Año de publicación: 2023
Valoración: Está bien
Es probable que ocurra en casi todos los países, al menos en Europa, pero pienso que en nuestro vecino del norte la encrucijada histórica y política se manifiesta ahora mismo con una crudeza especial. La alta tasa de inmigración y su concentración en lugares muy concretos, la desertización industrial de amplias regiones, y la tendencia creciente a apostar por los populismos han convertido Francia en un polvorín donde chocan cada vez con más fuerza antagonismos clásicos y modernos: grandeur y déclinisme, europeísmo y nacionalismo, extremismos mutantes, la tierra de asilo y el gran reemplazo, el laicismo republicano y los fanatismos más feroces.
El periodista Iñaki Gil, durante años corresponsal en París y por tanto se supone que buen conocedor de la realidad francesa, ofrece un repaso a las circunstancias sociales y políticas que conducido a la situación actual, lo que, con sesgo digno de clickbait, llama la Nueva Revolución francesa. Con un orden expositivo algo cuestionable, empieza centrándose en la inmigración, que ha ido creando ghettos en los extrarradios de las principales ciudades, y muy especialmente en París. Jóvenes de segunda y tercera generación, junto con los recién llegados, forman enormes colectivos con problemas obvios de identidad cultural, a veces seducidos por el integrismo islámico, y casi siempre sin ninguna perspectiva de futuro. De todo ello se siguen problemas graves de inseguridad y, claro está, la aparición de la extrema derecha lanzando la caña, asuntos todos ellos que más adelante se irán tocando parcialmente.
Al mismo tiempo (no soy capaz de decir si como causa, como consecuencia, o al margen) la desaparición/distorsión de las ideologías, fenómeno de alcance mundial, deja a los electores a merced de los populismos (demagogia, soluciones fáciles a problemas complejos), y a los partidos tradicionales prácticamente fuera de combate, o de alguna manera autoexcluidos, que también. En esta confusión surgen movimientos autónomos muy potentes, algo muy francés, como el de los chalecos amarillos, muestra clara de descontento social que derivó en episodios de violencia.
Estas son algunas impresiones personales sobre el tema, solo en parte apoyadas en el texto. Porque, aunque en principio pudiera pensarse lo contrario, no hay que pretender buscar en el libro una elaboración teórica coherente sobre la situación social y política francesa. En realidad se trata más bien de apuntes sobre cuestiones más o menos inconexas, donde tienen cabida demasiados chascarrillos (las amantes de los últimos presidentes, las peculiaridades del matrimonio Macron, la familia Le Pen y sus ramificaciones), contado todo ello con un lenguaje muy periodístico, rápido y directo, que bordea a veces el amarillismo. Este estilo, que puede tener un pase en el ámbito de la prensa (depende de gustos), me parece que entona claramente peor en un libro, que en mi opinión pediría más reflexión y elaboración que acumulación de cifras, datos demoscópicos o detalles vistosos. Y claramente la falta profundidad y un mínimo de estructura expositiva.
Sin perder de vista estas carencias, y pasando un poco por alto informaciones irrelevantes, la verdad es que la lectura del libro aporta algunos datos con los que completar la idea que podamos tener sobre la situación política y social más allá de los Pirineos. Hablamos de un país complejo, uno de los pesos pesados de Europa, con algunos valores firmemente asentados aunque interpretados de formas muy divergentes, donde las pugnas fundamentales del siglo se están manifestando con mayor fuerza, y cuyo futuro, en un plazo no lejano, podría abrir a sus vecinos puertas que a lo mejor deberían permanecer cerradas.
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