Título original: The Yiddish Policemen's Union
Año de publicación: 2007
Traducción: Javier Calvo Perales
Valoración: Muy recomendable
Marchando una de ucronía, a cargo esta vez del otrora "joven prodigioso" Michael Chabon (sé que la ocurrencia es mala de narices, pero no he podido evitarlo... pido disculpas). Situación preliminar: en 1948 al incipiente Estado de Israel le han dado para el pelo sus vecinos, y los Estados Unidos se ven impelidos a acoger a los sionistas fugitivos, así como a los supervivientes del exterminio ocasionado por los nazis en Europa; un montón de gente sin recursos, en todo caso. La solución es crear para ellos, de forma provisional, un distrito bajo jurisdicción federal en la remota Alaska, en concreto alrededor de la localidad de Sitka (en la realidad un pintoresco puerto pesquero, como puede verse en algunas películas de Hollywood), ciudad que, sesenta años más tarde, cuenta con varios millones de habitantes, mayoritariamente judíos. Es el momento, además, en el que se va a cumplir la llamada revocación del especial estatuto de Sitka, que volverá a pertenecer al Estado de Alaska y muchos -o casi todos, no se sabe con certeza...- de sus habitantes volverán de nuevo a la diáspora sin fin que padece el autoproclamado Pueblo Elegido (elegido para congelarse, según los judíos norteamericanos).
A todo esto, en un hotel de medio pelo de la ciudad, el Zamenhof, aparece asesinado uno de los clientes, un tal Lasker, hombre de apariencia tranquila, posible heroinómano y aficionado al ajedrez. Como resulta que otro de los residentes en el hotel es el detective de homicidios Meyer Landsman -un poli en horas bajísimas, cómo no-, éste se siente obligado a hacerse cargo de la investigación, pese a que tal vez no le queden más de dos meses como policía, hasta la inexorable Revocación. A partir de aquí se desarrolla la correspondiente trama policíaca, con sus previsibles elementos que ya hemos visto y leído en cientos de novelas, películas y series de televisión: ese poli brillante pero autodestructivo (no hace falta mucho para imaginar a Landsman con la jeta de Bruce Willis, por ejemplo); su relación casi matrimonial o en todo caso familiar con su compañero Berko; su relación aún más matrimonial -o todo lo contrario- con su superior jerárquico, pues resulta ser su ex-mujer Bina; el habitual submundo de informantes más o menos pintorescos, colegas de profesión no menos pecualiares y poderosos gángsters que tal vez no sean sino los factótums de fuerzas aún más poderosas... En fin, ya digo que es una novela que sigue un camino bien trillado, a pesar de haber sido bien condimentada con exóticos aderezos (al menos, exóticos para mí, que ni soy judío ni de Alaska): problemas de ajedrez y geoestratégicos, relaciones con los indios tlinglit, sectas hasídicas como los verbovers, cuya supuesta superioridad moral les legitima para delinquir sin reparos en el mundo exterior a ellos (vamos, como si fuera algún partido político español...); presuntos mesías y vacas sagradas... El carácter ucrónico de la historia parece servirle a Chabon, sobre todo, para recordarnos que las cosas son de una manera, pero que muy bien podrían haber sido de otra... o viceversa.
En conclusión, una novela policíaca más, ¿no? Pues sí... pero no. O no, pero sí, como se prefiera... Porque, desde luego, se pueden escribir y de hecho se escriben constantemente una infinidad de novelas policíacas, negras, noirs o como se quiera llamarlas. De mil, diez mil o cien mil maneras dispares; con mil situaciones diferentes, diez mil víctimas o cien mil detectives distintos. En ambientes ucrónicos, históricos, realistas, fantásticos, disparatados, simbólicos o premonitorios. Con todas las variaciones posibles de modus operandi, de método investigador y de los motivos del crimen. Lo que se quiera... pero lo que no puede hacerse, de ninguna manera, es escribir una novela de este tipo mejor de lo que lo ha hecho Michael Chabon. Igual de bien, sí, más fascinante quizás; pero no con una mayor calidad literaria, con un mejor dominio de la narración y de los personajes, con mayor profundidad psicológica o una trama más cautivadora. Nu, le ha salido perfecta, a este yid.
Sólo puedo añadir: ¡Mr. Chabon, chapeau (porkpie hat, por supuesto) y Mazel Tov!
