Idioma original: inglés
Título original: The ghost of Canterville
Fecha de publicación: 1888
Valoración: Recomendable
El nombre del autor del relato largo que hoy reseñamos bien podría ser una pregunta de Trivial, ya que El fantasma de Canterville se trata de una de las obras más célebres del susodicho pese a su escasa longitud. Y eso que el escritor de esta historia cultivó con éxito prosa, poesía, ensayo y teatro.
Para los que aún no lo sepan, diré ya que Oscar Wilde es la respuesta a la cuestión planteada. Así es: el controvertido escritor británico de origen irlandés fue el artífice de esta divertida e ingeniosa historia con la que es posible pasar un divertidísimo rato a la vez que se lee buena literatura de finales del siglo XIX, algo que a algunos quizás pueda resultarles incompatible.
El fantasma de Canterville, que tiene un título que bien podría servir para presentar una terrorífica obra de cualquier autor macabro de la época, es en realidad una pieza cómica pese a que sí, en efecto, deambule por sus páginas un fantasma de pasado más oscuro que el fondo de un pozo. Dicha ánima en pena no es otra que Lord Canterville, del que se dice que asesinó a su esposa hace 300 años y que cuando murió de forma horrorosa, en vez de ir al otro mundo, se quedó rondando por su magnífico castillo de Inglaterra. Sin embargo, esta pavorosa leyenda no frena en absoluto a Hiriam B. Otis, un decidido y entusiasta señor norteamericano que junto con su familia (esposa, hijo mayor, otros dos hijos que son un par de traviesos gemelos e hija pequeña) se instala en el castillo Canterville.
Pero, para variar, no será esta familia (indómita y de férreos ideales patrióticos y energía agotadora) la que tiemble al chocarse con el, en teoría, temible fantasma de Canterville: más bien serán ellos los que torturen al pobre espíritu. Especialmente los gemelitos Otis, que no tendrán piedad a la hora de burlarse y hacer faenas al ser. Y es que los Otis, genios y figuras del Nuevo Mundo, encuentran soluciones de todo tipo para enfrentarse a su cansino inquilino, desde borrar la mancha de sangre de la difunta señora Canterville que aparece a diario en el castillo a base de detergente, hasta engrasar las cadenas del pobre espectro para que no dé tanta guerra.
Así, Wilde consigue que los lectores de su obra le tengan verdadera lástima al que en teoría debería ser el villano de la función, y cojan mucha manía a los prepotentes Otis, tan pagados de sí mismos y seguros de pertener al país más bravo y progresista del mundo, y que representan el pragmatismo y la falta de romanticismo y temores ancestrales que trae consigo el progreso humano en todos los sentidos. Menos mal que la dulce Virginia, la menor de los Otis, ayudará a nuestro pobre fantasmita de la Vieja Europa a alcanzar la paz eterna...
En fin, paro, que destrozo esta pequeña maravilla. Lean y disfruten. Y recuerden que Wilde es un autor de finales del XIX, ¡imagínense qué harían los horrorosos gemelos Otis del siglo XXI al pobre y atrabiliario Lord Canterville!
También de Oscar Wilde en ULAD: La importancia de llamarse Ernesto, El retrato de Dorian Gray, La esfinge sin secreto, De profundis
2 comentarios:
¡Claro que es recomendable! De hecho es el único cuento de Wilde que goza de calidad literaria. Lo sabe hasta el apuntador.
Publicar un comentario