Título original: The vet’s daughter
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1959
Valoración: Recomendable
Otra pequeña joyita encontrada por casualidad curioseando en la biblioteca, otra escritora hasta ahora desconocida cuyos estilo y universo me han cautivado… Hablo de La hija del veterinario, de Barbara Comyns, un hallazgo que puedo comparar perfectamente con el que me supuso Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson, reseñado en este blog no hace demasiado. Y eso que Comyns y Jackson tenían varias cosas que las separaban (inglesa una, estadounidense la otra; mujer de ocupaciones y parejas diversas una; ama de casa asentada en un barrio residencial con su eterno marido la otra…).
Sin embargo, creo que ambas coinciden en la clase de ambiente que muestran en los citados libros: realidades aparentemente aburridas y monótonas en las que destacan de forma desconcertante sus protagonistas, dos personajes femeninos muy jóvenes que pese a tener todas las de la ley para ser tan aburridos y predecibles como el resto de sus vecinos, se revelan brillantes, apasionados, tozudos, carismáticos y dañinos consciente o inconscientemente. Narran en primera persona y de forma perversamente inocente sus poco usuales historias, y como terminan de hacerlo en no demasiadas páginas, dejan unas insoportables ganas de más. Como curiosidad, decir que los dos libros han sido comparados con la Carrie de Stephen King por la crítica, y yo no puedo estar más de acuerdo.
Pero centrémonos en La hija del veterinario.
En esta novelita, Barbara Comyns cuenta la historia de una joven y triste muchacha, hija de, efectivamente, un veterinario (un veterinario déspota, violento e intratable) y una pobre mujer que se está muriendo. La hija del veterinario, bonita y muy tímida, vive prácticamente como una empleada doméstica en su propia casa y sólo tiene una amiga, una muchacha sordomuda que desea ser modista. Pero también tiene como apoyo al risueño “Ojitos”, el joven ayudante de su padre que está claramente enamorado de ella. Y el talento de Comyns queda bien demostrado ya desde estas primeras páginas.
Quizás sea yo que soy muy sensible con ciertas cosas, pero leer cómo la moribunda, una desdichada y bonita chica de campo que prácticamente fue obligada a casarse con un tipo chulo y atractivo pensando que su vida sería un cuento de hadas, recuerda melancólicamente su sencilla vida anterior, me dejó con las lágrimas colgando. Sobre todo cuando se es conocedor de la vida marital que llevó la mujer, repleta de vejaciones y maltratos de todo tipo.
Finalmente, la madre de la protagonista muere (no es spoiler porque está contado y cantado), y entonces el pérfido veterinario se empareja con una mujerzuela de taberna con ganas de medrar y que tiene una relación amor/odio con la hija de su amante, hasta el punto que trata de emparejarla con un libidinoso y embustero tipo de la misma calaña que ella. Pero nuestra heroína conseguirá salir airosa de estos tejemanejes y de otras situaciones poco agradables a las que se irá enfrentando a lo largo de la novela, amor frustrado inclusive, y verá cómo el extraño don que tiene (he aquí el misterio de la función, ¿pista?, mirad atentamente la portada que acompaña a este post) se hace cada vez más poderoso…
En resumen: un libro lleno de magia, dolor y encanto y con un desenlace que le deja a uno parpadeando, de la mano de una sugerente escritora que perfectamente podría haber nacido y crecido en alguna casa de campo del sur de los Estados Unidos y haber sido etiquetada como gótica sureña. Cualidades, no le faltan.
También de Barbara Comyns en ULAD: Y las cucharillas eran de Woolworths, El enebro
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