martes, 12 de septiembre de 2023

Jesús Ferrero: Bélver Yin

Idioma: español

Año de publicación: 1981

Valoración: Muy, muy recomendable... bueno, qué narices, imprescindible.

Pongamos en antecedentes a aquéllos/as que nos leen desde más allá de los mares o que por su edad no vivieron o no recuerdan aquellos venturosos años 80 (yo tampoco, ojo, que apenas llego a centennial, pero me he documentado): tras quedarse huerfanitos cuando el dictador Caudillo fue a sentarse a la extrema derecha del Padre Hacedor, se produjo entre los españoles una relajación de las costumbres que coadyuvó, no obstante el escándalo, a un florecimiento de aquellas expresiones artísticas que hasta entonces, no habían estado permitidas o, al menos no muy bien vistas por la dictadura fascista el Régimen político vigente; así, al underground barcelonés se le sumó la célebre (aunque ahora discutida) "movida madrileña", así como focos de diversa condición en otros lugares del llamado Estado Español, recién convertido en Reino de España, como Vigo o el País Vasco. La eclosión tuvo lugar, sobre todo, en el mundo de la música juvenil, pero también aparecieron creadores con un nuevo estilo en el cine (no hace falta decir quién), la pintura o el cómic.

Ahora bien, ¿qué ocurrió en el mundo de la literatura y, más concretamente, en la narrativa? Pues si bien ya en los años 70 habían aparecido novedosos narradores como Eduardo Mendoza o incluso nuestro querido y no suficientemente añorado Javier Marías, la literatura española necesitaba que apareciese algún escritor joven, diferente, molón... y no hablo de simples cosplayers como Ray Loriga, sino, para entendernos, el equivalente en el mundo de las letras a Radio Futura o Iván Zulueta. En éstas, se publicó esta sorprendente novela, escrita por un desconocido joven que de día estudiaba filosofía en la Sorbona de la mano de todos los gurús posmodernos y deconstructivistas de la época, mientras de noche trabajaba de portero en clubes de París. Vamos, que más cool no se podía ser... Un libro, ya digo, sorprendente porque no tenía nada que ver, creo, con cualquier otra cosa escrita por un español hasta la fecha (y dudo también que en español);  para empezar, no aparecía en ella el menor vínculo con la cultura hispana, salvo un elemento ligero: el título, que viene de "Bello de ver". Y que, además, es el nombre del protagonista o, más bien, de uno de ellos -aunque constituyan una unidad, en cierto modo-, porque lo que nos cuenta esta novela es la historia de los hermanos gemelos Bélver Yin y Nitya Yang en la China de los años 20 y 30 del pasado siglo -sin olvidar el tortuoso devenir de los no tan secundarios Góel y su padre Christopher Whittlesey-; una China, como cabe suponer, imaginada y hasta mixtificada, pero verosímil para el lector occidental ávido de exotismo, pues Ferrero nos presenta unos ambientes de lujoso mestizaje entre Oriente y Occidente, con guerras entre gángsters y sociedades secretas que luchan por controlar el país o, al menos, sus evocadoras Shanghai, Cantón, Macao...

Exotismo, sí, y también erotismo, más o menos insinuado o explícito y bastante turbio, pues el incesto o su inminente posibilidad tienen un papel central en la novela. Porque esta es una novela que, aparte de su calidad o suntuosidad literaria (uno, o al menos este servidor, no deja de acordarse del parnasianismo o el modernismo, depurados, eso sí, por el tiempo y el escenario oriental de la narración), lo que transmite, más que nada, es una embriagante sensación de libertad, la idea de que su autor ha escrito lo que ha querido y de la forma que ha querido, en una época en la que, tal vez de forma engañosa, cualquier cosa parecía posible. También, sensualidad, en todos los sentidos, un punto -bueno, igual más de uno...- de perversidad y, sobre todo, elegancia.

En todo caso, se trata de una novela espléndida, exquisita y rápida de leer (lo que no es poca cosa) que nadie, o cuando menos nadie que quiera conocer la literatura española de los últimos cincuenta, cien años... debería dejar de leer y disfrutar. Esto último está asegurado, podéis creerme.

También de Jesús Ferrero y reseñados en Un Libro Al Día: Las veinte fugas de Básil

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buff, pues yo lo lei y se me caía de las manos, no me creí nada el orientalismo, parecía más pastiche.