jueves, 14 de junio de 2018

Mary Karr: El club de los mentirosos

Idioma original: inglés
Título original: The Liars' Club
Año de publicación: 1995
Traducción: Regina López Muñoz
Valoración: ¿recomendable? ¿está bien? ¿se deja leer?

Como se puede apreciar, aún no tengo clara mi valoración acerca de este libro, así que voy a tratar de elaborar esta reseña a base de imágenes metafóricas, a ver si así ordeno un poco las impresiones que ha dejado en mi cabeza. Ahí va la primera, pues:

1ª- Una montaña rusa: Digamos la Gran Khan de Port Aventura, por ejemplo... (o incluso mejor una de esas viejas y chirriantes montañas rusas de madera de película de miedo).  Estar subido a un chisme de ésos, eso es lo que sintió un servidor leyendo este libro: que lo subían  lentamente en un vagón, para luego bajar a toda velocidad, dar un par de tirabuzones y transitar por una zona llana y hasta aburrida, para luego volver a subir lentamente, etc...  Así es esta narración que, sin embargo -y puede que ahí esté la causa de tal sensación de disparidad-, he de aclarar que no es una novela, sino un libro de memorias. Nada de autoficción ni zarandajas de ésas: MEMORIAS a la antigua usanza, como Dios manda, desde que la autora nace hasta que... bueno, no voy a contar como acaba, porque además, al parecer, este es el primer libro de una serie de tres. Pero que nadie piense que se va guardando cosas en la guantera; no, las memorias avanzan a paso militar, un-dos, un-dos, sota, caballo y rey. Punto.

¿Esta diversidad de sensaciones (confieso que en más de una ocasión, incluso con la mitad de sus 500 páginas ya leídas, la reseña de este libro estuvo a punto de convertirse en una reseña interruptus) significa que hay una irregularidad en la prosa o en la sinceridad de las confesiones que nos ofrece su autora? No, en absoluto: leyendo este libro, en todo momento se tiene más bien la sensación de estar ante un grifo abierto de palabras, de verborrea incontenible. Mira, esta puede ser la segunda metáfora:

2ª- Un grifo abierto: Torrencial, excesivo en algún momento es el flujo de palabras, de adjetivos, de detalles; una prolijidad inquebrantable, con independencia de si se nos está contando alguna situación truculenta -sólo diré que la autora sufrió más de un episodio de abuso sexual, aunque dada la corta edad que tenía bien podemos hablar de violación, digo yo, pese a que no se defendiera-, que una excursión a caballo o los momentos en que iba con su padre de caza o al bar de la Legión Americana de su pueblo en el Este de Texas, donde transcurrían interminables charlas con los amigotes -de ahí viene el título del libro-; esta incontinencia escrita adquiere cierto sentido si pensamos (aunque hay que decir que a Mary Karr, con toda razón, no le debe hacer mucha gracia que se la valore por esta circunstancia) que cuando escribía estas memorias mantenía una relación sentimental -y parece que bastante tormentosa, al menos por el trato de él hacia ella- con el sin par David Foster Wallace, que a su vez estaba escribiendo... pues sí, La broma infinita. Me imagino sus conversaciones mientras se lavaban los dientes antes de dormir:

-David, ya he escrito trescientas páginas de mi libro, creo que voy a ir terminándolo...
-¿Sólo trescientas? Eso no es nada, Mary, tiene que ser más largo, que es lo que le mola a la gente. Yo voy por setecientas y ni pajolera idea de como acabará...

(Los diccionarios de sinónimos de esa casa debían de tener el lomo desgastado por el uso).

3ª- Un automóvil Lancia Lambda de 1923:  ¿Mandeloqué? ¿Y eso a qué viene? Pues a que ese coche fabricado por Lancia fue el primero que incorporó una carrocería autoportante, es decir, una en la que el chasis está integrada con la chapa externa del vehículo, que de esta forma soporta parte o toda la carga estructural del mismo, en vez de hacerlo un chasis rígido al que van unidas las planchas de metal o madera que componían la carrocería. Trasladada la imagen a términos literarios: en este libro es el estilo, magnífico, el que soporta buena parte del peso de la narración. Porque lo que queda  claro es que Mary Karr escribe de maravilla y es este dominio del estilo, más que sus avatares biográficos o las circunstancias de su familia -compuesta, además de por su hermana mayor, por una madre inadaptada, enloquecida y alcohólica, un padre redneck, aunque buena gente, y una abuela siniestramente tiránica- las que mantiene en pie toda la estructura del libro y lo hacen avanzar, por más que, repito, de forma algo cansina en más de un momento. En otros, en cambio, leerlo es tan fácil como beber agua. De ahí la última metáfora visual que propongo:

