Dicen que All fours, la reciente y aún impublicada en español novela de Miranda July, fue uno de los libros del año 2024. Se dicen muchas cosas, porque, todavía (no sabemos por cuánto) la industria editorial estadounidense es influyente a todas las bandas que puede serlo: desde sus premios literarios cuajados de premiados y finalistas, hasta las recomendaciones entusiastas de lectura de las procedencias más diversas (y alejadas del mundo literario) o la propia ubicación física de los grandes gigantes de la edición. En todo caso, y con las puras reticencias cuajadas de escepticismo que nos pueda provocar, esa capacidad de generar productos, ensalzar autores, etc, siempre ha de contar con los necesarios cortafuegos como, por ejemplo, blogs independientes con colaboradores sufridos, como es el caso.
Está claro, en todo caso, que el proceso suele presentar similitudes. La primera novela de Miranda July se presenta previo éxito de una colección de relato corto y una obra de no-ficción, pero resulta que su autora ha hecho sus pinitos como performer (...), actriz y cineasta. Vaya, lo que se dice un pack de tentativas de trascendencia en el mundo cultural. Así que de recién llegada al entorno cultural, nada. El primer hombre malo es una novela extraña y algo perversa. Más original en sus situaciones particulares que en su estructura, lo cual hace un poco difícil ejecutar un juicio estilístico: ni dispone del tono funcional de un best-seller ni se aprecia un tono lírico que deje huella. Quizás el plano de establecer metáforas pueda dar algo más de juego a la hora de concretar esos logros de primera novela que, me refiero al párrafo anterior, justifican el hype que parece sobrevenir.
Cheryl Glickman es una mujer de mediana edad que vive sola. Su situación económica parece desahogada, forma parte del consejo de administración de una ONG y creemos atisbar que es una más de esas personas de clase acomodada que cuenta con un nutrido núcleo de contactos y relaciones que le permiten no preocuparse de las cuestiones mundanas. En una especie de jugarreta del destino, un matrimonio de socios de la organización le pide que se haga cargo de Clee, hija veinteañera que se instala en una de las habitaciones de su casa. La vida de Cheryl, ya de por sí poco convencional, sufre un asalto en toda regla pues la presencia de la joven no se limita a impactar a Cheryl con sus extraños hábitos de vida, nada saludables. Se establece una extraña relación que pasa por diferentes estados tanto físicos como mentales, con peleas, reconciliaciones, escenificación de algunos de los curiosos vídeos de autodefensa que la ONG publica, incorporación de elementos adyacentes (un bebé imaginario de curioso nombre al que Cheryl habla, un amigo socio de la ONG que utiliza a Cheryl como consejera en sus extrañas fantasías sexuales) que generan una especie de sensación a medio camino entre el caos, la incomodidad y un halo insano que atraviesa cada página - obviamente los padres de Clee acabarán enterándose de la extraña relación entre su hija y la socia que debía cuidar de ella. Peor aún, en una de sus idas y venidas, Clee queda embarazada y tiene un bebé.
Más que una novela psicológica, un desafío mediante la incorporación de elementos disruptivos que resulta atractivo en su planteamiento, pero quizás algo forzadamente estrambótica, como una especie de juego burgués resultado del aburrimiento y la abulia aplicado al exceso de tiempo libre.
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