Idioma: español
Año de publicación: 2020
Valoración: está bien
Hace poco leí (y reseñé, que la máquina no puede parar) un librito de
Georges Perec que hablaba sobre la isla de Ellis y en donde contaba cómo los inmigrantes que llegaban allí eran recibidos en la sala más grande que habían visto nunca. Pues bien, en uno de los siguientes libros que he leído se habla, oh, casualidad, de la construcción de la bóveda de esa sala, a cargo de la "Guastavino Fireproof, Construction Company", al igual que otras cubiertas semejantes en edificios tan emblemáyico de E.E.U.U. de principios del siglo XX como el Smithsonian de Whasinton D.C., la biblioteca de Boston, la iglesia St. John the Divine de Nueva York, la Grand Central Station, el Madison Square Garden, la academia militar de West Point... entre muchos otros ejemplos. Y todo ello utilizando bóvedas tabicadas recubiertas de azulejos, como las quye se llevaban usando en el Mediterráneo desde cientos de años atrás.
Los artífices de esta hazaña fueron Rafael Guastavino y su hijo, de igual nombre, de origen valenciano y emigrados para hacer las Américas en 1881 -bueno, el padre, puesto que el hijo no era entonces más que un niño, también para dejar atrás un pufo monetario de cierta cuantía que había cometido-; tras los consabidos tiempos duros y haber patentado la "invención" de este sistema tradicional de cubierta ignífuga, éste llegó a convertirse en casi un símbolo, suavemente art déco, de la incipiente arquitectura norteamericana, en una época en la que empezaba a despegar hacia el cielo, literalmente. y Guastavino padre, a codearse con los Rockefeller, Morgan y Vandervilt, aunque también se arruinó en una ocasión y quien llegaría a hacerse rico en verdad fue su hijo, ya entrado el siglo XX.
Andrés Barba consigue pergeñar aquí una novela biográfica (coincidente en el tiempo , por cierto, con otra de Javier Moro, que dudo que llegue a leer) breve, pero bastante resultona, aunque gracias, sobre todo, al esfuerzo del autor por otorgarle alguna densidad -parece que es el fruto de una beca para escritores que le concedienron en N. Y., así que se entiende el pundonor de presentar un buen producto final-; centrándose sobre todo en dos elementos hasta cierto punto especulativos, la ambición desmedida del padre y la rivalidad con el hijo, así como cierto resquemor que pudiera sentir éste. El caso es que todo el libro exuda la sensación de que sin la excelencia y habilidad de Barba al desplegar sus recursos literarios, la cosa habría quedado bastnate más ramplona... Sí, lo sé, en eso consiste justamente la literatura, pero, aunque parezca paradójico, ymás al tratarse de una novela, la tutela del escritor sobre el texto me resulta un poco excesiva, dando como resultado un estilo un tanto
overdressed, por decirlo así. Un ejemplo:
"No sabemos nada y la historia es mentira y el amor no existe, pero a veces basta el miedo, el miedo como el hilo dorado de un fábula, para recuperar todas las realidades perdidas; la verdad , la ciencia, el amor.
Por cada gesto bajo sospecha, el miedo engendra una constelación de ciudades posibles. dadle el miedo a alguien capaz de construirlas y tendréis el mundo."
A continucación no se nos narran las dudas de Odiseo por la vuelta a Ítaca ni el vértigo ante la conquista de Asia que pudo sentir Alejandro Magno, sino cómo Rafael Guastavino, no recuerdo si padre o hijo -a veces hay cierta confusión en el libro, supongo que adrede- construía una bóveda ladrillo plano y cemento Portland en algún sitio... Que desde luego es una labor honrada y encomiable, pero más pedestre de lo que cabe suponer al leer el tono del libro. La vida no necesita parecer tan extraordinaria para ser extraordinaria.
Más títulos de Andrés Barba reseñados en Un Libro Al Día: Las manos pequeñas, República luminosa, La ceremonia del porno, La hermana de Katia
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