Año de publicación: 2016
Traducción: Javier Calvo
Valoración: muy recomendable*
Hace unas semanas, el mundo - sobre todo el Occidental y civilizado y bla bla bla - asistía con diversos grados de emoción a los fastos de despedida de la práctica profesional del tenis por parte de Roger Federer. Leyenda viva del deporte de la raqueta. En cualquier caso, sabedores todos de sus logros previos - puntillosamente matematizados en parámetros como edad, número de Grand Slams (1) o velocidad máxima tomada por la pelota en cualquiera de sus ace (2) - se dio el curioso hecho de que todo el mundo prestó más atención a las dos estampas del propio Federer junto a Nadal (3), ambos cogidos de la mano abandonando la cancha en que había tomado lugar el último partido, ambos sentados, cogidos de la mano mientras lloraban a moco tendido recibiendo, especulo, la atronadora ovación del público que había presenciado el match (4), imágenes ambas que, parece ser, debían contribuir a normalizar ciertas reacciones entre hombres heterosexuales y triunfadores e incluso (ahora que Djokovic insiste en situarse en un tercer ángulo reprobable dada su absurda tozudería con no vacunarse del Covid) a desdeñar de forma definitiva lo de que los rivales en la práctica deportiva ha de conllevar antagonismo en lo personal. Solo nos falta ver de la manita a Messi (5) y a Cristiano Ronaldo en una situación similar, incluso compartiendo camiseta, para acabar de opinar que el mundo es un lugar justo e idílico (solo unos minutos antes de recordar a Putin y Zelensky dirimiendo sus diferencias).
Quiero decir que esta es una contribución significativa a la humanidad, como lo serán esos partidos homenaje que, una vez Nadal se retire, jugarán con cierta frecuencia espaciada, con asientos en fila cero de precios prohibitivos que pagarán empresas de artículos de lujo o multimillonarios con necesidades de desgravación, o fans absurdos que prefieran endeudarse de por vida y perseguir su sueño que dar de comer a su familia.
Pero yo iba a escribir aquí sobre un libro. A pesar de que he visto muy pocos partidos de tenis en mi vida, creo recordar que ninguno entero (6), antes de aseverar que odio el tenis, sería más exacto decir que me es algo indiferente y que no lo sigo en absoluto, aunque cada cierto tiempo puedo caer en la cuenta de que algún nombre empieza a sonarme más con lo que sobreentiendo que contamos con una estrella emergente (ahora creo que hay uno con un apellido de aromas griegos, pero no soy capaz de escribir su nombre (7) ). Hecha esta consideración que, como mínimo esta sea la segunda vez que leo estos dos textos y aprecie de nuevo su enorme calidad, tratándose como se trata de dos artículos sobre un tema que me despierta escasa pasión, dice mucho de David Foster Wallace. Aunque ello signifique que sea la última vez que reseñe al autor (8) puede que la curiosidad haya traído a más de uno hasta aquí y hay que recordarle a los lectores esa cualidad del escritor estadounidense: la de arrastrar con su convicción y su amigable insolencia al lector hacia su terreno. A base de entremezclar temas y saltar de un lado al otro en un discurso - el del primer relato - que pasaría por ser una crónica de un periodista al que han destinado a un lugar equivocado y que tiene que extraer un puñado de páginas de ello, pero no. Foster Wallace practicó el tenis y es un fan entregado. Pero esa entrega no le impide analizar y evaluar lo que sucede entorno a un torneo de primer nivel de tenis profesional. Y si hay que hablar, entre el torrente narrativo, de los precios ajustados o no, de refrescos y bocadillos, pues se habla. O de la analogía del gap social que presentan los precios de las localidades y sus ubicaciones respecto a las pistas. O de la curiosa fauna movilizada alrededor de su organización, desde el estricto marcaje de los patrocinadores obsesionados en remarcar su presencia de forma constante y exprimir hasta la última gota del limón publicitario sobre un deporte practicado y disfrutado por sectores privilegiados de la sociedad. Foster Wallace (9) no es un periodista que habla de un partido y cómo ha acabado. Es un escritor que puede hacer eso (10)- sin abandonar por un momento su personalidad literaria y sus esenciaa estilísticas. La abrumadora (11) presencia de notas al pie en los textos es representativa de su dispersiva avidez por acotar y apuntar cuánta idea creyera que permite apuntalar el relato principal, aunque haya momentos que la relación se descompensa y el lector profano piense por dónde transcurre el relato principal, si arriba en las cuatro líneas en tipo 11 o abajo en las extensas notas en tipo 8 o 9. Llega un punto, sobre todo en el segundo relato, en que Foster Wallace puede ser tan meticulosamente descriptivo que el profano se sienta desorientado, pero es disculpable en todo momento pues su gusto por los detalles y su precisión incluso al introducir elementos disruptivos muestra unas cimas majestuosas que sus seguidores (11) solo pueden aspirar a imitar.
(1) ¿Queda aquí alguien que no sepa lo que es un Grand Slam?
(2) Idem con un Ace
(3) Idem con Nadal
(4) Ya paro, la broma ha dejado de ser divertida
(5) Otro socorrido recurso entre cierta gente: aparentar no saber quién es Messi
(6) Completamente cierto, no soy un snob como los del punto (5)
(7) Stefanos Tsitsipas - efectivamente griego, gracias Google
(8) Tampoco nos pongamos trágicos, de hecho esto podría considerarse como un extracto o un refrito de la reseña de En cuerpo y en lo otro*, pero el coordinador de este blog es muy fácil de engañar.
(9) Cuya historia es sobradamente conocida si uno he tenido el mínimo interés en la literatura en los últimos veinte años
(10) De hecho el segundo relato, más centrado en un duelo Federer-Nadal celebrado en 2005, es profuso en detalles sobre este un otro tanto, incluso al extremo de provocar la búsqueda de esas imágenes en el siempre socorrido Youtube
(11) Y parece que influyente
(12) Me doy por aludido
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* Salvo por el hecho nada desdeñable de que la editorial tuvo la desfachatez de compendiar dos piezas de un mismo libro anterior (En cuerpo y en lo otro) y ofrecerlas aquí, con una bonita portada y un precio módico, sin preocuparse de mencionar - o no haciéndolo de un modo claro - que el libro no contiene material inédito y, por lo tanto, es un mero artefacto sacacuartos para, solapadamente, engañar y hacer pasar por caja al lector completista.
1 comentario:
Éste libro de DFW aun no lo he leído, pero he de decir que leo tus reseñas y las disfruto muchísimo.
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