4º- Un cruce de caminos: A ser posible, solitario y polvoriento, como los quiere el tópico en algún lugar de Texas o el Sur de EEUU. El lector (yo mismo) está plantado en medio con una vieja maleta en la mano, sin saber hacia donde tirar... ¿A la derecha, a la ciudad de Recomendaville? Quizás si el libro no pasara de las, pongamos 300 páginas (ay, DFW, que pernicioso fuiste para Mary, en tantos sentidos...); ¿a la izquierda, hacia la ciénaga de Se Deja Leer, el laberinto de fango donde se han empantanado tantos libros, antes de sucumbir bajo las picaduras de mosquitos y la mordedura de las serpientes mocasín? Bueno, la verdad es que El Club... tampoco está tan mal; ya digo que, al menos en cuanto al nivel de su escritura, merece algo mejor que eso... ¿De frente, pues, al villorrio de Estábientown, famoso por sus destilerías de alcohol ilegal y sus antros para camioneros? Mirad, yo qué sé... leedlo y luego me lo contáis, que yo creo que me voy a quedar un buen rato sentado en este cruce. Sacaré la armónica...


13 comentarios:

Sir Robin dijo...

Ostras Juanin, este mes que viene le hincare el diente, pero ¡menuda reseña! Uf.

Oriol dijo...

Si es que eres un máquina, Juan. ¿Cómo diablos se te ocurren estas reseñas? ¿Nos escondes algo? ¡Comparte tu secreto, anda!

Marc Peig dijo...

¡Grandísima reseña, compañero! Creatividad al poder.

Juan G. B. dijo...

Me vais a sacar los colores...😙

Lupita dijo...

Vaya, Juan: me he quedado al leer tu reseña como cuando mis hijas me descubrieron los dibujos kawai japoneses, o sea, ojiplática. Tu reseña tiene de todo:
1. Una metametáfora, pues tus metáforas visuales del libro son una propia metáfora de la reseña. Nos subes a la montaña rusa, luces tu verborrea sobre coches, parejas de escritores y luego nos dejas solos, igual o más indecisos que al empezar la reseña.

2.Una autobiografía lectora. Leyéndote uno averigua bastante sobre tus lecturas, conocimientos y gustos literarios.

3. Mucho sentido del humor. Como mola. Gracias, me has alegrado el día.

4.Mucho, mucho morro disfrazado de humor. Dicho desde el cariño. Ahora los lectores tenemos que leer el libro y decirte qué camino tomar en el cruce
..

Y..,¿cómo sabes que Mary Carr se contagió de DFW y no al revés? ¿Eso no es un micromachismo? ¿Eh, eh?
En fin, tendré que leer el libro.

Saludos decentes

Juan G. B. dijo...

Hola, Lupita:
Ante todo, gracias por tu, como siempre, estupendo comentario. Responderé yo también por partes, si no te importa.
1- ¿Debo interpretar que yo también soy kawai? Te lo agradezco, de verdad, pero eso es porque nunca me has visto por las mañanas, recién levantado. Entonces me parezco más a Godzilla...
2- Como de costumbre, me has pillado el truco. En efecto, he aplicado en esta reseña esa técnica que ya utilizó Quevedo en un famoso soneto y a la que hoy en día son tan aficionados tantos escritores de la llamada !"literatura del yo": si no sabes qué contar, cuenta que no sabes qué contar... Punto de partido para ti.
3- Es cierto que me he comportado de manera mcromachista y te agradezco que lo señales: ¡por supuesto que una escritora mujer puede ser tan brasas y plasta como un hombre, qué duda cabe! Muy bien en sororidad, Lupita, las escritoraas brasas te estarán agradecidas...
4- por ultimo, y dado que parece que aprecias mi verborrea sobre coches, aprovecharé para ampliar mi comentario sobre el tema, a modo de nota a pie de página, como esas interminables que tanto le gustaban al amigo David foster. Que sea un homenaje en su memoria:
-La carrocería autoportante fue introducida en Estados Unidos, sin embargo, por Chrysler, con su novedoso modelo Airflow, de 1934, diseñado por Carl Breer. No obstante, tardó en imponerse en ese país por la popularidad de los chasis independientes, que permitían hacer fáciles modificaciones en la carrocería, utilizando simplemente planchas de madera, por ejemplo. Eso es lo que ocurría con los automóviles que los hoteles de veraneo enviaban a recoger a sus clientes que llegaban en tren y que tenían un maletero ampliado para que cupiese todo el equipaje. De ahí que a las "rancheras" se las conozca en EEUU como "Station Wagon" y que los laterales de madera o imitando a esta fueran casi preceptivos de este tipo de vehículos hasta los años 80.