A todo esto, en un hotel de medio pelo de la ciudad, el Zamenhof, aparece asesinado uno de los clientes, un tal Lasker, hombre de apariencia tranquila, posible heroinómano y aficionado al ajedrez. Como resulta que otro de los residentes en el hotel es el detective de homicidios Meyer Landsman -un poli en horas bajísimas, cómo no-, éste se siente obligado a hacerse cargo de la investigación, pese a que tal vez no le queden más de dos meses como policía, hasta la inexorable Revocación. A partir de aquí se desarrolla la correspondiente trama policíaca, con sus previsibles elementos que ya hemos visto y leído en cientos de novelas, películas y series de televisión: ese poli brillante pero autodestructivo (no hace falta mucho para imaginar a Landsman con la jeta de Bruce Willis, por ejemplo); su relación casi matrimonial o en todo caso familiar con su compañero Berko; su relación aún más matrimonial -o todo lo contrario- con su superior jerárquico, pues resulta ser su ex-mujer Bina; el habitual submundo de informantes más o menos pintorescos, colegas de profesión no menos pecualiares y poderosos gángsters que tal vez no sean sino los factótums de fuerzas aún más poderosas... En fin, ya digo que es una novela que sigue un camino bien trillado, a pesar de haber sido bien condimentada con exóticos aderezos (al menos, exóticos para mí, que ni soy judío ni de Alaska): problemas de ajedrez y geoestratégicos, relaciones con los indios tlinglit, sectas hasídicas como los verbovers, cuya supuesta superioridad moral les legitima para delinquir sin reparos en el mundo exterior a ellos (vamos, como si fuera algún partido político español...); presuntos mesías y vacas sagradas... El carácter ucrónico de la historia parece servirle a Chabon, sobre todo, para recordarnos que las cosas son de una manera, pero que muy bien podrían haber sido de otra... o viceversa.
En conclusión, una novela policíaca más, ¿no? Pues sí... pero no. O no, pero sí, como se prefiera... Porque, desde luego, se pueden escribir y de hecho se escriben constantemente una infinidad de novelas policíacas, negras, noirs o como se quiera llamarlas. De mil, diez mil o cien mil maneras dispares; con mil situaciones diferentes, diez mil víctimas o cien mil detectives distintos. En ambientes ucrónicos, históricos, realistas, fantásticos, disparatados, simbólicos o premonitorios. Con todas las variaciones posibles de modus operandi, de método investigador y de los motivos del crimen. Lo que se quiera... pero lo que no puede hacerse, de ninguna manera, es escribir una novela de este tipo mejor de lo que lo ha hecho Michael Chabon. Igual de bien, sí, más fascinante quizás; pero no con una mayor calidad literaria, con un mejor dominio de la narración y de los personajes, con mayor profundidad psicológica o una trama más cautivadora. Nu, le ha salido perfecta, a este yid.
Sólo puedo añadir: ¡Mr. Chabon, chapeau (porkpie hat, por supuesto) y Mazel Tov!
13 comentarios:
Hola Juan, hace tiempo que quiero leer a Chabon. Cuál de sus libros sería un buen comienzo?
Gracias!
PD: Muy buena reseña
Hola, Gabriel:
Pues yo creo que éste mismo es una muy buena elección; o si no, "Jóvenes prodigiosos".
Gracias por el comentario, por supuesto! ; )
No puedo creer que hasta hoy no se hubiese reseñado un libro de Chabon en ULAD ... Más vale tarde que nunca.
He leído también "Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay", excelente novela con trasfondo en la Golden Age del cómic USA, y "La solución final", novela corta y entretenida con un Sherlock Holmes muy mayor de protagonista. Pendiente tengo desde hace meses "Telegraph Avenue" y tomo nota de "Jóvenes prodigiosos".
Chabon es muy, muy grande.
A mí, "las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay" me pareció sencillamente genial. Luego leí "la solución final", "el sindicato de policía yiddish", y "telegragh avenue". Y aunque todas me parecieron buenas novelas, y pienso que Chabon es un gran escritor, ninguna me pareció tan redonda como Kavalier y Clay, que recomiendo a todo el mundo. Por cierto que a los aficionados a la ciencia ficción les sorprenderá saber que esta novela que has comentado hoy, se llevó sorprendentemente los premios Hugo, y Nebula. Bastante forzado creo yo, teniendo en cuenta que sólo es de este género de refilón... Pero buena novela en cualquier caso!
Tengo este libro en espera desde que leí "Telegraph Avenue". Con tu reseña lo saco del fondo de la lista y lo pongo encima. Creo que es un autor en el que merece la pena profundizar.
Un abrazo.
Después de leer la buena reseña de Juan investigué quién es Michael Chabon, nombre que jamás había escuchado en mi vida. Algo extraño, ya que da el tipo de escritor que suele llamar mi atención.
Interesante ucronia, que adicionaré a mi ya muy larga lista de lecturas pendientes.
PD: en lunfardo rioplatense chabón vendrá a significar tipo, sujeto. Aplicado entonces a Michael, digno de atención, el chabón.
Hola a todos:
Perdón ante todo por los problemas con las respuestas a vuestros comentarios (cosas del móvil).
Amigo Txus: tienes toda la razón, debimos reseñar a Chabon hace ya tiempo. prometo que no será el último.
Gracias, Javier: tomo nota y puede que el próximo libro de este autor sea el de Kavalier y Clay, que tiene muy buena pinta. Gracias de nuevo por la recomendación.
Hola, Rosa: te lo recomiendo vivamente; seguro que te gustará.
Estimado Puma: conociendo tus gustos, creo que te encantará esta novela...¡lástima que esté ambientada en Alaska y no en la Patagonia (que también podría ser)! ; )
Un saludo a todos y muchas gracias por vuestros comentarios.
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Acabo de leer este artículo en una estupenda web sobre geopolítica:
http://elordenmundial.com/2016/10/israel-busca-la-tierra-prometida/#comment-30071
Por lo visto, la idea de una "colonia" judía en Sitka no se le ocurrió de la nada a Michael Chabon
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