de la sociedad que describe como de cualquier grupo
humano.
A quién tenga prejuicios hacia el western,
le diré que Warlock está a la altura
del mejor McCarthy, con una textura más clásica –fruto de la época en que fue escrita–
pero igualmente innovadora, sobre todo por alardes estructurales que le dotan
de una complejidad caleidóscopica, lo que no impide ese tratamiento esencialmente
cinematográfico que tan bien les vino a los cineastas. Y digo caleidoscópica
porque, pese a su carácter fundamentalmente visual, no faltan reflexiones entre
sentimentales y filosóficas, análisis éticos etc., a cargo de uno de los
personajes, que ejerce de narrador-testigo alternando su visión particular con
la del narrador omnisciente, supuestamente más objetiva y amplia, y que ocupa
la mayor parte del texto. También es cierto que en este personaje, un
comerciante del pueblo que traslada los hechos a su diario personal, encuentro
el único punto débil de la novela. Y es que me parece demasiado erudito y
propenso a la objetividad, sobre todo en sus últimas intervenciones, para tratarse
del dueño de una tienda cuyo único objetivo es preservar su fortuna, tal como
se nos presenta al principio.
La prosa es tan precisa, delicada y sutil
que no debió resultar fácil traducirla. Los símbolos visuales y señales de todo
tipo añaden connotaciones que pasan desapercibidas en su mayor parte. A bote
pronto, se me ocurren: el polvo omnipresente, que cambia de color y significado
según el momento, individuo o lugar; el humo, que siempre envuelve a Blaisedell
cuando acaba de disparar sin que haga falta explicarlo; ese ambiente urbano,
tan primitivo que podríamos imaginar mientras leemos aunque no hubiésemos visto
mil películas; el tiempo meteorológico, que señala la cronología pero también
expresa sentimientos; la luz, cambiante según momentos y estados de ánimo; la
naturaleza, los animales, los colores, las facciones, los gestos… Abundan también
las escenas míticas –que alcanzan una altura espectacular– herederas de toda
una tradición cinematográfica y que influyen en ella a su vez.
En esta ciudad sin ley, que se ha
desarrollado anárquicamente al albur de las necesidades de sus ocupantes y ni
siquiera ha obtenido estatuto jurídico de urbe, la falta de autoridad se ha
convertido en una cuestión de vida o muerte. Esto nos suena, pero en muchos de
los westerns que todos recordamos parecen estar a gusto así, considerarlo como
algo natural, como símbolo de libertad incluso. Aquí, en cambio, los
comerciantes se encuentran a merced de los temibles cuatreros y han de
constituir un Comité Ciudadano, necesariamente alegal ya que las autoridades
externas no reconocen ninguna institución en Warlock, salvo la de ayudante de
un sheriff que vive a muchos kilómetros y a quien importa un bledo lo que allí
suceda. Por su lado, los mineros sufren los abusos de autoridad de encargados
casi plenipotenciarios, que ni velan por la seguridad de las instalaciones ni
escuchan ninguna reivindicación. En general, cualquiera de sus habitantes se
puede encontrar en medio de un tiroteo cuando menos se lo espera. Este es el
motivo por el que el autoproclamado Comité contrata a un matón a sueldo llamado
Blaisedell que, a falta de otros medios, ha de resolver los conflictos a tiro
limpio, pero que, sorprendentemente, tiene conciencia. A su vez, este personaje
tiene un supuesto amigo del alma, Morgan, individuo siniestro, sin escrúpulos,
que se ha enriquecido con trampas en el juego y trapisondas varias y que maneja
a su antojo al pistolero convertido en comisario para que actúe según le
convenga a él. Pero, como en la realidad, nada es totalmente blanco o negro.
Así que Morgan siente verdadero afecto por su amigo aunque lo utilice como una
marioneta, Blaisedell, a su vez, no es un héroe de una pieza como muchos han
pensado en un principio, pero tampoco un delincuente sin escrúpulos, irradia
seguridad, pero es más fingida que otra
cosa. En ese contexto, los ayudantes del sheriff no duran demasiado y hay que
nombrar a uno nuevo: Johnny Gannon, que en la novela es hermano del famoso
Billy El Niño. Aquí el mítico bandido es miembro de la banda que tiene
aterrorizado a todo el pueblo. En vista de los acontecimientos, ese parentesco
y su conducta en general dotan a Gannon de un aura de honestidad muy superior a
cualquier otro personaje. Pero la única persona honrada del lugar es, por
desgracia, un ser inseguro y acomplejado que tiene las ideas bastante claras y
no acaba de ver cómo llevarlas a cabo. Tampoco lo tiene nada fácil, es cierto.