Lupita dijo...

Hola de nuevo:
Pido perdón a los demás por este diálogo de besugos que nos hemos montado Juan y yo, ya sabéis que cuando las escasas luces se unen..
Bueno, Juan. Al lío. He mencionado los dibujos kawai porque se me abrió un mundo nuevo. Los dibujos kawai son una trampa: envuelven lo que sea en la monada (una bomba atómica kawai es monísima)y al que es un zote le da la posibilidad de sentirse dibujante. Lo mismo que has hecho tú: nos has envuelto en una verborrea ingeniosa para que lo hagamos luego todo nosotros. No sé si eres del tipo kawai o Super López, pero seguro que con unos ojos tipo anime y un pelo cuqui-desordenado estarías monísimo.

Respecto al escribir sin decir nada, pues hay que ser muy ingenioso. En mi caso, puedo hablar mucho sin decir nada, como muchas ..personas (casi cometo un atentado lingüístico sexista)Ahí tenemos a magos del ingenio, como Quevedo, Roald Dahl, y para mí, Quim Monzó, que es capaz de tenerte en vilo cayéndosete la baba del gusto y no haberte contado nada.

En el caso de este libro, no he leído a DFW, pero sí la poesía de Mary Karr. Si no recuerdo mal, el poema que le dedicó a su muerte venía a decir que todos los suicidas son unos soplapollas, por lo que no se anda con chiquitas esta mujer.

En cuanto a tu último párrafo, pues gracias. Cuando en casa no se pueden dormir, me llaman y me piden la técnica de "aburrir" El tema estrella es el amor cortés, que me sé de memoria, y que si cuentas con voz de profesor medieval aburre a las ovejas.
Si soy capaz de aprenderme lo del coche -he escuchado a Sánchez Dragó, así que eso puedo hacerlo- lo incorporaré a mi repertorio soporífero.

Y sin más tonterías que añadir, me despido.
Leed mucho y muy fuerte

Juan G. B. dijo...

Ja, ja...hola otra vez Lupita:
Si tienes problemas para soltarle el rollo a alguien (y te aseguro que lo de que las mujeres pueden ser unas brasas no lo decía por ti), dímelo y pongo otra nota a pie de página explicando como Carl breer revolucionó el diseño aerodinámico y la distribución del peso en los automóviles con su Chrysler Airflow, de una manera que sólo se volvería a hacerse con el Porsche 356, diseñado por el no menos preclaro Erwin Komenda.
Sobre el asunto Mary Karr-DFW, parece que este último se comportó de una manera poco caballerosa con ella, con acoso y agresiones incluias.. (también es cierto que sufría de cierta enfermedad mental, el hombre), por lo que quizás ella no se refería sólo a que los suicidas eran uops soplapollas,a sí en general, sino que estaba pensando en uno en particular, noo sé. De todos odos, leyendo estas memorias (y por lo que se adelanta de las posteriores) quda claro que Mary Karr no parece precisamente un persona fácil de doblegar, sino que los tiene bien puestos (lo que sea).
De nuevo un saludo y gracias por tu visita.

Juan G. B. dijo...

Buff... acabo de leer este último comentario y el que parezco soplapollas soy yo... soplapollas y disléxico ; )
Sorry

Lupita dijo...

SDG..SDG..
Perdonado..jaja

Marc Peig dijo...

:-D me encanta la charla que estáis teniendo, es un momento de distensión necesario. Aunque cuidado, Juan, con meterse con DFW, que creo que un tal Francesc Bon también nos lee y puede tomar represalias :-D
Abrazos a los dos
Marc

Unknown dijo...

Lo he dejado en la pag 80.Me parece una narracion desapasionada y nada brillante.Me parece que no tiene un estilo narrativo genuino y se limita a ametrallar anécdotas pero el mosaico en si no me aporta nada.

Juan G. B. dijo...

Hola: sí, es un poco la impresión que me quedó a mí, aunque yo acabé el libro... Pero muy bien lo podía haber dejado en cualquier momento.
Un saludo y gracias por el comentario.