Idioma original: inglés
Título original: The Slap
Año de publicación: 2008
Valoración: recomendable
Hector cumple 43 años y organiza una barbacoa para celebrarlo con su familia y amigos. Así que, después de llenar la mesa del jardín de comida y la nevera de alcohol, su casa se llena de hermanos, primos, amigos suyos, amigos de su mujer... y niños. Y entre esos niños está Hugo, un pequeño de tres años al que sus padres le permiten hacer lo que quiera y que consigue sacar de quicio a todo el que asiste a la fiesta. Hasta que se pasa de la raya y uno de los invitados, primo de Hector para más señas, le da una bofetada. Nada será igual a partir de entonces. Los padres del niño denuncian al primo de Hector y todos los presentes en la barbacoa deben escoger un bando: ¿apoyarán a los padres del pequeño o le quitarán hierro al asunto porque el crío se merecía el sopapo y, como se suele decir, una bofetada a tiempo previene muchos problemas?
Además de plantear –de forma clara y directa– si es admisible darle una bofetada a un niño cuando éste se porta mal (atención, estamos hablando de darle UNA bofetada, no una paliza) o si hay que aplicarle otro tipo de castigo (o mejor, educarlo correctamente desde un principio), Tsiolkas utiliza esta novela para analizar las relaciones que mantenemos con los que nos rodean: ¿puede nuestra familia entrometerse en nuestro matrimonio (o al revés)? ¿Mantenemos a nuestros amigos a lo largo de los años porque realmente esa amistad merece la pena o porque nos sentimos cómodos? ¿Tenemos hijos porque queremos o para esconder esos problemas con los que no sabemos lidiar?
Sin duda, son los protagonistas de esta novela su mayor acierto. El autor nos presenta a una serie de personajes (la mayoría rondando los 40 años) que aparentemente disfrutan de la vida y de sus familias, pero que en realidad están tan perdidos y se sienten tan inseguros como los adolescentes a los que contratan para cuidar de sus hijos. Ni siquiera sus padres, ya ancianos y con mil y una vicisitudes a la espalda, parecen saber qué rumbo tomar y cómo deben reaccionar ante la adversidad, por pequeña que ésta sea.
En esta historia nadie (o casi nadie, al menos) es bueno o malo, culpable o inocente. Aquí todos tienen que cargar con sus aciertos y sus errores, y no parecen muy capacitados para hacerlo. Utilizando la voz de un narrador lejano, testigo de todo pero absolutamente imparcial y neutro, Tsiolkas consigue que a lo largo de esta novela nos hagamos unas cuantas preguntas incómodas, aunque sólo sea para comprobar que estamos muy lejos de conocer sus respuestas.
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