Idioma original: francés
Título original: Patients
Año de publicación: 2012
Traducción: Joan Riambau
Valoración: está bien (sobre todo, para fans)
No os voy a engañar, porque lo de "Coda a la semana de la Poesía", con un título tan cuqui además como El ritmo de las agujas del reloj puede dar lugar a equívocos, así que os lo diré cuanto antes: éste no es libro de poemas -pese a que sí encontramos alguno que otro-, pero está escrito por un señor que podemos considerar como un poeta (más o menos y entre otras cosas) y que nos cuenta aquí el episodio, no sé si más transcendente, aunque con bastante probabilidad el más decisivo de su vida... El título original, en francés tal vez os dé una pista: Patients, es decir, pacientes... porque sí, queridos y queridas lectoras del blog, nos encontramos ante un libro de (HORREUR) autosuperación y, además de la peor clases, de esos que cuentan alguna vivencia traumática para hacerle chantaje emocional al lector y éste no se sienta capaz de reconocer que el libro es una mierda decepción, aunque hasta la última célula de su ser le indique que sí... Quizá yo sea demasiado duro de corazón, pero, así por de pronto, es el tipo de libro que no tocaría ni con un palo con pincho, a no ser... a no ser por quién es su autor, claro.
Porque esto no lo ha escrito cualquier
Albert Espinosa que ande por ahí, amigues, sino nada menos que Grand Corps Malade,
nom de plume y de lo que no es
plume de Fabien Marsaud, muchachote de la
banlieue parisina -jugador de basket merced a sus casi dos metros de altura- al que, a los veinte años, una mala caída en la piscina de la colonia de vacaciones donde trabajaba le dejó tetrapléjico -incompleto, por lo que tenía la posibilidad de conseguir cierta recuperación-, de manera que se pasó muchos meses posteriores a su accidente en un centro de rehabilitación, tratando de volver a dominar su cuerpo, empezando por el dedo gordo del pie (sí, yo también me he acordado de
Kill Bill al leerlo). Visto lo cual, Fabien, imposible su sueño de ser deportista de élite (o incluso deportista del montón) se volcó en su otra pasión: el rap y la poesía. Más concretamente, en el
slam,
variedad de competencia poética en la que los participantes tiene tres minutos para interpretar sus poemas sobre un escenario (a nuestros lectores euskaldunes les sonará esto, sin duda, pero la diferencia con el bertsolarismo es que aquí los poemas no siempre son improvisados y además, no es obligatorio tener las manos en los bolsillos ni detrás de la espalda). A partir de ahí y convertido en Grand Corps Malade -Corpachón Enfermo, por razones obvias-, nuestro autor de hoy se dedicó a la música (mejor dicho, al recitado con acompañamiento musical, solo o en compañía de cantantes), a doblar personajes en películas de animación, merced a su voz profunda y varonil, a escribir libros y guiones cinematográficos, y, más recientemente, a dirigir películas junto a su amigo Mehdi Idir (la última, un biopic de Charles Aznavour bastante resultón). Como se ve, GCM es un poeta, pero no sólo un poeta o uno bastante peculiar...
Por lo que respecta a este libro, el primero que escribió (y del que después se encargó del guión para adaptarlo al cine), lo que nos cuenta en él son esos meses que pasó en el primer centro de rehabilitación. Como es de suponer, buena parte del libro se centra en la aceptación de su nueva discapacidad y en el proceso de recuperación siquiera parcial de la movilidad. Es decir, autosuperación, etc. Pero eso no es el elemento central del libro y casi se diría que el autor lo trata más que nada porque, dadas las circunstancias, es imposible obviarlo. O mejor dicho: se diría que a GCM le gustaría obviar sus propias circunstancias, -algo a todas luces imposible- y centrar la narración en los demás, en aquellas personas que encontró en aquel centro y a quienes el otorga, en buena medida, el protagonismo de la historia: sus colegas Farid y Toussaint, otros pacientes como Samia, Steeve, Eddie, Fred... al igual que el personal sanitario o auxiliares de enfermería con quienes tenía trato diario y que le ayudaron a superar su situación. Esto no quiere decir que nos encontremos ante una narración edulcorada, todo buenos sentimientos y feel good; cuando alguien no le caía bien o, simplemente no estaban en sintonía, el autor no se corta en decirlo tal y como lo sentía. Por otro lado, el libro está escrito en un tono más bien funcional, casi seco, sin florituras -algo sorprendente para un poeta, quizás, si bien es cierto que la lírica de GCM lo mismo echa mano de las posibilidades más refinadas de la lengua francesa que del argot más descarnado-, lo que impide todo asomo de cursilería o sensiblería al tratar un tema que, por lo demás, puede ser proclive a esto último. El libro, sin recrearse en ello, no obstante, no nos ahorra imágenes de personas que no tiene ya posibilidad de recuperar ni el más mínimo dominio sobre su cuerpo, imágenes de grandes quemados, pacientes que se han intentado suicidar o que caen en la depresión más profunda... No es este un libro complaciente, aunque tampoco deja fuera la esperanza; simplemente, retrata la realidad -esta realidad tan cruda- tal y como es.
Para acabar, y para que vayáis conociendo otras facetas de este poeta, etc. os dejo el videoclip de un tema cantado a dueto con Camille Lellouche (bueno, en verdad la que canta es ella, porque lo de cantar tampoco es lo del amigo Fabien, il faut le dire):
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