Encontramos también malos de una pieza,
pero es una maldad que, como dije antes, vemos de lejos. Quizá si pudiésemos
acercarnos encontraríamos alguna humanidad en Abe McQuonwn, su padre y el resto
de la banda, y en esos perversos representantes de la ley personificados en el
sheriff y el general Peach, o en MacDonald, el malvado encargado de las minas junto
a Dawson, su lugarteniente. Hay otros muchos, algunos muy importantes, como el
médico, el juez Holloway, Kate, o la señorita Jessie. En la realidad descrita,
el papel de ambas mujeres es necesariamente pasivo, pero no en la novela. El
autor las describe detenidamente, a ellas y la forma en que logran pasar por
encima de limitaciones sociales e influir decisivamente en los acontecimientos.
Ese conglomerado de nombres se debe a que hablamos de una novela coral, es
decir, sin un protagonista claro, pues quien asume ese rol es el pueblo entero.
Aún así, como ya he dicho, hay distintos niveles de importancia, y si hay que
nombrar un protagonista puede que muchos eligiesen a Blaisedell. Yo, en cambio,
me inclino por Gannon, ya que Hall muestra una creciente simpatía por él, lo
enfoca cada vez más de cerca, y no le deja conformarse con el estado de cosas
que encuentra ni aceptar la mentalidad imperante. Todo eso le aproxima a un
futuro algo más civilizado que el presente en que vive.
Hasta ahora solo hemos hablado de méritos
literarios, pero la grandeza de Warlock
se encuentra, creo, en su carácter metafórico. Hall, quizá sin proponérselo, ha
construido una metáfora del poder y las relaciones humanas que puede
extrapolarse a cualquier sociedad u organización política. Solo hay que
compararla con la realidad pasada y presente de cualquier lugar que conozcamos.
Traducción: Benito Gómez Ibáñez
12 comentarios:
Una de las mejores novelas americanas según Pynchon
Totalmente de acuerdo.
Magnífica, hace tiempo escribí esto sobre ella
https://benignofontes.blogspot.com/2016/10/warlock-oakely-hall.html
Pues también estamos de acuerdo.
Me pregunto a quien se le ocurriría poner una portada tan equivoca
Una reseña sobre un libro diferente a las recomendaciones de siempre, gracias
Se puede conseguir en español? Gracias
A mí, en cambio, me parece que somos bastante eclécticos, pero si lo dices porque te ha caído en gracia el libro, no lo dudes: merece la pena.
Esa portada corresponde a la edición que he leído, y está en español. No sé si será fácil comprarlo, pero en bibliotecas seguro que está.
Leí esta novela hace tres años y me gustó mucho. Los personajes, el ritmo, los diálogos; algunas escenas se me quedaron grabadas, sobretodo la que transcurre en un establo, dos personajes hablando con una atmósfera tan real que se vive muy intensamente.
Sí, Pepe, las escenas grandiosas son otro de sus puntos fuertes. Unas multitudinarias, otras más íntimas, pero con una intensidad que te corta la respiración. Yo iba apuntando las más impresionantes, hasta que desistí porque son muchísimas. Saludos.
Hola Montuenga:
Disfrute mucho la novela y me reí mucho con algunos pasajes del general Peach y de Morgan. El jugador me pareció un villano formidable.
Saludos
Me alegra que te decidieras a leerlo. Es una novela que puede gustar a gente de todas las edades y preferencias y es que lo tiene todo: aventuras, personajes carismáticos y bien construidos, buena estructura, planteamientos éticos, escenas llenas de tensión. Una excelente historia de estilo clásico con la que disfrutará tanto el amante de la buena literatura como el consumidor de best sellers.
A pesar de ello, creo que no es tan popular como debería. Y es que el mensaje que recibe el público es fundamental a la hora de decidirse. Yo fui a buscarlo a la biblioteca y me volví con otro porque la portada transmitía que no era para mí. Leí de nuevo las críticas y a la segunda me lo llevé, decisión de la que me alegro.
Pero ¿qué piensan los que deciden las portadas? Algún forofo de series B disfrutará con este libro pero no la mayoría.
Personajes emblemáticos... ¡puf! los hay a decenas.
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