Idioma original: inglés
Título original: Remainder
Año de publicación: 2006
Traducción: Andrea Vidal
Valoración: bastante recomendable
Que Javier Calvo proclamara a Tom McCarthy como casi su única referencia respetable del mundo literario contemporáneo me incitó poderosamente la curiosidad. Sé que Calvo suele exagerar, a veces deslumbrado, a veces para provocar ciertas reacciones. Pero su mensaje tiene calado y aquí me tienes, motivación manda, intriga se impone. Y esta Residuos es su ópera prima, y pasa de acumular rechazos de editoriales londinenses, a, años después, ser considerada por ciertas opiniones de peso como una importante novela. Lo que tiene la suerte, o la casualidad, o la oportunidad de contar con esos influyentes lectores.
Título original: Remainder
Año de publicación: 2006
Traducción: Andrea Vidal
Valoración: bastante recomendable
Que Javier Calvo proclamara a Tom McCarthy como casi su única referencia respetable del mundo literario contemporáneo me incitó poderosamente la curiosidad. Sé que Calvo suele exagerar, a veces deslumbrado, a veces para provocar ciertas reacciones. Pero su mensaje tiene calado y aquí me tienes, motivación manda, intriga se impone. Y esta Residuos es su ópera prima, y pasa de acumular rechazos de editoriales londinenses, a, años después, ser considerada por ciertas opiniones de peso como una importante novela. Lo que tiene la suerte, o la casualidad, o la oportunidad de contar con esos influyentes lectores.
Leo que es una novela de ciencia ficción, lo leo en la contraportada del libro, lo cual debería ser una referencia fiable. Pero no acaba de parecérmelo, conforme la leo. Pienso, sí, en un mundo distópico y diferente, pero no al uso. Naturalmente no me planteo desdecir a la editorial. Pero quizás esta definición limita el alcance de esta novela que, voy a soltarme ya, sí que coincido en encontrar original e importante.
Nuestro protagonista no tiene nombre: un detalle relevante pues, de repente, parecerá que no tiene vida anterior. O que el único centro de su vida sea, aspecto inquietante, un viejo Ford Fiesta abollado aparcado en una calle cercana. Elige pasar a su lado o no, piensa en volver a conducirlo algún día pero antes ciertas cosas tienen que pasar. Nuestro protagonista ha sufrido un accidente. Algo ha caído de algún sitio y lo ha herido. Esa propia indefinición ya es otro elemento adicional. Podemos pensar si es algo físico o ha sido una circunstancia de la vida, si el dolor es físico o es emocional. Ha estado en coma. Es indemnizado por el accidente: recibe una importante, mareante suma de dinero. Pero existen condiciones: la principal es que no puede desvelar detalle alguno de lo que pasó. Otra cuestión: cómo en un mundo atravesado por el exceso de información y de comunicaciones alguien puede no compartir un hecho tan capital: una colosal suma que cambia la vida a un individuo de 30 años. Pero nuestro protagonista elevará la apuesta: en una especie de reverso del Show de Truman, elige emplear su dinero (administrado y aumentado por un bufete de brokers de tres generaciones llamados Younger & Younger, todo el paquete es un magistral juego de guiños) en intentar recrear un mundo previo al que quiere seguir vinculado. Busca un edificio, busca actores que ejecuten actos que le acercan a su pasado: señoras que frían hígado, hombres que toquen el piano y cometan errores que les obliguen a volver a empezar, motoristas que manipulan sus vehículos. Gatos negros y tejados rojos. Lo quiere todo al detalle. Pasa a tener el comportamiento errático y caprichoso de los adinerados; de los adictos al lujo y a lo superfluo. Vuelve loco al pintor intentando recrear color, textura, forma de una grieta tal como la recuerda. Conforme esa trama que combina tonos sartrianos, orwellianos y austerianos (incluso pynchonianos o lethemianos) avanza, siempre en la frontera de lo fantástico y lo excéntrico, uno se da cuenta de la otra píldora envenenada que McCarthy nos ha preparado: a qué grado de alienación estamos dispuestos a llegar con la única contrapartida del bienestar económico. La espiral es obsesiva, busca situaciones que invierte fortunas en re-crear y acaba consumándose en un final paranoico, enfermizo, quizás algo lento y prolongado en su desarrollo. Un pequeño y justificable inconveniente para todo el torrente de sugerente prosa que le precede.
No sé si Javier Calvo tiene razón en su tajante afirmación. Yo no voy a ser tan decidido, porque no soy mucho de la cuestión esa de generar exclusiones. McCarthy (este McCarthy) tiene, por lo menos por lo leído en Residuos una visión aguda y feroz de la civilización occidental y los valores implantados, sobre todo los vigentes antes de eso de la crisis. Lo tenía en 2001, cuando, dicen, escribió esta novela, o en 2006, cuando se publicó. Un mundo tan veloz en sus cambios no sé si alteraría radicalmente esta novela, no sé si su obra posterior cambia de rumbo o fortalece lo planteado aquí. No lo sé, pero la a menudo excitante (léase la palabra excitante en todo su abanico de significados) lectura de esta novela, ha hecho que el comprobarlo pase a ser, desde ahora, uno de mis objetivos principales.
También de Tom McCarthy en ULAD: Satin Island
2 comentarios:
No se´quién es Tom McCarthy. Mucho menos, quién es Javier Calvo. Pero tu reseña me ha despertado curiosidad por conocerlos. Sin duda.
Gracias!
Buenas, Puma. Javier Calvo es un escritor barcelonés recién trasladado a Brooklyn, NY. Famoso por algunas novelas de fuerte poderío visual, pero sobre todo, en mi opinión, por su primoroso oficio como traductor de grandiosos escritores, como DFW. Excesivo, pero con un bagaje cultural que le convierte en una referencia: suelo echar un ojo a todo lo que recomienda, pues uno a veces no tiene bastante con dónde le lleve la intuición. Sobre McCarthy, espero seguir informando.
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