Título original: Coníferes
Traducción: Pablo Martín Sánchez
Año de publicación: 2020
Valoración: Entre recomendable y Está bien
Los hechos que cuenta Coníferas se desarrollan en las Walden, una especie de comunidad rural que excluye toda tecnología más allá del teléfono convencional, ya saben, aquel artefacto situado en un lugar céntrico de la casa con su cable rizado, y que ahora ocupará plaza en el trastero, a no ser que circule por algún mercadillo de antigüedades cutres. Allí, en las Walden, ha aterrizado un tal Joel, que tiene la suerte de que a la casa unifamiliar colindante llegue poco después Alina, una bella joven que toca el piano y de la que naturalmente se enamora nada más verla.
Ante el déficit tecnológico existente, y aunque lo fácil hubiera sido tocar el timbre para saludar y presentarse como buen vecino, Joel monta una estratagema algo aparatosa para establecer contacto: envía cartas a su nombre con la dirección de su vecina. Todo parece marchar bien hasta que aparece una carta que él no había enviado. La relación entre Joel y Alina se desarrolla con el secreto de las cartas siempre en segundo plano, y se irá complicando con algunos pequeños detalles inquietantes. La aparente irrupción de un tercer individuo, los temores a precedentes familiares de trastornos cognitivos, o la existencia de ciertos chips instalados en el cerebro con el fin de archivar recuerdos, son elementos que se van incorporando al tronco de la relación amorosa, interactuando entre ellos hasta conformar una única trama.
En casos como el de esta novela, que podríamos calificar como de intriga, no es fácil comentar sin desentrañar demasiado el argumento y por tanto echar a perder la lectura a quien estuviera interesado, así que procuraré seguir con mucho tiento. La narración está muy bien llevada, con cierto aire cinematográfico, dosificando la información y con la agilidad que le confiere la distribución en pequeños apartados de no más de tres o cuatro páginas. Joel es siempre quien conduce el relato en primera persona, aunque su tono es más bien poco emocional, y solo se ve cargado de subjetividad en la confesión que hace a un extraño mientras se mantienen atrapados en un ascensor, y que interrumpe de tanto en tanto el hilo principal para ofrecer otra vertiente del relato.
Como se puede ir intuyendo, el libro se construye con un buen número de elementos, lógicamente relacionados aunque más o menos heterogéneos. Pero tal vez son demasiados, lo que en mi opinión es un tic de bisoñez o de inconsistencia. Estamos ante una historia de pareja más o menos típica, pero también en un escenario peculiar (esa colectividad singular que decía al principio) que quizá nos quiere decir algo; y tenemos ingredientes distópicos (el tema de los chips cerebrales), a su vez mezclados con problemática de demencias o trastornos de la memoria; inmersiones en el campo de los recuerdos, presencia del inquietante personaje del doppelganger, elementos de la novela de misterio. Vienen a la memoria hasta algunos ecos de Desafío total, ya saben, con ese enredo de recuerdos borrados y trasplantados, y no cuento más.
Muchas cosas, inicialmente bien imbricadas pero que van tomando protagonismo a ramalazos, como si la autora no supiese bien qué camino tomar y se tirase a uno u otro lado según le vaya llevando la inspiración. Con lo cual la novela se lee con agrado, nos va interesando a ratos, pero no terminamos de saber para qué tantos ingredientes. Todo se va enredando de una forma que se antoja caprichosa, como para atar hilos a toda costa, pretendiendo aumentar la tensión y dejando cabos irremediablemente sueltos, quizá por haber querido meter demasiadas elaboraciones en el mismo plato.
Pero ya digo que es un libro que apetece seguir leyendo, que está escrito con pulcritud y cierta soltura, y plantea cosas interesantes aunque no termine de insertarlas en un relato sólido. Con todo, quizá pesa en exceso la sensación de estar viendo un telefilm, una película bastante bien montada, que aspira a ser algo serio que induzca a la reflexión sin conseguirlo del todo, como queriendo contentar a públicos bastante diferentes para quedar un poco en tierra de nadie. Un producto digno, sí, pero que se queda a un pasito del mero entretenimiento.
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