miércoles, 20 de septiembre de 2023

Zoom: La pulga de acero de Nikolái Leskov

Idioma original: ruso

Título original: Сказ о Тульском косом Левше и о cТальноӣ блохе

Año de publicación: 1881

Traducción: Sara Gutiérrez

Valoración: está bien

Hay una tradición humorística en la literatura rusa (sí, ya sé que últimamente no parecen muy bromistas) que, por lo que repecta al siglo XIX y si yo no me equivoco, tiene sus principales exponentes en Gogol y Chéjov, de quienes sobran comentarios. Entre los escritores "menores" con este registro, por otra parte (y dicho sea con todos los respetos), parece que destaca este Nikolái Leskov, heterodoxo y con menos fortuna literaria que otros colegas más célebres, pero cuya obra más conocida, esta La pulga de acero, sin duda merece nuestra atención, más aún cuando que se trata de un cuento largo o novela breve, escrito con un estilo que agiliza aún más su lectura. Vaya por delante que esa "pulga de acero" a la que se refiere el título no es ninguna alegoría ni metáfora de nada ni el nombre de un navío o un arma secreta steampunk. Ni siquiera el apodo de una famosa cortesana o de un boxeador o... yo qué sé, de un grupo revolucionario nihilista. No, se trata justamente de eso mismo, de una pulga mecánica hecha de acero, más diminuta que una pulga de verdad, puesto que sólo puede ser vista con un "pequescopio" -luego explico de qué va esto-; un regalo que le hacen en Inglaterra al zar Alejandro I cuando éste visita Europa tras el Congreso de Viena y se maravilla ante los avances técnicos ingleses. Junto a él viaja a Londres el cascarrabias general cosaco Platov, quien, por el contrario, defiende la primacía de los artesanos rusos, hasta el punto de despertar el enojo del zar. De vuelta a la Madre Rusia y tras la muerte de Alejandro, su hermano y sucesor, Nicolás I, se entera de la historia y, de acuerdo con Platov, envía a éste con la pulga a Tula, a ver si sus reputados armeros pueden mejorarla.

No voy a desvelar más del argumento. Baste saber que uno de estos armeros, un tipo zurdo, bizco y medio calvo por los tirones de pelo que había recibido cuando era aprendiz ("defectos", por lo visto, casi insalvables para la época) se convierte a partir de este momento en el protagonista de la novelette, sobre todo cuando, a su vez, viaja a Inglaterra y su cachazuda forma de ser y su rusísima visión del mundo contrastan con las de los ingleses. También hay que decir que en esta parte del libro quizás flojee un tanto la historia y, sobre todo, pierda el encanto de entre cuento popular recogido por Afanásiev y relato disparatado de Gogol que posee la primera parte, aunque gana en el aspecto satírico... lástima que esta sátira vaya dirigida, más que nada, contra personajes de la Rusia del siglo XIX de los que hoy la mayoría de nosotros (y seguramente, de los propios rusos), supongo, no tenemos ni idea; también, cierto es, hacia esa mezcla de chovinismo patriotero y admiración por lo extranjero que, por lo visto es, o era entonces, típicamente rusa. Lo cierto es que, al parecer, ni siquiera sus contemporáneos tenían claro si Leskov estaba exaltando el modo de ser de los rusos o choteándose de ellos... Quizá por esa indefinición no llegó a triunfar realmente como escritor.

Por último, y ya en un sentido meramente humorístico, destaca en la novela la utilización vocablos inventados (que supongo debieron traer de cabeza a la traductora) con un efecto indudablemente cómico: así, tenemos, además del citado "pequescopio", las "ninfusorias", los "burocumentos", el "tormentómetro", el mar "Braviterráneo", el "difamatín" o las "empollatablas de multiplicar"...

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