Idioma original: rumano
Año de publicación: 1976
Valoración: Muy
recomendable
Puede
decirse que Mircea Eliade habitó el siglo XX casi de principio a fin. Nacido durante
la primera década, estuvo muy cerca de alcanzar la última.
Estudioso
de mitos y religiones, apasionado por la filosofía, encontró en el género
fantástico la forma de satisfacer y expresar su inquietud por lo trascendente.
Esta novela corta fue escrita cuando rondaba los setenta años, la misma edad
que otorga a su protagonista en el instante que inicia su epopeya. Al misterio
que envuelve el argumento, se añade el que deriva de la parquedad con que este se
trasmite. En la primera escena, Dominic Matei es alcanzado por un rayo, a
continuación debe permanecer algún tiempo en la unidad de quemados de un
hospital. Está en coma, aparentemente no ve ni oye, pero pronto eso deja de ser
cierto y comienza a ser consciente de todo cuanto ocurre a su alrededor. Llega
un momento en que incluso es capaz de comunicarlo mediante sutiles movimientos
que los médicos reciben con entusiasmo y sorpresa.
A
medida que conocemos sus andanzas, nos vamos dando cuenta de que el accidente,
no solo ha respetado su vida, también le ha beneficiado hasta límites increíbles. En dos aspectos concretos, el vigor físico y la apariencia –propios de alguien
mucho más joven, que darán lugar a una longevidad considerable– y la sabiduría,
que aumentará casi alarmantemente. Empieza a comprender en profundidad todas
aquellas materias que le habían interesado hasta el momento y a dominar idiomas
que antes solo conocía de forma superficial.
Este
arranque promete una divertida trama de ciencia ficción repleta de aventuras y
da a entender que el personaje sacará provecho de sus privilegios pues el autor
forzará las posibilidades que estos prometen e indagará hasta el límite en sus
causas y consecuencias. Pero en manos de Mircea Eliade estas expectativas no
tienen mucho sentido pues lo que realmente le interesa no es construir un
artefacto trepidante con el objetivo de entretener a los lectores, sino
introducirnos en su particular universo, investigar sobre la materia de que
estamos hechos, profundizar en nuestra naturaleza personal y social colocando
en el microscopio la personalidad que el mismo ha creado, permitiendo que se
desarrolle en el tiempo sin forzar conductas ni interesarse por aspectos que
considera irrelevantes.
Desembocamos
así en situaciones mucho más sencillas de lo que imaginábamos, guiados por una
sobriedad argumental que, siendo la del personaje, no es más que un reflejo de la
del novelista. Y, sin embargo, no se pierde el factor sorpresa, al contrario,
lo que recibimos es, sin duda, más jugoso de lo que podríamos esperar y de lo
que hubiésemos encontrado tras un desarrollo convencional del planteamiento. A
través de las vicisitudes de Matei –incluso de las peripecias más novelescas,
de los escarceos persecutorios y los remedos de espionaje– comprenderemos que
la gran bicoca no es tal, de que, por desgracia, se ve obligado a ocultar su
situación, de que la longevidad conlleva una soledad monstruosa pues los
científicos, únicos cómplices de su forzosa aventura, van desapareciendo, de
que la eterna juventud acaba siendo tediosa y la mayor de las sabidurías aleja
a quien la posee de sus semejantes ofreciendo, como contrapartida, escasos
efectos prácticos.
En
resumen, un conglomerado de elementos hábilmente integrados para componer un
volumen que, bajo el aspecto de ciencia ficción, realiza un compendio de los
principales mitos que han sobrevolado las civilizaciones humanas y muestra con
bastante claridad las preocupaciones filosóficas, y hasta humanas, de Eliade. Francis
Ford-Coppola rodó en 2007 su versión cinematográfica, distribuida en España en
formato DVD bajo el título de El hombre
sin edad.
Del mismo autor: Lo sagrado y lo profano
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